Por Laura Cukierman. EN U-328 Septiembre 13
Hace veinte años en el Centro Atómico Bariloche la CNEA creó el Grupo de Física Forense, cuyas técnicas absolutamente renovadoras ayudaron a la Justicia a resolver casos emblemáticos. Rodolfo Pregliasco, su director y uno de sus fundadores, nos cuenta de qué se trata esta suerte de detectives científicos hechos en Argentina.
La Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1948, contiene un artículo que establece que todos los habitantes tienen el derecho “a compartir los progresos científicos y sus beneficios”. Muchas veces este concepto queda sólo como una mera intención declarativa. Otras, en cambio, se lo puede ver aplicado en forma concreta: el conocimiento científico y tecnológico como herramientas fundamentales al servicio de la sociedad.
Es el caso del Grupo de Física Forense de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) que funciona en el Centro Atómico Bariloche. El doctor en Física Rodolfo Pregliasco, junto con Ernesto Martínez, fue el responsable de dar origen a ese proyecto que lleva más de dos décadas trabajando y cuyos aportes fueron determinantes para la resolución de importantes casos judiciales.
Su pericia más famosa detectó cómo mataron a Teresa Rodríguez en Cutral-Có, analizando el eco de los disparos, y luego utilizaron esa misma técnica en el caso de la masacre de Avellaneda, para determinar de dónde salió la bala que mató al militante social Maximiliano Kosteki. Y también colaboraron en las causas de Miguel Brú y en la de la Masacre de Trelew.
“Nunca nos planteamos hacer un grupo de Física Forense, simplemente sucedió. Hace unos 20 años, a un juez se le ocurrió que podía consultar a la gente del Centro Atómico Bariloche para analizar un accidente de tránsito. Esa consulta recayó en Ernesto Martínez, y esa primera sorpresa de descubrir para qué podemos ser útiles los físicos y de la satisfacción que eso despierta fue el impulso que arrastró muchas decisiones”, recuerda Pregliasco.
“Muchas iniciativas se generan desde lo institucional y luego se completan consiguiendo el personal apropiado, pero nuestra realidad comenzó al revés, como un hobby obcecado para ocupar el tiempo libre de un par de físicos. Con el tiempo hizo falta ponerle un marco a esa actividad y buscarle un lugar en la institución.”
La tarea de este grupo de investigadores no es nada sencilla. La física forense aplica métodos de investigación científica que aportan datos verosímiles en una discusión judicial, en el marco de un proceso legal. Casi como auténticos detectives, los miembros del Grupo de Física Forense investigan nuevas técnicas que proporcionan pruebas concluyentes en las causas estudiadas. Rodolfo Pregliasco explica de esta forma que su trabajo “consiste en desarrollar las técnicas que necesitamos para resolver un problema. Existen técnicas establecidas para resolver problemas judiciales, pero nuestro interés es justamente buscar aquellos problemas en los que haya que desarrollar un elemento nuevo”.
De esta forma, el Grupo de Física Forense debe convivir y compartir trabajo con quienes desconocen por completo el universo científico. A veces son vistos como “bichos raros”, incluso por los mismos pares cuyo trabajo no los obliga a cruzar los muros del mundo académico. Un desafío doble, entonces, el de hacerse entender, tanto desde afuera como dentro de ese campo.
“La comunicación es una tarea imposible, construida sobre la base del malentendido. Como físicos hemos trabajado lo suficiente en este ámbito, que empezamos a pensar un poco raro para el resto de los físicos, con los que nos cuesta un poco la comunicación. Con los jueces y otros operadores judiciales, los abismos que hay que cruzar son aún más grandes. Los informes que escribimos tienen que tener la capacidad de ser taxativos y concretos, contener buena divulgación científica pero, a la vez, debe contar con toda la precisión que requiere un trabajo para que sea revisado por pares. Con el resto del ambiente pericial tenemos tal diferencia de formación que también hay dificultades de comunicación. El desafío es hacer escuela para poder difundir los avances que vamos haciendo en nuestros trabajos”, explica Pregliasco.
“La recepción en el ambiente judicial es dispar. No necesariamente somos tenidos en cuenta ni se logra distinguir la calidad del asesoramiento, pero creo que de a poco se va reconociendo el trabajo bien fundamentado. La ciencia introduce en el ambiente judicial una razón diferente de la de los abogados, establece límites a lo que puede haber sucedido en la realidad, y esos límites son muy determinantes: en ningún caso se pueden violar las leyes de la física”.
Teresa Rodríguez en Cutral–Có y la masacre de Avellaneda
Neuquen, 1997. Se desarrollan en Cutral-Có los primeros cortes de ruta que se extienden durante varias semanas seguidas. Hay enfrentamientos entre manifestantes y policías. Se escuchan disparos. Una bala termina con la vida de la empleada doméstica de 25 años Teresa Rodríguez. El hecho está filmado, hay imágenes en donde se la ve caer a Teresa Rodríguez y hay fotos de los policías reprimiendo.
