Por Gabriel De Paula. En U-238 Diciembre 12
La seguridad energética implica que el abastecimiento no esté debajo de los valores mínimos necesarios para cubrir la demanda. El desarrollo y planeamiento de la matriz energética de un país o una región, está supeditado directamente a sus recursos naturales y el desarrollo tecnológico del que dispone. En un escenario de conflicto y escasez, los países buscan diversificar su matriz y muchos han optado por la energía nuclear, mientras se discuten riesgos y ventajas del desarrollo atómico.
Los conceptos construidos en las ciencias sociales toman cariz y contenido dependiendo de los interlocutores y la seguridad energética no es una excepción a la regla. De forma extendida, es posible definir este concepto desde dos dimensiones: una geopolítica, centrada en los actores oferentes y demandantes de energía, y en las rutas de abastecimiento; y una económico–comercial, con foco en el abastecimiento de la demanda interna, la cual incluye la variable medioambiental y el desarrollo de la capacidad instalada. El subsector eléctrico, dentro del complejo de producción y abastecimiento de energía, es el de mayor incidencia en la matriz energética y sobre el que pondremos especial interés, dado el impacto de la energía nucleoeléctrica sobre este.
Desde la perspectiva geopolítica, en línea con un interesante artículo de Dietmar Dirmoser: “La seguridad energética dependerá entre otras cosas de que las tensiones, las crisis y los conflictos internacionales no perjudiquen el flujo de recursos e inversiones”. Complementariamente, debemos considerar que los conflictos son un factor catalizador del precio (siempre tendiente a la suba) de los hidrocarburos, recursos fundamentales en la matriz energética global. De acuerdo a un gráfico producido por la British Petroleum Statistical Review of World Energy (disponible on line: bp.com/statisticalreview) de junio de 2012, indica que en los últimos 20 años, el precio del barril se multiplicó casi 6 veces (vale aclarar que a valor de la moneda del momento esa tasa baja a 3.5). No obstante, cualquiera de los dos cálculos marca una tendencia al alza de los precios del barril. Es lo que denomino en geopolítica las variables de Espacialidad y Entorno, por un lado, y de Posicionamiento, por otro.
En síntesis, la espacialidad y el entorno parten del ámbito del mundo natural, dado un reparto desigual de las fuentes de recursos naturales en la superficie de la tierra. Este reparto condiciona las actividades económicas y sociales, generando desequilibrios en el sistema internacional, que se materializan en relaciones de cooperación o conflicto entre los diferentes actores estatales y privados. La variable Posicionamiento se basa en la posición geográfica como un elemento que le da importancia al control de puertos, vías de comercio, ductos, etc.. Es un desprendimiento de la variable Entorno, centrada en la infraestructura, sea esta física o comercial, y los flujos de recursos naturales estratégicos. Este criterio geopolítico nos permite analizar la importancia del recurso en relación al flujo comercial y de abastecimiento.
La política de poder y las relaciones internacionales en la agenda de los países desarrollados orientan el concepto de seguridad energética hacia la geopolítica. Un trabajo del Instituto Español de Estudios Estratégicos (Ministerio de Defensa), referido a la visión de la OTAN, es taxativo en ese sentido: “la seguridad energética constituye una de las dimensiones de la seguridad nacional y global cuya relevancia se ha acrecentado en los últimos años”, y continúa: “el Plan de Emergencia Civil (CEP) de la OTAN, diseñado eminentemente para la protección y seguridad de la población, se encuentra directamente relacionado con la seguridad de los aprovisionamientos de carácter vital, entre los que se incluyen los energéticos”.
Está claro el interés que se le da a la seguridad energética y su asignación de recursos, al punto de formar parte de los programas de una alianza estratégica de carácter militar.
En la región, Brasil ha entendido en un sentido similar a la seguridad energética, aunque con un matiz diferente a la OTAN. En la Estrategia Nacional de Defensa especifica el tipo de Fuerzas que debe desarrollar el sector defensa brasilero: “dada una degeneración del cuadro internacional, las Fuerzas Armadas deberán estar prontas a tomar medidas de resguardo del territorio, de las líneas de comercio marítimo, de las plataformas petroleras y del espacio aéreo nacional”. Además, desde la variable económico–comercial, los proyectos de desarrollo económico dan cuenta de la articulación con las visiones estratégico–políticas que condicionan los cálculos de poder y asignación de misiones y funciones del instrumento militar. Nos referimos al objetivo del autoabastecimiento que lidera Petrobras, la promoción de la innovación y desarrollo en energías complementarias (como el etanol y la nuclear) o la exploración de hidrocarburos en el mar.
