Por Sebastián Scigliano. En U-238 nº 19 Octubre – Noviembre 2015
La precoz política nuclear del peronismo tuvo un correlato ciertamente inesperado e innovador: la aparición de la revista Mundo Atómico, una hallazgo editorial que combinaba, a todo color, artículos científicos sobre la tecnología en ciernes con invocaciones al disfrute del arte y hasta tempranas preocupaciones ecológicas.
“La revista tiene por objeto despertar el interés por la ciencia y estimular el desarrollo de la investigación científica. En ella se expondrán en forma comprensible a toda persona, de manera ilustrada, temas científicos de actualidad (…) La revista aspira a ser un vínculo de unión entre los trabajadores científicos que cultivan las disciplinas diversas y el órgano de expresión de todos aquellos que sientan la inquietud de progreso científico y de su aplicación para el bien”. El extracto, que bien podría ser parte de un guión de Sucesos Argentinos tanto como un caluroso homenaje satírico al célebre noticiero cinematográfico, lleva sin embargo ni más ni menos que la firma del premio Nobel Bernardo Houssey y forma parte del primer editorial de un extraño experimento de divulgación sobre la política atómica del primer peronismo: la revista Mundo Atómico.
“Toda revista responde a una necesidad del momento. Hay una situación socio histórica por la que aparece. En el caso particular del Mundo Atómico se da que está dentro de todos los “mundos” de Editorial Haynes, que lo que hace es una serie de revistas que se opone a las revistas liberales que había en la época. Por ejemplo, frente a Billiken sale Mundo Infantil. En este campo estaba la revista Ciencia e investigación y se toma la decisión de sacar Mundo Atómico”, explica Zulema Marzorati, historiadora e investigadora, autora del libro Plantear utopías. La conformación del campo científico – tecnológico nuclear en Argentina, en el que le dedica un par de capítulos a la aparición de tan curiosa publicación.
Claro que Mundo Atómico no aparece de casualidad. El entusiasmo que el uso de la energía nuclear para fines pacíficos y de desarrollo despertó en buena parte del mundo llegó tempranamente a la Argentina. Cabe recordar que a pocos meses de la caída de la bomba atómica en Hiroshima, el general Savio ya proponía al congreso una ley mediante la cual exhortaba a que era necesario declarar el uranio y todos los minerales relacionados con el desarrollo de tecnología atómica de interés estratégico para el estado nacional. Marzorati evalúa ese contexto de la siguiente manera: “La bomba atómica que estalló en Hiroshima inauguró en la historia de la humanidad una nueva era signada por el dominio de la energía encerrada en el átomo. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la utilización de esta nueva fuente energética se convertía en una poderosa herramienta para la economía de los países industrializados que ya la estaban desarrollando —como los Estados Unidos y la URSS— o de los que se encontraban encaminados a hacerlo, como Inglaterra y Francia. Pero la opción atómica no fue exclusiva de los países centrales. En Argentina, el gobierno peronista (1946-1955) emprendió desde el Estado un proyecto de industrialización en el que el desarrollo de la energía nuclear constituía el eslabón inicial de una cadena de emprendimientos cuyo denominador común sería el logro de la independencia científico-tecnológica del país. Al terminar la guerra, en el medio científico y en el gubernamental surgieron distintos proyectos para crear una institución desde donde impulsar la política atómica”.
Pero más allá del contexto, Mundo Atómico fue una verdadera rareza para la época, no sólo por el temprano interés editorial por un campo científico en ciernes, sino por la para entonces audaz decisión de ser tanto una revista dedicada a la comunidad científica como al gran público. “Había un público muy interesado en ese momento en una revista como esa”, puntualiza Marzorati. “Muchos científicos e investigadores de la época estaban interesados. Muchos de esos científicos no eran peronistas, claro, pero les interesaba igual. La revista tenía una doble función: algunos artículos le interesaban a este público, pero también se vendía en los kioscos, era una revista de divulgación y se distribuía gratuitamente en las universidades”.
