Entrevista a Mauricio Bisauta, Vicepresidente de CNEA

En U-238 octubre/12

“Nuestro desafío es mejorar la calidad de vida de los argentinos”

En una entrevista exclusiva para U-238, el vicepresidente de CNEA explicó los objetivos cumplidos por el proyecto CAREM, lo que queda por hacer y la importancia del desarrollo de reactores medianos y pequeños para el acceso a la energía y la tecnología nuclear de los países en desarrollo. También, reflexionó acerca de la responsabilidad que, a nivel político y social, implica la reactivación de un sector estratégico como el nuclear.

 

¿Cuál es la importancia del proyecto CAREM para el sector nuclear argentino?

El proyecto CAREM tiene un derrotero de casi 30 años y ha tenido diferentes inserciones según las diversas etapas que atravesó en ese tiempo la CNEA.

Cuando en la década del 80 todavía era un proyecto, representaba la posibilidad de volcar tecnología nacional y el conocimiento adquirido tras la construcción de las centrales nucleares compradas llave en mano, para hacer un reactor netamente argentino e inherentemente seguro. La idea de un reactor pequeño que pudiera servir como propulsión y que tuviera autonomía, derivó en lo que es hoy este reactor compacto-mediano. El CAREM estuvo parado mucho tiempo y ahora es considerado un proyecto integrador de la actividad nuclear. Estamos por consolidar el gran anhelo de tener un reactor diseñado por argentinos y construido en Argentina. Estamos trabajando para que más del 90% de la obra se haga con empresas nacionales y mano de obra Argentina. Ahí reside gran parte de la importancia de este proyecto para el país.

 

¿En qué etapa se encuentra actualmente el proyecto CAREM?

El proyecto está en gateras, tiene todo en línea para salir pero debemos admitir que nos cuesta dar ese paso. Nuestra estructura —heredada de los años en los que perdimos una generación entera de profesional— y cierta falta de dinamismo en las leyes de obra pública hace que sea más difícil pasar del papel a la obra. Sin embargo, hemos logrado el desarrollo de ingeniería, la concepción y fabricación del combustible, la articulación de sectores que estaban dispersos y que ahora trabajan en un proyecto común. Nos hemos propuesto construir las herramientas necesarias para transformar un proyecto en un reactor. En ese sentido la historia demuestra que Argentina tiene capacidad de diseño de un reactor de investigación y tiene experiencia en la construcción, operación y mantenimiento de reactores de potencia. Todo este know-how nos posiciona muy bien en el concierto internacional para la construcción y diseño de reactores de pequeña y mediana potencia, que es el gran desafío mundial.

 

¿Por qué es el gran desafío mundial?

Porque, en definitiva, todos los reactores de potencia arrancan, en principio, en 600 megavatios como el caso de la Central Nuclear de Embalse. Atucha I, es un reactor de 40 años y de 375 megavatios; Atucha II cuenta con 745 megavatios. La decisión política de que Argentina construyera una cuarta central, nos ha dado la oportunidad de ver hacia dónde va el mundo en materia de reactores. Francia va hacia un reactor de 1300 megavatios; Francia con Japón van a un reactor de 1100 megavatios; los coreanos van a un reactor de 1400 megavatios; los rusos van a un reactor de 1300 megavatios. Dichos reactores están pensados sólo para algunos países, por los altos costos de financiación y los elevados requerimientos de mano de obra altamente capacitada. En cambio, los reactores del orden de los100 alos 300 megavatios están pensados para ser operados en lugares aislados o en pequeños países que hoy no tienen reactores y que, de esta manera, podrían acceder a la tecnología de centrales nucleares de potencia de generación de energía más acorde a sus necesidades. Estamos hablando de un nicho comercial muy importante. Por otra parte, el CAREM 25, el prototipo que vamos a montar en Lima, nos va a brindar todas las herramientas para escalarlo hasta 100 megavatios lo cual nos va a dar todos los parámetros técnicos para desarrollar el nicho entre 100 y 300 megavatios. Todo esto nos posiciona en un lugar muy cómodo porque incluso la misma Argentina puede tener necesidades de instalar energías en lugares aislados, sin necesidad de pertenecer a la red eléctrica nacional. Tener un reactor de estas características es una ventaja enorme, porque se podría hacer en poco tiempo y se podría modular lograríamos incorporar módulos de 100, 150 megavatios en secuencias y obtener así una central de 500, 600 megavatios, en la medida en que los crecimientos lo vayan necesitando.

