El último domingo, los ciudadanos de Suiza aprobaron en referéndum un ambicioso plan de reforma que prevé llevar a cabo una transición desde la energía atómica hacia otras fuentes de energía renovables.
Este proyecto prohíbe la construcción de nuevas centrales y prevé el cierre paulatino de las instalaciones activas en el territorio suizo. Según los datos de votación, 58,2 % de la población apostó por este plan, mientras que solo 4 de los 26 cantones del país helvético votaron en contra (Argovia, Glarus, Obwalden y Schwyz).
Estos resultados autorizan al Gobierno para que empiece a implementar medidas a partir de enero de 2018. Este supondrá un incremento de las inversiones en el desarrollo de fuentes de energía alternativas y un veto total a la construcción de nuevas centrales nucleares en el país europeo.
Si bien no se han revelado todavía los detalles de cómo se desarrollará esta transición, el programa supone la explotación creciente de la energías hidroeléctrica, solar, eólica, geotérmica y biomasa. Uno de los principales objetivos de la reforma consiste en reducir el consumo medio de energía por persona en un 43% en 2035 en relación al registrado en el año 2000.
A pesar de que la mayoría de los suizos votó a favor del cambio, hay quienes se oponen y afirman que la reforma resultará muy cara y exigirá tanto una importante financiación del presupuesto estatal como inversiones de los ciudadanos. Según calcularon, cada familia tendrá que pagar más de 3.000 dólares adicionales al año como consecuencia del plan.
Actualmente, Suiza posee cinco centrales nucleares en funcionamiento que producen 22,1 terawatios anuales (aproximadamente un tercio de las necesidades del país) y podrán seguir funcionando mientras cumplan la normativa de seguridad. Deberán cerrarse en un plazo de 20 o 30 años.