Acuerdos internacionales y proyectos en el largo plazo

04-fotos-edicion-impresaPor Gustavo Barbarán. En U-238 # 20 Febrero – Marzo 2016

Los acuerdos nucleares implican, necesariamente, el establecimiento de relaciones bilaterales a largo plazo. Es por ello que, para concretar dichas alianzas, es fundamental contar con un diagnóstico preciso de los actores intervinientes, su posicionamiento en la negociación y el contexto en el cual dichos acuerdos se llevan a cabo.

En una demostración de fortaleza política y a modo de evaluación del estado de situación, el nuevo gobierno se dispuso a revisar gran parte de los acuerdos y políticas elaborados por el anterior. No toca aquí evaluar el alcance de dicha medida, que tiene diversas implicancias en los diferentes estamentos gubernamentales.

En lo referente al desarrollo nucleoeléctrico de nuestro país, es sensato suponer que se realizarán las revisiones de rigor con respecto a lo acordado con la República de China y con la Federación Rusa. La razón es clara: una central nuclear, además de un proyecto multimillonario, significa el establecimiento de una relación de largo plazo entre comprador y vendedor. En efecto, considerando el ciclo de vida de la central, desde la idea original hasta su cierre definitivo y consecuente desmantelamiento, estamos hablando de casi cien años de una necesaria convivencia entre el país oferente y el receptor de la tecnología.

Los acuerdos con China y Rusia ya fueron analizados en una nota anterior (“Sobre Centrales Nucleares y su Financiamiento” U-238 N.º 17, Junio de 2015). Los acuerdos con China están en una etapa mucho más avanzada y concreta que los firmados con Rusia, que no pasan de ser meras declaraciones de buena intención para avanzar en proyectos nucleares.

Para la cuarta central, de tecnología CANDU, Nucleoeléctrica Argentina y la CNNC (China National Nuclear Corporation) ya acordaron e inicialaron en Buenos Aires un contrato de consorcio de cooperación que le da forma jurídica a la asociación entre ambas empresas. Faltan firmar los contratos comerciales y de financiamiento, un poco demorados respecto de las fechas establecidas en los memorandos bilaterales firmados en julio de 2014 y febrero de 2015.

La cuarta central no presenta ningún inconveniente insalvable, es más, desde el primer número de esta revista se planteó como un objetivo deseable a mediano plazo continuar con las centrales de uranio natural y agua pesada para aprovechar las capacidades instaladas a lo largo de más de cuarenta años de política nucleoeléctrica coherente del país (planta de agua pesada, fabricación de componentes y combustibles, tecnologías y desarrollos asociados, etc.). El porcentaje de participación local es algo que se está negociando actualmente, con cifras que llegan al 60%, pero que podrían pasar el 70%. Estos valores hacen deseable que no sea uno, sino dos los reactores CANDU los que se construyan.

La quinta central, un PWR de diseño chino, tiene firmado un Acuerdo Marco de entendimiento, donde se establecen los principales lineamientos sobre los que se firmarán a futuro los contratos comerciales y en la cual se avanza en cuestiones presupuestarias. Es conocido que la estrategia del país asiático es atar a la cuarta central el compromiso de la quinta; pues le interesa más exportar su propia tecnología que construir una central de diseño canadiense. El proyecto mantiene a Nucleoeléctrica como arquitecto-ingeniero, lo que implica mantener el control de la obra, para maximizar el componente local y realizar una transferencia de tecnología aceptable de acuerdo con la política nuclear argentina.

La sexta central nuclear, que sería la de diseño ruso, está mucho más lejos ya que no se avanzó más allá de aquellos memorandos de entendimiento donde el tema nucleoeléctrico era casi una nota al pie de un acuerdo marco que hacía referencia a energía y otros sectores económicos.

Difícilmente prosperen en el corto plazo. Deberían concretarse los acuerdos con China y realizar algún avance que permita evaluar la capacidad argentina para la realización de esa clase de mega-proyectos. También se contempla que, si bien la oferta rusa puede ser atractiva por sí misma, ésta debiera ser por lo menos tan buena como la oferta china. Además existe una renuencia de los rusos a la transferencia de tecnología del combustible nuclear, ya que su estrategia está basada en la provisión del combustible nuclear como un serviciomás.

Más allá de la energía nuclear

La nuclear es una de las tecnologías más controladas del mundo. Los recientes acuerdos con Irán son una muestra del empeño que ponen las grandes potencias para garantizar los usos pacíficos y evitar cualquier tipo de desviación. El dominio del átomo sigue siendo una carta importante en el juego de poder de las relaciones internacionales, pero es sólo una carta del mazo.

Toda estrategia de alianzas internacionales debe contar con tres elementos fundamentales. El primero es un diagnóstico de la situación, de los actores intervinientes y de los consecuentes posicionamientos de cada uno de ellos. Esto implica sopesar, pragmáticamente, las ventajas y desventajas que pueden ofrecer cada alternativa.

