“Cuando un país prioriza la educación, le cambia la vida a las personas”

Por Laura Cukierman. En U-238 12 Julio 14

La Unidad Integral de Educación Técnico-Profesional “Dr. Melillo” es un proyecto educativo que nació hace más de veinte años como consecuencia de la existencia de Atucha, la primera central nuclear de América Latina. A partir de entonces, fue creciendo según las necesidades laborales, culturales y educativas de la localidad de Lima y, además, creó la carrera de Técnico superior en Reactores Nucleares. U-238 estuvo con el ingeniero Marcelo Huidobro, actual director de la Unidad Integral y uno de sus impulsores, quien hace un balance de las transformaciones que vivió en estas dos décadas. Una experiencia fascinante de educación, un modelo de formación único en el país que combina el trabajo en conjunto del Estado provincial y nacional, y un importante grupo de empresas privadas.

¿Cómo y cuándo nace la Unidad Integral de Educación Técnico-Profesional “Dr. Melillo”? ¿Por qué surge la necesidad de crearlo?

Nació en 1994 durante el 20º aniversario de Atucha. Ese año, la CNEA decidió homenajear a la localidad de Lima, en Zárate —que cobijó a esta central— con una escuela. En aquel momento estaba en construcción Atucha II, por eso, estábamos ante una gran oportunidad, la de formar a las personas con diferentes oficios para que posteriormente pudieran trabajar allí. Este Centro se creó, entonces, como lugar de encuentro de actividades educativas, culturales, deportivas, como vínculo y unión de la comunidad con la primera central nuclear de América Latina. Por aquel entonces, en plena década del 90, la educación técnica estaba amenazada por la vigencia de la terrible Ley Federal de Educación que tanto daño hizo a este tipo de formación. Sin embargo, y a pesar de ello, era necesario formar técnicos. Así nació el Centro de Formación Profesional, una modalidad presente en la provincia de Buenos Aires que busca desarrollar en las personas adultas destrezas laborales para desarrollarse como individuos y para que sean útiles en los proyectos de desarrollo de su comunidad. Ese fue nuestro gran objetivo: dar respuesta educativa a lo que hacía falta en la comunidad.

¿Este proyecto se vio afectado por las diferentes coyunturas políticas económicas del país?

Cuando vinieron las épocas difíciles en el país, nosotros, como escuela vinculada a la actividad nuclear, nunca quisimos resignarnos a tener un país empobrecido. Entonces buscamos ofertas educativas que pudieran dar ciertas condiciones de dignidad a la gente. Así fue como empezamos a criar conejos en nuestros galpones o a enseñar apicultura, que era una actividad de hobby en la zona, pero los productores no podían expandirse por falta de capacitación y de conocimiento. Al contar con el apoyo de una organización como Nucleoeléctrica, pudimos armar una planta de fraccionamiento y envasado de miel y la comunidad pudo exportarla. También dimos cursos de asistentes de ancianos o de niños, de jardinería, etcétera. Pero siempre tuvimos el espíritu vivo de la escuela técnica y esto permitió que, cuando estuvimos en presencia de un nuevo país, simplemente cerraramos el curso de apicultura y abrimos los de tornería, plomería.…

¿Este cambio se dio con más fuerza a partir de la reactivación del Plan de Energía Nuclear?

Fue tan impactante la gestión del presidente Néstor Kirchner que el país pudo satisfacer algunas de sus demandas postergadas por mucho tiempo. Empezó a reactivarse Atucha II, lo que implicó un inmenso crecimiento para este pueblo que no tenía una escuela acorde a esta nueva coyuntura. Sobre todo, había una discontinuidad de saberes, porque hubo una discontinuidad de obras muy fuerte durante toda la década del 90. Pero ya que teníamos todo armado como Centro de Formación Profesional, teníamos un espacio físico, pudimos crear una escuela técnica secundaria: la Escuela Técnica Nº 5 de Zárate. Entre Nucleoeléctrica, la CNEA y la Dirección General de Cultura y Educación se llevó a cabo una alianza estratégica. Nucleoeléctrica puso a disposición el hardware: los talleres y el edificio. El software lo aportó la Dirección de General de Educación y Cultura que era la que podía certificar títulos oficiales. Tuvimos que hacer una modificación interna importante: los cursos se reconvirtieron a aquellos que tenían una necesidad concreta de trabajo y de capacitación. Por ejemplo, se necesitaba soldadores, porque durante la recesión de obras esta figura había desaparecido. De esta forma, los cursos de formación profesional pasaron a la noche y quedó la escuela técnica durante el día. Sucedió algo muy interesante: mucha gente que iba aprender un oficio se enganchaba tanto con ir a tomar clases que empezaba a anotarse para terminar el secundario en la escuela también. Ahí nació el bachillerato con orientación técnica para adultos, el cual se puede finalizar en tres años. Además, tiene una característica muy especial, ya que el adulto necesita saber cómo incorporar los saberes a su cotidianeidad, al trabajo. Este bachillerato para adultos funciona como una espina de pescado: el primer año se especializa en electricidad, el segundo año es sanitarista y el tercer año es gasista. Acá se dan las materias convencionales como matemáticas y lengua, pero adaptadas a estas necesidades. Por ejemplo, en lugar de leer la Divina Comedia, leen un manual de técnico electricista; en lugar de redactar poesía gauchesca, aprenden a redactar un curriculum vitae y en lugar de aprender los tiempos verbales en inglés, aprenden a leer folletos técnicos en ese idioma. Todo está pensando en función de las necesidades de los alumnos. Mientras hacen la secundaria, obtienen diplomaturas de formación o título. Si, por alguna razón, sólo pueden cursar el primer año, ya tienen título de electricista, si pueden hacer sólo dos años, ya pueden trabajar como sanitarista y electricista, y si hacen los tres, como electricista, sanitarista y gasista con bachillerato completo. Cuando la columna vertebral de un país es la educación, se le está cambiando la vida a las personas.

