“Desde un principio pensamos que había que vincular el mundo científico con el mundo productivo”

Por Sebastián De Toma. En U-238 # 25 Enero – Febrero 17

Carlos Ruta, el rector de la Universidad de San Martín, en una entrevista exclusiva con U-238, habla sobre la vinculación entre la universidad y el Estado y la necesidad de trabajar estrechamente con los privados para desarrollar profesionales que puedan enfocarse en la producción y en el mercado.

Carlos Ruta es el rector de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) desde 2006, luego de ser el primer decano de la Escuela de Humanidades de 1999. Esta casa de estudio, creada en 1992, es el ho­gar de varias carreras de grado relacionadas con las ciencias exactas y naturales. La escuela de tecnolo­gía incluye distintas ingenierías, de las que pueden destacarse la Espacial, la de Energía, la de Teleco­municaciones y la de Biotecnología, entre muchas otras. Además, en el Instituto Jorge Sabato se dicta la reconocida carrera de ingeniería de Materiales, que acaba de cumplir 20 años. En el Instituto Benin­son, por su parte, se dicta la carrera de Ingeniería Nuclear en Aplicaciones y entre los posgrados más importantes en relación con estos temas se ofrece la especialización en Física de la Medicina Nuclear, el doctorado en Tecnología Nuclear y las especiali­zaciones en Radioquímica y Aplicaciones Nucleares, y Reactores Nucleares y su Ciclo de Combustibles.

Actualmente, la universidad ha quedado en el me­dio de distintas idas y vueltas que giran alrededor de una serie de recortes a contratos de locación de servicios firmados con el gobierno saliente, y las demoras en transferir el dinero que le corresponde de acuerdo al Presupuesto nacional. Este último in­conveniente llevó a Ruta a escribirle al ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich, para re­clamar los fondos adeudados, ya que estaba en pe­ligro el normal funcionamiento de la Universidad.

En esta entrevista exclusiva con U-238, el rector de la Unsam se refirió al conflicto entre el gobierno y las universidades del conurbano y el lugar que ocu­pa la CNEA dentro de la institución, así como el tra­bajo que llevan adelante junto a empresas y otras instituciones en Investigación y Desarrollo, y los planes que tienen para el futuro de la Universidad.

Este año se cumplen los primeros 20 años de la carrera ingeniería de Materiales. ¿Qué significa para ustedes?

Se trata de una carrera que se dicta en el Institu­to Sabato y que replica la estrategia del Instituto Balseiro: los chicos seleccionados luego de hacer dos años en otra carrera y luego son becados. No­sotros, desde el inicio de la Universidad, tuvimos dos o tres ideas que nacieron del anterior rector [Daniel Malcolm] y se continuaron. Una fue mirar el territorio. San Martín fue y es un territorio vin­culado a la pequeña y mediana empresa. Entonces decidimos crear un área de economía y negocios para la formación de profesionales para atender en esa dimensión. Mirando el territorio, también vimos que en San Martín estaba el complejo tecnológi­co CNEA-Inti, que fue en su momento Segemar y Citefa, institutos de la marina y las fuerzas arma­das, respectivamente [se refiere al Polo Tecnológi­co Constituyentes que la Unsam integra junto a la Comisión Nacional de Energía Atómica, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti), el Institu­to Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (Citefa), el Servicio Geológico Mi­nero Argentino (Segemar)].

La otra estrategia era hacer un perfil científico y tecnológico. Desde un principio, pensamos que había que vincular el mundo científico con el mun­do productivo y por eso es que comenzamos a trabajar en un proyecto de un área de ciencia y tecnología con un fuerte acento en lo tecnológico. Así, creamos una escuela de Ciencia y Tecnología, que es como la facultad madre de todo eso, y allí comenzamos con algunas carreras que no eran de ingeniería, y luego fuimos encontrando otros ni­chos de otras posibles ingenierías. Por ejemplo, en las telecomunicaciones, electrónica, biomedicina.

Como mencionó recién, la carrera sobre la que estamos hablando se dicta en el Institu­to Sabato. ¿Qué lugar ocupa en la estructura de la Unsam dedicada a las ciencias exactas?

