Avanza obra para que Atucha almacene sus combustibles gastados

Una obra nuclear muy atrasada se va poniendo al día. Sirve para garantizar la operación de las Atuchas I y II: es el almacenamiento “a seco” del combustible nuclear gastado. Una y otra centrales suman aproximadamente 1000 MWe de potencia bruta instalada. En operación normal sustituyen cada año anualmente el quemado de 1.600 millones de m3 de gas, y para ello sólo consumen 2 elementos combustibles nucleares cada día.

Los elementos combustibles de una y otra central tanto de Atucha I como de Atucha II son casi idénticos: largos haces (5,3 metros de longitud) de 37 tubos de zircaloy. Ésta es una aleación de zirconio (metal emparentado con el titanio) y níquel resistente al calor, la presión, la corrosión y la radiación pero “transparente” al paso de los neutrones que alimentan una reacción nuclear.

Los tubos están llenos por dentro de pastillas cerámicas de dióxido de uranio. Se considera “gastados” o “quemados” a los haces cuya proporción entre uranio 235 y productos de fisión ya no permite generar suficiente energía, por lo cual se decide retirarlos del reactor.

Estos elementos combustibles gastados son “material caliente” en dos sentidos: el térmico (necesitan años enteros de lento enfriamiento) y el radiológico (emiten rayos gamma, por lo que deben guardarse blindados por agua o por grandes masas de hormigón).

El almacenamiento “a seco” es la etapa posterior al enfriamiento en piletones de agua. Estos van ubicados dentro de los respectivos edificios de cada central. La etapa de guardado bajo agua dura años enteros. De acuerdo a cada tipo de central de las aproximadamente 440 activas en el mundo, se toma el tiempo que tardan los combustibles gastados en alcanzar el equilibrio térmico necesario para salir de los piletones sin deteriorarse por su propio calor interno, y pasar entonces a estructuras de hormigón reforzado. Dentro de ellas, alcanza con la circulación natural de aire para que los elementos combustibles sigan perdiendo su temperatura lentamente.

Esto se hace desde hace 15 años con los combustibles gastados por la CNE, la Central Nuclear de Embalse, emplazada en la provincia de Córdoba. Tras 6 años de pre-enfriamiento en el piletón de la central, los elementos combustibles salen considerablemente más fríos para continuar refrigerándose por convección natural de aire en torres de hormigón llamadas ASECQ (Almacenamiento en Seco de Elementos Combustibles Quemados). Éstas se construyeron contiguas a la planta nuclear. Faltaba hacer lo mismo en las Centrales Nucleares Atucha I y II, que sumadas, representan casi dos tercios de la capacidad instalada nucleoeléctrica argentina.

La reanudación de esta obra detenida durante la administración nuclear anterior (el almacenamiento a seco) es importante porque los piletones de enfriamiento húmedo, aunque considerables, tienen una capacidad limitada. Si no está garantizado el tránsito de los elementos combustibles a enfriamiento en seco, los piletones se empiezan a llenar. Ante ello, las disposiciones regulatorias de seguridad dicen que hay que empezar a bajar la potencia o incluso sacar de servicio ambas centrales nucleares para limitar ingresos a pileta. Esto no sucedió jamás y sería pésimo para el consumidor, tanto de electricidad como de gas natural.

Las centrales nucleares son máquinas de generación de “potencia de base” (disponible 24×7). Dentro de su categoría, son las de mayor confiabilidad y seguridad del país. También son las únicas que, por estar disociadas tecnológica y contractualmente del mundo hidrocarburífero, siguen produciendo a U$ 30 el MW/hora incluso cuando sube el precio del gas.

Extracto de nota realizada por el vicepresidente de Nucleoeléctrica Argentina, Rubén Quintana.