La banda de la risa

fotos-edicion-impresa-11Por Sebastián Scigliano. En U-238 # 14 Noviembre 14.

Un grupo de calificadísimos científicos españoles lleva adelante una experiencia ciertamente innovadora: un espectáculo de stand up que combina la ciencia más compleja con el humor rápido y filoso del célebre formato de monólogos breves. En pocos años, The Big Van Theory sorprendió a propios y extraños, y ya promete llegar a nuestro país.

¿Es posible explicar el funcionamiento de los adipositos con el formato de una historia de superhéroes? ¿O el funcionamiento de los teoremas matemáticos como si fueran inalterables pruebas de amor? ¿Y además hacer reír por eso? Al parecer, para el grupo español The Big Van Theory, sí. Nacidos de un concurso internacional y con el empuje de ese extraño glamour del que tiñó la serie con la que el nombre del grupo juega a los nerds más o menos antisociales, este grupo de científicos españoles de alta gama ha resuelto poner su prestigio en juego al servicio de una idea que, al parecer, los hace cada vez más populares: el stand up científico.

Fame lab es un concurso internacional y nosotros nos presentamos de forma independiente, cada uno por su cuenta, en la edición española, que se celebró en 2013 por primera vez. Fuimos seleccionados entre varios candidatos y nos juntaron en Madrid para un curso de formación”, recuerda Javier Santaolalla Camino, integrante del grupo e ingeniero de Telecomunicaciones, licenciado y doctor en Física, que, además, es investigador postdoctoral en la Universidad de Estado de Río de Janeiro y miembro de la Organización Europea para la Investigación Nuclear. “Ahí nos conocimos y vimos lo que hacía el resto y empezamos a darle forma a la idea. Desde ese fin de semana que estuvimos en Madrid, vimos que era algo que podía transformarse en interesante, porque no había nada de eso para el público, y decidimos empezar en un bar”. El riesgo tuvo su premio, porque desde entonces el grupo no para de crecer e incluso tiene propuestas para ampliar su trabajo a otros países, incluido Argentina.

“¡Rayos cósmicos! ¿Bacterias que producen electricidad? ¡Las bacterias forman ejércitos! ¿Qué existe más allá de la genética? The Big Van Theory, La Teoría del Furgonetón, es un grupo de científicos investigadores de día, monologuistas científicos de noche, provenientes de diferentes campos: física, bioquímica, matemática… A través del género teatral del monólogo, estos científicos suben al escenario para divulgar, de forma entretenida y divertida, diversos temas y fenómenos de la ciencia. Un espectáculo para aprender y difractarse de risa. Pero hay mucho más: talleres, cursos de comunicación, monográficos… Súbete a la furgoneta de la ciencia con The Big Van Theory.” La escueta presentación es sin embargo bastante elocuente de lo que el grupo es: un grupo de locos, pero serios, que ya tienen a la venta, además, su primer libro Si tú me dices gen, lo dejo todo.

En Youtube pueden verse varios de sus monólogos y, ciertamente, el resultado es cuanto menos sorprendente: chicos y chicas de laboratorio, de esos que no ven el sol por las dudas y difícilmente hayan corrido alguna vez detrás de una pelota, de repente son capaces de revolcarse por el suelo para explicar cómo es que nuestros cuerpos están sometidos todo el tiempo a la radiación (“no apriete, hombre, que de todos modos va a entrar”, le dice la intrépida monologista a un señor del público, a todas luces, un eventual jurado de sus tesis doctoral), o imitando el tono argentino de hablar para encontrar un atajo para un problema sin solución aparente. Y quienes lo hacen no son actores, no, sino científicos altamente calificados.

El verdadero big bang

FameLab es un concurso internacional de monólogos científicos que nació en 2005 gracias a una idea original del Festival de Cheltenham, un encuentro de artes y ciencia que se celebra en esa ciudad inglesa. Según su página web, su principal objetivo es “fomentar la divulgación de la ciencia identificando, formando y dando a conocer nuevos talentos, nuevos portavoces entre los que trabajan en ciencia a través de un formato innovador, el monólogo científico”.

Desde 2007, gracias a la asociación con el British Council, FameLab se ha vuelto global y hoy esa “competencia” se celebra en más de 20 países de Europa, Asia y África y también en Estados Unidos. A nivel mundial son ya más de 5.000 científicos los que han participado en alguna de sus ediciones.

Lo cierto es que, en sintonía con esa moda global de la ciencia buena onda, el grupo español decidió hacer punta y construir una alternativa por fuera del concurso, que funcionara sola. “El concurso en sí consiste en monologuistas que van saliendo uno detrás del otro. Actuamos para la final del concurso y vimos que funcionó, nos dimos cuenta de que debíamos llevarlo a otro lugar, a un bar, a una discoteca, a una universidad. Teníamos que explotar ese mecanismo”, contó Javier, quien estuvo de visita en Argentina hace algunas semanas para participar del Congreso Iberoamericano de Ciencia, Tecnología, Innovación y Educación. A Javier se lo puede ver en internet destrozando relojes contra el piso para explicar qué es lo que hacen los físicos: romper cosas, según él, incluso su propio auto, para ver cómo funcionan. “Todos llevamos un material de tres minutos a ese concurso y, cuando lo presentamos, nos quedamos sorprendidos de lo interesante que era lo que había hecho el otro. Fuimos público de nuestros compañeros y la pasamos muy bien. Cuando terminó, recuerdo que pensé que pagaría por verlo y que podría haber mucha gente interesada en este tipo de acciones. Lo que hicimos fue extenderlo, darle un formato un poco más cómico y sacarlo a la calle”, recordó.  “Empezamos 12, y ahora somos 16. La primera actuación fue de 7 y ahora no actuamos nunca más de 5 por vez”.

