Cambiar la piñata por el tubo de ensayo

10-fotos-edicion-impresaPor Sebastián Scigliano. En U-238 #16 Marzo-Abril 2015.

Las opciones para festejar el cumpleaños de los chicos suelen ir desde el aburrimiento hasta la frustración. Ciencia en acción propone una alternativa: los “cumples científicos”, en los que montan un laboratorio para que los chicos experimenten con materiales e instrumental de verdad. Las caras de asombro que aparecen, dicen, son impagables.

Que un payaso, o dos, que un mago, que un mitad mago, mitad payaso o viceversa. Siempre, protagonizado por sujetos más bien poco amigos del esfuerzo pedagógico, por decir poco. Eso, allá lejos y hace tiempo. Más cerca, para la misma época de los locutorios, los parripollo y las canchas de paddle, el tenebroso mundo de los saloncitos de fiesta, con los parlantes retumbando de histeria, al ritmo de animadores desanimados, en el mejor de los casos. Los festejos de cumpleaños infantiles no protagonizan la mejor de las páginas en el imaginario álbum de momentos memorables de la familia, qué va. Sin embargo, la modernidad 2.0 trajo a este mundo nuevas formas de divertirse y de divertir a los más pequeños, cada vez más informados y exigentes.

Hace ya casi 15 años, a la bióloga y docente Victoria Carreras se le ocurrió que llevar la ciencia a los chicos no era sólo tarea de la escuela, y que si ella quería que se apasionaran por el laboratorio tanto como ella, era necesario llevarles el laboratorio a la casa. Y así creó Ciencia en acción, una organización que, entre otras actividades, realiza “cumpleaños científicos”, en los que, donde antes había piñatas y disfraces de princesas o Ben 10, ahora hay pipetas y tubos de ensayo. “Los chicos aprenden a manipular tubos de ensayo, pipetas, goteros, todo material de plástico, nada tóxico, pero sí muy atractivo desde lo visual”, se encarga de aclarar Victoria. “A través de la ciencia se estimulan montones de variables, más allá del conocimiento en sí. Aparece el trabajo en equipo, el tomar en cuenta la palabra del otro, probar si lo que pensamos que va a pasar, pasa, y si no, ver por qué. Todas esas cosas que en la cabeza de un científico están a la hora de experimentar, es maravilloso poder ver cómo es vivido por los chicos”, resume. Además de los cumpleaños, Ciencia en acción organiza talleres en escuelas y capacitaciones para los docentes que quieran llevar este tipo de experiencia al aula.

Por extraño que parezca por el contexto, el experimento comenzó allá por 2001. Algo frustrada por su tarea como docente y con los límites por llevar el laboratorio al aula, Victoria decidió pensar en armar talleres de ciencia para ofrecer en los colegios. Por ese entonces, una amiga que volvía a vivir a Argentina —sí, en 2001— le preguntó si no se animaba a probar en su casa, en un cumpleaños. Y funcionó. “Así que arrancamos por los cumpleaños y después vinieron los talleres en las escuelas, al revés de cómo habíamos pensado”.

El servicio de los cumples científicos consiste en un grupo de personas —de científicos— que montan un laboratorio, lo más real que se pueda, en la casa del cumpleañero o cumpleañera. Los chicos, todos, experimentan, mezclan, prueban y se sorprenden. “En estos casi 14 años que llevamos esto, hemos visto miles de caras de sorpresa que nos guardamos. El ´guau´ aparece siempre, y no con cosas de otro mundo, sino muchas veces con cosas sencillas que uno a veces tiene en su casa. ´Fue la mejor tarde de mi vida´ te dicen, eso es impagable. Y es por el asombro, por la sorpresa”, cuenta Victoria. “Lo que nos gusta es que todos los chicos hagan todo. Que uno lo haga y otro mire cómo se hace, no tiene sentido. Nos parece que lo mejor, que la manera en la que quedan grabadas en los circuitos neuronales es si agarraron la pipeta, si pudieron usar el tubo de ensayo”.

Cambio de hábito

Un día, Victoria dejó la docencia. Aquello que la entusiasmaba, que hacía que su vocación de curiosa quisiera conjugarse con la enseñanza, en el aula había dejado de pasar. “Soy bióloga y me dediqué a la docencia durante casi 20 años. Vi que mis alumnos, que eran los más grandes del colegio, se maravillaban con cosas que me a mí me sorprendían. Pensé en bajarlo a los más chicos, porque si pasaba eso con los grandes, también tenía que pasar con los chicos. Pero también me daba cuenta de que los chicos más grandes no terminaban de entender muchas de las cosas más básicas de la ciencia. Me gustaba ser como un acelerador de conocimiento para los más chiquitos”, cuenta.

