Por Gilda Santarsiero, División RRPP y Prensa – Centro Atómico Bariloche – CNEA. En U-238 Septiembre 13
La divulgación científica —el conjunto de actividades que hacen accesible el conocimiento científico a un público ampliado— se constituyó como una de las estrategias de comunicación más efectiva y de más larga tradición en la Historia de la Ciencia. Esta disciplina, que atraviesa un auge en la Argentina en los últimos años, ha logrado despertar el interés y la vocación de muchas personas por la ciencia, a la vez que permitió despejar prejuicios en torno al saber científico en general. Hugo Corso y Julio Andrade Gamboa, investigadores de la CNEA en Bariloche, han incursionado con éxito por el camino de la formación con estudiantes de diferentes niveles y ahora se aventuran al gran público con el libro La Química está entre nosotros, publicado por Editorial Siglo XXI por su mención especial en el “Concurso Internacional de Divulgación Científica Ciencia que Ladra 2012”.
¿De qué están hechas las cosas? ¿Qué son los átomos y las moléculas? ¿Podemos diseñar moléculas nuevas? ¿Para qué sirve la química y para qué sirve saber química? Éstas y muchas preguntas más tienen respuesta en La Química está entre nosotros, un libro escrito por los investigadores Hugo Corso (Ingeniero Químico) y Julio Andrade Gamboa (Doctor en Química), dos profesionales con “muy buena química” que desarrollan tareas en el Centro Atómico Bariloche (CAB) y en la Universidad Nacional del Comahue.
El año pasado, este particular compendio recibió una mención especial en el marco del Concurso Internacional de Divulgación Científica Ciencia que Ladra 2012. El certamen lleva el nombre de una colección publicada por Editorial Siglo XXI, cuyo espíritu está marcado por un estilo coloquial que busca acortar la distancia entre la ciencia y la gente. Con esa premisa, las obras están escritas “por científicos que creen que es hora de asomar la cabeza por fuera del laboratorio y contar las maravillas, grandezas y miserias de la profesión. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse inútil. Ciencia que ladra… no muerde, sólo da señales de que cabalga”, explican desde Siglo XXI Editores.
En 2013, como resultado de la Mención Especial recibida por Corso y Andrade, su obra fue editada y muy bien recibida: además de venderse en librerías, en el mes de abril llegó a los kioscos junto con los diarios Río Negro y La Nación.
“Escribir este libro surgió a instancias del concurso Ciencia que Ladra”, confiesa Julio. “Había que divulgar ciencias duras, un tema al que la gente le tiene cierta aversión. Esa era la única consigna”.
Ciencia al alcance de todos
Con el peso de esa resistencia, ¿cómo se plantearon un texto que le simpatizara a la gente?
Julio Andrade: La colección se adapta mucho y permite usar mucho el humor. Eso cae muy bien, así que lo escribimos rápidamente.
Hugo Corso: En las bases del concurso había cierta orientación acerca de cómo hacerlo y encajó muy bien con nuestro estilo. Si bien La Química está entre nosotros tiene algunos pasajes más formales, a la vez es un libro escrito de una manera particular, no es muy tradicional. Y en este caso, en las bases del concurso decía que era deseable vincular el texto con cuestiones de la literatura, con cosas cotidianas, del cine y la TV. Y a nosotros nos gusta mucho hacer eso. Es más: el último capítulo del libro incluye vinculaciones de la química con el cine, la televisión, la literatura… Aparentemente eso gustó bastante.
¿Cómo ven en la actualidad el vínculo de la ciencia con el público y el rol del científico como divulgador?
HC: A mí me parece que en los últimos años hubo hechos importantes en cuanto a la divulgación científica. Por un lado, esta colección de Ciencia que Ladra, que es bastante popular, porque se vende en librerías pero también en kioscos; y por otro, el auge del canal Encuentro, que para mí es un salto cualitativo en la televisión, porque es algo hecho con mucha calidad, sin perder el rigor científico de lo que se explica y con muy buena producción.
JA: Una cosa que me gustaría aclarar: nosotros estamos acostumbrados a una cosa más intermedia entre la publicación científica y la divulgación, que son los artículos de educación. Con Hugo tenemos muchas publicaciones en ese sentido, orientadas a enseñanza a nivel secundario y terciario (cómo llevar el tema al aula, por ejemplo) en temas de química. Este es nuestro primer libro de divulgación. Quizá nos haya facilitado el tener que pensar mucho en los estudiantes, para ahora tener que pensar en la gente.
¿Es posible trasmitir pasión por la Química?
HC: Para nosotros no es difícil, pero hay que ver qué repercusión tiene para el que lo recibe. Cuando presentamos el libro en Bariloche, se acercaron dos o tres señoras que les habían comprado el libro a sus nietos… Vos fijate qué tipo de regalo para un nieto, ¿no?, de divulgación científica. ¡Eso fue una satisfacción!