Mundo Atómico tuvo 23 ejemplares de frecuencia variable entre 1950 y 1955, cuando la caída de Perón se la llevó puesta a ella también. Su director era un inquieto periodista, el italiano Renato Ciruzzi, que también dirigía Mundo Infantil, otro de los caballitos de batalla de la editorial Haynes. Según pudo consignar Marzorati en su investigación sobre el tema, Ciruzzi había sido nombrado en 1951 como Director de difusión, propaganda y ceremonial de la influyente Dirección Nacional de Energía Atómica, lo que le permitía estar en contacto con la novel comunidad científica que surtía a la revista con artículos de verdadero valor científico. Para Marzorati, “había quienes no querían saber nada con la revista, por la política de persecución del peronismo en la universidad, parte de la comunidad científica que decidió irse del país y una parte importante que vio en una revista como Mundo Atómico la posibilidad de publicar artículos, y es de esa porción de la comunidad de la que se nutre la revista”. Esta última es la nueva generación que va a sostener Mundo Atómico: “Hasta el peronismo, sólo llegaba a la ciencia la clase alta. En Mundo Atómico aparece esa nueva camada de científicos que se incorporan a la investigación y que son hijos de trabajadores”.
A todo color
La innovación que produce Mundo Atómico no reside sólo en que se dedica a un campo de la ciencia en ciernes y en plena etapa de experimentación, sino que además lo hace de un modo reveladoramente moderno para la época. Al laconismo del blanco y negro de las revistas dedicadas a la ciencia, la nueva publicación de editorial Haynes le va a oponer una edición multicolor, de cien páginas, en la que los artículos rebosaban de ilustraciones y recursos gráficos. Amén de esa innovación y, posiblemente, por el carácter inquieto de Ciruzzi, Mundo Atómico no sólo se dedica a la divulgación científica, sino que se propone como una plataforma para el cruce de la ciencia, el arte y el humanismo, lo que la convierte en todo un adelanto. Marzorati destaca que “en la revista hay aspectos culturales más amplios. Se publican fotos de cuadros, por ejemplo. Para la revista, que lo dice en uno de sus editoriales, la cultura era todo, ciencia y arte, y por eso combina ambas cosas. Eso la vuelve una revista cultural y no sólo una revista científica. Esta es una revista moderna para la época. La revista Ciencia e investigación es en blanco y negro. Esta era a colores, cien páginas a colores, con ilustraciones y, por ejemplo, con artículos que trataban sobre ecología, que no era nada habitual para la época. Acerca escritores, también, cosa que tampoco hacía ninguna otra revista”.
Largo plazo
La aparición de una revista como Mundo Atómico, si bien está revestida de un importante halo de novedad para la época, es, en realidad, fruto de un clima vinculado como la ciencia y la tecnología y, más específicamente, con el temprano desarrollo atómico que se produjo en Argentina durante el gobierno de Juan Perón. Esa fortaleza inicial en un campo que estaba en plena experimentación es una de las condiciones que le permiten hablar al investigador Diego Hurtado del concepto de cultura atómica, es decir, de una entramado de acciones, instituciones y símbolos que le permitió a la actividad no sólo desarrollarse vigorosamente entonces, sino también perdurar hasta nuestros días, más allá de los avatares y de la política doméstica e internacional. Para Zulema Marzorati, eso responde a que “durante el peronismo hubo un proyecto a largo plazo para el desarrollo científico y es por eso que todavía esa impronta se mantiene. Creo que la revista cubrió la necesidad de ese momento. Claro que no pudo mantenerse después de la caída de Perón, pero sí esa cultura atómica que se forjó entonces se mantuvo sin importar los gobiernos que siguieron. Todos los logros que se consiguen ahora tienen que ver con lo que empezó entonces”. Y prosigue: “Hay un intento de Perón, desde su discurso en La Plata, en 1944, de desarrollar la industria pesada. Dice que no vamos a ser un país hasta que tengamos un desarrollo industrial y de la industria pesada. El tema atómico ofrecía la posibilidad de contar con energía para ese proyecto. El interés estaba puesto en la industria pesada y la revista fue sin dudas una consecuencia de ese clima”.
Y así como Mundo Atómico vivió sus años de gloria durante el peronismo, la caída del gobierno de Perón fue, también, su ocaso. “El final de la revista tiene que ver con la caída de Perón”, rememora Marzoratti; quedaron las revistas liberales, las de Editorial Atlántida. Hubo un intento de continuarla, se llamó Era nuclear, para 1957, pero no prosperó y desapareció al poco tiempo”.
Sin embargo, es posible que inventos como el de Mundo Atómico hayan plantado la semilla de lo que parece ser un reverdecimiento de la política científica y de su acercamiento al gran público, a través de iniciativas como Tecnópolis, por ejemplo. Para Marzoratti, “en el campo científico hoy aparece una continuidad en esta época que la emparenta con ese proyecto del peronismo. La vuelta de los científicos al país, la creación del Ministerio de Ciencia o la inversión en CNEA o eventualmente Tecnópolis son muestra de eso. Es posible que Mundo Atómico haya sido un puntal para que hoy eso pueda ser una realidad”.