La relación entre Argentina y China pasó por una etapa de predominante optimismo, en la que se veía al país asiático como el socio comercial ideal, pues apoyaba gran cantidad de proyectos estratégicos para el país, desde su financiamiento hasta su materialización. Basta recordar que un ministro llegó a ser precandidato a presidente importando hasta durmientes de ese país. Actualmente, los principales analistas internacionales remarcan que China ha encarado una nueva etapa de crecimiento basada en su mercado interno, lo que implicaría que ya no sería un socio tan agresivo en materia de inversiones en terceros países. Sin caer en una posición aislacionista, hay que considerar los riesgos de las relaciones asimétricas.

Tanto China como Rusia fueron los actores más activos en lo que puede ser llamado el renacimiento nuclear pos-Fukushima. Ambos ostentaron su capacidad de financiamiento por fuera de las instituciones tradicionales como una de sus mejores cartas de presentación para este tipo de proyectos. La capacidad rusa está hoy en entredicho ya que la baja del precio del petróleo impacta directamente sobre su economía (más que a cualquier otra economía mundial). Además, el reciente incidente aéreo entre Turquía y Rusia dejó en suspenso el acuerdo por la construcción llave en mano de cuatro centrales nucleares rusas en Akkuyu, lo que debilita aún más su expansión nuclear internacional.

Por su parte, China está realizando acuerdos para el financiamiento y construcción de centrales nucleares, de diseño propio y de otros países, en lugares tan disímiles como Arabia Saudita, Pakistán y el Reino Unido. Un claro ejemplo de esto es el acuerdo de £ 18 mil millones entre el Reino Unido, Francia y China para la construcción de dos reactores EPR de 1600 MW cada uno.

Claramente, la opción China, con el combo de “financiamiento, capacidad industrial y determinación política”, se presenta como la más atractiva. Mientras, la mayoría de los actores nucleares está trabada en sus propias redes. AREVA (Francia) tuvo que resignar el 50% de sus acciones a EDF  —Électricité de France—, empresa con mayoría accionaria del Estado francés y aceptar un acuerdo por el 20% de sus acciones con MHI  —Mitsubishi Heavy Industries—, en un contexto donde deben recortarse gastos y reducir inversiones debido a pérdidas por demoras en los proyectos de Finlandia y Francia. Por su parte, los EE.UU. están revisando su apoyo a la construcción de nuevas centrales nucleares, pero enfocados en el apoyo a nuevas tecnologías.

Corea del Sur mantiene una activa participación en el mercado nuclear, pero claramente no es una potencia en cuanto a capacidad comercial. Japón y Alemania, luego del desastre en Fukushima, están en una posición muy débil en cuanto a sus negocios nucleares.

Un segundo elemento a la hora de evaluar la estrategia internacional es la concepción estratégica por parte de la dirigencia política y sus sectores de apoyo. Nuestro país históricamente parece sufrir de un movimiento pendular sin amortiguamiento, yendo de un lugar a otro sin posibilidades de encontrar un equilibro a largo plazo.

A esto se le suma que Argentina todavía debe superar el enfoque ofertista-sectorialista de la política energética. Ofertista, porque ante cada problema energético la forma de solucionarlo es a través de más energía. Sectorialista, porque para los petroleros se resuelve con más petróleo (y gas), para los nucleares con más centrales, para los “verdes”, solamente con renovables. En definitiva, la cuestión se resuelve de acuerdo a la capacidad de lobby de cada sector. La superación de este enfoque tiene que contemplar la política energética desde un enfoque comprensivo, tanto en los ahorros de demanda como en los efectos sobre el desarrollo económico-productivo del país.

Esto debería decantar en el tercer elemento: un plan u horizonte de largo plazo deseado y hacerse explícito ante la sociedad, de manera tal que esta se apropie y haga suya a dicha política. En este contexto, la participación de la energía nuclear en la matriz eléctrica presenta claros beneficios: estabilidad de precios, reemplazo de combustibles fósiles, seguridad en el abastecimiento. Si a esto le agregamos un inteligente encadenamiento tecnológico-industrial, con una política transparente, promoviendo relaciones con otros países en usos exclusivamente pacíficos, entonces, la política nuclear se transforma en una poderosa herramienta al servicio del país.

Una estrategia de desarrollo

Según los posicionamientos internacionales de nuestro país, se puede concluir que existen ventajas  —o al menos no se visualiza ningún peligro concreto— sobre los acuerdos de las próximas centrales nucleares; su costo, en un contexto de bajo precio del petróleo y el avance continuado  —a la baja en costos y al alza en rendimientos— de las tecnologías renovables (eólica y solar principalmente), avala una re-evaluación de estos acuerdos nucleares en función del interés de nuestro país.