 

¿Cómo se posiciona Argentina a nivel regional con el proyecto CAREM y cuáles son los países que necesitan este tipo de reactores?

Basta con ver la foto del mundo de noche para darse cuenta dónde está la concentración de energía: esos países no los necesitan. El resto del mundo sí. De las 6 mil millones de personas que somos en el mundo, solamente 1600 tienen energía a su disposición. En una primera instancia, los países pueden ser catalogados como en vías de desarrollo y, en una segunda instancia, como países que recién incursionan en la energía nuclear. Los países en vías de desarrollo, con grandes extensiones como el nuestro son, sin dudas, un potencial cliente. Intentar poner una central de más de 1000 megavatios dentro de la red eléctrica de esos países es imposible, no tendrían ninguna posibilidad porque quizás su propia generación eléctrica esté en el orden de los 1500 o 2000 megavatios. Si se parte de la idea de que las energías en el mundo deberían ser complementarias y no exclusividades, se podría entender que cualquier país podría tener acceso a una porción nuclear en su matriz energética. Es lo que nosotros intentamos demostrar con este reactor: que a pesar de que un país no tenga la capacidad para adquirir un reactor de 1000 megavatios, igualmente puede acceder a la energía nuclear.

 

¿Revertiría la situación de desigualdad energética a nivel mundial?

No en lo inmediato pero seguramente en el mediano plazo alzaría las ecuaciones relacionadas con la igualdad en el mundo. Esto permite ver qué es lo que verdaderamente significa un reactor como el CAREM. Si pensamos en cómo va a evolucionar el mundo, a pesar de las muchas teorías que existen, sabemos que el petróleo en tanto recurso no renovable inexorablemente se va a terminar. Si bien el uranio también es un recurso no renovable, no ha sido explotado de la misma manera que el petróleo. Por eso, nosotros entendemos al uranio como un recurso energético en igualdad de condiciones con el petróleo.

 

¿Cuáles son las etapas restantes para concluir el proyecto?

Actualmente, nos encontramos frente a un gran proyecto con sus partes aún dispersas. Hicimos el diseño, tenemos la ingeniería, tenemos el predio, tenemos contratos relacionados con la parte convencional que es la generación de energía eléctrica, tenemos la ingeniería consolidada de la obra civil, estamos a punto de licitar el recipiente de presión, tenemos algunas cosas de la ingeniería listas para probar mecanismos en el CAPEM, en Ezeiza, estamos terminando la ingeniería de proceso, tenemos desarrollado el combustible, tenemos desarrollado ingeniería de algunos componentes esenciales como generador de vapor y estamos en proceso de salir del papel a la construcción. Esto es lo que viene por los próximos dos años, que es más o menos lo que nos lleva el recipiente de presión. A partir de los dos años y hasta el tercer o cuarto año, vamos a ensamblar todos los componentes en el edificio, hacer todas las pruebas y transformar cada una de esas piezas sueltas en un componente integral que es el reactor. Nos falta armar ese rompecabezas que incluye desde el armado de la pastilla de uranio hasta obtener el electrón al final del proceso de la reacción en cadena: en el medio de eso está todo el CAREM.

 

¿Cómo se vive la realización del CAREM a nivel institucional?

Si hay algo que debemos agradecerle al gobierno nacional y especialmente al Ministerio de Planificación, que es el ámbito al cual pertenecemos, es que  hayan cumplido su parte con creces: todo lo que hemos pedido lo hemos obtenido.  En el modelo de país que Néstor y Cristina Kirchner impulsaron, la ciencia ha ocupado un lugar de privilegio y nosotros no somos la excepción. La diferencia es que nosotros tenemos la obligación de transformar los conceptos en cosas. Por eso, nuestro desafío consiste en recuperar lo perdido durante la etapa neoliberal y redireccionar los recursos para volver a poner la maquinaria en marcha. En cinco años llegamos a la mitad del camino entre el lugar en el que estábamos y el lugar en el que queremos estar. En algún momento, Argentina alcanzó un pico muy importante a nivel mundial con Embalse, Atucha, Atucha II, el Ciclo del Combustible, el CAREM, el enriquecimiento de uranio, reprocesamiento, minería, etc. y todo eso cayó de manera abrupta: mataron todas nuestras actividades. Recuperar ese crecimiento es como una rampa y, como tal, la aceleración tiene un límite. Uno puede intentar forzar esa pendiente aunque es muy difícil porque no se puede crecer a 85º, pero tampoco a 15º si no, no se llega más. Sin embargo, hay que buscar una banda de crecimiento, creo que estamos bien en esta pendiente, pero va a ir aumentando en exigencia en los próximos dos o tres años.

