La cajita feliz

Por Sebastián Scigliano. En U-238 11 Mayo 14

Un director de cine famoso por sus denuncias ecologistas y un grupo de reconocidos activistas ambientales decidieron reconsiderar sus posiciones sobre la energía atómica y hacer con eso un documental. El resultado de ese arrojo es Pandora´s promise, la película que produjo Robert Stone en 2013 y que no para de generar polémica ni de crecer: CNN compró los derechos para pasarla por sus plataformas, fue proyectada en la sede del Organismo Internacional de Energia Atomica (OIEA) y hasta Netflix la ofrece ya en su catálogo.

¿Qué pasaría si el monstruo más temido, el infierno de todos los infiernos, el peor mal posible que se le pueda hacer a la tierra en realidad no lo fuera tanto? ¿Y qué tal si, muy por el contrario, ese oscuro agujero de la humanidad fuera, en vez, una salvación razonable a uno de los problemas más acuciantes del planeta? Esa parece ser la idea central detrás de Pandora´s Promise, el documental de 2013 dirigido por el laureado Robert Stone sobre los mitos y leyendas alrededor del uso de la energía atómica y sus eventuales calamidades, que la película insiste en relativizar.

La estrategia es sencilla pero efectiva: reunir los testimonios de reconocidos militantes ambientalistas y ecologistas que, con el paso del tiempo y la necesaria evangelización, cambiaron su postura respecto del uso para fines pacíficos de la energía atómica. Y aún más: casi todos ellos no sólo ya no la condenan, sino que han pasado a considerarla como la mejor alternativa posible a un problema creciente y de difícil solución: el aumento de la  demanda de energía y los modos ambientalmente sustentables de producirla.

Como era de esperar, la presentación del documental generó más de una controversia. No obstante ello, paseó con considerable éxito por festivales prestigiosos, que incluyó ni más ni menos que el Sundance, meca del cine independiente norteamericano, la CNN compró sus derechos para reproducirlo y hasta la poderosa plataforma Netflix lo incluyó dentro de su oferta.

Revelaciones

El foco argumental del trabajo de Stone está centrado en el testimonio de los “conversos”: un grupo de científicos y activistas que otrora denostaban a la energía atómica, en el documental se avienen a refutarse a sí mismos y a su historia y contar sus procesos de conversión. Y el primer converso es, en realidad, el propio Stone, quien en los 80 ganó cierta fama por su documental Radio bikini, en el que denunciaba las pruebas nucleares que realizaba su país, Estados Unidos.

Un caso elocuente que muestra la película es, por ejemplo, el de la escritora Gwyneth Cravens, autora en el pasado de numerosos libros en contra del uso de la energía atómica para cualquier fin, y que ahora la defiende. La hipótesis de Cravens para explicar ese rechazo reúne cierta ingenuidad candorosa con que se presentó el uso de este tipo de energía en los años 50 y 60 —película de Disney incluida—, que puede explicar cierta desconfianza inicial, y una lisa y llana guerra de mercado. “Nuestra opinión también pudo forjarse como resultado de una mera batalla de mercado. Muchos de los anuncios en la prensa que apoyaban la energía solar estaban financiados por empresas petroleras, para así eliminar a su verdadera competencia. Una pequeña porción de uranio genera la misma energía que cientos de barriles de petróleo”, sostiene en la película.

Otro converso notable es Michael Shellenberger, quien fuera considerado por la revista Time como un héroe de la lucha por el bienestar del planeta Tierra. Tras años de investigación, Shellenberger admite estar decepcionado con la aproximación tradicional en torno al cambio climático de los medioambientalistas. Entona el mea culpa por la parte que le toca y admite que las energías renovables jamás podrán abastecer al planeta por sí solas. Es, además, el responsable de introducir uno de los datos más controversiales de la película. De todas las energías que se conocen, la atómica es la segunda que menos muertes ocasiona proporcionalmente, sólo superada por a la eólica. Sí, amigos, según Shellenberger, la producción de paneles solares es altamente tóxica, lo que hace que el proceso de producción de energía solar se cobre más vidas que los vilipendiados reactores.

