Por Gabriel De Paula. U-238#15 Enero 2015
El Comité Binacional de Energía Nuclear (COBEN), creado en 2008 por iniciativa de los gobiernos de Argentina y Brasil, demuestra que el desarrollo nuclear se concibe, en términos políticos, con perspectiva regional y que se basa en una relación de confianza mutua para establecer relaciones duraderas de cooperación técnica.
El futuro cercano del desarrollo nuclear en la región tiene como motores de impulso a Argentina y a Brasil, y como combustible la voluntad política de ambos países. Dicha voluntad está sostenida en 30 años de trabajo diplomático y técnico continuos, lo que constituye una de las pocas políticas bilaterales que se han mantenido durante tanto tiempo. La confianza mutua para fortalecer la cooperación nuclear tiene su hito fundacional con la firma, en noviembre de 1985, de la “Declaración Conjunta sobre Política Nuclear”.
La firma de esa declaración formó parte de un paquete de acuerdos en materia comercial y económica, los cuales también darían inicio al proceso que derivaría, años después, en el MERCOSUR. Ello demuestra que la política nuclear no es un compartimento estanco de la economía y de la política de integración regional, sino que llega a nuestros días a partir de un conjunto de acuerdos y procesos que avanzaron con diferentes tiempos, como los casos del MERCOSUR y de la UNASUR.
En este escenario, la política común de desarrollo y cooperación nuclear entre Argentina y Brasil tiene una historia “enriquecida” (si se permite la analogía con el combustible nuclear) principalmente por dos procesos: el intercambio técnico específico y los acuerdos que, en diferentes niveles, se celebraron en materia nuclear. En este sentido, es necesario mencionar al COBEN (Comité Binacional de Energía Nuclear), creado en 2008 por los presidentes Luiz Inacio “Lula” da Silva y Cristina Fernández de Kirchner.
En términos generales, la teoría indica que los acuerdos manifiestan la voluntad de las partes para obligarse mutuamente a cumplir con un objetivo común. También, a pesar de la teoría, se evidencia en numerosos campos de las relaciones internacionales que no siempre esa voluntad se traduce en prácticas concretas. Pero no es el caso del ámbito nuclear, en donde se han evidenciado avances concretos en cooperación y coordinación bilateral.
En cuanto al desarrollo, es posible afirmar que, tanto directa como indirectamente, las relaciones bilaterales impactan en el escenario regional, en este caso, en América del Sur. Si se realiza un ejercicio de proyección, en el mediano plazo es factible que se abra un mercado regional que demande tanto tecnología como insumos nucleares de Argentina y de Brasil. Planteado dicho escenario, nos introduciremos en el análisis del COBEN, un instrumento que tiene como objetivo hacer operativos los proyectos bilaterales, en los que se incluye tanto la construcción de un reactor en forma conjunta como la creación de una compañía binacional para producir uranio enriquecido.
Alcances del COBEN
En febrero de 2008, Luiz Inácio “Lula” da Silva y Cristina Fernández de Kirchner suscribieron el acuerdo de cooperación nuclear que estableció la creación de Comité Binacional de Energía Nuclear (COBEN). El acuerdo incluía la construcción de un reactor en forma conjunta y la creación de una compañía binacional para producir uranio enriquecido.
Más adelante, en agosto de 2010, la presidenta Cristina Kirchner y el Presidente Da Silva firmaron la “Declaración Conjunta sobre Cooperación Nuclear”, mediante la cual se impone como objetivo del COBEN la gestión del desarrollo conjunto de un reactor nuclear multipropósito. La Declaración explicita que se construirán dos modelos, uno para cada país.
En esa misma línea, ya en enero de 2011, Cristina Kirchner y Dilma Rousseff firmaron el acuerdo de implementación entre la CNEA y la CNEN (Comisión Nacional de Energía Nuclear de Brasil), el cual instruyó a ambas comisiones atómicas establecer los lineamientos para la construcción del reactor de investigación multipropósito.
Este reactor estará destinado a la producción de radioisótopos, de ensayos de irradiación de combustible y materiales y de investigación con haces de neutrones. Asimismo, el reactor tendrá una potencia de 30 MW y estará basado en el reactor OPAL.
En la actualidad, ambos países estarían en condiciones de cubrir las demandas de productos nucleares de la región y, si se plantea un escenario de máxima, incluso pueden competir a nivel global. Según las proyecciones, la producción conjunta del reactor les permitiría a ambos países hacer frente a la demanda global de radioisótopos para uso médico. La evolución del programa de trabajo podría significar para Argentina y Brasil sostener la oferta del 40% del mercado de radioisótopos hacia la segunda década del Siglo XXI.
Como antecedente (y con el fin de medir posibilidades de éxito) se plantea un dato interesante: desde 2009, Argentina satisface el 30% del suministro del radioisótopo Molibdeno 99 (Mo99) para usos medicinales (2 millones de dosis), indispensable para el diagnóstico y tratamiento contra el cáncer. Asimismo, con la gestión de INVAP a la cabeza, el país ha desarrollado, construido y exportado reactores de investigación a países como Australia, en igualdad de condiciones y compitiendo con potencias nucleares como Alemania, Francia, o Japón.
