En U-238 # 24 Noviembre – Diciembre 2016
Octavio Miloni, Secretario General de ADULP. Doctor en Astronomía, científico y docente, el Secretario General de la Asociación de Docentes de la Universidad de La Plata advierte sobre el riesgo de desandar el proyecto de desarrollos científico y tecnológico de los últimos años. “No hay docentes bien pagos sin un proyecto de desarrollo”, subraya.
¿Qué balance hacen de 2016? Fue un año mucho más agitado para los docentes universitarios que lo que venían siendo los anteriores.
El balance es muy negativo. En los últimos años, la agenda gremial que nos organizaba era reivindicativa en términos salariales, pero también propositiva en términos de programas y proyectos para el sector universitario. Hemos atravesado todo este año a la defensiva, tratando de no perder el poder adquisitivo del salario, que perdimos, por otro lado. Así que no queda otro balance que no sea negativo.
¿Era esperable? Dicho esto en función del debate sobre cambios y continuidades que se planteó con el cambio de gobierno.
Nosotros teníamos una caracterización del gobierno clara, que no iba a promocionar una distribución del ingreso justa y equitativa, por su propia concepción y perfil de clase, no podía pasar otra cosa que la que pasó, que favoreciera a los grandes grupos concentrados y no a los trabajadores. Y nosotros, como docentes universitarios, somos parte de ese mundo del trabajo que se vio claramente desfavorecido durante este año. Así que sí, era esto lo que esperábamos.
¿Qué les espera el año que viene, entonces?
Creería que el gobierno nacional, a fuerza de recesión y baja del consumo, va a tratar de limitar los niveles de inflación de este año y, a partir de eso, poner techo a la discusión salarial. El año que viene ya tiene un dato, que es el presupuesto nacional, en el que se estipula un 17% de aumento, nada más, en relación con la inflación que proyectan. En ese sentido, las paritarias van a quedar reducidas a un aspecto administrativo, de sentarse a discutir, pero con poca capacidad de ampliar esa posición y de cambiar la eventual oferta en términos de recomposición salarial. Por otro lado, también vemos la ausencia de políticas estratégicas hacia las universidades nacionales, esto también porque el gobierno nacional no tiene a la universidad pública como el lugar de formación de sus cuadros técnicos, profesionales e institucionales, sino que gran parte de los funcionarios, sino la totalidad, provienen de universidades privadas.
En relación con eso, la investigación científica en Argentina tuvo desde siempre un vínculo muy grande con la universidad pública. ¿Cómo te parece que esta política universitaria puede resentir esa relación?
La verdad es que nos preocupa hacia dónde va a ir la investigación científica en nuestro país. Probablemente se convierta en una tarea más vinculada a objetivos individuales y no colectivos y estratégicos, como pasaba un poco en los años noventa, en los que sí se hacía investigación científica en Argentina, pero lo que no había era una política de estado que, de una manera armoniosa, pudiera combinar los proyectos de carácter individual, que no eran necesariamente proyectos estratégicos de desarrollo nacional, con otra impronta que promueva la investigación para el desarrollo nacional en ciencia y tecnología. Va a quedar el tipo de investigación más de tipo silvestre, donde cada investigador tratará de publicar lo que pueda sobre el tema que investiga y no mucho más. Habrá que ver también cuáles son los presupuestos para el CONICET, tanto para la absorción de nuestros graduados como becarios cuanto para la absorción en el sistema científico y tecnológico de nuestros investigadores formados, una vez que hayan terminado sus estudios de post grado. Tenemos, entonces, dos problemas: uno, cómo ampliar la puerta para que se incorporen al sistema científico nuestros investigadores post graduados y, al mismo tiempo, qué recursos destinamos a que se incorporen a la carrera científica los graduados de la universidad.
Parece haberse creado, en los últimos años, cierta conciencia sobre la importancia de la investigación científica, en especial, entre los investigadores. ¿Te parece que eso puede funcionar como dique de contención ante eventuales cambios de rumbo?
