Por Carolina Miscione. En U-238 #14 Noviembre 2014.
Visto en perspectiva, el anuncio alemán de cerrar sus centrales nucleares para 2022 está más cerca de una expresión de deseos que de una realidad a concretarse en ocho años. A las razones originales del anuncio —la presión del Partido Verde, por un lado, y el abordaje de los residuos nucleares, por otro— sobrevinieron otros problemas tales como la imposibilidad económica de Alemania de cubrir sus necesidades energéticas por fuera del sistema nuclear. En este escenario, la decisión del gobierno de Angela Merkel ha sido prorrogar el funcionamiento de sus centrales, al menos hasta encontrar un plan alternativo, efectivamente viable.
En 2001, Gerhard Schroeder, al frente del Gobierno alemán, anunció el cierre definitivo de las centrales nucleares para el año 2022, y 10 años después esa decisión seguía sin ejecutarse plenamente. Fue en 2011 que Angela Merkel impulsó nuevamente esta decisión en un contexto internacional muy particular: el accidente de Fukushima.
Analizar el escenario en Alemania en lo relativo a la producción de energía nucleoeléctrica con fines pacíficos requiere revisar algunas cuestiones propias de la política interna de dicho país. Para comprender la raíz del proceso de desmantelamiento total del programa nuclear, debemos remontarnos a una decisión legislativa que data del año 2001, por medio de la cual, Alemania (uno de los principales consumidores mundiales de energía nuclear) se comprometía a renunciar paulatinamente al uso de la energía nuclear para la generación de electricidad, a la vez que impulsaría una política de fuerte promoción e inversión para el uso de fuentes de energía alternativas renovables.
En aquel momento, dicha decisión estuvo influenciada por el peso del Partido Verde, el cual alegaba como justificativos para el cierre de las centrales de producción de energía nuclear cuestiones relativas al dilema de las “3-S”, ya sean propias del área de la security (como posibles acciones criminales o terroristas o cualquier otra posesión no autorizada de materiales nucleares), de la safety (tales como accidentes dentro de las instalaciones), así como de las safeguards (propias del campo de la proliferación nuclear). Cabe destacar que el Partido Verde alemán (GRÜNE) es uno de los más grandes en Europa, siendo uno de los principales partidos políticos de la oposición alemana al gobierno actual, con unos 70 miembros del Parlamento, aproximadamente, y una fuerte presencia en los parlamentos regionales.
A su vez, existía otro conjunto de razones de índole medioambiental que inspiraron aquella decisión, como por ejemplo las íntimamente relacionadas con la generación de residuos nucleares que permanecen radiactivos durante decenas de miles de años y constituyen uno de los principales obstáculos a las virtudes de la energía nuclear; así como las pequeñas emisiones gaseosas radiactivas como consecuencia del funcionamiento de las centrales nucleares y su incidencia tanto en el medio ambiente como en la salud de la población instaladas en zonas aledañas a las centrales.
Pese a esto, para el año 2010, la canciller alemana Angela Merkel decide anunciar la extensión de la continuidad de las centrales nucleares en Alemania, lo que motivó fuertes críticas de los partidos ecologistas. Una de las razones era la imposibilidad económica que significaba para Alemania cubrir sus necesidades energéticas prescindiendo de la energía nuclear, lo cual resultaba altamente costoso y deficitario, debido a que la diversificación de su matriz energética no había tenido el avance esperado.
En el mismo escenario, la prórroga se explica también por variables propias del campo geopolítico. Como ya hemos referido en números anteriores de U-238, la matriz energética internacional continúa siendo profundamente dependiente de los hidrocarburos, lo que sigue configurando múltiples escenarios de escasez y conflicto que obligan a algunos países a replantear sus políticas de explotación y/o acceso a dichos recursos naturales, asignando esfuerzo presupuestario, recursos materiales y recursos humanos.