Con el Sabato hicimos una apuesta, queríamos for­mar ingenieros. Tuvo éxito, pero llevó su tiempo. Hoy, Biotecnología es uno de los campos más fuer­tes de nuestra universidad. Hay un instituto, que es nuestro y del Conicet, que tiene en Chascomús unas 900 hectáreas de experimentación. La pro­puesta de los biotecnólogos es formar profesiona­les directamente orientados a la producción y al mercado, y por eso fue que desarrollamos junto con ellos la ingeniería en agrobiotecnología. Tam­bién en esa dirección es que creamos la primera carrera argentina de Acuicultura. Argentina tiene la mayor producción de cría de peces en lago de mar abierto y no tiene ninguna carrera que for­me ingenieros en esa dirección, como es el caso de Chile. Nosotros creamos esa primera ingenie­ría que funciona en Chascomús. A los estudiantes se les paga una beca para mantenimiento, como ocurre con la ingeniería en Materiales, tienen aloja­miento y transporte gratis. Para entrar, tienen que rendir un examen y un coloquio, pero el coloquio es el factor decisivo, ya que permite ver la motivación, porque el conocimiento siempre se puede comple­tar, el tema es la vocación que pueden llegar a tener.

¿Qué otras iniciativas relacionadas con la ciencia y la tecnología destaca?

Creamos un instituto de investigaciones en in­geniería ambiental. Les propusimos que piensen una carrera orientada hacia el lado comercial y así fue que nació. Y también creamos un instituto de Transporte ferroviario, que luego ampliamos. Allí tenemos unas carreras técnicas y creamos una in­geniería donde había un hueco en lo relacionado con el tema transporte, orientada más a la logística y planificación y no tanto a la parte mecánica.

Identificamos además un nicho en el área de ener­gía, en el que no había un campo específico sobre el ahorro de energía. En esa misma dirección, tam­bién creamos una Ingeniería espacial que atiende un nicho muy específico. Por ejemplo: si vos armás un proyecto muy complejo, como la construcción de un satélite, tenés distintas áreas de ingeniería que trabajan allí: satelital, telecomunicación, me­cánica. Y, para dirigir ese proyecto y que pueda llegar a buen puerto, hace falta un ingeniero que coordine, ensamble, haga pruebas y testeo de to­dos los sistemas. Ese es el ingeniero que estamos formando en esta carrera, aprovechando la expe­riencia que nuestro país tiene en el área espacial. No teníamos una carrera en esto, pero sí se han formado con la práctica en esa ingeniería de siste­mas. Un ejemplo bien llamativo e interesante: uno de los satélites que construye la NASA, que costó US$ 1.000 millones, estuvo listo, fue transportado a la plataforma donde tenían que hacerse las prue­bas y, cuando accionaron la plataforma, el satélite se cayó y costó US$ 200 millones arreglarlo. Eso sucedió porque no le pusieron las tuercas que lo ajustaban a esa plataforma. Así, la NASA se dio cuenta de que hace falta un ingeniero que supervi­se y que tenga una visión global, que pueda hacer que se coordine lo que se hace en el trabajo.

Sobre la base de todo esto que estamos discutiendo y en relación con el instituto Sabato y el Beninson, con el cambio de go­bierno, la política científica por parte del Estado está más orientada a lo privado. ¿Qué lugar ocupa o pretende ocupar la Un­sam para generar nuevos saberes y nuevos profesionales en este nuevo esquema?

