Por Gabriel De Paula. En U-238 Marzo 2013
Los hechos de Fukushima reabrieron el debate acerca de la conveniencia del uso de la energía nuclear con fines pacíficos, cristalizando de ese modo los intereses detrás de los argumentos de organismos internacionales, ONGs y países que intervienen en el debate. Pero el dato más relevante es que, a pesar de las repercusiones en la opinión pública de los sucesos, poco y nada ha cambiado al nivel de las políticas nucleares; a lo sumo, se han acelerado o concretado decisiones que ya habían sido tomadas antes de marzo de 2011.
El accidente de Fukushima renovó en la comunidad internacional las discusiones acerca de la conveniencia o no conveniencia de los usos pacíficos de la energía nuclear. En este escenario, puede considerarse que Fukushima actuó como catalizador de estas opiniones que denotan, por lo general, un interés específico. A continuación, se llevará a cabo un análisis de esas posturas y opiniones en la comunidad internacional, con el propósito de condensar en un mapa de actores las posiciones a favor y en contra de la energía nuclear. La intención no es profundizar en aspectos técnicos del accidente, sino en los políticos que se vuelcan en la arena internacional, siendo estos los que definen en los organismos internacionales tanto los cursos de acción a seguir, como las relaciones de cooperación o competencia. En este marco, se abordarán tres grupos específicos de actores internacionales: organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales y algunos países que presentan casos de interés.
Evaluación de los organismos internacionales: el fenómeno natural
Según el documento oficial de la Conferencia Ministerial de la OIEA sobre Seguridad Nuclear (junio de 2011) el accidente de Fukushima fue “causado por un terremoto y un tsunami de efectos devastadores”. Esta Conferencia de la seguridad, las cuestiones relativas a la preparación y respuesta en caso de emergencia y las implicaciones para el marco mundial de seguridad nuclear. Es importante destacar, como primera instancia del análisis, que el accidente tuvo como factor interviniente un fenómeno natural, lo que es sustancialmente diferente a una falla técnica o humana en la central nuclear.
Tras Fukushima, la OIEA instó a los miembros a reforzar los mecanismos de seguridad nuclear y a profundizar los controles, así como también a sumar a las evaluaciones y escenarios las consecuencias de fenómenos naturales.
Según las conclusiones de la misma reunión, Fukushima debilitó comprensiblemente la confianza del público en la seguridad de las actividades nucleares, por lo que hacen un reconocimiento público, afirmando que la transparencia en el abordaje de las cuestiones relacionadas con la seguridad es un componente fundamental para recuperar dicha confianza.
En otras palabras, los países que forman parte de la comunidad nuclear mantienen inalterables los intereses en el desarrollo y uso pacífico de la energía nuclear, proponiendo un aprendizaje de la experiencia de Fukushima, en función de revisar los estándares de la seguridad nuclear y los planes de contingencia ante accidentes. Sin embargo, parte de la opinión pública internacional es permeable a otras visiones contrarias, que presionan contra el desarrollo atómico.
Los organismos internacionales y el fenómeno natural
Las ONG antinucleares tomaron al terremoto y el tsunami como variables intervinientes que vienen a consolidar la idea de los componentes negativos de la seguridad nuclear para la población y el medio ambiente. Según el informe “Las Lecciones de Fukushima” editado por Greenpeace (marzo de 2012), aunque el origen del accidente se fija en el gran terremoto y el tsunami, “las causas principales del accidente nuclear se deben a fallos institucionales como la influencia política y una legislación dirigida por la industria”. En otras palabras, afirman que la inminencia de un accidente nuclear es intrínseca a la propia actividad, independiente de las variables que puedan desencadenar un evento que ponga en peligro a la población. Además, el informe argumenta que la seguridad nuclear no existe, por el contrario, lo que existen son los riesgos imprevisibles asociados al funcionamiento de un reactor nuclear. Greenpeace, en tanto organización que puede ser tomada como núcleo de la opinión de otras ONG del mismo cariz, concluye su investigación con dos ideas: la primera, el accidente nuclear de Fukushima marca el final del paradigma de la “seguridad nuclear” y el accidente nuclear de Fukushima pone en evidencia la enorme y sistemática incapacidad de las instituciones que deben controlar la energía nuclear y proteger a la población de los accidentes nucleares.
También agrega una crítica hacia la OIEA, de la cual dice que es ineficiente ya que tiene la obligación de regular la misma “tecnología peligrosa” que fomenta. Además de este informe en particular, pueden encontrarse en la web varias notas acerca del impacto ambiental en Japón, algunas de las cuales son elocuentes en el mensaje que envían. Se trata de al menos tres noticias que se repiten y diseminan a gran velocidad en la red: la mutación de la “mariposa de Fukushima”, los elevados niveles de radioactividad (cesio) en peces, en ríos y embalses, y la mayor contaminación radiactiva marina localizada de la historia. Valga la aclaración de que todos son datos verificados científicamente, por ello, lo que se intenta mostrar no es la veracidad o no del impacto ambiental, sino la forma en que se comunican estos hechos y la tendencia o reflejo que se busca generar en la opinión pública internacional.
