Centrales nucleares y financiamiento internacional

01-fotos-edicion-impresaPor Gustavo Barbarán. En U-238 #17 Junio 2015

Los recientes acuerdos alcanzados con China y Rusia ponen en el centro de la escena nuclear un asunto para nada menor: la forma de financiación de grandes proyectos que se llevan a cabo en el largo plazo. Por ello, las relaciones bilaterales y los acuerdos entre países se vuelven aspectos fundamentales a la hora de planificar la creación de una nueva central.

Uno de los puntos más complicados respecto del desarrollo de un programa de generación nucleoeléctrica es el financiamiento de las centrales, dada su característica de requerimientos intensivos en capital y su largo plazo de construcción. A estas características, últimamente también se les suma la incertidumbre regulatoria que puede traer más demoras en la construcción.

El financiamiento de centrales nucleares es un negocio en sí mismo, con casi tanta importancia como la construcción propiamente dicha. En esta época de exacerbación financiera, donde las ganancias en el corto plazo priman sobre cualquier estrategia de desarrollo, es lógico que la estructuración del financiamiento sea un punto clave y donde más se concentren los hacedores de política.

La revolución de los mercados energéticos, donde primó la privatización y generación de competencia en un sector muy particular, trajo como consecuencia una gran incertidumbre en el comportamiento de largo plazo, influyó sobre decisiones de inversión con largos períodos de repago como centrales hidroeléctricas y nucleares.

A difíciles condiciones externas, también hay que agregarle las debilidades propias de un sector que supo tener en su época de apogeo grandes demoras y sobrecostos. Sobre llovido, mojado: todo esto sucedió por los tiempos del accidente de Chernobyl, lo que además provocó una oleada de rechazos por parte de grandes sectores sociales.

Estos tres puntos generaron un difícil escenario para nuevos proyectos nucleares en países que habían liberalizado sus mercados, como pasó con Argentina y gran parte de Occidente (Europa Occidental y las Américas). A más de veinte años de estos sucesos, Argentina logró terminar una central nuclear demorada y está en plenas negociaciones por tres centrales nuevas.

La mayor parte del financiamiento del proyecto de finalización de la Central Nuclear Néstor Kirchner (CN-NK, ex Atucha II) fue del gobierno, a través de trasferencias directas. Una menor proporción fue a través de la creación de un fideicomiso donde el bien fideicomitido es la venta de energía futura que realizaría la central. De esta forma se aliviaron un poco las cargas de financiamiento sobre el gobierno, aunque la mayoría de los VRD (Valores Representativos de Deuda) fueron adquiridos por el fondo de garantía de sustentabilidad de la ANSES.

De manera similar, para el proyecto de extensión de vida de la CN Embalse, la mayor parte del financiamiento corre por cuenta del Estado Nacional y la creación de un fideicomiso. Una novedad para este proyecto fue el financiamiento externo conseguido a través de la Corporación Andina de Fomento, la CAF, que aportó poco más de 200 millones de dólares, alrededor del 10% del total del proyecto.

Pero pensando en lo que viene, resultaría muy oneroso para el país realizar el financiamiento de nuevas centrales nucleares de gran tamaño.

Estas nuevas centrales afianzan el renacimiento nuclear argentino, con múltiples objetivos. Por un lado, mantener activo al sector, aprovechando los equipos formados con la finalización de la CN-NK. Otro, es aprovechar las capacidades industriales instaladas en el país y potenciarlas internacionalmente, la razón por la cual la cuarta central nuclear será de tipo CANDU. Un tercer objetivo es potenciar al sector nuclear, generando la evolución necesaria del sector hacia los reactores tipo PWR  —rama tecnológica donde también se encuentra el CAREM—.

Tomando en cuenta estos y otros condicionantes, desde el año 2008 Argentina está en plenas negociaciones con diversos países y proveedores nucleares. Así, pasaron por el país delegaciones francesas, estadounidenses, japonesas, coreanas, chinas, rusas y canadienses. Prácticamente todo el espectro nuclear.