La Universidad cumple el año que viene 25 años. Fue creada en un momento en que la Argentina iba toda para otro lado; por razones muy diversas, el contexto internacional era otro. Lo que sí había en la Universidad eran dos cosas claras: que el desarro­llo requiere del estudio científico tecnológico, que el Estado no está ausente en ninguna parte del mun­do de ese desarrollo. A nosotros este aparente giro para el mundo privado no nos asusta, porque pen­samos que una sociedad debe desarrollarse en toda su potencialidad. Si pensamos el mundo privado y el estatal como polos antagónicos, erramos el foco. El Estado, sí, tiene que tener en cuenta la tarea de apun­tar al bien común, y ese bien común tiene que estar vinculado al buen vivir de todos los ciudadanos y al desarrollo de todas las potencialidades. Esto incluye las potencialidades privadas. El tema es cuando eso colisiona con los intereses del bien común y ahí es cuando el Estado debe mediar para frenar conflictos, ensamblar intereses. Pero, volviendo a la pregunta, no veo un problema que nos imposibilite nuestra ta­rea. La Universidad es una institución que tiene tiem­pos mucho más prolongados que el tiempo de la po­lítica. Si la Universidad trabaja en esa dirección, tiene que cumplir ciertos requisitos, estar concentrado en el desarrollo, en la investigación, en la formación, tiene que saber mantener un diálogo con el Estado y con los sectores privados y saber a dónde ir. Y siem­pre hay vientos más o menos favorables.

Nosotros estamos donde estamos porque nos he­mos montado sobre los hombros de gigantes, para usar la frase histórica, que han sido instituciones como la CNEA que, a pesar de todos los vaivenes de la historia política argentina, ha tenido una con­tinuidad; siempre pudo ir encontrando ese camino estratégico e impulsor de tecnología e innovación. En ese sentido, creo que hay que concentrarse en lo que uno tiene que hacer, y si uno logra legitimi­dad social, después es difícil volver atrás.

En estos últimos meses, y en relación con algunas investigaciones respecto de los ma­nejos de contratos del gobierno anterior, se dieron expresiones poco felices del minis­tro de Educación respecto de las universida­des del conurbano, a las que etiquetó como “universidades peronistas”. ¿Qué opinión tiene, como rector de una de las más anti­guas de las nuevas universidades?

Creo que da pie para muchas reflexiones. En pri­mer lugar, si hay una universidad plural dentro del área metropolitana es la de San Martín. Tenemos 18 decanos y muchos de ellos han escrito en los medios, durante el kirchnerismo, de manera crí­tica y contra el kirchnerismo. Y hay muchos que no vienen de afiliación peronista. Nunca eso fue algo que se le pidió a la gente, lo que se les pi­dió fueron competencias profesionales y seriedad. Con relación a la conducción, sí, el rector anterior y yo somos peronistas. En segundo lugar, los pre­juicios que el gobierno tenía con el conjunto de nuestras universidades está en relación con que la política es una disputa de poder que supone una controversia y eso lleva a tener visiones más o me­nos acertadas o distorsionadas. Las universidades como la nuestra, han trabajado y trabajan cerca­nas al gobierno, porque lo hacen con este también; somos una institución que presta servicios. Eso puede estar en revisión.

Por otro lado, también ha habido mucho des­conocimiento de lo que eran nuestras universi­dades. Es importante que nos demos a conocer. Creo que lo que piensan algunos actores del ac­tual gobierno, en general, es lo que piensa la so­ciedad de nuestras universidades, y por eso uno debe tener la suficiente humildad como para salir y explicar. Cuando la gente viene a cono­cerla, ve que esto es otra cosa, que no es una unidad básica ni un comité radical, sino que hay una universidad en serio, que hay un consejo que funciona, que hay investigadores, 22 mil es­tudiantes, 135 carreras, hay una vida universi­taria, artistas, científicos… La universidad tiene un deber de explicar lo que es y hace. De hecho, el ministro Bullrich estuvo inaugurando nuestro centro de genética animal en Chascomús. No hay que escandalizarse, no hay que demonizar, te­nemos que tratar de hacer nuestro aporte a una Argentina más tolerante.

El trabajo dignifica

Cuando la visitó U-238, el segundo cuatrimestre de 2016, la Unsam estaba llena de estudiantes, profeso­res y trabajadores de la construcción que iban de aquí para allá. Y, durante la entrevista, desde la oficina del rector, ubicada en un segundo piso, pueden verse dis­tintas obras que se llevan a cabo en el Campus.

¿Qué trabajos están llevando a cabo? ¿Qué están construyendo y para qué?