En definitiva, el COBEN viene a poner en práctica el objetivo de reducir costos y esfuerzos, y lograr mayor eficiencia en los procesos comunes. Desde el punto de vista estratégico, se ampliarán las capacidades en materia de recursos humanos, tecnología aplicada, recursos financieros, e investigación, y se avanzará, también, sobre el modelo de complementación industrial, siempre teniendo como orientación el uso pacífico de la energía nuclear.
Contexto internacional
Históricamente, al menos en materia nuclear, tanto Argentina como Brasil han defendido la autonomía y el desarrollo. Un fiel ejemplo de esos principios es la existencia de la ABACC (Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares), un instrumento independiente de las potencias nucleares, que ha demostrado idoneidad y ha sido el cimiento de una política nuclear común frente al denominado hard power propuesto como estrategia en otras latitudes del mundo.
La ABACC cumplió 20 años el 29 de julio de 2011. En esa oportunidad la presidenta Fernández de Kirchner y su par brasileña, Dilma Rousseff, manifestaron su satisfacción por los progresos en los proyectos de cooperación del COBEN y destacaron un punto de especial interés para la seguridad nuclear: el de las capacidades de respuesta ante emergencias radiológicas y nucleares.
Paralelamente, desde el punto de vista económico-comercial, tanto el desarrollo conjunto como la complementación industrial posicionan favorablemente a ambos países. Un ejemplo de esto es la contratación por parte del gobierno brasileño de la empresa estatal argentina INVAP, para el desarrollo de la ingeniería del reactor multipropósito acordado. En este sentido, los pactos celebrados tienen en cuenta la integración de cadenas de valor y la transferencia de tecnología entre ambos países, con el objetivo de lograr la independencia y la autogestión en los procesos específicos de cooperación y coordinación bilateral.
Analizar el contexto internacional para el diseño de políticas implica conocer profundamente las variables internas y externas, especialmente el uso de la fuerza y el poder económico que sobreviene ante una conducta no esperada o que ponga en riesgo la seguridad o algunos principios del sistema internacional. Este es el concepto que considerábamos más arriba cuando planteábamos la idea de hard power.
Es notable resaltar que algunos actores del sistema internacional ven a la Argentina como un caso excepcional en materia de abordaje económico, especialmente de gestión de la deuda. En este mismo escenario, el país ha recibido embates de diferente naturaleza, de parte de actores públicos y privados, siendo las acciones de los Fondos Buitres la más resonante. Sin embargo, la política nuclear parece no haberse resentido, y continúa satisfactoriamente.
En el caso de Brasil, encontramos un país que ha dado un salto cualitativo en la expansión de derechos en el orden interno (quizás la mejor lectura del lema “Orden y Progreso” de su bandera) y en la decisión de posicionarse como potencia mundial al país. En este sentido, el campo nuclear no pasa desapercibido en la configuración de la política exterior del país.
Los aspectos técnicos
Probablemente este punto sea el de mayor debilidad entre los diversos aspectos incluidos en la relación bilateral. Sucede que Argentina y Brasil poseen tecnologías no complementarias que dificultarían el desarrollo de los proyectos conjuntos en el sector nuclear. Recordemos que el COBEN plantea el desarrollo conjunto de reactores nucleares y la creación de una compañía binacional para producir uranio enriquecido.
Si se parte de la base de la tecnología disponible, Argentina cuenta con tres centrales atómicas, Atucha I (Siemens), Atucha II y Embalse (Candu). Dichas centrales emplean como combustible uranio prácticamente natural y agua pesada como moderador y refrigerante.
Por su parte, Brasil emplea en tecnología Westinghouse Angra I y Siemens/KWU en Angra II. Los reactores de agua presurizada (PWR) necesitan combustible de uranio enriquecido a mayor nivel para poder operar.
Una situación similar se presenta para el caso de las plantas de enriquecimiento de uranio. El Centro Tecnológico Pilcaniyeu, en Argentina, cuenta con tecnología de difusión gaseosa, que estuvo en condiciones de funcionamiento mínimo hasta 2010, cuando se decidió su reactivación. Por su parte, Brasil opera con una planta de producción por centrifugado de escala comercial.
Finalmente, a modo de síntesis, los obstáculos a la cooperación nuclear se sortean con el impulso de la voluntad política y con el trabajo sostenido de los niveles técnicos.
Tal como dice el saber popular, lo importante no es llegar primero, sino saber llegar. Quizás esta ha sido la fórmula para el sostenimiento de los procesos en materia de cooperación y complementación en los 30 años precedentes, consolidados en el COBEN como instrumento y herramienta de implementación, con una promisoria proyección hacia la segunda década del Siglo XXI.