El pasado 4 de noviembre entró en vigencia el Acuerdo de París, adoptado en 2015 y parte esencial de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Destinado a sustituir al Protocolo de Kioto, este acuerdo es el primero de carácter global contra el cambio climático.
Al aprobar el Acuerdo de París, 92 países –entre ellos ocho de los diez que más emisiones generan– se comprometieron a combatir el cambio climático y poner en marcha medidas e inversiones para lograr un futuro sostenible y bajo en emisiones de carbono.
Otro objetivo que las naciones establecieron a través de este acuerdo es mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de los 2 grados centígrados y aspiran a limitarlo a 1,5 grados centígrados.
Desde el punto de vista tecnológico, el Acuerdo de París es «neutro» debido a que no existe ninguna restricción ni limitación para que los distintos países puedan utilizar en sus mix de generación la tecnología que consideren adecuada.
En este sentido, la energía nuclear puede realizar una importante contribución en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, al tiempo que produce grandes cantidades de energía eléctrica para el desarrollo socioeconómico presente y futuro.
Según el informe Climate Change and Nuclear Power 2015 del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), durante los últimos 45 años, la utilización de la energía nuclear ha evitado la emisión de más de 65 Gt CO2 a nivel mundial, lo que equivale al 41% del total de las emisiones evitadas por las fuentes bajas en carbono (hidráulica, nuclear y otras renovables).