Para el área científica tecnológica, estamos alber­gando una torre que va a ser dedicada a investi­gación y desarrollo y que va a incluir un área vin­culada a ciencias médicas y ambientales, que hoy está en el INTI. También vamos a alojar el instituto de Nanosistemas que dirige Galo Soler Illia, en el que se realizan investigaciones vinculadas con el sector productivo; y va a funcionar un centro de altos estudios en Ciencia Física teórica y aplicada, que dirige Daniel de Florian, y será un centro que dirija su atención a los postdoc de toda la región, en conjunto con organismos internacionales, prin­cipalmente del CERN, el acelerador de partículas que está en Suiza, Francia e Italia. Además, estará ubicado allí un área de desarrollo de Ingeniería en proteínas, se trata de un grupo mixto entre el Co­nicet y un grupo empresarial. Y también estamos terminando un taller de restauración de obras de artes, es el centro más importante de restaura­ción de la Argentina.

Vamos a construir también el instituto de Ar­tes, y acabamos de visitar un edificio para la escuela de Economía y Negocios que va a abrir­se aquí. También construiremos un centro de imágenes médicas que va a albergar equipa­miento de alta tecnología, un resonador, un PET, un tomógrafo, y de todo ese equipamiento se va a utilizar el 50% para servicios y el 50% para investigaciones.

Hablaba antes de los servicios que le dan servicios al Estado, ¿qué tipos de servicio?

Nosotros hacemos servicios de auditoría de cuen­cas, un trabajo técnico que hace el área de hidráu­lica. Y estamos prestando servicio con el tema de telecomunicaciones. Lo que más nos interesa son aquellos en donde nuestras áreas, las duras y las blandas, puedan prestarle un servicio profesional y/o técnico al Estado.

¿Y en relación con los privados?

Hay tres emprendimientos en desarrollo, el primero es un kit de piel para el quemado, para que se pierda la menor cantidad de piel en el trasplante; el segundo es unas nanoarcillas que pueden ser para la purificación del agua; y estamos desarrollando el tema de energías renovables que puedan ser conectadas con la red general. Todos esos proyectos los hacemos con empresas: algunos de nuestros grupos de investigadores hacen los primeros pasos, tienen una idea y salen a buscar a las empresas que quie­ran ser socias. Otras veces es al revés, viene la empresa con la idea, busca apoyo y lo realizamos.

Pensamos al campus como un lugar de inno­vación tecnológica, pero donde no sólo esté la universidad, sino que puedan acercarse otras instituciones, a las que hemos salido a buscar. Por ejemplo, lo ocurrido con la Fundación de Nanotecnología que depende del ministerio de Ciencia y Tecnología: quise tener desde el principio un lugar para que se instalen aque­llos que tenían una idea para que puedan de­sarrollar un emprendimiento, ellos no tenían lugar donde instalarlo pero tenían los fondos. Entonces, nosotros les ofrecimos el lugar, hici­mos el diseño del edificio, hicimos la obra, eso se construyó y hay empresas que ya se están incubando ahí. Y así también lo hicimos con el instituto de Investigación Antártico; está­bamos construyendo un edificio y se lo dimos a ellos. Le ofrecimos venir aquí a una empresa que hace diseño de proteínas. La idea es que sea un campus donde pueda haber actores que no sean de la universidad, pero que estos interactúen con nuestros investigadores.

Lo que falta

Tanto el Instituto Sabato como el Benin­son trabajan con la CNEA en distintas ca­rreras de grado y posgrado. ¿Qué lugar ocupan estos actores dentro la Unsam? ¿Qué expectativas tienen ustedes?

Ha salido cierta magia de nuestra Universi­dad y es difícil saber de qué institución es cada una. El director es de CNEA, el secre­tario de Ciencia y Tecnología es de CNEA y los directores de los institutos son decanos con todos los derechos políticos que tiene un decano. Nuestra experiencia nos dice que es posible la interacción entre las institucio­nes, aunque puede ser difícil, compleja, re­quiere paciencia, tiempo, diálogo y respeto. También requiere que los actores crezcan en conjunto. La relación que hemos tenido y te­nemos con CONEA es excelente, nos puso la vara muy alta para medir la excelencia de la Universidad, nos vinculó con una institución que tenía 30 años de experiencia en investigación. Hoy por hoy, esos investigadores están dando vuelta por todo el campus y muchos de ellos son decanos del instituto. Nuestra vinculación con el Conicet nos hace jugar con otras reglas que tienen que ver con la excelencia, académica y científica. No es que nuestra universidad no la tenga, pero siempre los controles cruzados son mejores.