Bajo esta lógica de competencia por el acceso a los recursos, y la necesidad de mantener los márgenes de seguridad energética nacional, la ecuación que pudo realizar el Gobierno alemán tenía en una variable el abandono de la producción de energía nucleoeléctrica y, en otra, el inmediato incremento de las importaciones de electricidad de los países vecinos y de combustible fósil, en especial gas natural de Rusia. La consecuencia esperada es la pérdida del margen de maniobra político y económico comercial del gobierno alemán.
Finalmente, otra de las cuestiones de peso que gravitan sobre el plan de cierre de las centrales nucleares es el logro de las metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, a las cuales se encuentra comprometido este país.
Fukushima en la agenda alemana
A los pocos meses de la prórroga, un acontecimiento cambia el rumbo de la política nuclear alemana: el terremoto y el tsunami ocurrido en marzo del 2011 en Japón que produjeron el accidente en la Planta de Energía Nuclear Fukushima Daiichi.
Tras el accidente, el Gobierno alemán decide desactivar inmediatamente sus más antiguos reactores nucleares en funcionamiento, pasando de 17 a 9 reactores activos. Tres meses después, Angela Merkel reafirmó la intención política de abandonar aceleradamente el uso de la energía nuclear en un plazo de 11 años (la que para 2011 todavía suministraba cerca del 18% de la electricidad consumida, y que para el 2013 continuaba representando un 15%) mediante lo que se denominó el “cambio energético”.
A posteriori, el Bundestag (Parlamento Alemán) aprobó por gran mayoría un calendario donde se preveía desconectar definitivamente los nueve reactores restantes para el año 2022.
Según lo proyectado, a los 7 reactores cerrados poco después de la tragedia en Japón, se suma una octava planta que había sido cerrada por problemas técnicos y permanecería cerrada definitivamente; y una proyección al mediano plazo donde otras seis centrales nucleares dejarán de funcionar en 2021, siendo que las últimas tres se desactivarán finalmente en 2022.
La mayoría de quienes criticaron la medida afirmaban que esta decisión estaba ligada a una maniobra destinada a la opinión publica nacional e internacional para incrementar la intención de voto del partido de Merkel (la Unión Demócrata Cristiana) en las elecciones legislativas de 2011. Aunque hubiera sido por esas razones, igualmente los resultados fueron desfavorables para su partido, y el Partido Verde hizo una excelente elección.
Críticas a la revisión de la matriz energética
Abordaremos en detalle algunas de las cuestiones y costos asociados a la decisión de “apagar” el 100% de las centrales nucleares. En primer lugar, voces críticas de la medida adoptada afirman que hay ausencia de visión estratégica al largo plazo en relación con las emisiones de carbono y el efecto invernadero.
Como comentamos previamente, desde comienzo de la década del 90 se implementó una política estatal de fomento de las energías renovables. Incluso se sancionó una ley bajo el formato de programa, con múltiples beneficios e incentivos para la utilización de fuentes de energía sin impacto en el clima, lo cual también fue relanzado por el Gobierno de Merkel. Esto permitiría asegurar que Alemania ya tiene parte del camino recorrido en lo que respecta a la “electricidad verde”, la cual se espera que para el año 2050 represente casi la totalidad de la matriz energética nacional.
Sin embargo, en la actualidad existen diversas visiones críticas sobre cómo este país estaría llevando adelante dicha transición hacia una energía limpia, las cuales argumentan que en realidad el abandono de las centrales nucleares se ha producido de un modo impulsivo sin una clara planificación nacional a mediano plazo de la decisión tomada, por lo cual la consecuencia inmediata ha sido la denuncia de cierto sector de la población (en especial de aquellos ligados al Partido Verde) sobre el incremento del uso de combustibles fósiles.
Según esta óptica, se estaría ante una falacia del cambio energético, ya que los niveles de contaminación y daño al medioambiente se mantienen intactos, sólo que han cambiado su lugar de origen.
Pese a la utilización racional de energías renovables, el repentino cierre de su producción nuclear ha provocado el aumento del uso de usinas a carbón para solventar el suministro de electricidad nacional (el cual aproximadamente representa una cuarta parte). Como también ya hemos visto en números anteriores de U-238, el carbón es un combustible responsable de grandes emisiones de dióxido de carbono altamente contaminantes para el medioambiente.