Tomando estos ejemplos, hacia el final del artículo se realizarán algunas apreciaciones acerca de la construcción de la comunicación de cuestiones que tienen que ver con el sector nuclear.
Fukushima en la agenda de los países nucleares
No sería correcto decir que Fukushima tuvo un impacto negativo en la agenda de los países nucleares, al menos en lo que respecta a la inversión en desarrollo nuclear. Sí, en cambio, podría firmarse que en algunos casos pudo haber inclinado la balanza para comunicar o acelerar decisiones que ya estaban tomadas. Es interesante ver que un accidente nuclear tiene un alto impacto mediático y preocupa a la opinión pública, pero no “mueve el amperímetro” de las políticas nucleares.
En línea con lo expresado, José Manuel Díaz Franciso, encargado de la seguridad en la empresa pública Electronuclear de Brasil, dijo que los procedimientos en las centrales de Angra do Reis fueron reforzados tras Fukushima. Agregó: “tenemos acciones en curso [para aumentar la seguridad] pero [el accidente en la centra nuclear japonesa] Fukushima los aceleró”. Según Díaz Franciso, tras el accidente, Electronuclear prevé la construcción de una pequeña hidroeléctrica instalada al borde del agua, como alternativa para enfriar los reactores en caso de una avería generalizada. La medida se enmarca en el objetivo de la comunidad nuclear de tomar Fukushima para mejorar los mecanismos y protocolos de acción ante un evento que ponga en peligro la integridad de la infraestructura crítica nuclear.
En el caso de Rusia, la apreciación de Vladimir Putin fue interesante, ya que desplazó el punto de discusión de la seguridad nuclear a la seguridad energética. Aseguró que “teniendo en cuenta lo que está ocurriendo en Europa después de la catástrofe de Fukushima, la necesidad de materias primas se incrementará. Alemania ha decidido cerrar de forma gradual sus plantas nucleares. Y la misma tendencia se produce en otros países de Europa. Por tanto, la demanda de fuentes de energía aumentará”. Según este pronóstico, Rusia se posiciona en ventaja en tanto es exportadora de energía hacia la Unión Europea.
Alemania fue uno de los países en los que Fukushima tuvo mayor impacto. El 13 de marzo, dos días después del accidente, unas 60 mil personas se manifestaron contra la energía nuclear en Baden-Württemberg, lo que obligo a Merkel a anunciar la decisión, dos meses más tarde, de que en 2022 Alemania desactive la totalidad de sus plantas nucleares. Si bien era un tema de agenda, el gobierno se vio forzado a acelerar los planes de desactivación.
En este caso en particular, la opinión pública tuvo peso específico propio: a fines de marzo los ecologistas, en alianza con los socialdemócratas, ganaron las elecciones de Baden-Württemberg, el land donde gobernaban los democristianos (aliados a Merkel) desde 1953.
En Argentina, nos remitiremos a la opinión de Julián Gadano, vicepresidente segundo de la Autoridad Regulatoria Nuclear Argentina. Gadano afirmó que la política nuclear argentina se transparenta en “dos decisiones de política del Estado, previas al accidente de Japón, que aparecen como correctas y bien orientadas. El fortalecimiento del organismo regulador, con personal capacitado e independiente; y el lugar central reservado al Estado como actor preponderante del sistema”.
Toma de decisiones, comunicación y opinión pública
Estos son los tres elementos de la política internacional que abordamos tras el breve análisis de cada grupo de interés: organismos internacionales, ONG’s y países como caso testigo. Es preciso señalar que la toma de decisiones se nutre de varios otros componentes, pero en Fukushima han sido gravitantes los mencionados para el impulso de políticas e iniciativas tanto a nivel nacional como internacional.
Sin embargo, estas iniciativas no significaron un cambio de rumbo a nivel internacional, porque el accidente de Fukushima no fue un punto de inflexión para la comunidad nuclear. Por el contrario, se ponderó una profundización de los controles y mecanismos de seguridad nuclear a un cambio de rumbo.
La cuestión de la comunicación de los asuntos nucleares y su impacto en la opinión publica contiene un elemento gravitante para la toma de decisiones que es preciso destacar: la actividad nuclear es una actividad con tecnicismos poco asequible para la mayoría de la opinión pública nacional e internacional. En otras palabras, está alejada de las cuestiones diarias de la agenda, además de tener mala prensa. Por esta relación particular, la toma de decisiones no varió significativamente, con la excepción del caso alemán en el cual el tema de la desactivación de centrales nucleares ya estaba instalado, y el accidente aceleró un proceso que ya estaba en marcha.
Como corolario, podríamos decir que la comunidad nuclear internacional, además de aprender de Fukushima para mejorar los aspectos técnicos, necesita analizar estos casos para diseñar una política de comunicación más efectiva que acerque los asuntos nucleares al común de la opinión publica.