Las definiciones sobre una central nuclear deben realizarse sobre una base pragmática, con consideraciones que sobrepasan al ámbito técnico y se adentran en el corazón de las relaciones internacionales de cada país, a la luz del pulso de los tiempos. También hay que considerar que, como en todo juego, los otros jugadores también poseen una estrategia que desean cumplir, y en encontrar caminos que complazcan a ambos jugadores está la clave.

Lo que ellos quieren

Los modelos de financiamiento de centrales nucleares no son gratuitos. Generalmente, aquel que vende una central nuclear tiene el objetivo de que, en parte, se realice en su país de origen, para mantener sus capacidades industriales. Otro objetivo es mostrarse como proveedor internacional, convertirse en un socio confiable, con proyectos finiquitados en tiempo y forma. Más político es el objetivo de ampliar la esfera de influencia a través de la participación en nuevos mercados.

El financiamiento puede ser por deuda o de capital. La primera opción consiste en recurrir a bancos, locales y extranjeros, agencias de exportación, instituciones de financiamiento internacional, o directamente al mercado de capitales, pidiendo prestado para devolver después. La segunda forma de financiamiento, consiste en ampliar el capital de la empresa para así poder fondear el proyecto. Para esto, también se puede recurrir al mercado de capitales, a la emisión de acciones o la asociación con inversores públicos y privados. En el equilibrio de estas fuentes de recursos está el meollo de la cuestión.

Con el renacimiento nuclear, fueron varios países los interesados en incorporar la nucleoelectricidad en su matriz energética. Mencionamos tres casos concretos: Emiratos Árabes Unidos, Bielorrusia y Turquía. Cada uno siguió un modelo distinto para su primer proyecto, pero muestran claramente como son las estrategias de negocios.

Los EUA establecieron un joint-venture de participación estatal (60%) y privada (40%) como modelo de gestión para la construcción de cuatro centrales nucleares en Barakah, donde el proveedor de la tecnología es la empresa surcoreana KEPCO, y que contará con la participación de otros actores para el gerenciamiento, construcción y operación de las centrales (CH2M Hill). Las plantas serán en gran parte financiadas por el Estado, sin la necesidad de préstamos externos y con el aporte de capital coreano en suministros específicos.

También resolvió renunciar a la fabricación de elementos combustibles, disposición de combustibles gastados, enriquecimiento y reprocesamiento. Básicamente todo será provisto por empresas e instituciones extranjeras, prácticamente renunciando a cualquier desarrollo de capacidades locales. Claramente una estrategia que requiere bolsillos abultados.

Por su parte, Bielorrusia creó una empresa para la operación de centrales y delegó la construcción en un contrato llave en mano con la empresa rusa Atomstroyexport (dos unidades VVER AES-2006 con reactores V-491). La dirección de la obra y los trabajos preliminares también fueron entregados a empresas extranjeras.

La estrategia de Turquía es distinta de las otras dos, ya que a través de un acuerdo país-país con Rusia, se acordó que este país financiará totalmente el proyecto de construcción de cuatro centrales nucleares por más de USD 20 mil millones. Los reactores y la construcción serán realizados por un consorcio de empresas rusas y el acuerdo contempla que durante quince años la energía será exclusivamente vendida a la empresa turca comercializadora de energía eléctrica a nivel mayorista. Luego de ese período, en el cual se espera que el proyecto se repague, el Estado Turco poseerá un 20% de las acciones de la empresa. Este modelo de contratación se conoce como BOOT, acrónimo en inglés de Build, Own, Operate and Transfer (Construir, ser propietario, operar y transferir).

Dos modelos de negociación para países que poseerán centrales nucleares en el mediano plazo. Por su parte, los EAU, se decidieron a comprar todo (hasta la regulación), bien al estilo “jeque árabe”. Por el otro lado, tanto Bielorrusia como Turquía, sin tantos recursos como disponen los Emiratos, entregan todo el negocio a un tercero. Esto le viene como anillo al dedo a Rusia, que tiene la política de construcción de plantas de energía nuclear bajo el concepto de llave en mano, incluyendo el suministro de todo el combustible y la repatriación de los combustibles gastados. Eventualmente, Rusia realizará un reprocesamiento y los residuos de alta devueltos al país cliente.