 

Como vicepresidente de CNEA, ¿qué evaluación realiza de los primeros seis años de implementación del Plan Nacional de Reactivación Nuclear?

Sin dudas, para quienes tenemos responsabilidades técnicas y políticas, para los que trabajamos en esto hace 30 años, nos encontramos frente a un hecho insoslayable que es la recuperación de un sector estratégico, algo por lo que siempre luchamos los trabajadores, los militantes del sector. Sin dudas, agosto de 2006 marcó un hito en la recuperación del sector, con la firma del Plan Nacional de Reactivación Nuclear. Los efectos del compromiso de Néstor Kirchner continuado por el impulso de Cristina  son notables. Mientras que el presupuesto de 2002-2003 destinaba el 90% a salarios y el 10% restante a gastos operativos, actualmente, alrededor del 35-40% del presupuesto actual representa salarios y todo lo demás son proyectos y gastos operativos. Claramente, se invirtió la ecuación. Cuando se ve el recorrido de la CNEA a lo largo de estos años, no hay dudas de la claridad estratégica de Néstor Kirchner que lo primero que hizo fue poner en valor a la CNEA cuando el anterior gobierno la quería destruir. Y después, la continuidad de ese proceso con Cristina al crear el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Por eso nosotros, en tanto herramienta de ese modelo, pretendemos devolverle a la sociedad algo de todo lo que nos está dando. Ese es el gran desafío que uno tiene cada mañana cuando se levanta. No fue hace siglos, sino hace apenas unos años, cuando llamaban de la oficina de Personal para llenar una planilla de retiro voluntario. Estuvimos entregando científicos que le costaron muy caros al país, que con la plata del retiro quizás se ponían un quiosco porque estaban cansados de que les recortaran el sueldo, de que los mandaran a lavar los platos, de que les dijeran que no servían para nada. Me parece que ese cambio de paradigma es aquello de lo que no tenemos que olvidarnos y es lo que nos obliga, como trabajadores, a duplicar nuestros esfuerzos para recordar que esto sucedió hace apenas hace una década. Ahora, debemos responder con capacidades porque el desafío es tener 60 años de energía nuclear más y no un horizonte finito en el que proyectemos que nos van a cerrar o que no va a alcanzar para pagar los sueldos. Uno pretende que se entienda que esto es una política de estado: salimos muy caros. Volver a un ciclo anterior sería tirar la plata. Por supuesto que todo esto genera obligaciones. Los desafíos tecnológicos que tenemos son muchos y debemos transformarlos en una herramienta que le demuestre a la sociedad que hizo bien en invertir en nosotros, porque somos producto de los recursos de todos los argentinos. Nuestro desafío es transformar nuestro presupuesto en cosas que la sociedad pueda visualizar. Hoy la sociedad visualiza Atucha II o Fukushima: y en el medio nada. Entonces, es nuestra obligación transmitirle a la sociedad que hay un lugar intermedio posible, que la energía nuclear es segura y que somos esa herramienta, que tenemos 62 años de trayectoria y la única manera de hacerlo es llegando a la sociedad con resultados, de otra manera no vamos a llegar. Vamos a llegar con megavatios en un central nuclear, con operación segura, con producción de radioisótopos para salud, trabajando, construyendo y proveyendo más para la sociedad argentina, entregándole más energía segura y entendiendo que el reactor no es nuestro trabajo, sino la conclusión de nuestro trabajo. Estoy convencido, no como trabajador sino como ciudadano argentino, que la decisión de reactivar el sector es absolutamente estratégica. Deberíamos entender que esto posiciona a la Argentina en el núcleo de los 30 países privilegiados que manejan la actividad nuclear. Y no hablo sólo del lugar de privilegio científico sino que me refiero a las decisiones estratégicas del mundo. Si asumimos el hecho de que tenemos mucho para darle a la sociedad, no nos confundirían tan fácilmente atacándonos con que somos malos e inseguros, o que contaminamos y se comprendería que, como sector, nuestro desafío es mejorar la calidad de vida de los argentinos. Somos un eslabón más en la cadena social y como tal queremos el bienestar de nuestro pueblo, esa es nuestra obligación. Tenemos que ver cómo traducimos lo que hacemos para que quede claro que la ciencia es una forma distinta que se eligió para que los recursos del pueblo vuelvan al pueblo.

