Instrucciones para hacer una cuarta central

Por Gustavo Barbarán. En U-238 Diciembre 12

 

El Gobierno está estudiando las mejores opciones para la construcción de una nueva central nuclear, teniendo en cuenta, principalmente 3 opciones estratégicas basadas en el aprovechamiento de la capacidad nuclear instalada, la incorporación de tecnología, y los plazos y costos. Teniendo en cuenta que el gobierno ya estuvo realizando contactos con los posibles proveedores, se profundizarán los conceptos.

 

El marco del problema se encuentra en el planeamiento energético nacional. Allí es donde, básicamente, se definen cuáles serán las opciones de abastecimiento energético, en las que cada una de las fuentes energéticas juega un rol particular. En un mundo dominado por los combustibles fósiles (en Argentina, representan más del 80% de la energía primaria consumida), la diversificación de las fuentes es casi un imperativo. Bajo este marco, la energía nuclear juega un rol relevante, junto a la hidroeléctrica, como las mayores aportantes de energía eléctrica al sistema con baja emisión de gases de efecto invernadero.

Es decir, ya se definió que la energía nuclear es factible y viable, ahora hace falta definir —dentro de las opciones nucleares existentes— cuál es la que consideramos la mejor alternativa.

Cuando uno evalúa la opción de una central que quema combustibles fósiles, lo relevante es el combustible quemado, su accesibilidad y precios. En la evaluación de una hidroeléctrica, la importancia está en el aprovechamiento integral del recurso hídrico: utilización en riego y regulación de caudales, básicamente. En cambio, cuando uno compra una central nuclear, lo que está comprando básicamente es tecnología en forma de planos, cálculos, instrucciones, diseños, materiales, procesos y formas de construir y hacer las cosas. Es por ello que debemos tener algunas consideraciones especiales a la hora de pensar el problema.

Hace ya más de cuarenta años que está vigente el principio fundamental que guía la política nuclear de la Argentina. En una entrevista realizada en 1970, Jorge Sabato lo sintetizaba de esta manera1: “una central nuclear es algo más que una fábrica de Kilovatios-hora, es un instrumento para la transformación tecnológica del país”. Esta frase da cuenta de la dimensión tecnológica que tiene y el objetivo último a la hora de encuadrar la selección de un proveedor. La central nuclear escogida no sólo debe proveer energía segura, barata y confiable sino que además debe transformarse en un centro de impulso para la industria nacional, en el que se trabaje con los más altos estándares de seguridad y confiabilidad en equipamiento y materiales, elevando la calidad de la industria participante.

 

De dónde venimos y a dónde vamos

Las centrales nucleares existentes en Argentina son producto de una discusión muy fructífera, dada a mediados de los años 60 y es, también, ejemplo de la capacidad de decisión acerca de la famosa discusión sobre uranio natural o enriquecido. A grandes rasgos, estas dos posturas planteaban cuál debía ser la tecnología a adoptar por el país para sus reactores nucleares. Por un lado, estaban los reactores de agua liviana y uranio enriquecido y, por otro, los de agua pesada y uranio natural. Los primeros presentaban una economía más favorable, mientras que los segundos —también económicamente competitivos y que a la postre resultaron escogidos— daban la posibilidad de tener el ciclo de combustible en forma local y producir los combustibles en Argentina (algo imposible de hacer con los primeros, dado que el país no contaba con enriquecimiento de uranio y, en esa época, era poco probable que pudiera hacerlo).

Esos planes contemplaban seis centrales nucleares de agua pesada y uranio enriquecido para 2000. También, contaba con el proyecto de una empresa Argentina que iba a hacer su diseño mientras que los recursos iban a ser provistos por una serie de empresas que aún existen: ENSI (agua pesada), CONUAR (fabricación de elementos combustibles), FAE (aleaciones especiales) y DIOXITEK (conversión a dióxido de uranio), entre las más relevantes. Si bien no haremos referencia a las causas por las cuales dicho plan no pudo ser concretado, sí, en cambio, afirmamos que recién en 2006 se pudo retomar la construcción de Atucha II, la tercera de esas seis centrales.

