Viaje al centro de Atucha I

Por Sebastián De Toma. En U-238 Enero 14.

Para saber de qué manera se aplican las normas y protocolos de seguridad de la industria nuclear, U-238 realizó, en exclusiva, un recorrido por Atucha I. Guiados por personal de Nucleoeléctrica Argentina —la empresa responsable de la operación de las centrales nucleares en el país— pudo conocer, in situ, las medidas de seguridad que conforman el principio de seguridad que guían esta industria, basadas en los conceptos de redundancia, diversidad y segregación.

Es un lugar común hablar de la precisión alemana o del compromiso japonés en el trabajo. Sería, por lo tanto, una verdad de perogrullo usarlos como ejemplos de la seguridad en Atucha I. Pero también sería faltar a la verdad luego de lo ocurrido en Fukushima y teniendo en cuenta los planes alemanes de abandonar la energía nuclear. Entonces, lo correcto sería decir que la seguridad de Atucha es una seguridad muy “nuestra”, en donde lo cortés no quita lo valiente.

Mientras sobre la provincia de Buenos Aires se abatía una insoportable ola de calor, emprendimos un recorrido por la Central Nuclear Atucha I para ser testigos de las medidas de seguridad que allí se toman. Una vez superada la garita de Gendarmería Nacional, sigue la seguridad interna de la planta: una foto, credenciales y, tras un cambio de calzado (por zapatos especiales), se pasa el control de metales y luego la barrera que verifica la radiación con la que uno ingresa.

Todos en la planta, desde los obreros que construyen nuevas oficinas hasta los administrativos, llevan dos dosímetros (cada uno de ellos modelos distintos de diferentes fabricantes) una vez que pasan las barreras. Esto permite controlar la radiación recibida, cuyo límite anual por persona, según lo señalado por la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), es de 20 milisieverts (mSv), o 100 durante cinco años. Pero, ¿por qué dos y con dichas características? Por el principio de seguridad que guía todo lo que se realiza en la planta: las precauciones que se toman deben ser redundantes, diversas y segregadas. O sea: tienen que haber más de una medida de seguridad para cada caso (llegan a ser cuatro en ocasiones), deben venir de proveedores diferentes (o ser sistemas separados) y estar en lugares diferentes (se trata de evitar, por ejemplo, incendios que impliquen la pérdida de equipos que cumplen una misma función, por lo que se intenta que se encuentren físicamente separados unos de otros).

Además, todos los que trabajan en las centrales nucleares, incluso el personal eventual y quienes trabajan en recursos humanos, deben pasar por un curso anual de seguridad. Y, si alguien entra a la planta y no pasó dicho curso, debe calzarse un casco naranja, que resalta entre todos los casos blancos del resto. El casco naranja le indica al personal de la planta que el portador no conoce las medidas de seguridad ni a dónde dirigirse en caso de una situación de emergencia.

El nivel de entrenamiento que recibe el personal está dividido en tres niveles: básico, medio y alto, de tal forma que, de acuerdo con el riesgo radiológico al que puede estar expuesto, se incrementa el nivel de exigencia de conocimiento del trabajador que realiza determinada tarea. Sólo puede supervisar dentro de una “zona controlada” quien tiene el más alto nivel de conocimiento acerca de los riesgos y de las zonas en donde se pueda estar expuesto.

En la industria nuclear existe un concepto muy importante que refiere a la seguridad radiológica. Dicho concepto se conoce como ALARA, que significa “As Low As Reasonably Achievable” o en castellano, “tan bajo como sea razonablemente posible”; es decir que el nivel de radiación al que se expone un trabajador debe ser el mínimo posible dentro de lo razonable. Esto significa que si la ley o la restricción que se autoimpone la empresa que opera la planta me permite llegar a 18 mSv, fenómeno, pero hay que hacerlo recibiendo la menor cantidad de radiación posible. “Quiere decir que si se puede hacer con 9, entonces se hace con 9, sin tener necesidad de llegar a 18. La utilización de las dosis más bajas posibles es un criterio ampliamente utilizado en toda la industria nuclear. Esto significa que, por más que la ley lo permita, la tarea debe ser optimizada de manera tal que la radiación sea la mínima posible”, explica el ingeniero Alejandro Sandá, Jefe de Seguridad y Radioprotección de Atucha I.

Sumadas a estas cuestiones que hacen a la seguridad radiológica de las personas y a la seguridad industrial, de acuerdo con el ingeniero Sandá, “la seguridad nuclear también hace referencia a aspectos de la ingeniería relacionados con la seguridad, que también es básica porque la primera seguridad comienza con el diseño. De acuerdo con los criterios de diseño, el nivel de seguridad de la planta puede ser más o menos seguro. Cuantos más equipos redundantes se coloquen, el nivel de seguridad va a ser más alto. Si se pone un edificio de contención, hay que ver si en ese edificio de contención se pone una simple chapa de cobertura o un recinto totalmente estanco. Incluso, como sucede en nuestro caso, ese recinto puede ser doble: contamos con un edificio de acero y otro de hormigón que lo rodea”.

