La cooperación nuclear entre Argentina y Brasil

Por Exequiel Lacovsky. En U-238 Diciembre 12

 

Con el regreso de la democracia en la región, la relación bilateral entre Argentina y Brasil se ha ido fortaleciendo en muchos aspectos, centralmente en la cuestión nuclear. Los acuerdos y convenios que desde los 80 hasta la actualidad se han ido celebrando, dan cuenta de la importancia estratégica que lo nuclear tiene para cada país, pero también para el desarrollo de esta actividad en la región.

 

La dinámica de la seguridad regional —especialmente en el Cono Sur— tras la finalización de los regímenes militares, estuvo signada por la reducción de disputas hegemónicas a partir del acercamiento entre Brasil y Argentina. En el período de transición a la democracia, ambos países establecieron una agenda positiva, destinada a iniciar un proceso de integración económica y política que se plasmaría en la conformación del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) en 1991 y, en la última década, en la Unión Sudamericana de Naciones (UNASUR).

En dicho proceso de acercamiento entre argentinos y brasileños, la cuestión nuclear jugó un papel central. El punto de despegue estuvo marcado por la creación de medidas de confianza mutua, principalmente referidas al “blanqueo” de los programas nucleares desarrollados durante la década del 70 y principios de los 80. La superación de la rivalidad nuclear se convirtió durante la los años 80 en uno de los factores más importantes —sino el principal— del acercamiento bilateral. Tanto Brasil como la Argentina, a mediados de los 70, habían impulsado programas de desarrollo nuclear orientados especialmente a dominar el ciclo del combustible. Más allá de las divergencias sobre si ambos estados buscaron procurar la producción de armamento atómico, la existencia de programas para dominar el ciclo del combustible nuclear generaba un dilema de seguridad: tanto Brasil como Argentina debían sostener sus respectivos planes nucleares y avanzar en sus capacidades tecnológicas para no perder el poder de disuasión tecnológica frente al otro.

En el marco de la histórica Cumbre de Iguazú, en noviembre de 1985, los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney firmaron la Declaración de Iguazú y, luego, la Declaración Conjunta sobre Política

Nuclear. A través de esta última, Argentina y Brasil se comprometían a realizar un uso pacífico de dicha energía y a promover la mutua cooperación en el sector atómico. Al mismo tiempo, se estableció el Comité Permanente de Política Nuclear (CPPN) como un grupo de trabajo conformado por diplomáticos y representantes de ambas comisiones atómicas. Su objetivo principal fue establecer el diálogo político-técnico en la materia y, al día de hoy, es la instancia institucional que coordina la relación bilateral en el campo nuclear.

Al año siguiente de la reunión de Iguazú, ambos países firmaron el Acta para la Integración Argentino-Brasileña. Asimismo, entre 1986 y 1987, se impulsaron nuevas declaraciones sobre política nuclear (Brasilia 1986, Viedma, 1987) que extendieron los alcances del acercamiento bilateral. Luego, en 1988, los presidentes de ambos países realizaron visitas a las instalaciones nucleares del vecino, que quedaron plasmadas tanto en la Declaración de Iperó como en la Declaración de Ezeiza.

Con el recambio presidencial en Argentina y Brasil hacia 1989, se avanzó aún más en materia de cooperación nuclear. Nuevamente en Iguazú, en 1990, se firmó la Declaración de Política Nuclear Común, mediante la cual ambos países reiteraban su compromiso de hacer un uso pacífico de la energía nuclear. En esa oportunidad, los presidentes Carlos Menem y Fernando Collor de Melo establecieron un sistema de salvaguardias recíproco conformado por el Sistema Común de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (SCCC), el cual se institucionalizaría recién en 1991 mediante la Declaración de Guadalajara. A través de este último acuerdo, ambos países constituyeron formalmente el órgano de aplicación del SCCC, la Agencia Brasileña Argentina para el Control y Contabilidad de Materiales Nucleares (ABACC).

Meses después, en diciembre de 1991, se firmó el Acuerdo Quatripartito entre Argentina, Brasil, la ABACC y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), por el cual este último ingresó como socio al sistema de inspección y verificación. Posteriormente, Argentina y Brasil adhirieron plenamente al Tratado de Tlatelolco para la Pro scripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe y, por último, Argentina ratificó el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) en 1995, mientras que Brasil lo hizo en 1998.

Ya han pasado veinte años del establecimiento de la ABACC entre Argentina y Brasil, la cual es considerada la piedra angular de las relaciones nucleares entre ambos países.

