Entrevista a Rubén Oscar Fernández, Decano del Instituto Balseiro

Por Laura Cukierman. En U-238 Diciembre 12

 

El Instituto Balseiro es sinónimo de prestigio dentro de la comunidad científica nacional e internacional. Creado en 1955, mediante un convenio entre la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Universidad Nacional de Cuyo, por sus aulas y laboratorios pasaron los científicos más notables de Argentina y de la región. El desarrollo de la política de energía estuvo y está estrechamente vinculado con el desarrollo del Balseiro, que soportó crisis, amenazas de extinción, éxodo de alumnos, pero hoy atraviesa un gran momento. Tanto, que está a la espera de abrir una nueva carrera fundamental para la ciencia argentina: la de Ingeniería en Telecomunicaciones. Un orgullo más que exhibe su recientemente nombrado director Rubén Oscar Fernández, comprometido con la misión de liderar una de las instituciones más importantes del país.

 

El Instituto ya lleva casi seis décadas formando científicos, destacándose en la región y en el mundo, aportando a la investigación ¿Cuál es el balance que usted haría?

El Instituto Balseiro fue cambiando mucho pero, por sobre todo, mantiene su espíritu de creación. El Instituto por sí solo no hubiera podido existir de no haber sido por la CNEA, aun con todos los errores que haya podido tener, porque tiene un rol fundamental al cobijar a instituciones como el Balseiro, como el Sabato y como el Beninson. La Institución madre, CNEA, hizo de protectora de todas estas iniciativas que ya llevan casi seis décadas funcionando. Esa protección la tuvo que hacer en épocas nefastas, desde falta de libertades individuales, como durante la dictadura, hasta en épocas aun más nefastas todavía, como la década del menemismo y del neoliberalismo, que fueron terribles para nuestra área. El instituto estuvo más cerca de desaparecer durante la década del noventa que durante los militares. De hecho, a fines de la dictadura, más allá de todas las cuestiones ideológicas, estuvo el Proyecto Nuclear y dentro de él, el de la formación de la Escuela de Energía Nuclear. Pero durante los 90 existieron funcionarios que hoy siguen circulando por algunas universidades, que fueron los encargados de ejecutar las órdenes del gobierno de Menem para hacer desaparecer al Balseiro. Ese fue el momento más crítico que vivimos, sin dudas. Además, por culpa de estas políticas neoliberales se cortó la continuidad con una generación entera. La buena noticia de todo esto es que los que hoy tienen alrededor de 45 años son los que están liderando muchos de los principales desarrollos en los que está involucrada la CNEA, porque son los que se graduaron antes de la llegada del menemismo. Los que se graduaron durante el menemismo fueron mal vistos por la eterna historia de que un empleado era un gasto para el Estado, entonces, a ellos se los veía como un gasto y no como una inversión, como no había proyecto de país, como había un Estado que estaba desaparecido, como quería invisibilizarse al Estado, todo quedaba echado a la buena de Dios. Ellos son los que se fueron.

 

¿Cómo percibe el momento actual que vive la ciencia en la Argentina?

En la actualidad, la buena noticia es que mucha gente que se fue expulsada por las políticas neoliberales hoy empieza a tener la idea de querer volver. A uno le gustaría que los buenos momentos no se acabaran nunca y estos son años únicos: no hay excusa para no hacer las cosas que nos está demandando la sociedad. Muchas veces en el pasado las cosas que se iban haciendo eran autogeneradas aunque no te las pidiera el Estado, porque tenías que demostrar que seguías existiendo a pesar de todo. Hubo que reciclar a la gente, hubo que ponerla a realizar otro tipo de temas demandantes porque el Estado no los pedía. En el caso de Balseiro, los alumnos que se quedaron a trabajar dentro de la CNEA siguieron activos en la investigación, por lo que fue mucho más fácil volver a ponerlos a trabajar en proyectos concretos que demandaba la sociedad en general y la CNEA en particular.

 

¿Cómo evalúa la política científica actual?

Uno mira los porcentajes y se da cuenta de que son años únicos. Son años donde se invirtió. Hace ocho años atrás la presencia del Estado era casi inexistente y el impacto del PBI era despreciable. Todo esto cambió y es ahora cuando el Estado tiene que ponerse más exigente con los investigadores, porque está dando los fondos, la gente, la apertura. Ahora el Estado tiene derecho a demandar resultados.

 

¿Y en relación a la política de energía nuclear?

Para un país en desarrollo, uno de los parámetros que va midiendo su crecimiento es el de la demanda de energía. Ahí radica la diferencia entre un país que apuesta a una política industrial y un país que se dedica a importar todo. Uno empieza a ver qué cosas se tiene para satisfacer los requerimientos de energía para un país que vuelve a hacer planificación después de muchos años. El mismo país que había abandonado durante diez años la planificación porque había quedado sujeto a las leyes del mercado ahora cambió. La energía nuclear, a pesar de los cuestionamientos que pueden hacer algunos grupos que nunca quisieron someterse a una discusión seria en cuanto a seguridad (que es lo que siempre se critica) está avanzando en Argentina.

