Por Ernesto Gallegos. En U-238 Enero 14
Hace 60 años, los pioneros de la minería de uranio encontraron en la provincia de La Rioja un enorme potencial para alcanzar uno de los principales objetivos de la CNEA desde su fundación: el dominio de la obtención de dicho elemento en suelo argentino. Sin embargo, hacia la década del 70, los planes fueron alterados y el Estado se retiró de dicha actividad. Treinta años más tarde, la actividad se vio favorecida con el anuncio del Plan de Reactivación Nuclear, durante el gobierno de Néstor Kirchner, en 2006. Actualmente, la Regional Centro de la CNEA cuenta con su principal proyecto de prospección y exploración en la provincia de La Rioja.
En ediciones anteriores hemos tratado diferentes aspectos —histórico, económico, ambiental— de la minería del uranio. Esta actividad se encuentra a mitad de camino entre la actividad nuclear, la minería tradicional y la necesidad (¿moderna?) de desarrollarse con una licencia social. No sólo eso: la minería del uranio es el primer y fundamental paso para dominar —y poseer internamente— el ciclo completo de la energía nuclear. Argentina supo dominar este ciclo completo, y hoy en día son muchos los esfuerzos para sostener ese status.
El origen
Ya en el momento de la fundación de la Comisión Nacional de Energía Atómica, en 1950, se planteó, como uno de los objetivos primordiales, el de dominar la obtención de este elemento dentro del territorio argentino. Organizados en “comisiones geológicas”, los pioneros de la minería del uranio en Argentina identificaron en la provincia de La Rioja un potencial enorme. Con un grupo de trabajo instalado en Chilecito, se ordenaron tareas de prospección y exploración en toda la provincia. Estas tareas permitieron la identificación de la Mina Don Victorio (luego renombrada San Sebastián). Se trató de un yacimiento muy importante en la primera etapa de crecimiento de la actividad nuclear en nuestro país, que aportó 16 toneladas de uranio metálico solamente en la década del 50. La Delegación Noroeste de CNEA (asentada en Chilecito) fue cerrada en 1959 y su personal fue trasladado a la Delegación Regional Centro, desde donde se continuaron intermitentes esfuerzos por reflotar la actividad minera en La Rioja, hasta su suspensión definitiva hacia fines de la década del 70. Una vez que el Estado se hubiera retirado de hecho de la exploración y explotación de uranio, la actividad se mantuvo congelada hasta que en 1994, y con el cambio constitucional y del Código Minero, se permitió al sector privado —a través de inversores nacionales o extranjeros— participar de la minería del uranio. Al dejar de tratarse de un metal “estratégico”, se desreguló de alguna manera su explotación, aunque tuvieron que pasar varios años más hasta observarse una reactivación real.
El regreso
Tuvieron que pasar muchos años, muchos gobiernos y diversos vaivenes sociales y políticos en La Rioja y en Argentina para que la actividad, que había florecido en los años 50, tuviera otra oportunidad. En la última etapa de la presidencia de Néstor Kirchner, el Ministro de Planificación Federal Julio de Vido anunció el llamado “Plan de reactivación nuclear argentino”. Este ambicioso proyecto planteaba la necesidad de alcanzar una serie de hitos entre los que se encontraban finalizar la construcción de la central nuclear Atucha II, investigar la posibilidad de construir una o varias nuevas centrales nucleares, extender la vida útil de la central Embalse, construir un prototipo de reactor CAREM (planta nuclear de baja potencia de cuarta generación), poner en marcha una planta de producción de agua pesada, reanudar las actividades de enriquecimiento de uranio en el Complejo Tecnológico Pilcaniyeu, entre otros compromisos. En el Plan se le encomendó también a la CNEA, a través de su Gerencia de Exploración de Materias Primas, una serie de objetivos estratégicos: 1) Incrementar los Recursos Razonablemente Asegurados (RRA), que propendan al abastecimiento de uranio nacional para las centrales nucleares existentes y a construir durante el período 2010-2019, y a garantizar reservas; 2) Incrementar los Recursos Inferidos (RI) en los depósitos minerales conocidos y en áreas en exploración; 3) Incrementar el conocimiento sobre el potencial geológico uranífero del país.
Se parte de la premisa de que Argentina ha demostrado, a lo largo de generaciones de investigadores y de actividad minera, que tiene reservas comprobadas de uranio, pero como sostiene el geólogo Juan Álvarez, Subgerente de la Regional Centro de la CNEA, “nuestro país (…) no es un país uranífero como Brasil, Canadá, Rusia o Australia, donde los yacimientos son del orden de decenas y centenas de miles de toneladas de uranio”. Sobre esa base, los especialistas de la CNEA identificaron (al igual que se había hecho en el pasado) el potencial de la provincia de La Rioja.
