La tecnología nuclear y la comunicación pública

Por Rubén Sutelman, Gerente de Comunicación Social de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). En U-238 Noviembre 13

¿Qué rol cumple un organismo público en la operativización de un proyecto político y cómo se desarrollan las estrategias de comunicación adecuadas —necesarias— para que dicho proyecto sea aprehendido por la ciudadanía en un contexto histórico determinado? Esta pregunta y otras relacionadas con el “qué decir” y “cómo hacerlo” se plantean en este artículo, a partir del cual se propone pensar la comunicación de lo público, con el “bien común” como meta.

Reflexionar sobre acciones de comunicación en un tema tan complejo1 como la tecnología nuclear requiere previamente aclarar determinados supuestos.

Poner en contexto el lugar desde el que se habla inhibe cualquier intento de descalificación, por un lado, y pretensión, por otro, de suponer que estamos frente a una verdad revelada o de una fórmula mágica que nos guiará al éxito.

Nuestro enfoque surge desde la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), el organismo público de referencia del desarrollo nuclear argentino. Esta nota tiene, entonces, una perspectiva que surge de la reflexión sobre el rol que cumple un organismo público estatal. Es decir, la instancia “operativa” que plasma, concreta, consolida la “promesa de un proyecto político”.

No podemos obviar que el lugar en el que nos paramos para pensar una estrategia de comunicación desde el Estado tiene que ver, indefectiblemente, con el bien común, que en este caso también implica la consolidación de un sistema energético con variedad de fuentes, el desarrollo del sistema de ciencia y técnica nacional y el crecimiento económico del país. Es en esta perspectiva que pensamos nuestra tarea comunicacional sobre la tecnología nuclear.

Así concebido, el Estado no es cualquier Estado. Es un Estado que en estos últimos diez años ha fortalecido las competencias de un sector público que había sido desguazado y desmantelado. Su rol activo a partir del año 2003 ha definido claramente prioridades, a la par de reconstruir su capacidad de gestión.

Este Estado asume el desafío de planificar y gestionar el desarrollo y el crecimiento en medio de un cambio de paradigma en el que el Estado burocrático (aquel que exclusivamente funcionaba por normas, sin tener en cuenta al ciudadano y las demandas sociales, en definitiva los beneficiarios de su accionar) ya no da respuestas a una sociedad que exige formar parte en la toma de decisiones, que exige que su voz sea escuchada y tenida en cuenta.

Es en este punto en el que debemos detenernos para comprender las responsabilidades que le caben a las organizaciones públicas, pero también a las de la sociedad civil. El fomento de la participación ciudadana requiere partir de una base de información rigurosa. Los especialistas en comunicación reconocen el valor de la persuasión en los procesos comunicacionales, pero también el de la diferencia que existe con la manipulación (o el intento de) que coarta la libertad, que condiciona la opinión de las personas y que, basada muchas veces en miedos irracionales, genera incertidumbre y temores en la comunidad2.

La responsabilidad de la que hablamos es un acto de buena fe. Así, la comunicación de lo nuclear se enfrenta a estos desafíos que muchas veces constituyen un contradiscurso basado en el marketing, que instala y consolida mitos, verdades a medias, prejuicios con golpes de efecto que cargan de sentido a la comunidad en esta materia, forjando, a veces, tomas de posición claramente contraproducentes para con ésta y para con el conjunto de la sociedad.

¿Qué decir?

De todos modos, aparecen verdades incontrastables en torno a un tema de mucha importancia en el desarrollo científico-tecnológico de nuestro país y que, de alguna manera, constituyen los ejes comunicacionales con los que nos manejamos desde la Comisión Nacional de Energía Atómica.

No nos referimos exclusivamente a cuestiones científico-tecnológicas, sino a su implicancia en el desarrollo del país.

Podría decirse mucho sobre esta tecnología, pero como las reglas del arte de la comunicación lo señalan, es importante concentrar los ejes temáticos en algunos pocos aspectos que abarquen lo prioritario del tema:

1) Argentina es uno de los 15 países del mundo con un desarrollo científico tecnológico de punta que le permite dominar todos los aspectos vinculados al manejo del ciclo del combustible nuclear para usos pacíficos (desde la exploración de uranio hasta la generación de nucleoelectricidad, pasando por múltiples aplicaciones). Esta realidad vertebra nuestra estrategia de comunicación. Por un lado, nos permite dar a conocer el rol que juega en el mundo nuestro país en esta materia. Una cuestión tan globalizada como el desarrollo nuclear permite que muchos argentinos se constituyan en referencia obligada en distintas cuestiones relacionadas con los temas nucleares. Y por otro, presentarnos en sociedad de manera integral3 para describir las actividades de la CNEA.

