Ayer, 31 de mayo, se cumplieron 65 años de la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), fundada por el presidente Juan Domingo Perón, mediante el Decreto N° 10.936/50.
Este primer paso de brindar un marco institucional al sistema tecnológico nuclear, marcó un hito fundamental en la historia argentina, al transformar a nuestro país en el primero del hemisferio Sur en ser capaz de incursionar en el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos.
Los primeros pasos en esta materia estuvieron marcados por la presencia de reservas uraníferas en el país y la decisión del gobierno en 1945 de decretar la importancia estratégica del mineral de uranio y la prohibición de su exportación.
Estos fueron los motivos para que, luego de los primeros hallazgos de importantes yacimientos en Mendoza, se decidiera que el Estado, a través de la CNEA, dominara todas las etapas del ciclo del combustible nuclear.
Al poco tiempo, se realizó la compra del sincrociclotrón y un acelerador de cascadas que dieron origen al desarrollo de la física nuclear en la Argentina. Además, se formó un grupo de radioquímica y se iniciaron actividades en metalurgia de la mano de Jorge Sabato.
En 1955 se creó la Escuela de Física del Centro Atómico Bariloche (actual Instituto Balseiro), ya que la CNEA había decidido que se dedicaría a desarrollar las bases necesarias para la tecnología de reactores cubriendo todas las áreas científicas conexas.
En 1956 se comienza construir el primer reactor nuclear de investigación en la Argentina y en enero de 1958 el RA-1 logra su primera criticidad, lo que marcó un hecho histórico para el país y Latinoamérica, ya que fue el primer reactor construido por técnicos argentinos, con combustibles de diseño y construcción nacional.
Para 1965, la CNEA logra el estudio de factibilidad para construir la primera central nuclear de potencia y en mayo de 1967, el RA-3 logra la primera criticidad, permitiendo la producción de radioisótopos para su comercialización.
El mismo año que Perón inaugura y pone en marcha la Central Nuclear Atucha I, se adjudica el contrato para la construcción de una central tipo CANDU de 600 MW eléctricos, cuyo diseño se basó en la tecnología de tubos de presión, uranio natural y agua pesada. Años más tarde, en 1981, comienza la construcción de la tercera Central Nuclear, Atucha II.
Durante los años 90, el paulatino abandono del Plan Nuclear fue producto de la crisis económica que sufrió el país, sumado a que la demanda eléctrica en la Argentina decayó debido al proceso de desindustrialización.
Mientras tanto, como parte del proceso de Reforma del Estado y la privatización del sector eléctrico, en 1994 se produjo la “reorganización” de la CNEA, con el objetivo de privatizar las centrales nucleares y que el organismo que hasta entonces rigió la política nuclear del país, se enfocara solamente en actividades de investigación y formación. La consecuencia directa fue la caída de su presupuesto en más de un 30%.
La construcción de Atucha II se detuvo en 1995, y un año después se decidió disolver ENACE (Empresa Nuclear Argentina de Centrales Eléctricas) y despedir al 75 % de su personal, abandonando definitivamente el desarrollo del Plan Nuclear Argentino pensado para suministrar en 2020 el 30% del consumo eléctrico con plantas nucleares.
A pesar de los embates del neoliberalismo contra el organismo y la industria nuclear, gracias al esfuerzo de sus trabajadores la CNEA pudo mantener intactas sus capacidades, hasta el 2006 cuando el gobierno Nacional decide relanzar el Plan Nuclear Argentino.
Este nuevo intento de recuperación, diseñado por el entonces presidente Néstor Kirchner y el ministro de Planificación Julio De Vido, generó el marco necesario para reactivar importantes proyectos para el sector y para la soberanía nacional, que no sólo están destinados al desarrollo de tecnología nuclear para la generación eléctrica, sino también con el diseño de nuevos reactores para la producción de radioisótopos, avances en el enriquecimiento de uranio, medicina nuclear, entre otras aplicaciones.
Hoy, a casi nueve años del reinicio de las actividades, se concretó la puesta en marcha de la Central Nuclear “Presidente Néstor Kirchner” (ex Atucha II), la extensión de vida útil de la Central Nuclear Embalse, la construcción del prototipo del CAREM-25 y el Plan de Federalización de la Medicina Nuclear, que permitirá una mayor cobertura y federalización de institutos para el tratamiento de enfermedades complejas como el cáncer, a lo largo y ancho del país.
También se ha retomado el desarrollo del enriquecimiento de uranio gracias a la refuncionalización del Complejo Tecnológico Pilcaniyeu en Río Negro, que permite avanzar en el manejo de la tecnología para la producción del combustible nuclear utilizado en las centrales que utilicen tecnología de uranio enriquecido y agua liviana.