Desde la ciudad de Córdoba, la Regional Centro de CNEA lleva adelante estudios de geología del uranio, incluyendo la factibilidad, prospección y exploración de minerales nucleares en su región, y estudia la posibilidad de explotar estos minerales en diferentes cuencas, sierras y sistemas. En materia de prospección y exploración, el principal proyecto de la Regional Centro se encuentra en La Rioja, donde se está avanzando sobre la experiencia desarrollada 60 años atrás. Álvarez destaca que “al retomarse los estudios en La Rioja en 2005, 2006, la primera información obtenida fue que todas las áreas donde la CNEA había explorado, en las décadas del 50, 60 y 70, estaban en manos de empresas privadas, por lo tanto fue necesario buscar nuevas áreas donde no se había explorado anteriormente y se disponía información potencial positiva y que, al mismo tiempo, estuvieran libres, es decir, sin pedimento por parte de otras empresas mineras, lo cual era complicado en virtud de que casi la totalidad de la provincia se encontraba cubierta por pedimentos mineros privados”. En 2007, la CNEA logró su primera propiedad minera de esta nueva era en la provincia. Se trató del cateo “El Gallo”, ubicado en el departamento de Sanagasta y con una superficie de 6.561 hectáreas. Este primer cateo se mantiene en status de “reserva”, ya que se ha comprobado una importante cantidad de uranio, pero su producción no es económicamente viable.
En minería se denominan “cateo” a la figura jurídica de la exploración minera, que puede ser adquirido por empresas públicas o privadas luego de tener aprobado un informe de impacto ambiental. Desde 2007 en adelante, la CNEA solicitó una cantidad de cateos más a “El Gallo”, por una superficie equivalente a las 40.000 hectáreas. Algunos de estos cateos, por ejemplo los cateos “Noya”, han sido desestimados por no verificarse un potencial para la explotación de uranio. Entre los más promisorios, se encuentran los cateos “Miguelitos” (sobre los cuáles no se ha podido trabajar) y los cateos “Donatos”. Sobre estos últimos se concentró la actividad exploratoria a través de la cual se ha llegado a resultados preliminares muy promisorios, según el Subgerente de la Regional Centro de la CNEA.
Más recientemente, en 2012 y 2013, se volvieron a incorporar cateos, incluido el cateo “Lucero” en el extremo Noreste de la Sierra de Velasco, que cubrió una superficie aproximada de 10.000 hectáreas, donde se han encontrado indicios de mineral de Uranio.
Con respecto a los aspectos políticos, sociales y legales que afectan de diversos modos la actividad minera en otras provincias, Álvarez rescata la posibilidad de realizar la actividad en La Rioja: “Un aspecto positivo y no menor que conviene recalcarse, si tenemos como objetivo producir uranio, es que la legislación de la provincia de La Rioja permite, hoy, llevar adelante proyectos mineros y ponerlos en producción, cosa que no ocurre en muchas provincias argentinas que poseen legislaciones que prohíben o condicionan la puesta en marcha de cualquier proyecto minero, más allá del debido cuidado del medio ambiente. No obstante ello, existen, como en todos lados, grupos antimineros que pueden confundir, mentir y mal informar a la población para ponerla en contra de los proyectos”.
El futuro
La actividad de CNEA se mantuvo alejada de la provincia de La Rioja entre 1978 y 2007. Si bien su regreso es reciente, lo hecho hasta ahora permite darnos una idea de la magnitud e importancia del desarrollo que tiene por delante la minería del uranio en La Rioja. A la luz de nuevas interpretaciones y tecnologías, toda la información recaudada durante el siglo XX debe ser reinterpretada para comprender más ajustadamente la naturaleza de las manifestaciones ricas en uranio, algunas de las cuales son conocidas hace más de 50 años. Si bien aún no se han podido explorar en detalle los cateos “Miguelitos” en Famatina por conflictos todavía no resueltos, se trata de un área que podría contener importantes depósitos de uranio, y por lo tanto se depositan allí muchas de las expectativas de la actividad. En palabras del geólogo Juan Álvarez, “a pesar de todo ello y en función de los datos disponibles se puede decir que la provincia y las áreas en exploración presentan un buen potencial para contener yacimientos del orden de las 1.000 toneladas de uranio”. Estos valores son más que alentadores y nos permiten soñar con volver a tener el ciclo nuclear completo (desde el mineral hasta la generación eléctrica) en nuestro país.