A continuación, serán señalados algunos aspectos sobredicho organismo.

 

La ABACC

El modelo de salvaguardas aplicadas por la ABACC es similar a los acuerdos de Salvaguardas Comprensivas de la OIEA, por lo cual su misión principal es verificar las declaraciones e inventarios de materiales nucleares de las instalaciones atómicas. A través de este mecanismo, inspectores argentinos y brasileños pueden verificar lo declarado por las operaciones nucleares de cada país. Es por ello que se ha denominado a este sistema neighbors watching neighbors, la cual es una experiencia única a nivel mundial, ya que representa la primera experiencia de aplicación de salvaguardas mediante un régimen bilateral. Además, el modelo es reconocido por su transparencia, dado que cada país puede tener una “foto” sobre las actividades nucleares de su vecino. La estrecha relación entre ambas comunidades nucleares, producto de la interacción a lo largo de los años, conlleva a que cada país conozca los proyectos y desarrollos nucleares del otro. Actualmente hay 67 instalaciones nucleares bajo salvaguardas, mientras que alrededor de cincuenta inspectores por país son quienes realizan las inspecciones.

Como se mencionó previamente, la ABACC, al ser un organismo independiente, coordina las actividades de salvaguardas, tanto en Argentina como en Brasil. A través del Acuerdo Quatripartito, la ABACC trabaja en forma conjunta con la OIEA, coordinando las inspecciones en los países. A pesar de ello, cada organismo puede realizar conclusiones en forma independiente.

Por otra parte, la ABACC utiliza tecnología de punta en cuanto a equipamiento e instrumentos de verificación.

Se encuentran a disposición de dicho organismo —tanto en Argentina como en Brasil— laboratorios de excelencia capaces de analizar las muestras tomadas en las instalaciones nucleares. Se utilizan distintas técnicas de medición de la composición isotópica de las muestras, tanto del tipo ambientales como el uso de Ensayos Destructivos y Ensayos No Destructivos.

Además de las inspecciones periódicas, desde 2006 la ABACC realiza las denominadas “inspecciones no anunciadas” en las instalaciones de enriquecimiento de uranio. En ese caso, los inspectores arriban a dichas instalaciones sin previo aviso y en un lapso de dos horas pueden ingresar a realizar la verificación correspondiente.

El año pasado se conmemoró el 20º aniversario de la ABACC con algunos hitos para destacar. El primero de ellos fue la visita del Director General de la OIEA, Yukiya Amano, a la celebración llevada a cabo en la cancillería argentina.

En esa oportunidad Amano destacó el rol de la ABACC como un ejemplo a imitar en otras regiones2. En otro orden, el Grupo de Proveedores Nucleares reconoció a la ABACC como una “alternativa” a la adhesión al Protocolo Adicional de la OIEA, en el marco de las negociaciones sobre la necesidad de su implementación por los países que lo integran. Ambos hitos han consolidado el compromiso de Argentina y Brasil con los principios de la no proliferación y el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos.

 

Hacia el desarrollo nuclear conjunto

La cooperación técnica en el campo nuclear es quizás el aspecto más complejo. Por un lado, Argentina y Brasil poseen tecnologías no complementarias que dificultan la realización de proyectos conjuntos en el sector nuclear. Actualmente, Argentina tiene tres centrales atómicas, Atucha I (Siemens), Atucha II y Embalse (Candu). Dichas centrales emplean como combustible uranio prácticamente natural y agua pesada como moderador y refrigerante. Por su parte, Brasil posee el complejo nuclear de Angra I (Westinghouse) y Angra II (Siemens/KWU), cuyos reactores de agua presurizada (PWR) llevan como combustible uranio enriquecido a mayor nivel. En el caso de las plantas de enriquecimiento de uranio sucede una situación similar. Argentina posee una instalación en el Centro Tecnológico de Pilcaniyeu, basada en tecnología de difusión gaseosa, que estuvo en condiciones de funcionamiento mínimo hasta 2010, cuando se decidió su reactivación. Brasil, por su parte, posee una planta de producción a escala comercial en Resende, cuyo proceso es por centrifugado.

También hay diferencia en el conocimiento de diseño y fabricación de reactores. Argentina ha producido y exportado “llave en mano” a Australia el reactor de investigación OPAL. Este fue producido por la empresa INVAP y hasta la fecha fue la venta más importante de alta tecnología del país. En relación a los reactores de potencia, Argentina prevé comenzar a emplazar próximamente el prototipo del reactor CAREM, el cual será el primero de su tipo íntegramente diseñado y construido en el país. Por su parte, Brasil aún no ha exportado reactores de investigación y los reactores de potencia propios todavía están en etapa de investigación y desarrollo.