Por su parte, Argentina también fijó objetivos sobre la producción de hidrocarburos, en función de no ver sometida la seguridad energética nacional. La gestión estipuló que un pilar fundamental fuera la recuperación de la soberanía de sus recursos naturales hidrocarburíferas a partir de ENARSA y la recomposición accionaria de YPF.
Otro de los objetivos fue la estructuración de alianzas político–económicas regionales, como línea de acción para identificar y elegir a los socios comerciales que contribuyan al propósito de asegurar el abastecimiento energético.
En la misma línea y con un impulso determinante en los últimos años, se invirtió en el sector nuclear, no solamente en la futura puesta en funcionamiento de Atucha II y el proyecto de una cuarta central, sino además en innovación y desarrollo de reactores de potencia como el CAREM, que abren una puerta alternativa al abastecimiento energético. En conclusión, el concepto de seguridad energética en el caso nacional orienta políticas más cercanas a la variable económico–comercial, centradas en que el país esté en capacidad de satisfacer de manera suficiente y competitiva la demanda nacional de energía, con un horizonte de largo plazo.
La matriz energética y la gestión de recursos estratégicos
La eficiencia de la matriz energética está condicionada por las distintas dimensiones de la seguridad energética. Por eso, comprendemos a la matriz energética como un mapa conceptual de políticas y de recursos que la componen (humanos, infraestructura y naturales) y un mapa real de fuentes y redes de abastecimiento energético.
Cuando nos referimos a la gestión de recursos naturales estratégicos, nos centramos en los bienes físicos procedentes de la naturaleza, necesarios para generar energía. De forma general podemos clasificarlos en renovables y no renovables. Por otro lado, y esto es determinante en el diseño de políticas, el componente estratégico de los recursos los define por el carácter de vital para el mantenimiento del sistema productivo. Tengamos en cuenta que la matriz energética y productiva funciona sobre la base de esos recursos, cuyo desabastecimiento amenaza la estabilidad económica y política de un país.
La eficiencia de la matriz energética está condicionada por las distintas dimensiones de la seguridad energética. Por eso, comprendemos a la matriz energética como un mapa conceptual de políticas y de recursos que la componen (humanos, infraestructura y naturales) y un mapa real de fuentes y redes de abastecimiento energético.
Según el escenario planteado, el análisis nos conduce a la siguiente hipótesis: la relación entre seguridad y matriz energética se articula en tres dimensiones: la disponibilidad de recursos naturales, la dependencia de recursos naturales y la capacidad de desarrollo de infraestructura crítica.
Sumamos una variable interviniente: el impacto ambiental, que en el cálculo de sustentabilidad y el pasivo ambiental de cada forma de producción de energía es determinante en cada proyecto de desarrollo.
Dados estos parámetros y en función de lo expresado, podemos afirmar que es necesario diversificar la matriz, reduciendo la dependencia de los recursos hidrocarburíferos, sobre los que, las variables geopolíticas globales inciden de forma directa, los cuales son escasos, y que la combustión tiene un impacto negativo en el medio ambiente. En segundo lugar, la energía hidroeléctrica depende de los fenómenos climáticos (sequía) y de las necesidades de los países con los que compartimos cursos de agua y represas. Asimismo, la construcción de usinas hidroeléctricas supone un impacto ambiental significativo sobre los ecosistemas locales y los cursos fluviales donde se proyecte instalar. En definitiva, podríamos afirmar que la extensión de la frontera de posibilidades de producción de energía de estas dos fuentes supone costos elevados (financieros y ambientales), que podrían subsanarse a partir de la diversificación de la matriz energética. La energía nuclear es, en ese sentido, una vía de solución.