Lo que nosotros queremos

Estas estrategias de los denominados newcomers (países que comienzan a incursionar en la nucleoelectricidad) claramente son diferentes a aquellas estrategias que países con historia y tradición en el sector nuclear poseen. Es porque entendemos, al decir de Jorge Sabato, que la energía nuclear es más que una fábrica de kWh, es una herramienta para la transformación del país.

Históricamente, desde la construcción del primer reactor experimental RA-1 en 1958, la posición argentina fue la de realizar la mayor parte del trabajo aquí, con lo que ello implica en el desarrollo de capacidades, tecnología e industria. Esta línea de conducta pasa desde los contratos llave en mano por Atucha I, donde se incluía la participación de empresas nacionales, hasta la finalización de la CN-NK, donde más del 90% de los trabajos fueron realizados aquí.

Esto significa que para las próximas centrales se espera la misma conducta por parte del sector nuclear argentino. Bajo estas tensiones, naturales por otra parte para en este tipo de negociaciones, es que se firmaron los acuerdos con Rusia y China.

Estos acuerdos, celebrados en febrero con la República Popular China y en abril con la Federación Rusa, no son hechos aislados, sino que deben ser entendidos como un paso más de un largo proceso iniciado hace más de ocho años, cuando algunos ya soñaban con una cuarta central nuclear en el país, con la confianza que les daba saber que Atucha II se terminaría.

Los acuerdos firmados en febrero son en realidad un memorando de entendimiento para la cooperación en una central de tubos de presión y agua pesada que avanza sobre un acuerdo firmado el año pasado, y otro acuerdo sobre la cooperación en el proyecto de construcción de un reactor de agua presurizada en Argentina. El memorando es para la cuarta central y el acuerdo para la quinta.

Claramente, el que presenta un avance más claro y que establece fechas y puntos sobre los que se trabajará es el memorando, que autoriza el trabajo que ya vienen haciendo la CNNC (China National Nuclear Corporation) y Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima. Impone un plazo para la firma de acuerdos comerciales a fines de este año y busca acelerar todos los trabajos relacionados con el alcance detallado del diseño, suministros de equipamientos, componentes, materias primas y servicios técnicos, cotizaciones y cronogramas. También la forma de instrumentación de los préstamos provistos por instituciones financieras, como quedó establecido en el acuerdo previo, China proveería el 85% del crédito para todos los suministros y servicios.

Nucleoeléctrica Argentina queda como arquitecto-ingeniero, a cargo de la tecnología en general, construcción, operación, mantenimiento, seguridad y responsabilidad nuclear del proyecto, mientras que la CNNC será la responsable de suministrar los servicios requeridos por la empresa argentina autorizada para la isla nuclear y convencional y realizará el diseño de la parte de la isla convencional.

El acuerdo por la central de agua presurizada se presenta como una acción de más largo plazo, con el objetivo de que la central a adoptar sea de la tecnología ACP1000. Tomando en cuenta que es un tipo de tecnología que el país no maneja, seguramente habrá una mayor participación de los chinos. Aun así, los acuerdos contemplan que Nucleoeléctrica Argentina será nuevamente el arquitecto-ingeniero del proyecto, que se deberá realizar transferencia de tecnología de componentes y de fabricación de elementos combustibles, y asegurar contenido local de bienes y servicios.

Por su parte, los acuerdos firmados con Rusia son mucho más escuetos, sin tanto detalle, y marcan que para su concreción todavía hay mucho camino por recorrer. En el marco de un gran acuerdo, donde entran todo tipo de actividades comerciales, también se encuentra, dentro del área de energía, la predisposición de ambos países de realizar consultas para la construcción de una central nuclear de diseño ruso en nuestro país.

La negociación sugiere un compromiso, una posición ubicada en algún lugar entre dos posiciones existentes. Esta frase no es de quien escribe esto, sino que pertenece a los anales de la negociación. A nadie le conviene mantener posiciones intransigentes si con ello no consigue lo que pretende. La realización de cualquiera de estos proyectos supone que ambas partes lleguen a un acuerdo, comprendiendo que Argentina no es un recién llegado al mundo nuclear y que ya posee toda una infraestructura para sostener la actividad nuclear. De cómo se mantengan y defiendan estas posiciones en la mesa de negociación, estará la clave del sostenimiento del sector nuclear argentino.