Mucha agua corrió bajo el punte desde aquellas definiciones, tomadas en un contexto mundial signado por la bipolaridad. Una de las variables críticas de entonces fue la disponibilidad de uranio enriquecido y se lo consideró un aspecto demasiado sensible como para ser dejada en manos de un solo proveedor. Por otro lado, el combustible de uranio natural era considerado más accesible tecnológicamente hablando, por lo que se podía incrementar la participación por ese lado.

En aquellos tiempos de polarización política a nivel mundial, la Argentina se afirmaba en una política —aún sostenida— de autonomía y usos pacíficos de la energía nuclear y, por otra parte, se oponía a la discriminación ejercida por las potencias dominantes. Esta oposición les calzaba como anillo al dedo a aquellos países que, para mantener su posición dominante en el terreno nuclear, declamaban las intenciones de carrera armamentista nuclear en el cono sur.

Aunque las potencias a nivel mundial siguen tratando de mantener su primacía, el contexto actual es bastante diferente. Por un lado, a pesar de que Argentina posee la capacidad nominal de enriquecer uranio, dicho producto también es de más fácil acceso debido a la reputación y a los compromisos firmados por el país. Entonces, si se libera la traba de acceso a ese insumo, o mejor aún, si se lo puede llegar a producir en el país ¿No sería factible dar el paso a centrales de uranio enriquecido y agua liviana? Más aún cuando el país está construyendo el prototipo CAREM. Más allá del tema de uranio natural o enriquecido, repasemos algunas de las variables clave.

 

La capacidad instalada

Es claro que, si nos basamos en lo que tenemos, un reactor de uranio natural con agua pesada sería óptimo para el país, ya que de ese modo podrían aprovecharse todas las capacidades existentes. La participación de esas empresas argentinas, consolidadas en una central tipo CANDU, sería más elevada que en otro tipo de centrales, permitiendo liberar recursos tanto económicos como tecnológicos para otras cuestiones que hacen a lo nuclear.

Componentes como los combustibles nucleares, los tubos de presión, el agua pesada, y otros tantos, podrían ser realizados en el país, sin contar la experiencia de casi 30 años de operación de una central del mismo concepto.

La cuestión central se basa en el hecho de que llevar adelante estas iniciativas cuesta dinero y, si bien las sabemos hacer, es casi seguro que su financiamiento no correrá por cuenta del proveedor de la central, sino que tendrá que salir de las mismas empresas. Lo que nos lleva al segundo punto.

 

El financiamiento

Una central nuclear no es barata, son miles de millones de dólares durante cuatro o cinco años que tienen que invertirse para recién después comenzar a repagar la inversión. Los países oferentes de centrales también ofrecen parte del financiamiento —por lo menos en la parte de equipamiento se reservan para construir—. Este financiamiento es preferencial, dado que se trata de mantener activa su maquinaria productiva y se acceden a tasas que, de otra manera, sería casi imposible. El financiamiento seguro y en tiempo es esencial.

Tenemos el doloroso ejemplo de la Central Nuclear Atucha II, que sufrió un imperdonable parate hasta 2006, en parte debido a la falta de acceso a un financiamiento adecuado. El sector eléctrico argentino necesita de centrales que provean mucha energía, segura y barata.

En estos momentos de crisis internacionales, el acceso a financiamiento seguro y de bajo costo es cada vez más complicado. Los países que pueden brindar un mayor financiamiento son aquellos a los cuales la crisis no los impactó directamente como Rusia, China o Corea del Sur quienes, por otra parte, son los más agresivos en cuanto a la promoción de sus industrias y nunca han dejado de lado a la energía nuclear.

Para negociar con algunos de estos países se debe tener muy claro cuáles serán los puntos en los que se está dispuesto a ceder. Por ejemplo, Rusia es uno de los actores más dinámicos en la internacionalización del ciclo de combustible y forma parte de un movimiento político internacional que busca mantener el dominio del ciclo por un pequeño grupo de países para poder así proveer al resto. Esta política está en una clara contraposición a la que Argentina viene sosteniendo y trabajando sobre la integración a nivel nacional de todas las actividades del ciclo de combustible. ¿Cuánto puede ceder Rusia en este caso? Sólo una negociación sobre bases firmes y concretas puede revelarlo, pero hay que tenerlo en consideración. Lo que nos lleva a otro punto relevante.

 

La transferencia de tecnología

Mientras más transferencia exista, mejor para el entramado industrial nacional, pero seguramente impactará en el financiamiento de la central y en los plazos para la construcción de la central.