El escenario indica la conveniencia de desarrollar nuevas fuentes de generación de energía, frente a las condicionalidades que opone la escasez de algunos recursos y el impacto en el medio ambiente. En ese sentido, las ventajas competitivas de las usinas nucleares se basan en, al menos, tres elementos: disponibilidad de materia prima para la elaboración de elementos combustibles (reservas de uranio en el país); la capacidad instalada para el desarrollo de nuevas centrales; y los márgenes de seguridad (en términos de safety y security) de la infraestructura crítica.
Los programas nucleares en el mundo
A nivel global el crecimiento de la demanda de energía obliga a los países a rediseñar la matriz de producción energética. Entre los países con centrales nucleares, hay programas orientados a multiplicar la incidencia de la energía nuclear, y otros que tomaron la determinación de reducir las plantas nucleares. Los Gobiernos de Francia, Alemania, Suiza y Bélgica han decidido reducir progresivamente la producción nucleoeléctrica. En la misma frecuencia actuó Japón, tras el accidente de Fukushima, cuyo Gobierno anunció que en el futuro energético la producción nuclear llegará a cero en los próximos 30 años.
Sobre estas decisiones debemos considerar que en economías que no son productoras netas de hidrocarburos, y cuyo sector industrial (al menos en el caso de Francia, Alemania y Japón) necesita “alimentarse” para mantenerse competitivo, representa un riesgo político. Diversificar la matriz energética reduciendo la producción nuclear implica recalcular el 75% del abastecimiento en Francia, un 30% en Japón y un 20% en Alemania (este último país viene multiplicando la capacidad de producción de energía eólica y solar).
La tendencia global marcaría un camino diferente. Según el Power Reactor Information System de la OIEA, se están construyendo en el mundo unos 64 reactores, principalmente en Asia, Europa Central y Este, y en América del Sur.
En conclusión, la seguridad energética es un logro de la gestión eficiente de los recursos estratégicos. Lo que implica, además, factores relacionados al desarrollo nacional y la competitividad del país. Por los escenarios de escasez y conflicto que se proyectan en el mediano y largo plazo a nivel global, la diversificación de la matriz energética es un objetivo a alcanzar y, en este marco, el sector nuclear del país ocupa un lugar de relevancia estratégica.
Impacto ambiental y riesgos de la producción energética
- Centrales Térmicas: la combustión de hidrocarburos (carbón, fueloil, gas) produce contaminación superficial y de aguas subterráneas del entorno, por los gases y las cenizas que produce. En el entorno regional, las emisiones de gases (como el óxido de nitrógeno o el dióxido de azufre) afectan los ecosistemas y a las poblaciones circundantes (enfermedades respiratorias). A nivel global, esta forma de producción aporta gases efecto invernadero (CO2). Estas desventajas se subsanarían con tecnologías que apuntan a mitigar la emisión de gases, pero no resuelven el problema de forma definitiva.
- Hidroeléctricas: transforman y modifican los ecosistemas de los lugares en los que se construyen. La ventaja es que es un recurso natural renovable y que la infraestructura puede ser utilizada para otros fines como el riego, suministro de agua potable o control de inundaciones. Sin embargo, los accidentes pueden generar problemas a gran escala, y la producción es dependiente de los ciclos de sequía.
- Centrales Nucleares: la seguridad de los procesos e instalaciones y los altos estándares de profesionalización son las principales ventajas competitivas de esta forma de generación de energía. Si bien un accidente nuclear tiene un impacto mayor en el medio circundante, los mecanismos de alerta temprana y los protocolos de actuación ante un evento, tienden a reducir la probabilidad de ocurrencia. El control del combustible gastado, su recuperación y disposición final también están planificados. Además, el volumen con el que se trabaja permite su seguimiento y una gestión eficiente.
Producción de electricidad local
Según datos de 2011 de CAMMESA, la producción local de energía eléctrica se divide en los siguientes valores: 61.9% es generación térmico convencional, 33.1% generación hidráulica; y un 5% de producción de energía nuclear. El mercado externo es importante en la sustentabilidad del sistema energético nacional.
En 2011 se importó desde Brasil y Uruguay, con picos de demanda durante los meses de invierno. Además se exportaron excedentes de generación en los meses de primavera-verano, en especial a Uruguay.