 

¿Como integrante del directorio de ENSI, qué puede contarnos acerca del proceso a través del cual se logró cumplir con el objetivo de producción de agua pesada para Atucha II previsto en el Plan Nuclear?

Cuando Argentina diseñó su ciclo del combustible para centrales de uranio natural y agua pesada, con Atucha II se tomó la decisión de comprar una planta de agua pesada. El primer objetivo de la planta fue devolver toda el agua pesada de Embalse, porque era alquilada y le salía bastante dinero a la Argentina. Una vez que se puso en marcha se logró devolver a Canadá el agua pesada de Embalse, y desde entonces es de producción nacional. El reactor de Australia tiene agua pesada que se produjo en Argentina y esa producción fue la punta de lanza para poner en marcha la planta del ENSI que venía sin producir desde hacía seis años. La primera provisión de agua pesada fue de aproximadamente  50 toneladas, para que se pudiera poner en funcionamiento el reactor de Australia. También se hizo una recuperación de stock para las centrales Embalse y Atucha I. La posibilidad de poner nuevamente la planta de ENSI en marcha demostró, por un lado que los fierros son nobles y, por otro, que la capacidad de producción del agua pesada estaba intacta, en gran parte por el mantenimiento sostenido por los trabajadores durante todo el período de ostracismo. Por eso cuando se produjeron estas primeras toneladas y se demostró que Argentina tenía sus capacidades intactas. Por supuesto que, como en toda recuperación, llevó un tiempo entrar en régimen. Arrancamos con una producción muy alta, tuvimos un segundo año bastante malo donde hubo fallas de componentes, unos seis meses de recuperación de los componentes más importantes de la planta y desde 2008, 2009, se demuestra que esa reparación puso en valor a la planta. Actualmente, su producción se encuentra en los mejores estándares con la que fue construida. Conclusión: este año alcanzamos las  600 toneladas de agua pesada en stock para la central nuclear Atucha II.  Por eso, los trabajadores del ENSI, los que formamos parte del directorio, la provincia de Neuquén, estamos orgullosos de haber cumplido con un hito como es la producción de agua pesada el cual, junto a combustibles son dos de los componentes más importantes para que esta central nuclear entre en funcionamiento, si todo sale bien, el primer trimestre del año que viene. Y con componentes nacionales.

 

¿Existe la posibilidad de exportar agua pesada?

En la actualidad, nuestro objetivo es posicionar a la planta. No podemos vivir de un mercado solamente nacional, hay que sacar la planta al mundo. No hay muchos reactores de agua pesada, tampoco mucha producción de agua pesada, no es algo fácil comercializar, a pesar de ser un producto que tiene una proyección en medicina muy interesante. Nuestra planta que tiene que producir, por lo menos entre 90 y 100 toneladas por año y, hoy por hoy, no hay un mercado de esas características en el exterior así que estamos armando una ecuación económica para seguir adelante con la producción sin demandar tantos recursos del Estado nacional. No es fácil, pero nuestro gran anhelo es poder adosarle a la planta de ENSI una planta de fertilizantes. Gran parte de  su producción de amoníaco podría ser utilizada como planta de fertilizantes y eso permitiría cerrar el ciclo con la que fue pensada: producir agua pesada para nuestros reactores y, de forma colateral, contar con una producción de fertilizantes que haría sustentable esa inversión y que podría, en el largo plazo, ser económicamente sustentable.