Por Ernesto Gallegos
Mendoza es una de las provincias con mayores reservas uraníferas del país. Por eso, en los años 50, la CNEA emplazó allí el Complejo Minero Fabril San Rafael, dependiente de dicho organismo. La actividad minera y el trabajo de concentración y purificación de uranio avanzaron rápidamente en la provincia. Sin embargo, en los 90, la actividad del CMFSR fue abandonada. A partir del lanzamiento del Plan Nuclear Argentino, se buscó reactivar el Complejo que cuenta, en la actualidad, con grandes perspectivas de desarrollo.
La actividad nuclear en Argentina tiene muchas aristas y muchas realidades regionales. Aun así, algunas constantes atraviesan esa rica historia de forma transversal y en todas sus caras: la era de oro en las décadas del cincuenta, sesenta y setenta, el desmantelamiento neoliberal en los años noventa y el resurgimiento de la mano de un Plan Nuclear Argentino a partir de 2006. La minería del uranio no fue la excepción a estos vaivenes de la historia. En notas anteriores tuvimos oportunidad de conocer la historia de la minería del uranio en Argentina, así como su desarrollo actual y perspectiva futura, incluso las nuevas técnicas y programas de manejo de residuos. En esta oportunidad nos centraremos en una institución histórica dentro del desarrollo nuclear argentino: el Complejo Minero Fabril San Rafael (CMFSR), ubicado en la provincia de Mendoza.
Originalmente, el CMFSR se emplazó como una instalación que dependió directamente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) entre la década del setenta y mediados de los noventa. Durante 22 años, el CMFSR se ocupó ni más ni menos que de abastecer la totalidad de uranio utilizado por las centrales y reactores nucleares de Argentina, tanto para la generación de electricidad como la producción de radioisótopos con fines medicinales.
Pero la historia del uranio en San Rafael empezó antes de la creación del CMFSR, incluso antes de la creación de la CNEA. El uranio fue descubierto en la provincia de Mendoza en 1946 en dos minas llamadas “Soberanía” e “Independencia”. De la mano del desarrollo impulsado primero por la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) y luego acompañado por la CNEA, Mendoza se convirtió rápidamente en una de las provincias con mayores reservas uraníferas de Argentina, junto con Chubut. Durante la década del cincuenta, con un mundo en el que recurso del mineral de uranio escaseaba, la CNEA decidió encarar las primeras tareas de concentrar este elemento, dentro de la misma provincia en la que se habían encontrado importantes reservas minerales: ese fue el puntapié inicial para el emplazamiento del CFMSR. En cuanto al desarrollo institucional y la formación de recursos humanos, cabe destacar el trabajo conjunto de la UNCuyo y la CNEA para la creación del Instituto Balseiro, que el año próximo cumplirá sus primeros 60 años de vida.
El desarrollo de la actividad minera y la concentración y purificación del uranio avanzó rápidamente en Mendoza. Se sumaron nuevos yacimientos ricos en este elemento, entre los que cabe destacar las minas Huemul y Cerro Mirano en la zona de Malargüe, y el distrito Sierra Pintada. La producción minera de Sierra Pintada comenzó a mediados de la década del setenta, utilizando nuevas técnicas y una escala fabril orientada a obtener y concentrar el uranio en un yacimiento que presentaba menor concentración que los anteriores, pero con la ventaja de tratarse de un volumen superior a lo anteriormente explotado. Esta actividad representó un desafío técnico y económico para el CMFSR, la provincia de Mendoza junto con participación técnica de la CNEA acompañaron ese esfuerzo con la creación de la empresa Nuclear Mendoza Sociendad del Estado (NMSE).
En la década del noventa, y de la mano del resto de las políticas públicas encaradas por el gobierno nacional, el modelo neoliberal fue dejando de lado las instituciones tecnológicas, el desarrollo científico y la búsqueda de la soberanía energética. La gestión del gobierno de Carlos Menem privilegió la compra de uranio en el mercado internacional, de un menor costo que la producción local, llevando lentamente a un abandono de las actividades e instalaciones dedicadas a la producción local de este elemento. La actividad del complejo minero Sierra Pintada y el procesamiento que se realizaba en el CFMSR fueron abandonados. Estas decisiones tuvieron sus versiones locales en cada lugar donde la CNEA desarrollaba la actividad nuclear en Argentina durante los noventas, viéndose reducida a su mínima expresión. La empresa NMSE fue disuelta en 2001 por decisión del gobierno de la provincia de Mendoza.
A partir de 2003, comenzaron los esfuerzos por reintegrar el Complejo a la actividad, iniciándose estudios geológico-mineros y de proceso tendientes a reducir los costos del producto final. Ante los buenos resultados obtenidos, se propuso la reactivación del Complejo, a favor además del cambio registrado en la política económica del país y dadas las primeras propuestas de completar la construcción de la Central Nuclear Atucha II y los pronósticos de incremento del precio del uranio en el mercado internacional. En 2006, con el lanzamiento del Plan Nuclear Argentino, impulsado por el entonces presidente Néstor Kirchner y el Ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, se dio el primer paso para la recuperación de la actividad nuclear como pieza fundamental para el desarrollo nacional. De esta manera, se recuperó la noción de soberanía energética, valorando el conocimiento en ciencia y tecnología de origen nacional por encima de los competitivos costos de los competidores extranjeros. La situación de la minería del uranio en estas últimas dos décadas es la de un vaciamiento total, la importación ha reemplazado completamente la producción local en todos los puntos del país donde alguna vez se realizó.