Creo que sí. Tuvimos unos años en los que la expectativa de los investigadores estuvo en alza y eso hace que la vara que se le pone a la política científica sea muy alta. Con los límites de los que se puede hacer en Argentina, hemos demostrado que somos capaces de desarrollar ciencia propia y autónoma, según una agenda propia de desarrollo. Y los investigadores, como ya de alguna manera lo han demostrado, cuando ven que esa posibilidad está por descontinuarse o entrar en un periplo burocrático de políticas de estado o, más bien, de no políticas de estado, empiezan a reaccionar. Porque no sólo hay una vara alta, sino que vivieron una realidad efectiva en la que se pudieron realizar proyectos. Con ese plafón, no creo que los investigadores se resignen a hacer lo que se pueda o a que investigadores queden en la calle, sino que muy probablemente van a salir a luchar.
El escenario de reducción del presupuesto para ciencia en 2017 no es un buen augurio.
Sí, el propio Ministro de Ciencia y Tecnología manifestó su preocupación por eso. Se quedó en el gobierno suponiendo que las cosas no iban a cambiar, pero si no está la plata, una parte grande de la política científica se desinfla. Si no hay recursos, todo va a estar atado a la capacidad que tengan los privados para no sólo desarrollar investigaciones, sino también para formar recursos humanos y absorberlos. Si no hay recursos, eso va a desencadenar inevitablemente en una decadencia del sistema científico argentino.
Aparece el debate, nuevamente, sobre si hay muchos o pocos investigadores en Argentina. ¿Es posible dar ese debate sin explicitar en relación con qué proyecto de desarrollo se lo da?
Nosotros suponíamos que esa discusión estaba saldada, que había una valoración de la ciencia y la tecnología que dejaba atrás ese debate sobre si es mucho o poco. La idea es que la investigación científica siempre es necesaria y, en ese sentido, siempre es poca, de alguna manera. Porque Argentina, además, no ha alcanzado, una soberanía tecnológica completa, ni está cerca de hacerlo, por lo que el desarrollo científico y tecnológico debería ser continuo. Y eso no puede detenerse por esa discusión, que además es falsa en términos conceptuales y que termina por retrotraernos a algo que ya vivimos, que es la dependencia tecnológica de las potencias que desarrollan tecnología de punta, en una línea que tiene más que ver con una concepción de mercado que de desarrollo.
¿Te parece que los gremios docentes abordan conscientemente esa discusión o están más corridos por la coyuntura?
Creo que la agenda, en términos generales, de los docentes universitarios no disocia lo estrictamente gremial del aspecto más conceptual, el que nos hace pensarnos como parte del sistema en el que se crea conocimiento. Me parece que para esa agenda no es ajeno el problema de la ciencia, la tecnología y la educación y no está eclipsada sólo por lo salarial. Como trabajadores de la educación y de la ciencia, cada elemento de nuestra agenda es parte de un todo, que es el sistema educativo, científico y tecnológico, que es en el que nos desarrollamos y en el que, además, ponemos nuestra fuerza de trabajo. Con lo cual la parte salarial está atada al destino del proyecto general. No es posible tener docentes bien pagos cuando no hay un proyecto de país y de desarrollo.
¿Cómo sienten el apoyo del sistema universitario en ese debate?
Hay de todo. Pero también es cierto que todas las universidades se vieron favorecidas durante los últimos años, tanto por el crecimiento de la matrícula estudiantil como de cargos docentes y no docentes y, por lo tanto, no deberían poder esquivar el tema. Muchas universidades, por su tradición, porque tienen cientos de años de historia y un acervo propio, pueden campear alguna situación de adversidad. Lo que es preocupante es que el sistema universitario argentino es mucho más que eso, hay 55 universidades ahí y algunas van a depender muchísimo de estas decisiones para poder sobrellevar su desarrollo y su consolidación como universidades nuevas.