Por Pablo Domini. En U-238 Marzo 14
Lograr una relación y, particularmente, una comunicación eficaz con la sociedad es uno de los grandes objetivos para el cual trabaja el sector nuclear. Pero las estrategias desplegadas no siempre contienen una base ética y social. Este es justamente el tema que aborda Héctor Vera, Doctor en Comunicación y periodista chileno, que se ha dedicado a tratar la problemática atómica desde un punto de vista filosófico. Entrevistado por U-238, Vera expresó algunos de sus puntos de vista y métodos de trabajo, en los que pone el acento en las responsabilidades que tienen todos los actores, y en la necesidad de entender que la ciencia no puede pensarse como un campo separado de la política y alejado de las discusiones éticas.
¿De qué manera la comunicación se relaciona con el campo de la energía nuclear?
Con la comunicación uno está siempre tratando de atribuir significado. No hay que mirarla como información, sino desde la acción, con los actores que construyen significado. No puedes hacer planes de comunicación sin tener un cierto pensamiento más complejo y más crítico. Cuando se habla de lo nuclear aparecen una serie de elementos que generan asociaciones en forma inconciente, y si no estás conciente frente a qué emoción te encuentras es muy difícil hacer cualquier plan. Hay que ir identificando estos obstáculos. Es fundamental el armado teórico previo, el que está detrás del porqué de la comunicación. Yo utilizo un método que se llama el MACTOR (ver aparte), que habla acerca de los actores, de cómo se generan los escenarios. Claro que desde la comunicación se pueden dar recetas de lo que hay que hacer. La gente está acostumbrada a eso, de hecho lo espera. Obtiene seguridad, se lleva un tremendo instrumento, pero no sé si resolvió algún problema. La gran responsabilidad es pensar. Pero no todo el mundo quiere hacerlo. Entender cómo nos comunicamos y cómo producimos sentido, ese es un tema bien complejo. Mucha gente está esperando que se le indique claramente el camino, el procedimiento. Pero yo creo más en interpelar, en hacer reflexionar. Para comprender el mundo tienes que ser un intelectual, comprender el mundo por vos mismo.
Usted habla de la comunicación como acción. ¿Cómo sería la mejor forma de aplicar ese enfoque en el campo de la energía nuclear?
Es reductor tomar la información como el centro de la mirada comunicacional. Es importante, pero no agota el fenómeno. Para el entendimiento de los fenómenos comunicacionales es preciso entender que la comunicación estudia la construcción de significados y de sentido que los sujetos dotados de lenguaje hacen mediante la acción intersubjetiva, donde la información, o la representación formal de mensajes es una parte, y donde lo esencial está en las reglas sociales, en las prácticas, en las expectativas de los sujetos y en las estructuras sociales en que se sostienen. Sólo esta articulación práctico-simbólica, este lenguaje, entre las actividades de los sujetos con los sistemas sociales, permite comprender la vida social. En el campo nuclear hay que considerar que la tecnología y la ciencia que le están asociadas funcionan como un sistema o estructura que tiene su propio funcionamiento, sus regulaciones y sus propios códigos de seguridad y de uso. En este sistema debe pensarse en cómo se articula con los sujetos o actores que, fuera del sistema nuclear, toman decisiones y con quienes están directamente implicados. Esto debe llevar a detectar cuál es el lenguaje adecuado, comprender cómo estos actores construyen actualmente significados y, si estos son desfavorables, cómo intervenir para cambiar o modificar estos procesos. Esto implica considerar el contexto político, histórico, cultural de la comunidad en la cual se busca interactuar. Luego, hay que organizar los recursos, preparar las personas adecuadas y generar las competencias necesarias, diseñar, planificar y ejecutar acciones.
¿De qué modo el pensamiento y la crítica pueden hacer su aporte en la problemática sobre la energía y los recursos naturales?