 

¿Qué papel jugó el Balseiro para el desarrollo de la actual política científica?

Hay una gran cantidad de instituciones que están involucradas en generar políticas en ciencia y tecnología que están dirigidas por graduados del Balseiro, no como una escuela de pensamiento donde el que pasó por ahí sale como un generador de políticas, pero son gente que está ejecutándolas actualmente. Ahí está Baroto, de la Comisión de Asuntos Espaciales, por ejemplo. Uno mira y por todos lados aparecen graduados del Balseiro. Uno ve que está dejando su impronta.

 

¿Actualmente cuáles son los proyectos que implican un mayor desafío para el Instituto?

Una cosa son los proyectos que son prioritarios de la CNEA, y el Balseiro tiene una función permanente que transciende a los proyectos en sí. Es obligación del Instituto acompañar en la formación de camadas que vienen de otros lugares, porque la cantidad de recursos humanos que se demandan claramente supera lo que produce la Institución, entonces se están trayendo científicos de otros lugares, a los que hay que darles formación adicional. Es por eso que empiezan a aparecer actividades de posgrado que hace diez o veinte años atrás eran inexistentes en la CNEA. Y la diferencia es que nosotros no las cobramos y, además, damos becas para seguir con estas formaciones. CNEA, que es el Estado en el área nuclear, pone fondos para las maestrías y doctorados. No sólo no se cobra, sino que, además, se les da becas para seguir formándose. Inclusive se beca a algunos alumnos extranjeros latinoamericanos.

 

¿Cómo es la demanda académica hoy en el Balseiro?

En el Balseiro entran 40 alumnos por año entre las tres carreras de grado en ejecución: 15 en Ingeniería nuclear, 15 en Ingeniería física y 10 en Ingeniería mecánica. Este año hubo más postulantes para mecánica que para nuclear y hubo una gran cantidad en física.

 

La carrera de Ingeniería en Telecomunicaciones se encuentra suspendida. ¿Qué fue lo que sucedió?

Hubo una demanda del Estado Nacional, concretamente un pedido de la Presidenta de la Nación Cristina Fernández, a la CNEA, a la Universidad Nacional de Cuyo, al Consejo Académico del Instituto Balseiro y al Presidente de la Comisión de Evaluación Universitaria de la Coneau para poner en marcha algo más que una carrera de grado en Telecomunicaciones, que es simplemente la cara visible de un proyecto más grande. Es toda una iniciativa que incluye alumnos becados, grupos de investigación en temas prioritarios en el área de las telecomunicaciones, actividades de investigación, lo que lleva a tener carreras de posgrado con maestrías y doctorados, etc.. Nos sentimos orgullosos que desde el Estado, ese Estado que siempre se había desentendido de las cuestiones de ciencia y tecnología, viniera este pedido que llegó desde el Ministerio de Planificación, porque CNEA depende de él, pero podía haber llegado de cualquier otro e igual hubiera estado muy bien. No vino una exigencia, sino el pedido de prestar la máxima colaboración para tratar de poner en marcha una iniciativa en telecomunicaciones, viendo que era una área de vacancia del Estado Nacional donde hay planes estratégicos para poner en marcha. Nos dijeron que, asociado con lo que se está haciendo en infraestructura de comunicaciones, no podía ser que no se estuvieran generando quienes deberían ser los responsables de esos proyectos, tal como sucede con los ingenieros nucleares para el Plan Nuclear. Lo primero que les dijimos fue: “miren que de telecomunicaciones nosotros no sabemos. Pero nos respondieron que hay una gran cantidad de actividades, básicamente hay un 70% de las actividades de investigación y desarrollo que caen sobre grupos ya existentes o muy cercanos a los grupos que ya tenemos en el Centro Atómico Bariloche. Es decir, que no es necesario crear cosas totalmente nuevas. Para responder a esa demanda miramos en dónde nos fue bien y la respuesta estuvo en la carrera de Ingeniería nuclear. Tenemos docentes e investigadores, algunos en el Centro Atómico, otros dispuestos a venir y a los otros tendremos buscarlos en el exterior, en áreas donde no tenemos la experiencia. No se trata sólo de una carrera, ya que, si hubiéramos querido solamente tener una mejor carrera, hubiéramos tomado algo que ya existía y listo. Empezamos a llamar, casi sin publicidad, y tomamos examen a los alumnos. La idea era arrancar con el resto de las actividades el 1 de agosto, pero entonces la Universidad de Río Negro, que casualmente está conducida por uno de los encargados de querer cerrar el Instituto Balseiro en la década del noventa, trabó esta iniciativa y fue a la Justicia, la que elevó una medida cautelar alegando que, si ponía en marcha la carrera de Telecomunicaciones en el Balseiro, como los alumnos que concurren son rentados por una beca, entonces esto iba a provocar que sus alumnos en electrónica (que tienen una clara orientación en telecomunicaciones) se iban a ir en forma masiva. Lo cual no es cierto. Nosotros tenemos aprobado por Coneau el proyecto de la carrera, tenemos el reconocimiento provisorio de título y faltaría el financiamiento. La Universidad por sí sola no puede, CNEA dice que es un tema que se está tramitando en un ámbito que no es el suyo, ya que está en el Ministerio de Educación, que es el organismo que tiene la solución de fondo y que estaría por convocar a todos los actores para poder dar una visión unificada que permita destrabar el conflicto. Inclusive, en el proyecto de Presupuesto 2013 ya están destinados los fondos para esta carrera. La idea es arrancar el año que viene. Ya teníamos cuatro alumnos aprobados que fueron insertados en otras carreras del Instituto.

