Vocación por la transparencia

Por David Feliba. En U-238 # 22 Julio – Agosto 2016

Entrevista a Nestor Masriera, Ana Larcher y Emiliano Luaces, Integrantes del Directorio de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN)

Con perfiles complementarios, y con vasta experiencia en el sector nuclear y en la gestión gubernamental, los integrantes del Directorio de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) que asumieron en sus cargos el pasado 5 de enero conversaron con U-238 acerca de sus principales proyectos: la extensión de vida de Embalse y el licenciamiento de una cuarta central. Pero eso no es todo. Además, se proponen ir más allá en materia de regulación y trabajan para ser auditados por pares internacionales que evaluarán su propio desempeño como organismo regulador.

El hito regulatorio que representó el licenciamiento de operación de la central nuclear Atucha II constituye apenas el primero de una serie de desafíos que tiene por delante la nueva gestión al frente de la Autoridad Regulatoria Nuclear. En carpeta resaltan la fiscalización del proyecto de extensión de vida de Embalse, las condiciones para el licenciamiento de una cuarta central nuclear y los avances en un campo de aplicaciones médicas que crece a ritmo vertiginoso. En medio de todo aquello, más de 1,300 instalaciones bajo control regulatorio distribuidas a lo largo del territorio demandan a la ARN una fiscalización y monitoreo incesante.

“Transparencia” es una vocación que el Directorio entrante define como motivo central. La ARN está hoy embarcada en un laborioso proceso de evaluación interna de cara a recibir en el mediano plazo de una auditoría internacional que alinee las prácticas del organismo local con los estándares del Organismo Internacional de Energía Atómica. Además de regular y controlar a los operadores, la ARN buscaría de alguna forma también a sí misma, en un afán por sostener el recorrido del aprendizaje y la mejora continua.

Respecto de los objetivos de gestión de una autoridad determinante en el desarrollo de la política nuclear, U-238 conversó en conjunto con el presidente Néstor Masriera, la vicepresidente 1º Ana Larcher y el vicepresidente 2º Emiliano Luaces, a fin de conocer su visión integral y estratégica para el trabajo de los años siguientes.

¿Cuál es la relevancia de la ARN en el sector nuclear argentino?

Néstor Masriera: La relevancia del regulador nuclear tiene que ver con una institución independiente que sea garante de la implementación de las medidas de protección al público contra los posibles riesgos del uso de materiales radiactivos. Si bien el operador es el responsable último de la seguridad, debe existir una instancia de fiscalización donde haya inspección y control para asegurar que todas las medidas de seguridad se cumplan. En ese sentido, es necesario que el regulador sea un actor distinto al que está haciendo uso de la tecnología, tanto para producir energía eléctrica como para usos medicinales e industriales.

¿Por qué es importante su dependencia directa de Presidencia de la Nación?

Masriera: En la mayoría de los países del mundo, siendo la seguridad un tema de preocupación de operadores y usuarios de instalaciones nucleares, la función de control generó, estructuras dentro de las mismas instituciones para cumplir una función de regulador. Luego, con el tiempo, muchos de los Estados fueron adoptando un lineamiento de organismo independiente para el rol regulador. En Argentina se cambió a una entidad intermedia (Ente Nacional Regulador Nuclear) en 1994, y en 1997 se formó la ARN con las características que tiene ahora. Hoy el país es un ejemplo a seguir, cuenta con un organismo regulador con la adecuada independencia institucional.

Hay países con una estructura regulatoria eficaz, pero siguen dentro de la entidad que maneja la energía nuclear. No hay una forma correcta o incorrecta, pero la independencia estructural es el lineamiento de la Organismo Internacional de Energía Atómica. Y no es mandatorio: el rol regulatorio es estrictamente nacional, por eso la decisión de cómo implementarlo corresponde a cada país.

El equipo del Directorio resulta muy heterogéneo en su composición individual. ¿Qué puede aportar cada uno y qué es lo atractivo de la integración?

Emiliano Luaces: Tenemos un Directorio que es totalmente complementario. Néstor es especialista en reactores nucleares, viene de INVAP y es todo una garantía a la hora de gestionar la Autoridad Regulatoria Nuclear y la relación con las centrales nucleares. Por otro lado, Ana Larcher tiene más de treinta años de experiencia en seguridad radiológica, el otro frente de la ARN que abarca todo lo que está por fuera de las centrales. Y luego mi perfil, que está más orientado a la gestión gubernamental. Pero además de complementarse, el equipo trabaja bien siempre de manera conjunta y generando consensos. Por ello es que hay respaldo en cada una de las decisiones por los conocimientos múltiples que cada uno trae a la mesa del Directorio.

Ana Larcher: Es una experiencia interesante. Lo que hace este Directorio es optimizar el recurso a partir de los conocimientos que cada uno aporta al saber integral del Directorio. Estamos tratando de crear una cultura a partir de aquí, de discusión y de debate de temas.