Una de las variables que hizo que Victoria cambiara de actividad tiene que ver con lo que, según ella, no pasa en las aulas, más allá de esfuerzos personales como el suyo y el de, seguramente, tantos otros docentes. “A los maestros no se les da una capacitación en ciencia cierta. Sí sociales, matemática, pero a la ciencia, el maestro de grado le tiene mucho miedo. Supongo que por desconocimiento, para no meterse con algo de lo que no sabe mucho”, dice, con conocimiento de causa. La idea de experimentar, de que los chicos “toquen” la ciencia con sus manos es también algo poco frecuente en la escuela. Según Victoria, “en los colegios, en general ‘leen’ ciencia, pero no la hacen. Cuando llegamos nosotros, más allá de que los chicos lo disfrutan y hacen cosas que nunca hicieron ni van a volver a hacer, los maestros también se sorprenden. Eso es lo que queremos, que ellos sean los primeros en llegar, porque también están ávidos de esos conocimientos, pero les faltan las herramientas”.

De todas formas, sí es cierto que en los casi 15 años que van desde que Victoria decidió iniciar su emprendimiento hasta la actualidad, algunas cosas cambiaron en torno al lugar que se le da a la ciencia en Argentina. También en materia de divulgación el contexto es otro, con algunas experiencias que han tenido éxito, como Tecnópolis, así como programas infantiles de divulgación científica que ocupan un lugar en la grilla de propuestas para los más chicos que, en ese entonces, era casi impensado. Sin embargo, para Victoria todavía falta que ese cambio llegue a la escuela. “A nivel nacional, puede que haya habido un cambio, desde que Cavallo mandó a los científicos a lavar los platos. Parece que este gobierno, en ese aspecto, ha hecho un poco más”, admite Victoria. Sin embargo, aclara que “falta muchísimo. Yo dejé de dar clases hace algunos años ya, y cuando vuelvo ahora con los talleres, que les doy a chicos de la misma edad de los que eran mis alumnos entonces, me doy cuenta de que están igual que cuando yo dejé, y no importa qué colegio sea.”

En buena medida, puede que este diagnóstico haya sido lo que impulsó a quienes llevan adelante Ciencia en acción a formar una ONG, Energía en acción, que se propone llevar los talleres a los colegios, pero de manera gratuita. “Queremos poder llegar a las escuelas que nos llaman y por ahí no tienen recursos. A algunas podemos ir gratis, pero no a todas. Esos lugares que están àvidos de conocimiento, tanto las maestras como los chicos, pero para lo que no hay recursos. Hacer ciencia como nos gusta, de verdad, con los materiales que nos gusta, no es barato. Tampoco queremos que participen menos chicos, queremos que todos hagan todo”.

Desde el Ministerio, también

Propuestas como la de Ciencia en acción tienen también sus réplicas en el ámbito público. Ejemplo de ello es el programa “Los científicos van a las escuelas”, una iniciativa del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva implementada a través del Programa Nacional de Popularización de la Ciencia y la Innovación que, según reza el sitio web del propio Ministerio, “propone la interacción entre científicos y docentes para el enriquecimiento de las clases de ciencia en el aula, mediante proyectos de colaboración centrados en las ciencias naturales: física, química, biología y disciplinas afines”.

El sistema es federal: cada provincia selecciona 15 establecimientos educativos, ya sea escuelas primarias, secundarias e institutos de formación docente en disciplinas científicas, y a cada uno se le asigna un científico elegido por referentes de las universidades que “trabajará en base a modalidades opcionales elegidas por las escuelas”. Los científicos disponen de 30 horas reloj para trabajar en las aulas durante los meses que dura la actividad. Tanto al inicio como al cierre, los organizadores prevén la realización de un taller de trabajo por provincia que reúna a todos los pares docente-científico, “con el objeto de poner en común consideraciones sobre el desarrollo general de los proyectos en ambos momentos”.

“Los científicos van a las escuelas” es gestionado a nivel nacional por el Programa de Popularización de la Ciencia y la Innovación. En cada provincia es cogestionado entre el Programa, autoridades educativas provinciales y una universidad dentro de la provincia (puede ser una universidad nacional).