Una de las principales preocupaciones del grupo es, además de mantener su reputación de científicos, conservar la rigurosidad científica en sus intervenciones, por más disparatadas que sean. Porque el valor de la combinación de ciencia y humor está en que ninguna de las dos partes salga perdiendo. “Nuestro valor extra es que es ciencia de punta, contada por científicos de nivel (todos tienen un CV que da escalofríos), Si perdemos el valor científico, nos convertimos en charlatanes”, advirtió Javier. Sin embargo, reforzó: “nos sorprendió a todos la buena recepción que tuvo en casi toda la comunidad científica, porque era muy fácil tacharnos de payasos, porque, en definitiva, es lo que hacemos. Hay gente a la que no le gusta lo que hacemos y la escuchamos, porque suele ser gente de mucho recorrido en el mundo científico y tenemos que escucharla”.

Más allá de las repercusiones hacia adentro del mundo de la ciencia, la propuesta en sí pretende llevar esa ciencia compleja, aunque en muchos casos decisiva para vida de la mayoría de los mortales, fuera de los muros de los papers y de los congresos. Cómo lo hacen es la clave del éxito y lo que le ha dado al grupo su modesta pero sólida fama. “Para armar mis monólogos me centro en un concepto que sea clave, por ejemplo, los átomos de alta masa”, contó Javier. “Y cuando encuentro una forma divertida de contarlo, le invento una historia alrededor. Entonces, si eso de fisionarse me recuerda a una ruptura de pareja, entonces empiezo a contar la historia de cómo fue la ruptura con mi pareja. Que un día entré en casa y encontré a mi mujer con otra en la cama, y que entonces les pregunté si no me invitaban a la orgía, y tal. Y ahí se empieza a armar la historia. Que en esa ruptura se generó una energía enorme… y ahí ya enlazas con lo que quieres contar. Y así vas entrelazando las cosas. Cosas que parecen no tener nada que ver y terminan juntas”. Y el maridaje da resultados, vaya que sí. El primero, claro, es la perplejidad del público, muchas veces novato, que no espera ni de cerca encontrarse con ese grupo de locos haciéndolos reír con la historia de los átomos despechados. “Muchos van sin saber a qué van, piensan que tendrá que ver con algo de la serie. Y, de repente, se encuentran con un grupo de científicos, que es lo primero que decimos que somos. Un poco se quedan helados, mirando para todos lados a ver si es cierto; luego se empiezan a reír de a poco y terminan a las carcajadas. Esa es una de las reacciones más interesantes que tenemos. Eso nos pasa mucho con quien no espera nada y se encuentra con la sorpresa”, admitió Javier.

El futuro llegó

¿Será que es la hora de la divulgación, de que la ciencia se escape de los laboratorios y los congresos y se largue a la calle a ver cómo le va? Las experiencias locales son muchas y variadas al respecto, desde el prestigio de figuras como la de Adrián Paenza o la de propuestas como la de Canal Encuentro, hasta el éxito de los libros científicos, como el de la colección Ciencia que ladra, dirigida por Diego Golombek. Sin embargo nadie, por lo menos en estas pampas, llevó las cosas tan lejos como TBVT. “Estamos en un muy buen momento, pero creo que esto hubiera funcionado igual hace cinco años. Lo que no sé es si funcionará  dentro  de cinco años, porque tal vez el formato ya está cansado y la gente aburrida de esto”, admitió Javier. “El éxito es que es algo muy novedoso, y lo hubiera sido más hace cinco años. Creo que una ciencia cómica bien hecha va a tener éxito en un terreno en el que no haya nada parecido”.

Lo cierto es que ese éxito respalda el, hasta ahora, sostenido crecimiento del grupo, que ya está pensando en nuevos formatos para que la propuesta no se estanque. “En principio, queremos agregarle cosas al modelo stand up, para que no se encasille. Sketchs humorísticos, por ejemplo, o contenidos para Youtube. Tenemos propuestas, incluso, de televisión en Argentina, y de canales de Youtube también. Queremos extender este formato a algo más viral, con más capacidad de expandirse. Mi idea es hacer algo parecido a los Monty Python —el célebre grupo de humor inglés— , situaciones de la vida cotidiana que acaban siendo explicadas por la ciencia de un modo cómico o poco convencional. También estamos pensando en material didáctico para las escuelas”.

Para Javier, el interés de países como Argentina en este tipo de propuestas no es casual y no ve lejos la posibilidad de que se concrete en nuestro país alguna forma de colaboración con la experiencia que ellos llevan adelante. “Yo trabajé mucho en el extranjero, he visto este formato y me di cuenta de que, cuanto más al Sur estás, mejor funciona. El stand up español es muy cómico y el argentino también. El carácter latino es diferente y creo que en América del Sur tiene que funcionar muy bien. He convivido con sudamericanos y me parece que esto tiene que funcionar. El sentido del humor es especial, la forma de ver la vida. No se puede comparar a un alemán con un argentino. Yo soy canario, que es una mezcla entre un español y un argentino, y muchas veces me llevo mejor con un argentino que con un español del Norte. Todo está más ligado a la diversión”. Según parece, sólo será cuestión de esperar.