Por otro lado, se encuentra el problema de la transferencia de conocimientos y tecnología nuclear que suponen los proyectos conjuntos entre Argentina y Brasil, puesto que ambos países son muy celosos al respecto. En ese sentido, el desafío de compartir dichos conocimientos representa un elemento para considerar.

A sabiendas de esos factores, los presidentes Luiz Inácio “Lula” da Silva y Cristina Fernández de Kirchner comenzaron a explorar un camino de cooperación e integración en materia nuclear en febrero de 2008. A través de la suscripción de un acuerdo de cooperación nuclear se estableció la creación de Comité Binacional de Energía Nuclear (COBEN). El acuerdo incluía la construcción de un reactor en forma conjunta y la creación de una compañía binacional para producir uranio enriquecido.

En marzo de 2008 —el mismo año de la firma del acuerdo— se constituyó formalmente la COBEN, a través de una reunión entre las máximas autoridades de la Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina (CNEA) y la Comisión Nacional de Energía Nuclear de Brasil. Posteriormente, en agosto de 2010, nuevamente la presidenta Cristina Kirchner y Lula da Silva firmaron la Declaración Conjunta sobre Cooperación Nuclear, mediante la cual se instruyó a la COBEN a desarrollar en forma conjunta un reactor nuclear multipropósito del cual se producirían dos modelos, uno para cada país. Finalmente, en enero de 2011, Cristina Kirchner y Dilma Rousseff firmaron el acuerdo de implementación entre ambas comisiones atómicas a fin de establecer los lineamientos para la construcción del reactor de investigación multipropósito. Este estará destinado a la producción de radioisótopos, de ensayos de irradiación de combustible y materiales y de investigación con haces de neutrones. El reactor tendrá una potencia de 30 MW y estará basado en el reactor OPAL.

La producción conjunta de un reactor les permitirá a ambos países abastecer la demanda mundial de radioisótopos para uso médico, como el tecnecio 99m3. Si se concretara el proyecto, Argentina y Brasil podrían dominar el 40% del mercado de radioisótopos. Se espera que las obras comiencen en 2014 para ser finalizadas en 2018.

 

Desafíos

La relación entre Argentina y Brasil en el campo nuclear es el eje sobre el cual se sostiene el vínculo bilateral. Dado que ambos países son los principales promotores del proceso de integración regional que hoy se plasma en la UNASUR, la cuestión nuclear continúa siendo central para la región.

En ese sentido son dos los grandes desafíos que enfrenta la relación bilateral sustentada en la cooperación técnica y la aplicación de salvaguardas. En primer lugar, habrá que observar a través del tiempo la evolución de los emprendimientos conjuntos en el área nuclear. Es decir, que los proyectos contemplados puedan efectivamente materializarse.

En segundo lugar, habrá que continuar consolidando la ABACC y analizar su posible adecuación al Protocolo Adicional de la OIEA, en el caso de que en los próximos años este se transforme en carácter de obligatorio.

Desde ya, ambas esferas implican un permanente diálogo por parte de las comunidades científicas, y de las autoridades políticas y diplomáticas de ambos países. La experiencia de los últimos 27 años marca que ello es posible.

 

La ABACC: principales características

La sede de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabiliad y Control de Materiales Nucleares (ABACC) se encuentra en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil. Su objetivo central es garantizarle a la

Argentina, a Brasil y a la comunidad internacional el uso exclusivamente pacífico de todos los materiales nucleares. Tanto Brasil como Argentina contribuyen al financiamento de la ABACC, así como también garantizan su independencia institucional.

Encabezan la institución el Secretario y el Secretario Adjunto, siendo uno de ellos argentino y el otro brasileño. Ambos cargos se alternan anualmente. La función principal de la Secretaría es la administración y aplicación del Sistema Común de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares, según los lineamientos establecidos por la Comisión de la ABACC. Esta última es el órgano de máxima jerarquía de la institución y su misión es la de fijar las políticas y los lineamientos técnicos para el trabajo de Secretaría. Forman parte de la Comisión cuatro miembros, dos por cada país: suelen representar a la Comisión un diplomático de alto rango y un miembro de los organismos atómicos o regulatorios de la actividad nuclear.

El cuerpo de inspectores se caracteriza por su capacidad técnica y su alta calificación profesional, los cuales trabajan en la industria nuclear de cada país y se suman a la ABACC en forma transitoria durante las misiones de salvaguardias.