2) El manejo de esta tecnología permite reafirmar la soberanía argentina y nuestra capacidad autónoma de desarrollo en esta materia. No existen demasiados campos (sobre todo en el área del conocimiento) en el que nuestro país pueda hacer esta afirmación. Esta capacidad no se adquirió de un día para el otro: es fruto de la constancia y una larga historia de esfuerzos y dedicación por más de 60 años de los científicos argentinos.

3) La industria nuclear crea un círculo virtuoso de desarrollo y fortalece los sectores de la economía ligados a la producción de servicios y productos vinculados con la actividad. El fuerte componente argentino en el desarrollo de dos proyectos emblemáticos como el CAREM y Atucha II (como también el previsto para Atucha III), así lo demuestran.

El impulso de estos proyectos no constituye acciones aisladas o espasmódicas de un grupo de científicos y técnicos, sino que fueron concebidas en el marco del relanzamiento del Plan Nuclear Argentino (2006), consolidando la importancia que la energía nuclear tiene para el desarrollo socio-económico del país.

4) El sostenido crecimiento económico de la última década ha incrementado notoriamente la demanda de energía eléctrica, haciendo imperioso utilizar variadas fuentes de energía, entre ellas la nuclear.

Su contribución no sólo radica en la capacidad energética del uranio, sino en que no genera gases que dañen la capa de ozono, lo que sí sucede con la quema de combustibles fósiles. La próxima puesta en marcha de Atucha II —después de tantos años de abandono y desidia— y los nuevos desarrollos como el CAREM, un novedoso reactor modular diseñado íntegramente en Argentina, constituyen claros ejemplos de una política comprometida en ese sentido.

5) Las múltiples aplicaciones que generan beneficios directos para la comunidad en temáticas tan variadas como la industria, el agro, los alimentos, el patrimonio cultural, la física forense, entre otras, que utilizan técnicas nucleares para mejorar los productos y servicios que reciben a diario millones de argentinos. Sin olvidar la valiosa contribución en materia de salud, generada a partir de la producción de radioisótopos de uso médico y de los servicios de medicina nuclear, tanto para diagnóstico como para tratamiento de variadas patologías. También en este aspecto nuestro país constituye una referencia obligada en el mundo, especialmente para toda Latinoamérica.

¿Cómo decir?

Definidos los ejes, cabe reflexionar sobre el modo de canalizar la información. Y, en este caso, pensar en los medios masivos de comunicación requiere conocer las lógicas que sostienen el concepto de información en la mayoría de los medios masivos de occidente, más vinculados a una lógica de la información del tipo “el hombre que mordió al perro” o a defender intereses políticos, económicos y corporativos.

El imperativo periodístico dominante de la búsqueda de alto impacto a través de hechos trágicos consumados en cualquier materia, la escasez de espacios de reflexión, la avidez por fomentar debates con distintos niveles de análisis sobre un mismo tema, no constituyen un buen contexto para las informaciones de tipo nuclear.

Tampoco las valoraciones político-económicas que sostienen algunos medios —en ocasiones disfraces de otros intereses— que cuestionan la sustentabilidad de determinadas iniciativas públicas.

De esta manera, la tecnología nuclear aparece desdibujada en su importancia estratégica en términos políticos, científicos y tecnológicos, al quedar asociada —muchas veces— a valores negativos, seguramente relacionados de manera directa a su “pecado original”: el lanzamiento de la bomba atómica en 19454.

Claramente hay excepciones. Pero son solamente eso: excepciones.

En este sentido, fortalecer los canales de comunicación con la comunidad, se convierte en un tema tan sensible como indispensable, que requiere de medios directos de comunicación capaces de mostrar y profundizar en los usos pacíficos de la tecnología nuclear que caracteriza históricamente a nuestro país. Es decir, canales propios que permitan un contacto directo con distintos públicos.

La reversibilidad que permiten estos canales —en la que podemos obtener información de lo que la comunidad quiere y espera de este tema, recabar sus inquietudes y poder interactuar en un proceso que supone bidireccionalidad— constituye lo que creemos es una verdadera comunicación, capaz de influir sobre valores, actitudes y conductas, donde muchas veces la mera información referencial no alcanza5.

