Por Josefina Molinari, responsable de Relaciones con la Comunidad del PRAMU
Desde que la energía nuclear vio renovado su impulso debido a la crisis energética y el cambio climático producto del calentamiento global, la comunicación se ha vuelto un verdadero desafío para el sector, en particular en lo que refiere al tema ambiental que, como tal, aún no despierta gran interés en la ciudadanía. Elevar el nivel de conocimiento sobre estos temas a través de canales de comunicación efectivos y permanentes son aspectos esenciales para lograr el éxito de los programas de comunicación y su difusión.
La energía nuclear, desde su nacimiento a principios de la década del 50, siempre tuvo voces a favor y en contra respecto de su funcionamiento y utilidad. El boom en medio de la crisis del petróleo de 1973 hizo que muchos gobiernos invirtieran en la generación nucleoeléctrica de energía, lo que trajo consigo la creación de movimientos antinucleares nacionales e internacionales y, luego del accidente de Chernobyl en 1986, se generó una gran desconfianza de la sociedad hacia la actividad nuclear en general.
Pero ante una nueva crisis energética, el calentamiento global y los avances tecnológicos llevaron a que muchos países decidieran relanzar su plan nuclear y empezar a construir nuevos reactores o la prolongación de su vida útil a finales del siglo XX. Todo esto acompañado por el boom de la temática ambiental, lo que generó un nuevo punto de análisis y trabajo en la actividad.
A su vez, se tuvo que enfrentar una nueva crisis el 11 de marzo de 2011 cuando Japón sufrió primero un terremoto y luego un tsunami que afectaron a las centrales nucleares de Fukushima. La energía nuclear volvió a estar en el centro de la opinión pública, lo que generó que las oficinas de comunicación, de Organismos y empresas relacionadas con la industria, tuvieran que analizar las dificultades actuales, qué pasa en el entorno y se vieron obligadas a contar con un plan que respondiera con hechos las inquietudes que tienen las personas sobre los diversos usos de la energía nuclear en la vida cotidiana, incluida su seguridad y protección hacia el ambiente.
A partir de este acontecimiento, se puede contar con un amplio análisis de las repercusiones y decisiones de los países sobre esta industria: algunos han optado por abandonar el uso de reactores para generar electricidad y otros, como Argentina que desde agosto de 2006 cuando se lanzó el Plan de Reactivación Nuclear para fines pacíficos, decidieron dar continuidad a esta actividad confirmando así que el desarrollo de nuestro programa de energía nuclear está basado en los más altos estándares que regulan el área. Los puntos del plan están hoy consolidados y otros a punto de concretarse, como la Central Nuclear Atucha II.
Como comunicadores, nuestro desafío consiste en elevar el conocimiento que el público tiene a partir de lo que las audiencias esperan sobre nosotros y luego, llegar a un balance para actuar y generar herramientas en base a eso. No existen recetas, la comunicación avanza a grandes pasos y debemos estar preparados para trabajar en un ambiente cambiante, poder sintonizar con las expectativas de la comunidad y cumplir con ellas.
El desafío por delante: el ambiente
La temática ambiental a nivel mundial es relativamente joven. La legislación ambiental argentina se vio influenciada por los hechos y movimientos que surgieron y ocurrieron, a nivel mundial, hace cincuenta años, a finales de la década de los 60 y principios de los 70.
Ello derivó en la incorporación de la temática en legislaciones provinciales desde el regreso de la democracia en 1983 y luego en el dictado de normas nacionales a partir de la reforma constitucional de 1994. De esta manera, los temas ambientales se incorporaron en las agendas de los medios, del público y, desde la gestión de la comunicación gubernamental, comenzó a poner a disposición de las comunidades las políticas que reflejan su compromiso con el ambiente, la seguridad y las personas.
La preocupación ambiental en la Argentina podría tener fecha de inicio con la reforma de la Constitución Nacional en 1994, donde se consagró expresamente el derecho a un ambiente sano y equilibrado. Con la sanción de la Ley Nacional 25.675 “Ley general del ambiente” se establecieron los principales rasgos para dictar los presupuestos mínimos y lograr un desarrollo sustentable.
Cabe destacar que se incorporaron instrumentos de política y gestión ambiental como el ordenamiento ambiental del territorio, la evaluación de impacto ambiental del proyecto, el acceso a educación e información ambiental por parte de todos los habitantes del país.
Un punto muy importante es la participación ciudadana mediante audiencias públicas como instancia obligatoria, aunque no vinculante. Mediante esta instancia se les ofrece a la comunidad, a las Organizaciones de la Sociedad Civil y a las autoridades gubernamentales la posibilidad de conocer y ser parte de un proyecto, la conveniencia de las distintas opciones y los impactos que pueden tener en el ambiente.
