Fabricación nacional de proyección internacional

Por Gustavo Barbarán. En U-238 abril 2014

La capacidad tecnológica, científica e industrial del ámbito nuclear argentino ha trascendido las fronteras del país para posicionarlo como referente en materia de exportación nuclear, en pie de igualdad con otras naciones. Sin embargo, a diferencia de otros países, la Argentina cuenta con una particularidad, sostenida en la cultura institucional del ámbito nuclear local: la participación en los procesos de las capacidades y del personal del país receptor para que, junto con la tecnología, cuente también con los conocimientos necesarios para su desarrollo y operación posteriores.

“Aprender haciendo” es el lema de las becas que anualmente otorga la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), pero al mismo tiempo encierra una filosofía para encarar trabajos y lograr acumular conocimientos para la resolución de problemas. Está impreso en el ADN del sistema nuclear argentino, actualmente conformado por una constelación de instituciones y empresas. Este pensamiento original se remonta a los primeros proyectos nucleares que se encararon en la CNEA, como la construcción del primer reactor RA-1 en 1958. En lugar de comprarlo llave en mano, se decidió adquirir los planos y construirlo localmente. Cuando hubo que fabricar los elementos combustibles, se modificó el proceso para simplificarlo y adecuarlo a las características de los equipos locales. Esto se terminó plasmando en procedimientos de trabajo que interesaron a una empresa alemana y a la cual luego se le vendió dicho procedimiento. Esto representó la primera exportación argentina en materia nuclear.

Con esta metodología puesta en práctica, Argentina fue hilvanando un proyecto tras otro y aumentó sus capacidades. No resulta sencillo para un país en desarrollo querer implementar tecnologías y capacidades avanzadas, hay sobrados ejemplos de fracasos de transferencia de tecnología que no llegan a brindar los frutos deseados porque el país receptor no tiene las capacidades técnicas, humanas o industriales que se necesitan para sostener un proyecto. Un caso paradigmático en nuestro país fue el desarrollo de aviones por el equipo de Kurt Tank, tan avanzado para su época que existió un desacople entre el equipo de diseño y la industria, al no poder abastecerlo con los materiales y equipos necesarios.

Esta particularidad fue tenida en cuenta desde un principio por los técnicos e ingenieros del sector nuclear y generó una conciencia sobre la creación de las capacidades propias para afrontar desafíos que no eran tenidos en cuenta por los países oferentes de tecnología. Como se expresa en el documento del CARI, “La Argentina exportadora de tecnología nuclear” de 1999 sobre las exportaciones nucleares, “Argentina no proveería en general instalaciones llave en mano, sino que siempre procuró que la industria y el personal locales tuvieran amplia participación en la fabricación y producción de los equipos e instalaciones ofrecidos. El país receptor no recibía solamente un producto de calidad, adaptado a sus necesidades, sino también los conocimientos para operarlo y desarrollarlo en el futuro y un personal debidamente formado a ese efecto”.

El comercio nuclear mundial

“El comercio nuclear internacional es simplemente eso, un mercado donde distintos proveedores compiten por su control, acceso o monopolio”, afirmó el Gerente de Ciclo del Combustible Nuclear de CNEA, Daniel Marchi. De acuerdo a datos del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, proporcionados por el embajador argentino en Austria y actual presidente del Grupo de Proveedores Nucleares (NSG, por sus siglas en inglés), Rafael Grossi, las estimaciones del comercio nuclear internacional están entre los 500 y 750 mil millones de dólares, aunque si se incluyen equipos y materiales subsidiarios, esa cifra seguramente sería mayor. Esto incluye a las casi 70 instalaciones nucleares en construcción en el mundo (50 de ellas, reactores de potencia) y 200 en estado avanzado de licenciamiento o planificación.

“Una característica muy importante es la que se refiere a los controles sumamente estrictos que se aplican al comercio nuclear, habida cuenta de la alta sensitividad de esta tecnología, que puede ser utilizada para fines no pacíficos. En síntesis, un comercio gigantesco, y a la vez hipercontrolado por la red de medidas de no proliferación a la que ha adherido la inmensa mayoría de los países de la comunidad internacional”, sostuvo el embajador Grossi.