También dieron un gran salto con la tecnicatura.

Después de tener la formación en oficios, el secundario para adultos y la escuela técnica, decidimos ir por la creación de un Instituto Superior de Formación Técnica que comenzó dando la carrera de Técnico Superior en Reactores Nucleares, para formar al personal de conducción futuro. Fuimos a consultar directamente a los especialistas de Atucha para saber qué necesitaba tener el plan de estudio de esta carrera para que sea realmente útil. Esto permitió constituirnos en una Unidad Integral de Educación Técnico Profesional. De esta forma, queda asegurada la inserción laboral. El Técnico Superior en Reactores Nucleares es un técnico con sólida formación básica y conocimientos técnicos, teóricos y prácticos en las áreas de centrales nucleares y reactores de investigación y sus temas vinculados, ajustándose a los criterios de la política educativa de la Provincia de Buenos Aires para las tecnicaturas de nivel superior.

Inclusive los docentes salen de ahí, ¿verdad?

Claro, los docentes para la formación de oficios salieron de la propia Nucleoeléctrica. Por ejemplo, teníamos un cañista jubilado de Atucha después de 40 años y lo convencimos para que diera clases. Toda gente grande que fueron formando a los nuevos oficios: cañistas, soldadores, electricistas, conexionistas. Muchas veces los propios supervisores de las obras eran los que daban clases, ya sabían quién era útil para tal o cual oficio según lo que ellos necesitaban. Así, se fue creando un círculo virtuoso. Sobre todo en la carrera superior se contó con una gran cantidad de gente que viene directamente de Atucha. Por ejemplo, el director del Instituto Superior, es el Jefe de División de Emergencias Nucleares.

¿Cómo es el vínculo con la sociedad?

La comunidad siente al instituto como propio porque sabe que es suyo. Está abierto los fines de semana para que lo usen y lo cuidan porque les pertenece. Desde la educación, nosotros acompañamos los proyectos de expansión de la comunidad en todas las áreas, específicamente en la nuclear. Y la sociedad responde de manera formidable. Además, por acá pasan familias enteras: el chico que quiere estudiar, la madre que puede terminar el secundario, el padre que aprende un oficio. La comunidad realmente lo siento suyo.

¿Y con otros sectores sociales están involucrados?

En todo este tiempo buscamos alianzas estratégicas con varios sectores. Por ejemplo, tenemos un vínculo con la Fundación UOCRA, porque muchos de nuestros alumnos que se insertaban en la obra eran del gremio que también necesitaba formarse. Así se aseguran otros oficios y otras fuentes de ingreso. También realizamos un salto de calidad enorme, con ayuda de UOCRA, al certificar norma IRAM de calidad educativa, ya que son muy pocas las escuelas que lo tienen. Lo que hay que tener presente es que cuando Nucleoeléctrica decide hacerle este regalo a Lima no busca hacer filantropía sino que hace responsabilidad social, inclusive antes de que esa figura existiera. Se compromete con la comunidad y ve qué hace falta. Eso es realmente muy interesante. Es crecimiento y beneficios para todos.

¿Qué balance puede hacer hasta el día de hoy?

En algún momento, tuvimos que criar conejos en los galpones porque no quedaba otra y hoy formamos técnicos superiores en reactores nucleares. Los chicos están comprometidos con la escuela, seguimos con los oficios, la gente está terminado el secundario. Estamos haciendo una alianza estratégica entre educación y sector empresario que es muy exitosa. Estamos realmente muy contentos.

¿Cómo sería el futuro ideal para esta experiencia tan rica?

Yo creo que las experiencias más ricas son las que van a venir cuando se reciban las primeras camadas de técnicos en reactores nucleares. Este lugar no nos ha dejado de dar satisfacciones. A mí me gustaría que nuestro instituto termine siendo reconocido por su prestigio como referente de la formación en energía. Especializados en formación de energía en general y nuclear en particular. Argentina tiene un instituto especializado en energía y eso le puede interesar a muchos sectores. Puede ser un lugar extraordinario para crear un centro de excelencia. A mí lo que me parece es que en la medida en que el país siga creciendo harán falta mas técnicos e ingenieros y este puede ser un gran lugar de formación. Seguir brindando una formación integral para el trabajo y para la ciudadanía. Seguir formando buenos profesionales y buenas personas. Ese es nuestro máximo objetivo.

Quién es Marcelo Huidobro

Macelo Huidobro vive en Lima, Zárate. Es Profesor Nacional en Disciplinas Industriales, Licenciado en Tecnologia Educativa, Diplomado en Diseño y gestión de políticas socio laborales. Actualmente es Director de la Unidad Integral Educación Técnico Profesional. Allí trabaja desde su creación en diferentes áreas.

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