Por lo que es necesario que las personas que trabajan en las áreas de Comunicación conozcan en detalle el proyecto a presentar ya que no se puede hacer comunicación sin conocer el problema. Es un trabajo interdisciplinario y transversal. Además, se deben establecer canales de comunicación efectivos y permanentes, como los elementos para el éxito de los programas de comunicación y su difusión.
Se debe enfatizar en la gestión de un constante flujo de información hacia y desde la ciudadanía a partir de una construcción colectiva del ambiente. En la práctica, esto se logra con canales de comunicación permanentes con los ciudadanos y sus instituciones, actividad que debe encarar el área de comunicación con el apoyo de las autoridades y su operativización a través de los marcos actuales, como el acceso a la información ambiental, eventos y charlas con la comunidad y capacitación. Cuanta más confianza, mejor comunicación habrá y eso sólo se genera con hechos y acciones concretas de comunicación: se debe escuchar a nuestra audiencia.
El papel de los medios de comunicación
Los periodistas que en un medio de comunicación se en cargan de los tópicos ambientales y científicos tienen que enfrentarse con algunos problemas tales como la falta de interés por parte de los editores para publicar estas noticias y, principalmente, con la complejidad de poder entender tecnicismos propios de las ciencias duras para que las personas puedan comprender la problemática en cuestión.
Las temáticas ambientales y científicas son muy particulares aun en el país ya que la información y percepción pública que hay todavía no produce un gran interés en la ciudadanía, resulta difícil de entender y, salvo que perturbe la vida de las personas o su sentimiento, no despierta una actitud proactiva.
Divulgar temas científicos es un desafío frente a otras temáticas. Podemos recurrir a los tres argumentos de John Durant para justificar la comunicación de temas científicos en función de los intereses del público. En primer lugar el argumento cultural, ya que las personas merecen saber qué está pasando. En segundo lugar el argumento práctico, porque nuestra vida cotidiana está influenciada por los avances tecnológicos y, por último, el argumento político, porque la calidad de una democracia depende de una adecuada comprensión por parte del público de los problemas a resolver, entre ellos los científicos y ambientales.
Estos puntos nos marcan la agenda que las áreas de comunicación debemos trabajar en el acceso a la información sobre proyectos e investigaciones, el seguimiento de las notas publicadas, tener contacto con los periodistas especializados y manejar los tiempos del tratamiento de la información: brevedad, lenguaje coloquial y que el tema resulte atractivo. La divulgación tiene que empezar por casa para luego extenderse fuera del ámbito de la empresa o institución.
La estrategia de comunicación del PRAMU
Uno de los proyectos ambientales que encara la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) es el Proyecto de Restitución Ambiental de la minería del Uranio (PRAMU) que tiene como objetivo remediar aquellos sitios donde hubo actividades ligadas con la minería del Uranio (Malargüe, Huemul, El Chicón, Los Gigantes, Tonco, La Estela, Pichiñan y Los Colorados) como parte de este trabajo se diseñó una estrategia integral de comunicación para acompañar los trabajos de remediación de los sitios que tiene bajo su responsabilidad, y la implementación de un conjunto de acciones encaminadas a fomentar el apoyo de diversas audiencias antes, durante y después del inicio de los trabajos de remediación.
Para nosotros es relevante y sustancial lograr el involucramiento y la participación de las comunidades implicadas en los pasivos ambientales producto de la extracción y procesamiento de uranio existentes para desarrollar acciones que mejoren el ambiente y eviten el perjuicio del mismo. El acuerdo y el consenso son algunas de las principales garantías y fortalezas para el desarrollo y la sustentabilidad de dichas acciones. Las poblaciones que pudieran sentirse afectadas o interesadas por este proyecto en los distintos sitios en que se deban llevar adelante los procesos de gestión y remediación, presentan características distintas siendo el nivel de información e involucramiento con los temas ambientales diferente en cada sitio. Por este motivo, se debe adaptar una estrategia para cada lugar.
Como en toda estrategia de comunicación debemos contar con distintas etapas: la primera es la de investigación y diagnóstico a través de la cual se busca recabar información básica que permita construir —sobre una base sólida— un programa a largo plazo que guíe y dé dirección al posicionamiento de la iniciativa en su conjunto.
A partir del análisis de la información existente y de las oportunidades, debilidades, fortalezas y amenazas identificadas, se estaría en condiciones de avanzar en la segunda etapa del proyecto, es decir, en la creación de la estrategia y el diseño del programa de posicionamiento. Esta etapa incluiría los siguientes elementos: definir las audiencias, los mensajes claves y el diseño de las herramientas y tácticas básicas de comunicación para su posterior implementación.
La etapa de monitoreo suele ser la última en una estrategia de comunicación. No obstante, su importancia no debe ser soslayada ya que permite medir los resultados de la estrategia de comunicación que se está implementando. En este sentido, es en esta etapa cuando se logran observar objetivamente los cambios preceptuales y de comportamiento que ha podido generar el esfuerzo comunicacional.