Desde sus inicios, siempre existió este doble juego de promover usos pacíficos, pero al mismo tiempo vigilar que dicha tecnología no sea desviada para utilizaciones militares. En este sentido, los países centrales, dominantes de la política internacional y poseedores de las tecnologías, buscaron imponer barreras a la entrada de nuevos jugadores en el comercio nuclear mediante múltiples iniciativas que, si bien están orientadas en gran parte al aseguramiento sobre los usos pacíficos de la tecnología nuclear, también fueron consideradas como limitantes al derecho genuino al desarrollo autónomo con fines pacíficos.

Es así como se crea el Tratado de No Proliferación de armas nucleares (TNP), los regímenes de salvaguardia y los sucesivos acuerdos internacionales para evitar el desarrollo con fines bélicos. Aun así, hubo casos en los que no se pudo evitar la proliferación horizontal de material bélico. Si bien en su momento fueron duramente cuestionados por países que sentían que su desarrollo era coartado —como el nuestro—, con el paso del tiempo fueron convirtiéndose en estándares internacionalmente aceptados.

Sin ser una potencia mundial y con todos los vaivenes político-económicos que se sucedieron desde 1950, el país supo mantener una política nuclear transparente, perseverante y coherente. Si bien Argentina siempre declaró que su política nuclear era exclusivamente con fines pacíficos, no fue hasta el retorno de la democracia que, con los acuerdos con Brasil, se alejaron las suspicacias creadas a nivel mundial sobre nuestro programa nuclear. Estos acuerdos se plasmaron luego en la creación de la ABACC, el acuerdo cuatripartito (Argentina, Brasil, ABACC y OIEA) y en el ingreso al TNP.

En este sentido, que Argentina obtenga la presidencia del NSG “es bienvenida porque simboliza la globalidad de la industria nuclear, que no está reservada a cuatro o cinco países industrializados, sino que incluye a economías emergentes como la nuestra, con una base científico tecnológica que no es usual en el hemisferio sur. Es el reconocimiento a esta política que ha sido invariable y que el gobierno nacional ha reafirmado en cada oportunidad, exhibiendo credenciales impecables en materia de no proliferación”, afirmó Grossi.

El Ingeniero Juan José Gil Gerbino, Gerente de Proyectos Nucleares de INVAP, graficó las dificultades de la participación internacional de esta manera: “Es una realidad que la Argentina no es un país reconocido por su desarrollo tecnológico, sobre todo en áreas sensitivas. Es un obstáculo para vencer que nos ocupa siempre, pero mucho más desde hace 30 años, cuando empezamos a salir al mundo. Todo requiere más esfuerzo. Nuestras presentaciones deben ser mejores y todas las propuestas técnicas deben estar muy bien respaldadas y demostradas a un nivel que a otros países con experiencia reconocida no se les exigiría. Sin embargo, ese ejercicio nos permitió desarrollarnos, afianzarnos y mejorar nuestras capacidades. Es decir, al final ese obstáculo jugó a favor nuestro.”

Por otra parte, Gil Gerbino destacó que “nuestro lenguaje y experiencia están más cerca de países con desarrollo equivalente al nuestro. Entendemos mejor al cliente de países en desarrollo y ellos nos entienden mejor. Sabemos qué significa tratar de lograr un desarrollo autónomo porque nosotros hemos peleado por ello. Conocemos las mentiras de la transferencia de tecnología porque las hemos sufrido.”

Para exportar o importar tecnología y materiales nucleares, se deben cumplir ciertas condiciones que Argentina cumple a rajatabla. Debe existir un acuerdo firmado entre Argentina y el país receptor asegurando los usos pacíficos de la tecnología, equipamiento o material nuclear, y el país receptor debe ser miembro del TNP y debe adherir a los múltiples regímenes multilaterales de control de exportaciones nucleares. Todo esto, además, debe ser refrendado y aprobado por la Comisión Nacional de Control de Exportaciones Sensitivas y Material Bélico (CONCESYMB), creada por el decreto Nº 603 de 1992 y de las que actualmente forma parte la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) en las cuestiones relativas a las exportaciones nucleares.

Qué se exporta

Las dos ramas de la tecnología nuclear desarrolladas en el país están orientadas a la generación de energía eléctrica y a su aplicación en diversos campos, como la medicina, a través del uso de radioisótopos y radiaciones ionizantes. Teniendo en cuenta que solamente 31 países cuentan con electricidad generada a partir de energía nuclear y que las aplicaciones medicinales se realizan prácticamente en todo el mundo, es lógico que estas últimas sean las que poseen mayor actividad en el ámbito de las exportaciones.