Hoy en día el panorama es algo diferente. Según Roberto Grüner, Gerente de Producción de Materias Primas de CNEA, “en los últimos años se impulsó un cambio en la forma de trabajar en el CMFSR, se estableció como meta la realización de diversas obras haciendo uso de los recursos propios, tanto humanos como materiales.” Se realizaron obras de infraestructura para poner en valor las instalaciones, entre las que se destaca la readecuación de la planta de neutralización de efluentes; además se logró acreditar las instalaciones y procesos ante el Organismo Argentino de Acreditaciones, del Laboratorio analítico, toxicológico y ambiental del CMFSR.
La problemática ambiental
La minería del uranio, tanto en el CMFSR como en otros puntos del país, se ha presentado como el mayor desafío para el Plan Nuclear Argentino, y todavía está pendiente su definitiva puesta en marcha. Los años de inactividad y el abandono, en algunos casos literal, de yacimientos e instalaciones que se produjo durante la década del noventa permitieron la proliferación de un discurso anti-minero y anti-nuclear, demandando una suerte de licencia social en cada distrito antes de que pueda retomarse cualquier actividad relacionada con la extracción y el procesamiento de uranio.
Es importante destacar que, pese al cese de actividades, nunca se interrumpieron los monitoreos ambientales en el CFMSR, que se efectúan en todas las etapas de producción. En la actualidad, el complejo cuenta además con un laboratorio ambiental equipado para realizar los análisis correspondientes, tanto en muestras tomadas dentro de las instalaciones como en sus zonas de influencia y en el exterior, garantizando el control total de todas las variables ambientales. Hoy en día, las tareas del complejo están destinadas al mantenimiento y al control de las instalaciones, así como a las mejoras ambientales y gestión de residuos.
La comunidad ha construido en torno del CMFSR una representación social a lo largo de los años, estigmatizando la actividad minera, la actividad nuclear, sus estándares de calidad y privándola completamente de esa licencia social sin la cual la actividad se hace imposible. Sobre este eje se viene trabajando durante los últimos años, permitiendo estudios externos de entes reguladores tales como la ARN, o la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria de la UNCuyo, UTN, entre otros. Se trata de una tarea compleja, con muchas aristas que exceden lo estrictamente técnico o científico, pero que debe ser abordada para pensar en una recuperación de la minería y en un procesamiento del uranio, ya no sólo en Mendoza, sino en todo el país. Grüner apunta a un segundo grupo de críticas, además de las legítimas planteadas por las comunidades cercanas, “tendenciosas e interesadas, cuyo fin es generar zozobra en la población y así lograr una oposición mayor a la permanencia del CMFSR”. En todo caso, “la mejor respuesta es la información, haciendo hincapié, por un lado, en que el uranio es un elemento de la naturaleza que está presente en el lugar desde hace millones de años y, por otro, en la responsabilidad y recaudos que toma CNEA en sus acciones. En este caso es muy importante destacar los resultados de los monitoreos ambientales, que tanto CNEA como las autoridades de aplicación realizan periódicamente”.
Los desafíos: hacia un futuro posible del CMFSR
Las tareas de mantenimiento de las instalaciones y la continua mejora del control ambiental en el CMFSR permiten soñar con una recuperación de su actividad histórica. La producción nacional de combustible nuclear a partir de mineral de uranio no es sólo una cuestión de “sustitución de importaciones”, sino que tiene una estrecha relación con la hipótesis cercana de alcanzar la Independencia Energética para nuestro país. El Gerente Roberto Grüner señala que “la CNEA apuesta a gestionar los pasivos en disposición transitoria y a rehabilitar la producción de concentrado de uranio a partir del mineral del yacimiento Sierra Pintada. Es cierto que para que esto último ocurra deben darse algunos condicionantes externos y también es cierto que estamos trabajando para producir uranio de otros yacimientos.” Y además, subraya: “Son muy importantes las inversiones que se han realizado en el Complejo, en obras de gestión y de mantenimiento y en readecuación de instalaciones, preparándose para concretar las actividades mencionadas precedentemente.”
Ante este panorama, resulta crucial empezar a resolver las disputas generadas por las preocupaciones ambientales en la región, para recuperar el nivel de actividad que el CMSFR está en condiciones de brindar. Sólo quitando responsablemente ese escollo del camino, con mucho trabajo para recuperar la confianza de la comunidad, en ese caso podremos estar hablando muy pronto de un futuro posible para uno de los engranajes más importantes de la producción de energía nuclear íntegramente argentina.