JA: Nosotros decimos, al principio de este libro, que la Química tiene mala prensa en la sociedad, y fama de aburrida y difícil en las aulas. Cuando damos Química en el ingreso a algunas carreras de la Universidad del Comahue, a veces logramos un cambio en los chicos para que se entusiasmen y opinen. Tratamos de tener una actitud más desacartonada y los chicos nos lo reconocen. Nos dicen: “Pensé que la Química no me gustaba”; “Antes esto no lo entendía y ahora lo entiendo”. Los chicos son muy amables cuando uno los atiende y los contiene. Y ese es el gran cambio de actitud que se necesita hacia la ciencia. Muy poca gente estudia ciencia. No hay buena postura hacia ella y debe haber varias cosas que indican que la Química es peligrosa, dañina… toda una mezcla que subliminalmente se debe incorporar en el común de la gente. Entonces, ¿quién va a querer estudiar algo que tenga Química? Hay mucha gente que va a estudiar algo que le gusta y resulta que tiene Química. Y esos son estudiantes duros de roer, porque son los que vienen y te dicen: “Esto mucho no me gusta, pero tengo que hacerlo”. En ese contexto, creo que con nuestra actitud en la Universidad hemos logrado cambios de visión.
HC: Yo creo que, por distintos motivos, hay una falencia anterior a la Química en la Universidad: el déficit en el despertar la curiosidad científica por la experimentación en la escuela primaria. Desde chicos no se fomenta la curiosidad de hacer algo con las manos, de obtener resultados propios, de experimentaciones muy sencillas, por ejemplo, a qué temperatura hierve el agua…
JA: Se trata de lograr que los chicos construyan su aprendizaje. Hay una cuestión natural del ser humano, que es jugar. En realidad, la ciencia es un juego serio. Y estoy de acuerdo con lo que dice Hugo. Este tipo de prácticas en la escuela primaria son muy trabajosas, porque un docente de Química que tiene cinco horas de clases en un colegio y diez horas en otro, tal vez no puede armar tantas cosas.
HC: Para nuestras clases en la Universidad, con Julio diseñamos experimentos, algunos que son simplemente con material simbólico. Pero siempre hay que pensar qué vamos a usar y cómo.
JA: A veces es como en el cine: ves la escena de una película que dura 12 segundos, pero después te enterás que tardaron 4 horas en filmarla. Hay mucho esfuerzo, porque así lo queremos. Y es un esfuerzo que se disfruta. La Química de tiza y pizarrón en el secundario no es la mejor opción.
HC: No, porque nunca la relacionás con la realidad.
Locos por la química
¿Qué los motivó personalmente a estudiar Química?
JA: En mi caso fue parte de una mentira… En la escuela secundaria se me ocurrió decirle al profesor de Química que yo iba a estudiar Química. Estaba en bachillerato y, si bien me gustaba la ciencia, nunca había tenido un jueguito de Química ni había una tradición en mi familia ¡Mis viejos nunca se deben haber dado cuenta de que yo quería ser químico! Te soy sincero, no sabía cuál era la profesión del químico, no tenía la visión que hoy tienen los chicos. Era poco lector, poco informado, pero me gustaba la ciencia y empecé con Química. Nunca me preocupó ser un químico. Yo quería estudiar Química. Apenas hice el primer año, ya era ayudante en las clases. Y eso contribuyó. Con el tiempo, lo cómico fue que aquel profesor al que “bolaceé” un poco en la secundaria —aunque no tanto, porque no es que le dije que quería estudiar Química y después fui arquitecto— fue la persona que me entregó el título de Doctor en Química. Él era Decano de la Universidad y se acordaba de mí.
HC: Yo recuerdo que de muy chico coleccionaba frasquitos de distinto tipo y que, mezclando, me gustaba mucho obtener cosas nuevas. Me gustaba extraer el perfume de las flores con alcohol. Obtener esos extractos perfumados fue mi primer contacto con algo parecido a la Química. Después, con el tiempo, hice algún otro experimento no muy elaborado y cuando terminé el secundario no tenía muy claro qué quería hacer, hasta que decidí que me quedaba con la Química.
Químicos con buena química
Julio José Andrade Gamboa es Licenciado y Doctor en Química. En 1988 se radicó en Bariloche, donde se desempeña como investigador en el Centro Atómico de la ciudad y trabaja como profesor en el Área de Química del Centro Regional Universitario Bariloche (UN del Comahue). Es autor de diversas publicaciones científicas y de educación y ha dictado varios cursos de actualización y perfeccionamiento docente.
Hugo Luis Corso es ingeniero químico por la Universidad de Buenos Aires. En 1977 ingresó en la Comisión Nacional de Energía Atómica. En 1986, se incorporó como investigador al actual Departamento Materiales Metálicos y Nanoestructurados del Centro Atómico Bariloche. Es autor de numerosas publicaciones científicas y pedagógicas. Desde 1997 es docente en el Área Química del Centro Regional Universitario Bariloche (UN del Comahue).