Por Mauricio Bisauta, vicepresidente de la CNEA – Presidente de ENSI. En U-238 #18 Julio – Agosto 2015.
El impulso que le brindó el Gobierno nacional al sector desde 2006, contribuyó a consolidar el liderazgo nuclear argentino en la Región y los resultados obtenidos son una muestra cabal de ello. Los desafíos de la nueva etapa demandan profundización y algunos cambios.
No existe sector nuclear en el mundo que no conciba la producción energética nuclear. De hecho, el desarrollo de materiales y combustibles, la minería, la tecnología, la ingeniería y la formación de recursos tiene como razón de ser la producción de energía.
Es indudable que sin las centrales nucleares, Argentina no hubiera alcanzado el manejo de la tecnología en materiales, indispensable para su construcción; sería inimaginable el avance en medicina nuclear, e imposible el uso de todas las fuentes de radiación para la industria y el sector agropecuario. Sin centrales no existiría Dioxitek y, sin ella, el Cobalto 60, utilizados en un tercio de las radioterapias del planeta.
La CNEA es la socia tecnológica en cada una de las etapas del sector nuclear. Si Argentina, en lugar de desarrollar tecnología, hubiera querido comprarla, la CNEA no haría falta, pero lo que se decidió es desarrollar un sector para que sea autosustentable en el tiempo; en ese marco, el organismo madre del sector se hace indispensable.
En conclusión, cuando Perón creó la CNEA, lo hizo con el objetivo de manejar el ciclo de combustible nuclear y obtener megavatios nucleares. Ese objetivo está cumplido, los próximos proyectos van a permitir capitalizar mucho más los 65 años de inversión que tuvo la Argentina en el sector y por ello es indispensable consolidar el rol político de la actividad.
CAREM: el futuro ya llegó
Un capítulo aparte merece el CAREM. La necesidad de volcar tecnología nacional sumado al conocimiento adquirido —tras la construcción de las centrales nucleares compradas llave en mano— cimentó las bases para desarrollar una central argentina de forma tal que sea un proyecto integrador de la actividad nuclear y construida en nuestro país.
El proyecto prevé que al menos el 70% de sus insumos, componentes y servicios vinculados sea provisto por empresas argentinas calificadas, convirtiéndolo en un dinamizador de la industria y la tecnología de punta en nuestro país. Por esto es que la CNEA y el Ministerio de Planificación ya acordaron con ADIMRA (la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina) garantizar una mayor participación en el proyecto. Sin embargo la importancia conceptual del CAREM reside en un hecho mucho más simple: es la solución propia a los desafíos energéticos que Argentina demanda para los próximos años.
Otra de las características del CAREM es que los reactores del orden de los 100 a los 300 megavatios están pensados para ser operados en lugares aislados o en pequeños países que hoy no tienen reactores y que, de esta manera, podrían acceder a la tecnología de centrales nucleares de potencia de generación de energía más acorde a sus necesidades. En síntesis, a pesar de que un país no tenga la capacidad para adquirir un reactor de 1000 megavatios, igualmente puede acceder a la energía nuclear y así en el mediano plazo alzaría las ecuaciones relacionadas con la igualdad energética en el mundo.
Tecnología propia significa desarrollo nacional
Hoy debemos afrontar los desafíos energéticos que el crecimiento de nuestro país nos demanda; programar la federalización de nuestra tecnología en la aplicación que más se acerca directamente al pueblo: la medicina nuclear; y diagramar el desarrollo de una tecnología que nos permite sumar a la soberanía nacional.
La decisión política de incrementar el aporte nuclear a la matriz energética implica también el aumento del desarrollo nacional para complementar el crecimiento nuclear con tecnología propia. Allí reside nuestro aporte y mayor desafío. En ese contexto, se inscriben los proyectos de formación de recursos humanos, enriquecimiento de uranio; la extensión de vida de Embalse; la necesidad de hacer minería sustentable desde el Estado; el aumento de la producción de Dioxitek, la reactivación de la planta de agua pesada de la ENSI y el rediseño de los combustibles realizado por CNEA y sus empresas CONUAR y FAE.
Sin dudas estamos frente a una nueva etapa que nos va a permitir ajustar todos los engranajes de la gran maquinaria nuclear para potenciar las capacidades nacionales y transformar la actividad en uno de los dinamizadores del desarrollo y la tecnología nacional. Hoy estamos listos para encarar este nuevo desafío.