Esta pregunta es demasiado complicada para responderla sin dejar asuntos esenciales fuera de la mirada. Las epistemologías sobre el rol del pensamiento, de la información y del conocimiento ante la naturaleza y ante las tecnologías evolucionan, cambian y no se presentan tan estables como los expertos quisieran. Sin duda en la modernidad, ligada a la industrialización, la naturaleza es mirada como un recurso al servicio de los intereses humanos. En la actual posmodernidad, ligada a la rápida reproducción del capital y a los negocios asociados a servicios y al conocimiento, el asunto es más complicado porque se pide la autosustentabilidad económica a todos los proyectos y no está claro ni es legítimo mirar la naturaleza como un simple recurso, sino más bien como una condición para que la vida, en todas sus formas, pueda realizarse. Esto implica un cambio sustantivo de actitud ante la tecnología. No es aceptable cualquier tecnología y cualquier tipo de crecimiento o de desarrollo económico social. Los ritmos del desarrollo están siendo considerados en el ideal de sociedad que se quiere construir, para no dañar el eje ecológico del planeta. La rentabilidad puede estar en contradicción con los intereses globales de la sociedad. Lo que aparecía como legítimo ayer, hoy puede ser inaceptable y políticamente inaplicable. De aquí la absoluta necesidad de terminar con el pensamiento y la lógica excluyentemente instrumental o estratégica y pasar a una lógica del consenso, uniendo tecnología, economía, desarrollo, energía con sustentabilidad global de la vida humana y no humana.
¿Cree que los científicos de la actualidad trabajan desprendidos de sus responsabilidades sociales y éticas? ¿Qué tipo de riesgos se dan en torno a esto?
La peor amenaza para la humanidad hoy es el tremendo lugar que está ocupando en la vida cotidiana el mundo de la ciencia y de la tecnología, y en donde sus protagonistas, los científicos, no tienen como eje de trabajo sus responsabilidades éticas ni sociales. El eje de la inmensa mayoría de los científicos y técnicos está puesto en la eficiencia, en la precisión tecnológica, en el descubrir y en el hacer desvinculado de la vida moral. Al parecer, nadie está dispuesto a ponerle freno al desarrollo científico y tecnológico instalado de esta manera y, aunque alguien lo deseara cambiar, tendría muy pocas posibilidades de influir para desmontar esta gigantesca maquinaria o sistema que regula todos los aspectos de nuestra vida actual. Entonces, los riesgos de una ciencia sin conciencia social son totales: una ingeniería genética al servicio de la producción y no de la convivencia tiene la vía libre a los Frankenstein. Una tecnología nuclear sin moral social puede seguir justificando o dismimulando los Hiroshimas, los Chernobyl o los Fukushima. Una cibernética sin responsabilidad social, sólo al servicio del poder y lejana de los ciudadanos, nos lleva a la ciberdictadura, a los policías y jueces cibernéticos, a la inteligencia y a la conciencia artificial sin control efectivo de los habitantes del planeta. Esto nos indica que la ciencia y la tecnología deben actuar desde la ética, porque de otro modo estamos dando luz verde a la autodestrucción de la vida humana en el universo a mediano y largo plazo.
¿Qué aporte hace la mirada ética y filosófica al momento de trabajar en la comunicación sobre energía nuclear?
Bueno, si vamos a hacer una campaña por lo nuclear, debemos pensar si estamos realmente convencidos de que eso debe ser así. Hay que participar de un proceso en el cual tu estés convencido de que lo que realizas tiene un buen sentido. Hay muchas preguntas que hacer: ¿Qué tipo de desarrollo quieres tener? ¿Quieres crecer al 7%, al 10%? Si quieres hacerlo a ese nivel, efectivamente vas a necesitar lo nuclear y muchas otras cosas. Pero si quieres crecer al 1% o el 2%, tal vez puedes repartir mejor lo que tienes. Chile, mi país, inició la discusión de instalar una planta durante el gobierno de Michele Bachelet. Sebastián Piñeira hizo un convenio con Francia y luego con Estados Unidos, para hacer estudios sobre un primer reactor de potencia. Pero luego ocurrió lo de Fukushima y se canceló el debate. Ocurre que Chile no tiene territorios no sísmicos. Hay que pensar también en la estructura económica del país: quienes están interesados en producir más electricidad son las empresas multinacionales, pero sin protección del Estado no se instala un reactor nuclear. En definitiva, ¿es una buena opción para Chile, que además tiene mucho recurso hídrico? Si Brasil ahora está pensando en el asunto nuclear es porque se supone que hay ciudadanos competentes para eso. A su vez, los alemanes lo comprendieron de otra manera, y están dispuestos a pagar más para no tener plantas nucleares en su casa. En Argentina, en tanto, hay un cierto consenso y cierto orgullo de sentir que es un país que ha desarrollado una tecnología de punta en el campo nuclear. Es decir, no hay valores universales de sí o no a lo nuclear. Y si Evo Morales dice que Bolivia no va a ser nuclear, está en su derecho de decirlo. Cuando hablamos de energía hay que hablar de política. En Latinoamérica hay países con democracias sanas y de ahí surge la autonomía para decidir.