La cadena de las aplicaciones comienza en los reactores de producción de radioisótopos, de los cuales Argentina ya exportó a cuatro países (Perú, Argelia, Egipto y Australia) y actualmente se está exportando el diseño e ingeniería básica a Brasil de un reactor similar al desarrollado para el país, el RA-10, a través de los convenios que mantenemos con el vecino país. Este nuevo reactor, de características similares al reactor multipropósito australiano OPAL, pero potenciado, representa, dentro de los reactores de investigación, lo más desarrollado a nivel mundial.

El proyecto con Brasil surge del más alto nivel político entre ambos países. A través de las declaraciones conjuntas sobre cooperación nuclear en 2008 se constituyó la Comisión Binacional de Energía Nuclear (COBEN) y en 2010 se le instruyó el desarrollo conjunto de un reactor de investigaciones multipropósito. “Hubo una convergencia técnica en el reconocimiento de la CNEA y de la CNEN de la necesidad de reemplazar sus dos reactores de investigación al límite de la vida útil: el RA-3 y el IPEN-01”, dijo Gil Gerbino. Como los requerimientos de ambas instituciones eran muy similares y, teniendo en cuenta la experiencia australiana de INVAP, la conclusión natural era que esta empresa proveyese el diseño, que se materializó en una reunión cumbre entre los presidentes de Argentina y Brasil en enero de 2011.

Pero, aunque los reactores de investigación atraigan toda la atención, no son más que una etapa en la cadena de producción de radioisótopos. Para funcionar, los reactores necesitan combustibles nucleares. Argentina, en este campo, acaba de ganar una licitación internacional para proveer de combustibles al reactor RP-10 de Perú a través de una propuesta conjunta entre CNEA e INVAP. Los combustibles son elaborados en la Planta ECRI (Elementos Combustibles para Reactores de Investigación) de la CNEA y representan un avance tecnológico en relación a los combustibles anteriores usados en el reactor peruano, al estar fabricados con siliciuros de uranio, en vez de los anteriores que tenían óxidos de uranio, de acuerdo con la tendencia actual en la materia, según afirmó Marchi.

Junto con los combustibles, otro insumo necesario para la fabricación de cierto tipo de radioisótopos son los blancos de irradiación de uranio que se utilizan para la elaboración de Mo-99 por fisión. Estas miniplacas se insertan en los reactores y, a través de la fisión del U-235 que contienen, se obtiene el Mo-99, el radioisótopo medicinal más usado en el mundo. A mayor contenido de U-235, mayor cantidad de productos de fisión. Tan es así que originalmente estas placas contaban con un enriquecimiento cercano al 90%, lo que las convertía en un elemento de altísimo valor y muy sensibles en materia de proliferación. Para evitar usar el uranio de alto enriquecimiento (HEU, por sus siglas en inglés), Argentina desarrolló toda la tecnología para usar placas con U-235 al 20%, o LEU, sin desfavorecer la calidad del producto final, el Mo-99.

Esta tecnología, desarrollada autónomamente por los grupos de combustibles en CNEA, tiene un correlato mundial con la iniciativa de los EEUU de convertir los núcleos de los reactores a uranio de bajo enriquecimiento, para sacar del mercado todos los productos con HEU (combustibles y blancos). Esto le permite a Argentina contar con un aval tecnológico frente al mundo al momento de presentar ofertas internacionales, además de la competencia lógica de precios o calidad.

Aunque la construcción de una nueva planta de fabricación de elementos combustibles para reactores de investigación todavía esté en una etapa de diseño la PIECRI (Planta Industrial) permitirá aumentar la capacidad de producción de elementos combustibles y, consecuentemente, participar más activamente en la exportación de elementos combustibles y blancos de irradiación.

El producto principal de estos reactores son los radioisótopos, que se obtienen en las plantas de producción donde se acondicionan los productos obtenidos en los reactores y se los prepara para su comercialización. Los procesos de estas plantas están estrechamente asociados a las placas utilizadas, por lo que los desarrollos en el uso de placas LEU tienen un correlato en las plantas de fisión, de las cuales Argentina también provee el diseño, construcción, puesta en marcha y capacitación, tal como lo hizo en Egipto, Australia y como actualmente lo hará para Argelia.

