Laura Alonso: «Queremos vincular el conocimiento a la libertad y a la emancipación»

05-fotos-edicion-impresaPor Sebastián Scigliano. En U-238 #17 Mayo-Junio 2015.

La Subsecretaria de Gestión y Coordinación de Políticas Universitarias es una de las impulsoras del programa Ciencia y soberanía, que se propone incentivar el acercamiento de los jóvenes a carreras universitarias poco transitadas, pero de enorme valor para el desarrollo productivo del país.

Lento pero seguro, las carreras universitarias dedicadas a las conocidas como “ciencias duras” fueron ganando terreno entre las expectativas de los jóvenes, puestos en la hora de decidir su futuro. Sin embargo, ese crecimiento no parece satisfacer la demanda de un mercado laboral que, al ritmo de la transformación productiva del país, reclama cada vez más trabajadores y profesionales especializados en áreas inverosímiles hasta hace pocos años. En vistas de este panorama, un conjunto de organismos públicos lanzaron el ciclo de encuentros Ciencia y soberanía, que consiste en charlas que dan científicos dedicados a esas áreas de conocimiento a chicos de escuelas secundarias de la Provincia de Buenos Aires. Se trata de una iniciativa que busca no sólo acercar a los jóvenes a carreras poco transitadas hasta ahora —se espera que 10 mil pasen por estas charlas—, sino que además se propone unir la idea del conocimiento aplicado al desarrollo con la idea de soberanía. “La intención es vincular el conocimiento a la libertad y la emancipación”, dice Laura Alonso, Subsecretaria de Gestión Universitaria, una de las impulsoras de la propuesta.

¿En qué consisten las jornadas Ciencia y soberanía?

Las jornadas Ciencia y soberanía se inscriben en una política que venimos llevando delante de desde la Subsecretaría desde hace ya varios años, en el marco de lo que son las acciones de articulación de la universidad con las escuelas secundarias. Dentro de ese programa se financian proyectos para que todas las universidades del país se vinculen con las escuelas secundarias para la enseñanza de las ciencias exactas, las naturales, matemáticas y tecnología. En esta ocasión, estamos propiciando, particularmente en la Provincia de Buenos Aires, que los jóvenes de los últimos años del secundario puedan visitar el Museo Malvinas y, a la vez, participar de talleres de divulgación científica, a cargo de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, de la Plataforma para la ciencia del CONICET del Ministerio de Educación, de ARSAT y de la CNEA. En ese marco, los jóvenes vinculan dos ideas que son fundamentales: una, el reclamo de soberanía sobre nuestras Islas Malvinas y, a la vez, poder pensar la soberanía desde una perspectiva muchísimo más amplia, que tiene que ver con construir conocimiento en áreas claves de nuestro país y que ellos puedan entender que ahí hay un futuro, que pueden tener un rol ahí, que hay un país que está avanzando en ese sentido y que tiene áreas de vacancia muy claras en relación a determinadas profesiones, a determinadas disciplinas, y que es necesario incentivar vocaciones a las que no es imposible que los jóvenes puedan acceder.

Es como si se ampliara el concepto habitual que se tiene de soberanía en la escuela

La intención es ligar la idea de soberanía a la idea de conocimiento, vincular el conocimiento a la libertad y la emancipación y, por lo tanto, a la idea de soberanía.

Generalmente, la zona de las “ciencias duras” es con la que es más difícil conectar a los chicos. ¿Cómo lidiaron con eso?

Es que había un proyecto de país que no tenía destino para esas carreras, entonces no se veía un futuro palpable si se elegía estudiar alguna de esas carreras. Me parece que en los últimos años esa situación cambió radicalmente y hoy hay un énfasis puesto en la necesidad de que los chicos puedan estudiar eso, porque ahí hay un futuro concreto que los espera, que son fuentes de trabajo concretas vinculadas a esos campos de conocimiento, a esas disciplinas que antes no existían.

¿Cuál es la reacción de los chicos en los encuentros?

Nosotros vemos que los chicos tienen un interés real por el tema, que participan todos, no solamente quienes están especialmente interesados. Va todo un curso de una escuela elegida al azar, sin un interés particular previo, y a todos les interesa muchísimo, les genera curiosidad, interactúan, preguntan. Y ahí está el dato que dio la presidenta el 1 de marzo, que por primera vez en la UBA hay más inscriptos en las carreras de Ingeniería que en las de Ciencias Sociales. Ahí hay un dato duro de la realidad que indica que, efectivamente, empieza a despertarse un interés de los chicos en esos campos. A mí generación le tocó vivir la época en la que explotaba la Facultad de Ciencias Sociales porque el futuro estaba en juntarse con el pobrerío, con ver cómo dabas una mano con eso y al ingeniero lo veías arriba de un taxi. Hoy no pasa eso, a los ingenieros los sacan de la facultad antes de que se reciban porque los requieren del mercado laboral.