Masriera: La división de roles es más sencilla de describir desde lo técnico. Pero dentro del Directorio, Emiliano cumple un rol muy importante. Más allá del componente técnico fundamental desde donde parte el rol del regulador, uno tiene que llevar adelante una organización de personas reales. Las relaciones laborales y humanas tienen su complejidad y ahí está la especialización donde calza el perfil de Emiliano, que vemos como imprescindible.

¿Cómo resumirían el aspecto cultural que se quiere imprimir en la organización?

Larcher: El principal valor es deponer soberbias. Reconocer los conocimientos y los desconocimientos, y tratar de obtenerlos de aquel colega con el que discutimos. El valor que trataremos de transmitir y cultivar hacia todo el organismo es que las actividades que llevemos adelante tengan una justificación teórica y práctica: el porqué de la medida que estamos tomando. Esto que aquí hemos dado en llamar “Accountability”, una toma de responsabilidad como un valor de la institución. Conformar una cultura reguladora es, en principio, entender que la actividad nuclear tiene múltiples actores y nosotros somos uno con una responsabilidad determinante: diseñar y controlar estándares de seguridad que nos permitan confiar en la actividad.

¿Cuáles son las tareas concretas que hacen al concepto de “accountability”?

Masriera: Para cada uno de los procesos de licenciamiento que realizamos, hay documentos y procesos mandatorios preestablecidos que requieren de una comunicación con instancias formales. No juega un rol preponderante aquí alguna cuestión de presentación informal o diálogo paralelo para llegar a una autorización que no tenga detrás un respaldo documental. Esa vocación por la transparencia, el “accountability”, al fin y al cabo fomenta la rendición de cuentas, el dar explicaciones acerca de las decisiones desde un fundamento técnico. Es decir, por qué tal o cual requerimiento es pertinente y completo, y por qué ayuda a cumplir el objetivo. De esta forma, las decisiones se consolidan en procedimientos, y deja de importar en el resultado final qué persona realiza la tarea. La sensación es que aquí es donde hay trabajo por hacer.

Larcher: Nos gusta tener minutas de trabajo de las reuniones que hacemos, por ejemplo. Informes escritos que dejen un rastro de lo que se ha dicho. No de una forma burocrática sino más bien como un ejercicio. Que no haya esta cosa un poco antigua de un espectro nuclear mucho más pequeño donde muchos intercambios se realizaban telefónicamente y había una cercanía mayor con la CNEA. Por aquel entonces, costaba desarrollar estas conductas independientes que han ido evolucionando a lo largo de las distintas gestiones y que nosotros queremos enfatizar. En resumen, el objetivo es tratar de salir de prácticas más espontáneas y voluntaristas hacia algo más formal.

¿Con qué ARN se encontraron al momento de asumir?

Larcher: Encontramos una ARN funcionando. Con muchas cosas que queremos mejorar, pero ejerciendo su rol de control. Con respecto a esa cultura, lo que estamos buscando es armonizarla. Los distintos sectores traen por ahí historias diversas y encontramos allí cuestiones dispares. Lo que buscamos es construir una visión más integral de lo que debe ser el ente regulador.

Masriera: En términos de continuidad y cambio, lo esencial está en el marco de la mejora continua. Queremos implementar los cambios con esta estructura con el personal de ARN. La línea principal es la de continuidad.

¿Cuáles son las metas definidas de la gestión?

Larcher: Apoyando la decisión del Directorio anterior, el Directorio actual aceptó la revisión por pares internacionales del accionar del organismo regulador. Es una forma de manifestar nuestra visión de transparencia. En concreto, se trata del Servicio de Revisión Integrado Regulatorio (IRRS, por sus siglas en inglés) que organiza el Organismo Internacional de Energía Atómica, a partir del cual vienen a vernos un conjunto de técnicos internacionales que se desempeñan en distintas ópticas del área nuclear. Indagan sobre cómo se trabaja y cómo se ejerce la labor regulatoria. El organismo tiene muchos vínculos con el exterior: convenciones y convenios firmados que ven como una buena práctica el hecho de que uno pueda ser mirado y que se puedan discutir sobre una mesa las fortalezas y las debilidades del regulador. Nuestro desafío en los próximos dos años es preparar la llegada de esa auditoría (estimada para 2018). Es un proceso que ya está en marcha y que se inicia con una labor de autoevaluación. Es un examen muy abarcativo sobre uno mismo en donde se responden preguntas para ver cómo estamos frente a estándares internacionales.

¿Qué beneficios traería someterse a un extenso proceso de auditoría externa?

Masriera: Una actividad de este tipo colabora en la construcción de confianza en el ámbito internacional. Es un objetivo que trasciende lo técnico regulatorio. Esto lleva unos quince años a nivel internacional como práctica y Argentina hasta ahora no lo había hecho, cuando la mayoría de los países con centrales nucleares ya lo completó hace años. Para nosotros es constructivo porque aporta revisión crítica de gente de muchísima experiencia. Permite ajustar procesos.