El mercado mundial del Mo-99 (por lejos el radioisótopo más usado) está copado por empresas internacionales contadas con los dedos de una mano, que dependen a su vez de cuatro o cinco reactores de producción para cubrir más del 90% de ese mercado. Por lo general, estos reactores están subvencionados por distintos países, ya tienen más de 40 años y, a medida que pasa el tiempo, cada vez es más frecuente que salgan de operación y, por lo tanto, que ocurra el desabastecimiento. En la actualidad, Argentina se autoabastece a través del RA-3 y exporta sus excedentes a Brasil a través de Dioxitek y a otros países de Latinoamérica a través de las empresas Bacon y Tecnonuclear. Es factible que con la construcción de los reactores RA-10 y su gemelo, el RMB brasilero, se pueda abastecer una parte importante de estos mercados.

Otro radioisótopo de alcance mundial es el Co-60, cuya producción es esencialmente diferente a la del molibdeno ya que consiste en irradiar barras de Co-59 (el isótopo estable del cobalto que se encuentra en la naturaleza) en reactores. Por sus características de recambio continuo de combustibles, los reactores de agua pesada son los mejores para llevar a cabo la producción de este radioisótopo. Con la Central Nuclear Embalse, Argentina participa con el 10% de la producción a escala mundial.

“De este porcentaje, aproximadamente un 5% se queda en el mercado local y el resto se exporta, otro 5% a países de América Latina, mientras que el resto se comercializa a través de una alianza estratégica con la empresa Reviss”, afirmó el Ingeniero Germán Arambarri. Esta alianza estratégica que se dio a partir del año 2002, se desarrolló con el brazo ejecutor de Dioxitek, empresa de la cual la CNEA es dueña del 99% de las acciones. Esto permitió comercializar un stock de más de 15 millones de curies que estaban en Embalse. Esta alianza estratégica le permitió a Dioxitek comenzar con respaldo internacional en la comercialización de sus productos, con un comprador seguro.

A partir de ese momento, la empresa comenzó con la adquisición de capacidades tecnológicas, el desarrollo de los sistemas de calidad, el acomodamiento a la legislación vigente y se comenzó a proveer de Co-60 sin intermediarios a través de acuerdos país-país con Chile, Brasil y Uruguay, según lo comentado por Arambarri. A través del incremento de las capacidades de la empresa es posible entrever la estrategia país que desarrolló este gobierno, que es la del fortalecimiento de sus empresas y la de la posibilidad de su internacionalización, posicionando a Argentina como el líder regional en temas nucleares.

Este liderazgo se ve refrendado con otras “exportaciones no tradicionales”, como la capacitación y la asistencia de expertos. Desde los inicios de la actividad nuclear y de los cursos panamericanos de metalurgia, asisten a Argentina cantidad de estudiantes y profesionales, de América Latina y del mundo, que desean capacitarse en el campo nuclear. Alumnos de toda América Latina asisten a los posgrados de los institutos Balseiro, Sabato y Beninson y se realizaron capacitaciones especiales para Egipto, Emiratos Árabes, entre otros países.

En el ámbito de la generación nucleoeléctrica, Argentina siempre fue más receptor que proveedor de tecnologías. La estrategia seguida era la de conseguir el dominio del ciclo de combustible en forma local, para lo cual se siguió la línea de reactores con uranio natural y agua pesada. Esto limitó un poco la posibilidad de exportar, dado que las centrales eran diseñadas por otros y que la mayoría de los reactores son del tipo PWR, con uranio enriquecido. En este campo, sólo se realizaron algunas exportaciones de tecnologías para combustibles nucleares tipo CANDU a India y Rumania (países que cuentan con este tipo de centrales) y también se realizaron exportaciones de agua pesada.

Este panorama puede llegar a cambiar. A partir de la construcción del prototipo del reactor CAREM, Argentina entrará en el negocio de las centrales de potencia, de tamaño pequeño, pero con la posibilidad de construirlas en serie. Al mismo tiempo, su diseño simplificado la hace conveniente de instalar en países que quieran contemplar a la nucleoelectricidad en su matriz energética. Tomando en cuenta las restricciones que existirán al uso de combustibles fósiles, y las crecientes necesidades energéticas de más de la mitad de los países del mundo, parece un buen negocio apostar al desarrollo de este reactor.