El programa también implica que haya varias áreas del estado interactuando. ¿Cómo es esa experiencia?

Creo que en estos últimos años, si hay algo que hemos logrado, además de haber recuperado el Estado como una herramienta para la justicias social y la transformación, también hemos abandonado esa idea del Estado bobo que superpone los recursos, que hace tareas en forma descoordinada y hemos alcanzado la articulación entre distintas áreas, que en este caso se palpa claramente. Áreas que ponen recursos y que articulan sus esfuerzos para lograr un mismo objetivo.

¿Qué es lo más importante que cambió desde el Ministerio de Educación para que una política como esta sea posible?

Primero y principal, que tenemos recursos como nunca antes, por que hay una decisión política de, efectivamente, asignar a la educación una cantidad de recursos que antes no existían. Eso está plasmado en una ley y, además de los objetivos de esa ley, existe la decisión política para cumplirla. Eso se traduce a la política universitaria, concretamente, en que con la creación de las últimas universidades que hubo, no hay hoy ninguna provincia argentina que no cuente con, al menos, una institución de educación superior en su territorio. Eso da un marco de federalismo y de democratización de acceso al conocimiento que antes no existía. Por otro lado, se produjo básicamente la construcción de una cara distinta del Estado, un Estado más activo que está todo el tiempo viendo cómo llegar cada vez más cerca de la población a la que pretende llegar. Y eso se traduce tanto en la Asignación Universal por Hijo y la política que lleva adelante la ANSES y nosotros desde acá, que pensamos cómo hacer para llegarle al pibe que todavía no ingresó y lo convocamos, no a que estudie cualquier cosa, sino lo que el país necesita.

Hasta hace pocos años, la discusión entre ciencia básica y ciencia aplicada no parecía tener mucho sentido. Para que eso haya vuelto, ¿qué sucedió primero, el cambio en la orientación económica del país o el impulso de la discusión desde la academia?

Sí, hace unos años era discutir el sexo de los ángeles. Creo que son distintos capítulos de un mismo proyecto político. Este proyecto tiene una lógica en el plano económico y en la matriz productiva que propone, y tiene un capítulo educativo que se condice con esa política económica y ese proyecto de desarrollo nacional. Son dos cosas que van de la mano y no las podría pensar disociadas o una como consecuencia de la otra. Son parte de la misma lógica.

¿Qué resultados esperan obtener cuando termine el ciclo de encuentros?

Queremos que los chicos se vayan con más preguntas que con las que llegaron, que puedan ampliar sus inquietudes, que puedan volver a la casa o a la escuela y busquen un libro o incentivarlos a buscar en la computadora más información y que, por supuesto, esto sirva para incrementar la matrícula de las carreras en con las que estamos fomentando que los chicos se involucren más y poder contribuir a ampliar las perspectivas y los horizontes para que, a los que no necesariamente nacieron en una cuna de oro, que los ayude o les abra determinados campos u horizontes. Justamente, uno de los fines de estas jornadas es poder generar un objetivo de igualdad o de equidad según el cual, para ser científico, no se necesita venir de una familia acomodada o de doble apellido. Si ponés el esfuerzo individual, que es fundamental, si tenés determinado talento y, además, hay un Estado que te acompaña y te brinda la oportunidad, lo podés hacer.

¿Creés que las universidades argentinas están a la altura de los desafíos que les presentan, por ejemplo, programas como este?

Sí hay un fuerte acompañamiento por parte del sistema universitario a todas las iniciativas que nosotros tenemos, pero es cierto que los procesos culturales y educativos son más lentos de por sí que los tiempos de la política o de otros ámbitos. De todos modos, vamos generando saldos que van visibilizando algunos cambios, aunque de cara al sistema, a algunas cabezas incluso de algunos de nuestros docentes y de algunos contenidos que se dictan, es necesario profundizar algunas discusiones y tensar más algunas lógicas que todavía imperan en el mundo de la academia.

 

Conocer para ser libres

El programa Ciencia y Soberanía consiste en un ciclo de charlas que investigadores y científicos brindan a estudiantes de los últimos años de escuelas secundarias de la Provincia de Buenos Aires. Es una iniciativa que incluye la participación de varias áreas del estado: el Ministerio de Educación, el CONICET, la empresa ARSAT y la CNEA. Además, el Museo Malvinas es la sede de las charlas.

Las jornadas incluyen charlas de divulgación científica a cargo de los responsables de la Plataforma País Ciencia del CONICET, talleres de ciencias y visitas guiadas al Museo Malvinas y al predio del Espacio para la Memoria y Derechos Humanos, articulados además con la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales dela Universidad de Buenos Aires (UBA) y ARSAT.

La intención es ligar la producción de conocimiento en áreas claves para el desarrollo del país con la idea de soberanía, por eso la elección del Museo Malvinas como sede. Se espera que, hasta fin de año, pasen por el programa cerca de 10 mil chicos y chicas.