A lo largo del recorrido, de subir y bajar escaleras, de llegar hasta los subsuelos de Atucha como quien viaja al fondo de la Tierra, aprendimos que la seguridad nuclear se basa en evitar que se produzcan escapes incontrolados de sustancias radiactivas para proteger a los operadores de la central y al público en general. Hay seis barreras de contención de un posible escape de sustancias. La primera de ellas está constituida por pastillas de uranio fabricadas con una cerámica especial altamente resistente (necesario dado que dentro de las pastillas es donde se produce la fisión nuclear) que se introducen en vainas herméticas de zircaloy. Estas vainas conforman la segunda barrera, un elemento combustible, y son introducidas en una vasija que, junto al circuito primario-moderador, forman la tercera barrera. La cuarta barrera es aquella formada por el blindaje biológico: la vasija dentro de un gran muro de hormigón armado que permite que trabajen los operadores sin peligro alguno. Finalmente, la quinta y sexta barrera de contención permiten que tanto la vasija como el blindaje biológico vayan dentro de una esfera de acero que los envuelve y ésta, a su vez, es rodeada de un edificio de hormigón armado con paredes de más de medio metro de espesor. Esto último constituye un segundo blindaje biológico capaz de soportar los mayores impactos del exterior.

Como ya se mencionó, uno de los rasgos distintivos de las plantas nucleares en cuanto a la seguridad está dado por la redundancia de equipos. Esto quiere decir que si para cumplir una determinada función de seguridad son necesarios dos equipos, la central cuenta con tres o cuatro de ellos. Un ejemplo de ello es el hecho de que todos los componentes importantes de una central funcionan por medio de electricidad. Por lo tanto, el suministro eléctrico es de cabal importancia. Atucha I se abastece normalmente por lo producido por su generador principal. En caso de estar fuera de servicio, se puede abastecer de energía eléctrica por dos líneas de 220 kilowatts (KW). Si, a la vez, se perdiesen estas dos líneas, puede abastecerse de otra línea externa de 132 KW. Si esta línea tampoco estuviese disponible, se colocan automáticamente en servicio tres generadores diesel de 1500 KW cada uno. También, cuenta con la posibilidad de conectarse con los generadores diesel de Atucha II. Asimismo, se cuenta con baterías de 220 Voltios y de 24 Voltios para los componentes esenciales.

Durante el recorrido, pudimos ver cómo utilizar el agua del río Paraná para enfriar el agua del circuito secundario del reactor—la que mueve la turbina para la generación de electricidad— y la sala de control. Desde afuera, claro, porque no contamos con la preparación para ingresar en un lugar al que tan solo unos privilegiados pueden acceder. Además de la extrema limpieza de toda la central, vale la pena mencionar los carteles que recuerdan a los trabajadores la actitud que deben tener frente a sus tareas: cuestionadora. “Pensar y ver más allá de la acción para detectar e identificar la presencia de riesgos”, reza uno de ellos, como parte del programa de mejora del desempeño humano que lleva adelante Nucleoeléctrica Argentina.

“Respecto del público —explica Sandá— la seguridad también contempla todo aquello que pueda afectar al medio ambiente. La central nuclear es un proceso industrial y, dentro de ese proceso industrial, usamos elementos radiactivos. Esos elementos radiactivos, ¿pueden interactuar con el medio ambiente? Claro que sí. Entonces, tratamos de controlar todo el nivel de radiación que salga de nuestras instalaciones y hacemos un monitoreo radiológico ambiental. Como dije antes, siempre hay radiación. Nosotros vivimos en un mundo radiactivo, con lo cual lo que analizamos es si el nivel que tiene un fruto o un vegetal está por encima del nivel radiológico ambiental habitual. Hay un programa de monitoraje ambiental que abarca todo el radio de los 10 kilómetros, incluido el río: se toman peces, lecho del río, agua, para analizarlo. Esas muestras que nosotros tomamos son, por un lado, verificadas por el organismo regulador. Pero, a la vez, el organismo regulador toma sus propias muestras independientemente de lo que nosotros hacemos y ellos analizan y comparan con lo que nosotros les dimos. Con lo cual, existe un muy buen chequeo y verificación de cómo funciona la interacción de la planta con todo el ambiente que la rodea.”

En este sentido, la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), el máximo órgano regulador de la industria nuclear en el país, tiene inspectores en la planta de manera permanente que verifican no sólo la información suministrada por Nucleoeléctrica y tienen acceso a la totalidad de la documentación de la planta, sino que también posee distintos organismo en sí que, en el caso de la parte de laboratorio, puede tomar muestras ambientales y hacer sus propias mediciones independientemente de las realizadas por Nucleoeléctrica.