Al día de la fecha, gran parte de la oposición alemana insiste en la necesidad de elaborar un plan coherente para la transición a nuevas formas de energía, que suponga una restructuración racional de la matriz energética y de la red eléctrica nacional, exigiéndole al comité de expertos nombrado ad hoc a la toma de decisiones sobre el tema nuclear, una mayor estrategia de implementación.
La segunda crítica se centra en la dependencia y en las contradicciones discursivas. La cuestión de la dependencia está directamente relacionada con la pérdida de capacidad del país para continuar produciendo más energía que la que consume y, por tanto, el irreversible abandono de su condición de “exportador neto de energía eléctrica”.
Siguiendo esta lógica, Alemania se ve obligado a incrementar la importación de electricidad para satisfacer su demanda interna y, por razones de costo de transporte, lo ha hecho buscando oferta principalmente en sus países vecinos. Lo paradójico es que Francia se ha convertido en uno de los principales países exportadores de electricidad a Alemania, electricidad que se genera en las centrales nucleares francesas a escasos metros de la frontera entre ambos países.
Recordemos que Francia continúa siendo un país que basa gran parte de su matriz energética en la energía nuclear, con un total de 58 centrales nucleares en actividad que producen aproximadamente un 73% de su electricidad.
En tercer lugar, encontramos las tres “S” y la existencia de armas nucleares en territorio alemán. Si bien las justificaciones del gobierno alemán para el abandono de las usinas nucleares del país hacia el 2022 se basan en el dilema de las tres “S” en el campo de lo nuclear, se registran datos que dan lugar a críticas sustentadas en la diferencia entre el discurso y la acción.
Alemania mantiene un importante arsenal nuclear estratégico de los EE.UU., almacenado en su propio territorio nacional. Incluso a principio de 2014 se anunciaron proyectos de modernización por parte de la Casa Blanca. Esto supone un blanco para las críticas a la política oficial, ya que los mismos riesgos y amenazas en estado potencial que significaría un accidente o atentado en una central nuclear se ven exponencialmente incrementados ante un hecho similar sobre un artefacto nuclear de uso militar.
A comienzos de 2014, el Pentágono hizo saber mediante el borrador desclasificado del presupuesto militar estadounidense1 que tiene previsto no sólo desplegar una versión mejorada de la bomba nuclear táctica B61-12 en cinco países de Europa, dentro de los cuales se incluye Alemania —cuyo despliegue se prevé para el año 2015— sino también su instalación en cazabombarderos de las Fuerzas Aéreas de estos Estados, específicamente en los cazabombarderos tácticos de la OTAN F-16 y Tornados.
En la misma línea se incluye la participación de Alemania en el programa nuclear israelí (país que se encuentra por fuera del marco del Derecho Internacional en lo relativo a desarme y no proliferación) mediante el suministro de tres submarinos (a los que hasta 2017 se sumarán otros tres), los cuales disponen de un novedoso sistema hidráulico que permite accionar cabezas nucleares.
Medio ambiente, dependencia y compromisos estratégios
Luego de haber abordado las diferentes cuestiones del escenario alemán, es posible afirmar que el país está en un punto de inflexión en el diseño de su estrategia energética, en función de evitar el incremento de la dependencia del gas extranjero y del carbón doméstico. En la misma línea, especialistas del sector energético apuntan que es necesario trabajar en la eficiencia de una futura red eléctrica alemana basada en energías renovables, tanto para cubrir la demanda nacional como las particularidades técnicas necesarias para extender su uso.
En segundo lugar, se evidencia la necesidad de resolver el dilema de las exigencias geopolíticas (como la permanencia de las armas nucleares norteamericanas) que entran en profunda contradicción con la política de desmantelación de centrales nucleares.
Finalmente, con la desmantelación de centrales nucleares viene asociado un pasivo ambiental, que requiere de análisis técnico y de definiciones y acuerdo político: el repositorio permanente de residuos nucleares en el país.
1 www.saffm.hq.af.mil/shared/media/document/AFD-140310-047.pdf