 

El Balseiro empezó por iniciativa de un pequeño grupo de científicos con un espíritu muy creativo, ¿cómo se imagina que esos fundadores verían hoy al Instituto?

Contentos y preocupados, con claroscuros. Contentos porque ese hijo que crearon está vivo. Hijo que también es producto de la Universidad de Cuyo. Es decir, esto funcionó porque existieron dos padres que tomaron una decisión, hace 57 años atrás, en abril de 1955, y realizaron un convenio que hoy, con poquísimas modificaciones, sigue vigente. Estarían muy orgullosos porque esta criatura sigue viva y se sigue moviendo, generando nuevos desafíos, con una calidad en sus estudiantes y profesores que es única. Hay una necesidad de seguir creando, y si no hay demanda también es necesario generar nuevos desafíos. Pero por otra parte, estarían bastante preocupados al ver de qué manera tan sencilla pudieron haber hecho desaparecer al Instituto años atrás. Con toda la connotación que puede tener esa palabra en la Argentina, lo que se quiso hacer en la década del 90 con el Balseiro fue exactamente eso. Pero siempre tuvo un honesto acompañamiento de la Universidad Nacional de Cuyo que, incluso en esas épocas malas, cuando CNEA era forzada a casi ni mirarnos, tuvimos un respaldo total. Este hecho sirvió para robustecer nuestras relaciones.

 

Usted asumió hace muy poco ¿Cuál es su sueño más ambicioso dentro del Balseiro?

Cuando me ofrecieron este cargo yo dije que meternos en Telecomunicaciones era todo un desafío. No somos creadores de carreras nuevas todos los días. En 60 años tenemos tres carreras de grado. Lo nuestro no es estar en el mercado para ofertar más carreras, pero ésta es un poco más exótica si se quiere, tiene sus complicaciones mayores, y sería un desafío mucho más grande. Lo que nos sucedió con la carrera de Telecomunicaciones es un ideal para el resto de las cosas: poder responder a las demandas de la sociedad, que en esta época están canalizadas a través del Estado. Poder dar respuestas a la sociedad, porque esa es nuestra función. Nosotros creemos que, con lo que hacemos, podemos aportar para vivir en una sociedad más justa e inclusiva. La ciencia, tal como la entendemos en el Balseiro, está pensada para que la sociedad viva mejor.

 

 

Quién es Rubén Oscar Fernández

Es Ingeniero en Telecomunicaciones por la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata. Desde 1983 trabaja en el Centro Atómico Bariloche, en el departamento Control de Procesos, grupo que tiene a cargo desde 1985. Es coordinador del Comité Académico de la Maestría en Ingeniería del IB y profesor asociado de esa Institución desde 2008. Además, es miembro suplente del Consejo Académico de Institutos de CNEA; secretario de Asuntos Institucionales del IB y par evaluador de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) en carreras de grado y posgrado. En la actualidad, trabaja en estudio y aplicaciones de redes de sensores inalámbricos en temas de monitoreo y diagnóstico en instalaciones nucleares, en arquitecturas flexibles para realizar tareas de detección, seguimiento y localización de fuentes radiactivas y personal en áreas controladas, en situaciones normales y de emergencia.

Trabajó en Barcelona, España, en simulación y modelado de sistemas híbridos y, en el Centro Atómico Bariloche, en temas relacionados con sistemas de visualización de variables de planta en sala de control de la Central Nuclear Atucha I.

Asimismo, colaboró en proyectos de telemedicina, sistemas inteligentes de transporte, Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs) para áreas de gobierno y proyectos de inclusión social, por medio de TICs en zonas remotas.

 

 

Para saber más sobre El Balseiro

En el Instituto Balseiro se dictan las carreras de grado en Física, Ingeniería Nuclear e Ingeniería Mecánica, maestrías en Física, Física Médica e Ingeniería y doctorados en Física, Ingeniería Nuclear y Ciencias de la Ingeniería.

El Instituto Balseiro es una prestigiosa unidad académica que funciona en las instalaciones del Centro Atómico Bariloche (CAB) por convenio entre la Universidad Nacional de Cuyo y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), siendo el más antiguo de los institutos de dicho organismo.

Es considerado uno de los centros educativos científicos de mayor renombre en la Argentina y América Latina y uno de los mejores del mundo.

Además es el primero y, hasta el momento, único centro regional latinoamericano de capacitación en ciencias y aplicaciones de tecnologías nucleares dentro de la órbita de la OIEA y una de las 30 únicas instituciones a nivel mundial que pertenecen a World Nuclear University.

De allí egresaron más de 1350 científicos que, en muchos casos, se encuentran a la vanguardia en sus disciplinas.

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