Sin embargo, no se podía determinar quién había disparado. “Willy” Pregliasco y Ernesto Martínez vieron muchas veces los videos grabados pero no lograban identificar nada. Faltaba información. Entonces, Ernesto Martínez propuso escuchar en lugar de ver las grabaciones. Y esa idea fue reveladora. Investigaron el sonido y con ello descubrieron que el patrón de eco de cada disparo era muy distintivo. La estructura de ecos es como una huella digital del lugar de donde proviene el estampido. Realizaron una experiencia con petardos en el lugar del hecho para identificar de dónde había provenido el disparo. Tomaron un plano del lugar en donde se había producido el hecho y trazaron las elipses que correspondían a los diferentes posibles ecos cuando se explotaban los petardos. Con esa técnica pudieron ubicar los disparos sobre la base de la información acústica registrada en el video. En función de eso, lograron determinar de dónde había salido el disparo que había matado a Teresa Rodríguez.
Muchos años después, esta novedosa técnica permitióidentificar la bala que asesinó al piquetero Maximiliano Kosteki durante la masacre en el puente Avellaneda en 2002. También entonces, los estudios realizados se basaron en el análisis de los ecos de los disparos que quedaron grabados en las bandas de sonido de videos que lograron capturar imágenes de la represión.
Los casos de Teresa Rodríguez y Maximiliano Kosteki son ejemplos acabados de la contribución directa que realiza el Grupo de Física Forense a la sociedad en aquellos casos en los que se busca justicia. El director del Grupo se resiste un poco a considerar esto como una “devolución” que realiza la ciencia al aporte que le diera anteriormente la sociedad. “Quiero pensar que es apenas un ejemplo.
Me parece una idea triste la de que ‘el científico debe devolver a la sociedad lo que la sociedad puso en él’. Eso describe un intercambio de tipo comercial, cuando en la realidad hay mucho más que eso. Lo que encontramos es que al resolver un problema que nos interesa y nos preocupa es cuando aparece una física estimulante e inspiradora. Tomar los problemas de la sociedad no con el interés de dar servicio, sino agregarle la dimensión de la inspiración, del intercambio, de la comunicación y de producir efectos en la realidad. Somos nosotros los que recibimos en ese intercambio. Por eso, no me convence la perspectiva del ‘servicio’”, afirma este científico que además cuenta que eligió este camino “porque quería entender todo. Quería saber secretos y me gusta la naturaleza.
La física es interesante porque no está definida por el objeto de estudio sino por ciertas metodologías, no muy fáciles de definir. La física es como el resto de las cosas, lo que quedó más indeterminado. Por eso parece que pudiéramos colaborar en tantos campos”.
A veinte años de haber iniciado este camino, el Grupo de Física Forense se sigue reconociendo como un pequeño grupo de investigación que conserva aquel espíritu que los llevó a aceptar trabajar en un campo tan particular.
“Somos un pequeño grupo de gente trabajando en Bariloche, con recursos muy limitados. Pero sin duda la demanda del sistema Judicial sobre el mundo académico será cada vez mayor y mi esperanza es que nuestra actividad incite a que otras universidades y centros de investigación hagan sus propios trabajos. También espero que lo que hacemos despierte inquietudes para que otros investigadores se animen a volcar su conocimiento a problemas más concretos que, a pesar de que puede costar mucho hacerlo, nuestro caso resulta ser un ejemplo interesante. Tengo poca perspectiva para pensar la gestión científica y me cuesta imaginarme cuál sería el escenario soñado. Creo que lo mejor surgirá si logramos continuar como empezamos: de puro gusto”, define Pregliasco.
Y ojalá así sea, porque la tarea que lleva adelante el Grupo de Física Forense es sumamente necesaria a la hora de ayudar a implementar nada más ni nada menos que Justicia en la sociedad. Una enorme responsabilidad. “La realidad es menos encantada: con nuestro trabajo asesoramos a los jueces, pero no resolvemos el caso ni aplicamos justicia. Por ejemplo, en el caso de Teresa Rodríguez, muchas cuestiones prescribieron y no sé hasta qué punto se puede considerar que se hizo ‘justicia’. Nuestra colaboración es cierta y útil, pero no constituye justicia por sí misma: requiere de la interpretación y concurso de abogados y jueces para que eso ocurra. Creo que lo que hacemos es agregar otra racionalidad a la discusión. No es mucho más que eso, pero no es poco”, dice Pregliasco. Y tiene razón.
Nuestros CSI argentinos
Fue tan importante y significativo el aporte que realizaron con su trabajo que tuvieron una repercusión totalmente ajena al campo científico. Los guionistas de la popular serie CSI —protagonizada por investigadores forenses— leyeron sobre la técnica de balística y utilizaron ese sistema en uno de sus capítulos. Sin embargo, Pregliasco dice que ellos nada tienen que ver con estos famosos detectives de televisión. “No somos ni tan eficaces, ni tan rápidos, ni tan lindos como los de CSI. No dirigimos una investigación judicial. Somos consultados a veces. Si hay otro que sabe más, cedemos el lugar. Pero, puesto a elegir una serie de investigación criminal, prefiero la serie inglesa Sherlock: actuamos desde fuera del sistema, somos gente rara, nos comprometemos con el trabajo, nuestra oficina es un desorden.”