En la historia “épica” del desarrollo de la tecnología para diseñar reactores atómicos también se apoya, en buena medida, el documental de Stone. Pero esa historia llega, también, hasta los desastres modernos asociados con los accidentes en los reactores de Chernobyl y, más recientemente, Fukushima. Sin embargo, el trabajo de Stone también se las arregla para “relativizar” la magnitud de tales desastres o, cuanto menos, encontrarle causas que permitan analizarlos en contexto, lejos de la alarma panfletaria o el sensacionalismo. En el caso de Chernobyl, el documental revela —aunque se trate de información disponible para cualquiera— las cifras que arrojan los estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las consecuencias directas sobre la población que vivía cerca del reactor ucraniano: soprendentemente, las muertes directas causadas por el accidente no superan la centena. Esos números contrastan dramáticamente con algunas de las estimaciones que los más férreos opositores a la construcción de reactores nucleares, a quienes la película se encarga de ridiculizar. Tal es el caso de Helen Caldicott, una reconocida activista anti – atómica, a quien en el documental se la muestra durante un elocuente discurso. Allí incluye la estratosférica suma de 1 millón de personas muertas a causa del accidente de Chernobyl, muy por encima de las estimaciones más fatalistas. “Están desconociendo la ciencia, no sé por qué hacen eso”, se queja amargamente a cámara Caldicott cuando se le pregunta por semejante diferencia entre sus cifras y las de la OMS. Aun así, la cifra oficial de muertes probablemente relacionadas con dicho desastre nuclear alcance a llegar a 9000 para el año 2015. El director intenta poner en perspectiva la realidad al destacar que existe una población completa que regresó desde hace muchos años a vivir cerca de dicha zona y nunca ha presentado síntomas relacionados con la exposición a la radioactividad. También el hecho de que mientras se atendía el accidente en el reactor número cuatro, el único que estalló, el resto de la infraestructura seguía trabajando para generar electricidad. E incluso lo hizo hasta muy avanzados los años 90, casi 10 años después del accidente. Tal vez lo más impactante para el espectador es cuando Stone mide la radioactividad en la ciudad abandonada de Pripyat, centro urbano edificado para albergar a los trabajadores de la planta. En ese momento se demuestra que los niveles de radioactividad son normales.

En todos lados

La medición en Pripyat da pie a otro de los caballitos de batalla de Pandora´s promise, que es el de medir los niveles de radioactividad con los que conviven diariamente los habitantes de distintas ciudades del mundo. Con el sencillo recurso de pasearse con un contador Geiser por buena parte del planeta, el documental pone al descubierto la “radioactividad natural” con la que conviven los seres humanos, sin hacerle mayor caso. Lo sorprendente es que los niveles en algunos rincones del planeta que no han sufrido catástrofe atómica alguna son muy superiores de los que sí las han padecido, como resulta de la comparación entre una playa de arena negra cerca de Río de Janeiro y los alrededores de la planta de Fukushima, en Japón. No obstante ello, los vecinos de la siniestrada central atómica durante el tsunami de 2011 confiesan que no dejan jugar a sus hijos al aire libre más de dos horas por día, por miedo a la contaminación. En aquella playa de Río, sin embargo, el contador Geiser sube y sube pegado a un hombre que, para calmar eventuales dolores de espalda, descansa completamente cubierto de arena radioactiva.

Lo cierto es que, sea por prejuicios infundados o por intereses poderosos con gran capacidad de lobby, el desarrollo de la alternativa atómica como una forma de energía limpia y potencialmente mucho más segura que muchas de las más difundidas y prestigiosas es, según el documental, una deuda en el debate sobre el desarrollo sustentable del globo de cara a un contexto de crecimiento en el que, cada vez más, el consumo de esa energía es una de las bases de ese desarrollo. Para muchos de los entrevistados, el enfoque exageradamente principista con el que la mayoría de los grupos anti nucleares han encarado el debate no sólo ha retrasado el desarrollo de la tecnología atómica para producir energía, sino que además ha consolidado la hegemonía de las formas más contaminantes y costosas de hacerlo, como la basada en combustibles fósiles, como el petróleo. De hecho, algunas paradojas son notables, como la que se señala alrededor de los complejos eólicos de producción de energía. Además de costosísimos y escasamente eficientes, cuando los enormes molinos no andan por fuerza del viento funcionan a… gas natural. “Cuando construimos una estación eólica, en realidad estamos construyendo una de gas”, sostiene amargamente uno de los entrevistados.

También, claro, para el trabajo de Stone los países han retrasado notablemente sus agendas atómicas producto del prejuicio y las presiones. Salvedad hecha la de Francia, que produce mediante reactores atómicos el 80 por ciento de la energía que consume, además de ser la más barata de Europa y unas de las principales exportaciones de ese país. Pero en lo que respecta al resto del globo, casi en su totalidad, el avance que, con la tecnología disponible, se podría haber alcanzado en materia de producción de energía limpia ha quedado encerrado por la conveniencia política o no de enfrentar ciertos debates. No obstante ello, también se encarga de señalar las paradojas que ello encierra: casi la mitad de la energía atómica que produce Estados Unidos —según las estimaciones, el 10 por ciento del total de energía que consume— proviene del reciclado del material atómico con el que estaban fabricados muchos misiles atómicos rusos. “Nadie ha hecho más por el desarme atómico que la propia energía atómica”, subraya, no sin sorna, uno de los ingenieros consultados por la película.

Lo cierto es que Pandora´s promise produjo, como era de esperar, controversia. A tal punto, que dio lugar a que la organización Beyond Nuclear produjera un trabajo que tituló Pandora´s Falses Promises (Las promesas falsas de Pandora), que tiene su propia web en la que critica la película e intenta desarmar sus principales argumentos. Allí se niegan a considerar a las personas que aparecen en el documental como defensoras del medioambiente y se rebaten los argumentos, por ejemplo, contra la energía eólica. En definitiva considera que Stone omite deliberadamente datos clave para hacer su planteamiento más veraz.