La transferencia “por default” que siempre solicita Argentina es para la fabricación de los elementos combustibles en el país. Esa política es uno de los pilares de la CNEA y se remonta a sus inicios, en 1958, cuando el país decidió hacer el primer reactor de investigación en el país y fabricar los combustibles aquí. Esta es la mejor manera de integrar a la generación nucleoeléctrica en el entramado industrial del país y, al mismo tiempo, de asegurarse el abastecimiento energético.

Pero, además de los combustibles, el sector nuclear argentino tiene una serie de proyectos que buscan generar un avance de esta industria a nivel nacional.

Algunos de los más destacados son el proyecto CAREM —un reactor pequeño que está a la vanguardia de lo que significa seguridad inherente y pasiva— y los avances en enriquecimiento de uranio (tanto de difusión gaseosa, ultracentrifugación y láser).

Puede ser que dentro de la transferencia de tecnología involucrada en la cuarta central se permita aumentar la participación nacional lo cual es un factor a analizar para cada proveedor.

Algo que se deberá hacer para incrementar aún más la participación local es la definición de un plan de proveedores de equipos e insumos para las centrales nucleares. En este nuevo esquema, donde Nucleoeléctrica Argentina SA (NA S.A.) es la que realiza la construcción y operación de las centrales nucleares, mientras la CNEA realiza el apoyo tecnológico, se necesita dar un nuevo impulso al apoyo a empresas locales para la participación local.

Y aquí volvemos al punto inicial de nuestro recorrido. Para seguir avanzando en tecnología nuclear, las centrales de uranio enriquecido se imponen casi indefectiblemente. Quedarse quieto en un sector que constantemente produce innovaciones y que busca la mejor manera de asegurar la calidad de la energía que se consume es condenar al sector.

 

Posibles proveedores y sus características principales

De los seis o siete proveedores de reactores de potencia existentes a nivel mundial, solamente Canadá, a través de la empresa CANDU Inc., provee reactores de uranio natural con agua pesada. El resto tiene variantes más o menos similares a los PWR. Rusia, China, Corea del Sur, Francia, Estados Unidos y Japón son los que ofrecen este tipo de reactores. A los efectos de esta nota, no interesa tanto las diferencias entre los reactores, dado que casi todos se circunscriben a lo que se llaman reactores de tercera generación (o 3+). Estas mejoras incluyen sistemas pasivos de seguridad, mejoras en el uso del combustible nuclear, incrementos en la eficiencia energética y procesos constructivos que ahorran tiempo y dinero.

Algo a considerar sobre los modelos que se ofrecen en el mercado son las garantías de funcionamiento y de finalización en plazo de las centrales. El renacimiento nuclear de occidente tiene ya un par de experiencias de atrasos y sobrecostos que no sería deseable repetir. Al mismo tiempo, el accidente de Fukushima generó toda una revisión en los diseños que seguramente afectará más a aquellas centrales cuyo diseño no haya sido probado.

 

Involucrar a nuestros vecinos

Una de las cuestiones que puede fortalecer tanto al sector nuclear como a la integración regional es la evaluación de las posibilidades de compartir un proyecto con países vecinos como Chile o Uruguay, que, con muy pocos recursos energéticos, enfrentan el mismo desafío que la Argentina. La diferencia es que, para ellos, pensar una la alternativa nuclear implica una proyección a diez años. En cambio, Argentina tiene la experiencia necesaria de construcción, regulación y operación y podría llegar a ser interesante compartir la construcción de una central nuclear. Brasil, nuestro mayor socio comercial, también está pensando en la nucleoelectricidad como una alternativa. La estrategia, en ese caso, podría ser la de asociarse para la compra de un mismo modelo. Esto podría posibilitar una mejor negociación con el proveedor y, al mismo tiempo, incrementar la participación local de las industrias de ambos países.

 

A modo de conclusión

Hemos visto, de un modo somero, algunas de las implicancias acerca de la elección de la cuarta central nuclear. No es un problema sencillo, pero es totalmente controlable en un país con una larga tradición nuclear como el nuestro. La elección de la próxima central nuclear dependerá de cómo se interrelacionen estos factores al momento de tomar la decisión política. Si el país encara esta decisión como lo hizo previamente, de una manera inteligente, será beneficioso tanto para el país en su conjunto, como para el sector nuclear.