Visitamos todos los recovecos de la Central excepto, por supuesto, las áreas controladas, para las cuales necesitamos permisos y años de estudio. Como quien dice, misión cumplida. Al salir, pasamos todos los controles de seguridad con éxito, incluidos los que miden la radiación. Camino de vuelta a Buenos Aires, es muy difícil no sentir orgullo por cómo llevan adelante las operaciones en Atucha I: profesionalismo y seriedad, pero sin perder esa cordialidad campechana que nos distingue. Lo dicho: lo cortés no quita lo valiente. Seguridad sí, paranoia no.

Controles al por mayor

¿Qué tipo de controles se realizan en la planta?

Tenemos muchos organismos —explica el ingeniero Sandá— que hacen auditoría: auditorías propias de nuestra empresa, auditoría de la ARN. A la vez, tenemos dos mecanismos que no son muy comunes en el resto de la industria: el primero es propio, lo cual significa que más allá del auditor, nuestros grupos de trabajo tienen sistemas de auditoría propios que se llaman Autoevaluaciones y Observación de Tareas. La Autoevaluación es el propio sector —normalmente tres personas, pero pueden llegar hasta cuatro. Incluso a veces invitamos a alguien de la central nuclear de Embalse para que participe–. Observamos internamente un área de trabajo y hacemos un análisis de cómo está funcionando. Aunque no haya algo externo, nosotros mismos verificamos y analizamos cómo está funcionando esa parte, porque es una manera de mejorar su desempeño. Por otro lado, está lo que llamamos Observaciones de Tarea: un jefe va al terreno laboral y hace una observación de media hora, cuarenta minutos, acerca de cómo está trabajando su personal. Posteriormente, se realiza una crítica para buscar la forma de mejorar dicha circunstancia. Normalmente, este tipo de controles no se dan en el resto de las ramas de la industria, pero acá sí se lleva a cabo.

¿Y a nivel externo?

Existen entes que nos regulan, como la Autoridad Regulatoria Nacional, pero también contamos con la presencia de entidades externas. La planta está bajo la Norma IRAM Ambiental, con lo cual tenemos todos los procesos de certificación de la ISO 14000, otro órgano regulador. Como cualquier otra industria, tenemos inspecciones de, por ejemplo, el OPDS (Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible), del Ministerio de Trabajo, de diferentes organismos. Por su parte, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) también hacen procesos de control y auditoría. Y, a su vez, ellos controlan y auditan al organismo regulador de manera tal que dicho organismo cuente con estándares internacionales para llevar adelante su tarea. Otra auditoría realizada por un organismo internacional es la de la WANO (World Association Nuclear Operator), la Asociación Mundial de Operadores de Centrales Nucleares. Nucleoeléctrica Argentina es parte de esa asociación, en la cual hay controles y auditorías en nuestra planta. La auditoría grande, que se hace cada cuatro años, se llevó a cabo en 2012 y vinieron más de 25 expertos, dos por cada área, que estuvieron trabajando durante tres semanas. Por lo tanto, a lo largo de esas semanas, ellos pueden saber perfectamente lo que hacemos, lo que no hacemos, cómo nos llamamos, conocen todos nuestros aspectos. Y son pares nuestros: hacen la misma función que hacemos nosotros en otros países. Entonces, en esas tres semanas ellos nos analizan, nos evalúan y nos dejan sus recomendaciones de mejora. Esas mejoras no son comparadas con Brasil, Estados Unidos ni Francia, sino con aquellos que llaman la “excelencia nuclear”: lo mejor que tiene cada uno de los países que componen esta organización, con lo cual el estándar es muy alto. Esa es la referencia. Todos saben que la excelencia es algo a lo cual tenemos que tender a llegar, pero nunca vamos a llegar ¿Por qué? Porque cuando llegaste a un escalón, esa excelencia cambió y se superó. O sea, cada vez vas a estar más cerca de llegar a la excelencia, a la que se tiende en forma asintótica. Esta auditoria se realiza cada cuatro años y cada dos vienen a verificar si esas medidas correctivas las estás aplicando y cómo. Así que los mecanismos de control y regulación son intensos. Cada cuatro años se hace y cada dos vienen a verificar si esas medidas correctivas las estás aplicando y cómo. Así que los mecanismos de control y regulación son intensos.

1 COMENTARIO

  1. Las lineas de transmisión eléctrica son de 220 KV (kilo-volts) o 220000 voltios. Lo mismo para la de 132 KV o 132000 voltios. La potencia de los grupos si es de 1200 KW. Aflojen con los choripanes que hace confundir de unidades…

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