Respecto de difusión de las carreras y del trabajo que hacen con las escuelas secun­darias de la zona, ¿cómo funciona?

Nosotros tenemos una escuela secundaria, des­tinada a chicos con bajos recursos. Al princi­pio nos resultó complicado, pero ya hace tres años que está funcionando y estamos muy con­tentos. Esa escuela tiene la virtud de ser es un puente para que muchos de esos chicos vengan a la Universidad y vean la vida universitaria. Los chicos usan las instalaciones de la Univer­sidad, por ejemplo los laboratorios, lo que al principio era muy complejo, pero ahora ya es algo normal.

Además, hacemos un trabajo con todos los co­legios para que visiten nuestras instalaciones o los visitamos nosotros. La información es un problema en una sociedad tan llena de informa­ción, hoy nos ayudan mucho las redes sociales, que son los canales que los jóvenes tienen. Te­nemos un área de comunicación muy profesio­nal y eso nos ayuda mucho.

Entre otros, la Unsam ha puesto a la cien­cia en un lugar que antes no tenía. ¿Qué sienten que han logrado y cuáles son los retos del futuro?

Lo que hemos logrado es captar buenos estu­diantes y formarlos. Quien dirigió el proyecto de clonación acá es un muchacho que entró a los 17 años e hizo toda su carrera en estos 25 años, el doctor Adrián Mutto. Hizo la carrera de grado, posgrado, doctorado, postdoc y está dirigiendo el laboratorio de genética animal en Chascomús. Y ese es un ejemplo entre varios casos de lo que hemos hecho.

Otra cosa importante son los grupos de inves­tigación que hemos captado, logramos atraer empresas importantes que nos permiten aso­ciarnos con ellos, como la CNEA, el Inti, la CNAE. Y tenemos claro hacia dónde queremos ir. Queríamos tener un área de biotecnología y la tenemos, queríamos tener un área en temas de electrónica y comunicaciones y lo tenemos. Queríamos un área de nanotecnología y la tene­mos. Estamos esforzándonos por desarrollar un área vinculada a neurociencias: ya pusimos el germen y tenemos que verla crecer; se ha crea­do un centro y hemos traído investigadores del exterior. Eso lleva tiempo, dedicación, cuidado y fondos. Pero los fondos no son lo más difícil, lo complejo es concentrar buena gente y gene­rar un buen clima de trabajo.

Muchas cosas, la capacidad de superarse a sí mismo tiene que ver con ser muy crítico con lo que uno ha hecho y con lo que hace. Creo que la vinculación con el gobierno debe ser más cuida­dosa, porque los gobiernos tienen preocupacio­nes inmediatas y urgentes que no son las nues­tras. Y, a veces, por querer colaborar, uno se puede complicar la vida, en el sentido de desen­focarnos y hacer que nos tengamos que distraer en cosas que no son centrales para nosotros. Me parece que hemos logrado enfocar la dirección, pero eso llevó tiempo y me parece que hay que regular más para que en lugar de tener tantas plantas, tengamos plantas más robustas. Sin la intención de eliminar lo que tenemos pero sí concentrarnos en la consolidación en la madu­ración de lo que tenemos, entre manos. Siempre hay mucho para corregir, tanto en el modo de interactuar para adentro como para afuera. Hay que buscar el punto justo de interactuar con la sociedad y con el gobierno. La Universidad no es oficialista o de oposición. Hay algo que no hemos hecho con suficiente intensidad, acer­carnos más intensamente, más estrechamente al mundo industrial; tal vez descuidamos este aspecto por estar concentrados en el crecimien­to de la Universidad.