Debe quedar claro: las centrales nucleares son necesarias en un contexto de crecimiento de la demanda eléctrica que, sin prisa pero sin pausa, va reemplazando a los demás vectores energéticos en todos los sectores de consumo. Junto con la hidroelectricidad y las energías renovables no despachables  —eólica y solar—, forman un trípode perfecto para asentar una matriz eléctrica resiliente sin depender de los combustibles fósiles. Los tres frentes deben avanzar de manera conjunta para ir reduciendo nuestros consumos hidrocarburíferos, que son los que más afectan a la seguridad energética.

Argentina necesita una estrategia que vaya más allá de la construcción de proyectos nucleares por los tiempos que insumen y las características del proyecto. Es el costo de hacer proyectos únicos; en efecto, si por la capacidad técnica, económica e industrial se termina realizando sólo un proyecto a la vez, de a uno por década, será muy difícil lograr ese encadenamiento virtuoso donde se logre el compromiso de la industria y el apoyo de la sociedad. Cada nuevo proyecto será un volver a empezar: Atucha II enseñó lo que cuesta volver a poner el carro en movimiento. Argentina no puede darse el lujo de tener parado durante dos o tres años a profesionales, técnicos e industrias a la espera de un nuevo proyecto.

Por ello, la estrategia debe contemplar un desarrollo más armónico y acorde a las capacidades del país. En este punto, el desarrollo del CAREM, actualmente en la etapa de construcción del prototipo, se presenta como una opción prometedora para el desarrollo nucleoeléctrico argentino. En el campo nuclear, como en varios otros, existe el balance entre economías de escala, de alcance y de aprendizaje. Un reactor de 120 MW, como puede llegar a ser el CAREM, presenta desventajas en escala con los grandes reactores de 1000-1600 MW, donde la actual tecnología nuclear encontró su escala óptima.

Sin embargo, el CAREM presenta numerosas ventajas respecto de las economías de aprendizaje. Por su tamaño y concepto, pueden construirse de a varios en un sitio. Esto permite realizar un proyecto de incorporación de varias centrales desfasadas en el tiempo, de manera tal que la mano de obra y equipamientos que terminan una etapa pasen a ser utilizadas en la siguiente central. Este movimiento mejora el aprendizaje (y la economía) de todo el conjunto, ya que no realizan una central, sino varias, ya que las lecciones aprendidas van reduciendo tiempos y costos.

Al ser varias centrales las que se construirían, la industria podría apostar al largo plazo ampliando capacidades para la participación en los proyectos, al contrario de lo que sucede con un proyecto de única vez, donde todo el costo de desarrollo se carga en un único producto o servicio. Y por ser más chicas, tienen menores tiempos de construcción, lo que mejora la ecuación financiera.

Usualmente, desde el sector nuclear se “vende” al CAREM como un reactor para exportación o para lugares aislados. Ello reduce al reactor a un concepto de nicho y a la espera de la consiguiente demanda, razón por la cual debería reemplazarse por una idea de CAREM como estrategia para el desarrollo nucleoeléctrico del país. Esta estrategia no es nueva, ya la aplicaron los franceses (50 centrales en 15 años), los alemanes, los coreanos, los canadienses, los rusos y los estadounidenses, es decir, todos los países que pusieron la industria nuclear al servicio del desarrollo de su país.

Las próximas centrales son necesarias en un contexto energético. Pero deben ser consideradas como un puente hacia un proyecto nuclear impulsor de las capacidades de investigación, desarrollo e industriales del país. Esto se logra, además de con acuerdos internacionales, con el compromiso de desarrollo de capacidades locales.

1 COMENTARIO

  1. Convengamos que los primeros que «politizaron la fisión nuclear» fueron las autoridades de los entes y empresas públicas del área nuclear algunas salientes y otras todavía vigentes. Y por ello vimos comunicados de estos entes públicos denostando al candidato opositor (Macri) o a Clarín!!!!!!. Para que?. Que necesidad había? Para que hablar más de lo necesario. Esta son actividades eminentemente técnicas. Porqué no se invitó en su momento a partidos opositores a ver lo que se estaba haciendo en Atucha II y a seducirlos con la importancia de los trabajos y hacerlos partícipes de las decisiones y transparentar los logros y los «gastos». Y ahora, ¿como se hace para convencer a un gobierno presidido por un «opositor» que lo mejor para el país es tener un base del 20 o 25 % de generación nuclear. Y que ello implica grandes inversiones que el gobierno «opositor» tiene que hacer. Y como frutilla para el postre con la Secretaría de Energía dominada por el pool petrolero. Todo un acierto político de las autoridades salientes. ¿Cuando habrá un política de estado respecto a la actividad nuclear?. No creo poder llegar a verla.

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