Larcher: Es parte de la mejora continua. Al ser una auditoría externa, los estándares son el resultado de un acuerdo internacional sobre las buenas prácticas en materia reguladora. En consecuencia, la auditoría internacional te permite discutir si lo que uno ha autoevaluado como fortalezas y debilidades lo son realmente. Además, si uno ha identificado buenas prácticas, éstas serán útiles para enseñarles a otros países. En conjunto con recomendaciones y observaciones, esto lleva al camino de la mejora continua.

¿Cuáles son para ustedes los principales desafíos de la gestión?

Masriera: Los desafíos regulatorios que tenemos y que consumen la mayor parte de nuestro esfuerzo tienen que ver con la licencia de operación para Atucha II —recientemente otorgada—, el proyecto de extensión de vida de la Central Nuclear Embalse, preparar las condiciones para un licenciamiento eficaz de la cuarta y la quinta central nuclear. Además está el área de aplicaciones médicas, donde una gran cantidad de instalaciones está hoy en construcción. Por ejemplo, el reactor de producción de radioisótopos RA-10 está ya en obra civil. Por eso buscamos ser más ordenados y eficaces, de estandarizar para no perdernos en detalles. Un proceso de licenciamiento de operación como el de Atucha II lleva años.

Luaces: Hoy, la ARN tiene un importante trabajo para desarrollar. Por un lado, Argentina está ampliando exponencialmente las instalaciones de aplicación de medicina nuclear y se están proyectando otras dos nuevas centrales, además de la variedad en el diseño de las tres centrales nucleares existentes construidas con tecnologías diversas. En este contexto, considero un acierto que este gobierno haya creado la Subsecretaria de Energía Nuclear y que lo haya designado como Subsecretario a Julián Gadano, quien tiene un conocimiento holístico de la problemática.

¿Con qué etapas cuenta un proyecto de esas características?

Masriera: El proceso de licenciamiento de una instalación nuclear de gran tamaño arranca con una primera evaluación del sitio. Ese el primer visto bueno para que se empiece a trabajar. Después, se elabora un informe preliminar de seguridad que incluye descripción de ingeniería, donde uno puede ya comprobar que esta es aceptable en términos de seguridad. Recién después de que se ha revisado ese informe se brinda la autorización para el comienzo de la construcción. Terminado el proceso, se constata cómo se completó la fase de ingeniería antes bosquejada y se realiza un informe de seguridad en su versión completa que autoriza la puesta en marcha. Posteriormente, al ver los resultados, se elabora el informe final de seguridad con el que se da la licencia de operación. Por eso es que el proceso de licenciamiento lleva, en esencia, tantos años como el proyecto en sí.

¿Qué factores específicos de país influyen a la hora de diseñar una política de seguridad radiológica nuclear?

Larcher: El punto de partida está en el relevamiento de todas las fuentes de radiación que tiene el país, desde un reactor hasta un equipo médico o uno de gammagrafía industrial. A partir de allí, y en función del desarrollo de la actividad nuclear en el territorio, el programa regulador va a estar dimensionado en función del inventario radiactivo nacional. Argentina está muy avanzada en actividad nuclear. Tenemos todo el ciclo del combustible, plantas nucleares, medicina con alta tecnología que usa fuentes de radiación, industria con medidores nucleares, actividad petrolera y minera. Es decir, tenemos todas las prácticas y, sobre la base de eso se define el cuerpo regulador que se quiere tener. Hasta dónde llega la capacidad técnica de respuesta. Finalmente, nosotros podemos decir que tenemos la suerte de tener un equipo regulador con un grado de autonomía técnica considerable. Con laboratorios propios, por ejemplo. Otros países tienen que contratar muchas más cosas afuera. En definitiva, todo esto hace de Argentina un país con desarrollo considerable en la materia y un programa regulador acorde a ello.

 

Quién es quién en el Directorio de la ARN

Hacen a la integración del nuevo Directorio una selección estratégica de conocimiento y expertise particulares. Con 30 años desde su egreso del Instituto Balseiro, el ingeniero Néstor Masriera trae a la mesa una extensa trayectoria de trabajo con foco en la seguridad nuclear de reactores.

En el cargo de vicepresidenta primera, la licenciada en física Ana Larcher lleva más de treinta años de experiencia en el sector, con una formación profesional forjada en la Comisión Nacional de Energía Atómica y, desde 1994, en la ARN. Su especialidad es la seguridad radiológica nuclear.

Con antecedentes en el Congreso de la Nación y en la Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires y, orientado a la regulación de recursos naturales, el abogado de la Universidad de Buenos Aires, Emiliano Luaces, se desempeña como vicepresidente segundo del organismo y aporta su experiencia en gestión gubernamental.