¿Qué relación se da entre la sociedad y la percepción del riesgo que puede representar una planta nuclear?
Como seres humanos no tenemos en claro si percibimos bien el riesgo o no. Este tema interpela sobre cómo hacemos las cosas. ¿Quién puede estar en contra de los usos en salud o alimentación de la energía nuclear? El problema es cuando pasas a los reactores de potencia. Hay muchas diferencias entre una aplicación y la otra. ¿Todo el mundo está haciendo bien esa diferencia? No lo sé. Además, hay que pensar con qué riesgo quieres vivir. Si te dicen que un reactor nuclear va a estar ubicado a un kilómetro de tu casa, la cosa te hace pensar de otro modo. Estamos en un mundo muy tecnologizado, pero la mayoría estamos sólo en la parte del uso, ya que no tenemos el conocimiento. Esta distancia es cada vez mayor. Hay problemas grandes en la forma en que precisamente se genera conocimiento. Cuando te dicen que una estrella produce señales que se pueden leer por la intensidad de la luz; o que el agua tiene distintas edades dependiendo de su origen, simplemente tienes que hacer un acto de fe. Esa relación con la ciencia es algo tremendamente complejo.
Un método para comunicar
Héctor Vera fue uno de los expositores del Curso Regional de Capacitación a Comunicadores de la Región de América Latina: Aplicaciones Nucleares y Comunicación Estratégica que a fines del año pasado reunió en Buenos Aires a expertos de la comunicación vinculada al área nuclear. Dicho curso fue organizado en el marco del Acuerdo Regional de Cooperación para la Promoción de la Ciencia y Tecnología Nucleares en América Latina y el Caribe (ARCAL), dentro del cual Argentina está representada principalmente por la CNEA. En el encuentro, Vera expuso sobre la aplicación de un método en particular, llamado MACTOR, en la planificación de la comunicación relacionada con el mundo de la energía atómica. Aquí vemos un resumen realizado por el experto chileno.
El Método MACTOR (Matriz de Actores) es una herramienta de prospectiva social formulada por el economista francés Michel Godet, que sirve para recoger, seleccionar y organizar información con los propósitos de generar planes de acción de modificación de la realidad, basado en el conocimiento que se tiene tanto de los actores que tienen intereses convergentes y divergentes sobre un mismo tema, y de identificar los escenarios o condiciones en las que estos actores expresan sus prácticas, sus discursos y sus objetivos ocultos y manifiestos.
He propuesto hacer algunas modificaciones al método MACTOR para lograr poner el acento en los logros que pueden tener los actores mediante la colaboración, la búsqueda de intereses comunes, en vez de basarse en la lógica instrumental o estratégica que se orienta desde los exclusivos objetivos del organizador de las campañas, visualizándolo como un terreno a conquistar en vez de verlo como un interlocutor válido. Es decir, el propósito de esta modificación es darle prioridad a los campos de convergencia o de consenso de los actores, para construir un campo de deseos, de proyectos y de acción comunes al emisor y al destinatario (perceptores), dejando la confrontación de intereses menos destacada, aunque sin negarla. A esta transformación, inspirada en la Teoría de la Acción Comunicativa de Jürgen Habermas, la bauticé con el nombre de MACTOR COMUNICACIONAL.
Los proyectos científicos y tecnológicos del ámbito nuclear tienen impactos relativamente más visibles sobre el entorno social que otros proyectos tecnológicos, debido a que se enmarcan en una tecnología que requiere de niveles de control y de seguridad máximos, que normalmente no se les piden a otras tecnologías, y en esto hay razones históricas, políticas y culturales. Bajo estas condiciones, el método MACTOR permite distinguir actores implicados, decidores, actores favorables y refractarios o neutrales y, a partir de esto, se puede hacer un diagnóstico de las dificultades y de las facilidades para emprender acciones, iniciar un proyecto, difundir lo realizado, preparar condiciones favorables, considerando los escenarios posibles. El método entrega un camino específico de analizar e intervenir la realidad dentro de un previo entendimiento de lo que genera las actividades nucleares para poder darle un curso pertinente a las alianzas concretas con las que deben contar estos proyectos y actividades.