Por David Feliba. En U-238 # 22 Julio – Agosto 2016
Entrevista a Pablo Vizcaíno, Doctor en Física de la CNEA y del CONICET.
Con más de veinte años en el sector nuclear nacional, el doctor en física Pablo Vizcaíno se atiene a dos hechos primordiales que lo enorgullecen de su trayectoria en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA): el laborioso proceso de fabricación de los tubos de presión CANDU para la Central Nuclear Embalse —un extenso proyecto que permitirá extender significativamente su período de vida útil— y la continua formación académica de las nuevas generaciones de científicos, en una búsqueda por asegurar y sostener en el tiempo el desarrollo incremental del conocimiento y la tecnología argentinos.
Licenciado en Ciencias Físicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y con un doctorado en Ciencia y Tecnología, mención Materiales del Instituto Sabato, Vizcaíno comenzó como becario en los tiempos difíciles de la CNEA, allá por 1994. Desde entonces, fue especializándose hasta llegar en 2012 al cargo de Jefe del Departamento de Tecnología de Aleaciones de Circonio, dentro de la gerencia del Ciclo de Combustible Nuclear. Según cuenta, siempre se manifestó inquieto por ver que sus esfuerzos no quedaran sólo anexados en publicaciones, sino que se tradujeran también en mejoras concretas para la sociedad y el país.
Desde hace unos años, se desempeña, a su vez, como investigador independiente del CONICET y su vocación académica encuentra hoy su plenitud como director de la nueva carrera de Ingeniería Nuclear con orientación en Aplicaciones que se cursa en el Instituto Dan Beninson. Para esta ocasión, el experto en materiales dialogó con U238 e hizo un balance de su larga trayectoria en el ámbito nuclear local.
¿Cuál es la diferencia entre una carrera científica en la ciencia aplicada y otra en la ciencia básica?
Por un lado, la ciencia básica tiene como objetivo expandir el conocimiento, más allá de las aplicaciones inmediatas que este pueda o no tener. Su objetivo es avanzar, correr las fronteras de lo conocido en cualquier área de que se trate. Un conocimiento que se hará público a través de publicaciones en revistas internacionales relevantes. Es uno de los caminos que el científico puede tomar. Pero también existe otro, el de la ciencia aplicada, que tiene como fin resolver problemas concretos del mundo de los servicios o de la industria. En lo particular, yo trabajo en lo que refiere a componentes estructurales de reactores nucleares de potencia. Estudiamos sus propiedades mecánicas y su relación con su microestructura resultante de los procesos de fabricación, y también los efectos de la degradación que sufren estas propiedades cuando el material está en servicio. Los tubos (CANDU) que se fabricaron aquí, por ejemplo, se podrían haber comprado a Canadá o a Estados Unidos. Lo mismo puede decirse de la mayor parte de los componentes que se reemplazarán en el reactor de la Central Nuclear de Embalse, con motivo del proceso de reentubamiento iniciado recientemente.
¿Por qué se inclinó usted por la ciencia aplicada?
En aquella época, a mí me gustaba resolver situaciones desde una perspectiva intelectual, pero sentía muy fuertemente que, de lo que yo hacía, tenía que salir algo útil. Algo que fuera aplicado, que sirviera y justificara la inversión que había hecho el Estado, algo que la Argentina necesite. Tal vez, si viviera en otro país más desarrollado, lo hubiera pensado distinto, pero lo cierto es que aquí siempre faltó tecnología, lo cual nos mantuvo en una dependencia de productos importados que puso límites a nuestro potencial. Tantas veces percibí ese complejo de inferioridad, que está tan arraigado en nuestra cultura, al ver lo que se hace en otros lugares y aquí no … que por un lado me producía tristeza pero por otro me alentaba a asumir el desafío… Personalmente, me resultaba contradictorio no hacer un aporte teniendo la posibilidad de hacerlo. Después están las circunstancias. Por qué fue un canal de enfriamiento de Atucha o un canal combustible y no la tecnología del uranio, eso ya es cosa de lo que se presentó en el momento.
¿Cómo era la población científica en la entidad cuando usted tomó contacto por primera vez con la CNEA?
A finales de los años 90, la CNEA estaba en una situación muy comprometida. Durante una década no hubo ingresos y el promedio de edad de los científicos escaló entonces a 55 años. En ese contexto comencé yo como becario. Hoy, esta brecha generacional —que se originó entonces— se mantiene, aunque algo reducida. Al presente, sería una distribución bimodal con dos máximos, donde uno de los grupos está por encima de los 50 años y el otro ronda los 35. En la actualidad hay una población importante en este último grupo producto de los ingresos de becarios que se ha sostenido en los últimos años. El promedio para ingresar a planta está ahora en cuatro años y no en diez, como cuando yo empecé.
¿Cómo era su trabajo a comienzos en la CNEA?
Fui becario durante diez años, a partir de 1994. Por entonces hice mi maestría y luego inicié mi doctorado. La indicación de las autoridades de aquel momento era: “traten de sobrevivir haciendo lo que puedan, porque plata no hay”. Entonces, el laboratorio fue lo que nos permitió no desaparecer durante las épocas malas, porque posibilitó hacer servicios para la industria que generaban los recursos para subsistir. Por ejemplo, control de calidad de materiales, mediciones de contenido de hidrógeno en metales, estudios de degradación de materiales para nuestras centrales. Pero, por otro lado, más allá de hacer estos servicios que intentaban cubrir nuestras necesidades, también hubo un espacio para la investigación aplicada. En mi caso se trató de aportar conocimiento sobre un problema pertinente a los canales combustibles de Atucha I: el ingreso de hidrógeno y los efectos de la radiación neutrónica sobre su solubilidad en el material de los canales (aleación de circonio). En ese tema hice mi doctorado…
¿Cuál es el eje central del tema que menciona?