Las redes sociales constituyen hoy un canal adecuado para estas estrategias, pero también la participación en ferias, muestras y actividades de divulgación. En este sentido, Tecnópolis ha resultado ser un espacio ideal para instalar este tipo actividades y valorar el patrimonio científico tecnológico argentino en general, legitimando una política pública que corrió el velo, para que toda la sociedad valore el esfuerzo y la capacidad de las organizaciones públicas y privadas, que resultan en prestigio y desarrollo para el país.

Por estos canales y con distintos soportes (gráficos, audiovisuales y electrónicos) creemos que no sólo hemos contribuido al conocimiento y debate sobre nuestra materia, sino que hemos estimulado y ayudado a definir vocaciones de jóvenes que no habían tenido mayor contacto con esta realidad. Debemos decirlo: tal vez este aspecto de la tarea es el que más gratificaciones nos brinda.

Más preguntas

Como puede apreciarse, formular preguntas puede constituir un buen ejercicio para comunicar lo nuclear. Hasta aquí sólo hemos esbozado algunas que contribuyen al diseño de una estrategia de comunicación.

A esas preguntas les continúan muchas otras como pensar a quién decir, cuándo decir, dónde decir; sin olvidar el necesario diagnóstico previo, indispensable al momento de considerar no sólo los contextos políticos, sociales y económicos que condicionan un proceso de comunicación, sino también la percepción social que hay en torno a un tema.

En este sentido, estudios recientes dan cuenta del alto nivel de desconocimiento de la sociedad sobre los beneficios de las actividades nucleares y sus características6 y la consecuente falta de opinión en esta materia, lo que nos sugiere la desafiante tarea que tenemos por delante. Tarea que no debe entenderse como un resorte exclusivo de un grupo de “expertos”, cuyas respuestas siempre resultarán insuficientes para abarcar la diversidad de la potencial demanda de información que cualquier estrategia de comunicación estimula.

El secreto, entonces, radica en asumir un compromiso institucional, sectorial y personal permanente de quienes componen el colectivo nuclear argentino, para instrumentar una estrategia de comunicación que sea efectiva en la divulgación y permita consolidar el aporte de la tecnología nuclear al crecimiento y al desarrollo del país.

1 La complejidad radica en la multiplicidad de factores que deben tenerse en cuenta para su análisis, desde los aspectos tecnológicos, científicos, socioeconómicos, políticos, ambientales y sus consecuencias en el desarrollo de la sociedad moderna, hasta el fenómeno de la percepción social que hay sobre el tema.

2 El caso de las aguas de Ezeiza es emblemático en este sentido. Con fecha 4 de marzo de 2013, el Juzgado de Lomas de Zamora dictó sentencia en la causa por la presunta contaminación del agua en Ezeiza. Allí resolvió aceptar los resultados de las pericias realizadas por CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas), desestimar la denuncia y archivar la causa. Esto significa que, después de casi doce años, la justicia se ha expedido de modo definitivo, estableciendo que no hay contaminación ocasionada por el accionar del Centro Atómico. Durante esos años, diferentes organizaciones utilizaron el caso para volcar de manera infundada sospechas, que provocaron preocupación y pánico en la comunidad cercana al Centro Atómico, poniendo en duda el accionar de instituciones públicas de reconocido prestigio. El proceso también demandó altísimos costos judiciales a la sociedad y a los pobladores, que siguiendo “recomendaciones” poco serias realizó importantes gastos para evitar el uso de agua potable o incluso para bañarse, supuestamente “para proteger su salud” de acuerdo a las temerarias e infundadas afirmaciones de algunas ONGs ambientalistas.

3 Si bien la CNEA posee muchos otros desarrollos y actividades afines, las iniciativas sustantivas están contenidas en lo que se conoce como el Ciclo del Combustible Nuclear.

4 Hace pocos días se conmemoró el 68 aniversario de uno de los capítulos más nefastos de la historia de la humanidad, cuando el 6 de agosto de 1945 el bombardero estadounidense B-29 bautizado “Enola Gay” lanzó la bomba atómica en Hiroshima, ocasionando 140.000 muertes y tres días después otras 70.000 en Nagasaki.

5 La mera información no constituye por sí sola un disuasorio. Muchas veces se considera que brindar información basta para modificar conductas. El fracaso de las campañas antitabaco (a través de las marquillas por ejemplo con la leyenda “fumar es perjudicial para la salud”) son un claro ejemplo de que la información no siempre tiene impacto en las actitudes de una persona.

6 Cerca del 80% de los argentinos se considera entre poco y nada informado sobre los usos de la energía nuclear, según un estudio de MFG consultores realizado en noviembre de 2012.