En lo que refiere a los componentes internos de un reactor, en particular, a los fabricados de aleaciones de base circonio, resulta relevante conocer la tasa de incorporación de hidrógeno como parte del proceso de degradación que estos materiales sufren en servicio, y también de los efectos que la radiación neutrónica podía generar sobre la solubilidad del hidrógenoque se va incorporando en servicio. En este contexto encaramos estudios del material usando diferentes técnicas, fundamentalmente análisis térmico, también difracción de rayos X, microscopia óptica y electrónica. Esas eran mis tareas de aquel momento: preparar las muestras, con todos los cuidados que impone trabajar con material radioactivo, medir propiedades, analizar datos, y luego de mucha elaboración, publicar resultados, en informes, primero, en congresos nacionales o internacionales después, y finalmente en revistas internacionales. Los pasos habituales de quien trabaja en ciencias.
¿Y qué aplicación concreta vio usted luego de su trabajo?
En pocas palabras, pude demostrar cuál era el efecto volumétrico de la radiación en materiales que habían estado en servicio diferentes tiempos dentro del reactor nuclear. Un dato a tener en cuenta en la estimación de vida útil de un componente y un aporte nuevo a una línea de trabajo que se había empezado a comienzos de los años 90 aquí en nuestro grupo, y que aún hoy tiene vigencia. El trabajo científico termina siendo publicado en algún journal internacional, ya que los investigadores son evaluados a partir de sus publicaciones periódicasen revistas especializadas. En nuestra área el Journal of Nuclear Material, es el medio de referencia para los materiales nucleares y es uno de a los que solemos enviar nuestros manuscritos.
¿Cómo describiría el trabajo que realiza su equipo?
En la CNEA uno se puede dedicar a la ciencia básica, a la aplicada, a la tecnología o a la producción. La institución cuenta con áreas específicamente dedicadas a estas actividades. Debido a que mi departamento hace tanto investigación aplicada como tecnología en el área de la metalurgia del circonio, nos ubicamos en una especie de umbral que reúne dos actividades que en Argentina están normalmente separadas y que sería ideal que logren unificarse. La ciencia en sí misma no mejora la calidad de vida de la gente ni hace avanzar tecnológicamente al país. La ciencia necesita aplicarse para desarrollar tecnología. Para dar un ejemplo concreto: se puede fabricar una hoja de sierra, pero si no seleccionan bien los materiales o procesos de fabricación, la hoja durará poco. Entonces esa sierra competirá con una alemana que si bien será más caradurará diez veces más y finalmentetu producto no se lo podrás vender a nadie.
¿Cuál sería, entonces, el rol de la ciencia al servicio de la tecnología?
Siguiendo con el ejemplo anterior, ciencia en ese caso implica estudiar las propiedades del material, los procesos de fabricación y decirle al fabricante: “Acá tendrías que usar tal acero, el tratamiento térmico hacerlo en tal rango de temperaturas,tu proceso de fabricación genera pequeñas fisuras que no se perciben a simple vista, pero que hacen que tu sierra se rompa con poco uso, etc.”. Toda esa información hace a los aportes de la ciencia aplicada para la mejora de la calidad de un producto. Y no necesariamente tiene que ser uno de alta tecnología. ¡Estamos hablando de una sierra!
Gracias al aporte de su equipo, ¿en cuánto se podrá extender la vida útil de la Central Nuclear Embalse?
Se duplica. La cantidad de horas de funcionamiento de una central nuclear está preestablecida antes de arrancar. Cuando Embalse llegó al número de horas establecido por el diseñador a principios de este año, salió de servicio. La tarea implica el reemplazo de todo el reactor salvo la calandria, esto es, los canales combustibles, endfittings y alimentadores, pero también los intercambiadores de calor y otros periféricos. En todo esto tiene una participación muy importante la industria nacional.
¿Qué implicaría para usted y su equipo que, aunque aún esté lejos de definirse, la cuarta central nuclear se lleve a cabo con tecnología china?
La Argentina ha formado profesionales y técnicos y ha fabricado todos los componentes que van a ir al re-entubamiento de la Central Nuclear de Embalse, de la misma tecnología que se ha elegido para la cuarta central. Se certificaron las plantas, se certificaron los laboratorios para poder evaluar los materiales y se capacitó al personal involucrado. Todo eso ya está hecho. Sin duda que los chinos pueden hacer todo eso también, pero sería triste e incomprensible que nosotros no pudiéramos aplicar nada de lo que hemos avanzado y la experiencia que hemos acumulado. El sistema da para seguir creciendo y uno espera que así ocurra…
¿De qué logros se enorgullece después de una larga trayectoria en la CNEA?
Precisamente, una de las cosas que primero me viene a la mente es el trabajo que hicimos los últimos cuatro años, cuando coincidieron en simultáneo la formación del Departamento de Tecnología de Aleaciones de Circonio con la fabricación de los tubos de presión para Embalse. Por aquel entonces, incluso desde varios años antes de la unificación de los grupos que forman este departamento, nos veníamos preparando. Necesitábamos gente que se formara en estos temas. Todo ello significó un trabajo que comenzó en 2007 y que todavía hoy sigue: la generación de recursos humanos para armar un grupo que pudiera investigar con éxito tanto el proceso de fabricación y sus efectosen el material como la degradación en servicio de los componentes que fabricamos. Hoy dirijo tres doctorados, nuevos becarios llegan interesados en nuestros temas, en fin… y todos estos jóvenes, generalmente físicos e ingenieros, se forman trabajando y participando de estas tareas. Para nosotros es una construcción colectiva, sin que esto implique perder la individualidad. Así fue concebido y para mi es la construcción que vale la pena.