Por Sebastián Scigliano. En U-238 # 20 Febrero – Marzo 2016
El Polo tecnológico de Palermo le dio la bienvenida, hace poco más de dos meses, al Centro Cultural de la Ciencia, un espacio que hace hincapié en la muchas veces relegada tarea de comunicar la ciencia. Interactivo, abierto y con agenda nutrida, tiene como premisa tender un puente amigable entre el conocimiento complejo y la sociedad.
Hasta hace no muchos años, la zona fue un símbolo de la decadencia y el abandono. Enormes galpones arrumbaban mugre y recuerdos; el más cercano, el de la toma de algunos de esos enormes hangares por desesperados sin vivienda ni futuro. La toma de las Bodegas Giol, como se la conoció, fue hasta mediados de los años 90 un elocuente termómetro de una realidad social cuesta abajo. Una vez desalojada, ya ni eso quedó.
Pero desde que se resolvió la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología y, con ello, la construcción también de un polo tecnológico, aquel oxidado rincón del coqueto barrio de Palermo, desde la calle Paraguay hasta Pacífico, por Juan B. Justo y Godoy Cruz, empezó a tener nueva vida. El último eslabón de esa cadena de revitalización fue la inauguración, a finales de 2015, del Centro Cultural de la Ciencia.
“Cuando se arma el proyecto del polo científico tecnológico, se planea alojar el Ministerio de Ciencia y Tecnología, las oficinas de la Agencia de Promoción científica y tecnológica y los institutos de investigación interdisciplinarios que se van creando de a poco”, cuenta Vera Brudny, coordinadora del Programa Nacional de Popularización de la Ciencia, bajo cuya órbita está el centro cultural. “Lo que se planteó en ese momento, lo que se tuvo como visión arquitectónica y urbanística, y desde el punto de vista de la concepción global de lo que es la ciencia, es juntar en un mismo espacio las decisiones de política científica, la ejecución de esas políticas y la parte de investigación, que es la que está en los institutos. La pata que faltaba era la de cómo se cuenta la ciencia, cómo se difunde, cómo se comunica. Por eso se tuvo esta concepción un espacio integral, un centro cultural que abarcara desde un auditorio, salas multipropósito para muestras temporarias, para proyecciones, para seminarios, para actividades diversas, un espacio interactivo de ciencia, un museo interactivo, un espacio para actividades asociadas, como un aula taller, un aula interactiva, un espacio de laboratorio básico y de enseñanza, una biblioteca y los espacios para el canal de televisión”, agrega Brudny.
El “C3”, tan cual el nombre del nuevo centro, es un espacio de 1200 metros cuadrados donde se emplazan tres salas de muestras permanentes con propuestas y actividades interactivas, en el que los visitantes exploran, preguntan, aprenden y juegan.
Cada sala aborda una temática de interés científico de manera interdisciplinaria, a través de módulos interactivos. Según el propio Centro, “los temas son tratados desde la óptica de las diversas disciplinas científicas (física, química, biología, computación, matemática, etc.), además de contar con una fuerte impronta artística y lúdica que permite a los visitantes disfrutar de una experiencia innovadora y sorprendente”.
“En particular, los invitamos a visitar el espacio interactivo sin lugar a dudas, en el que hay módulos interactivos, desafíos, juegos para pasarla bien con la ciencia”, enfatiza Vera Brudny. Se trata de un espacio, la “estrella” del centro, que invita al público en general y especializado, a familias e investigadores, a escuelas e instituciones educativas, científicas y sociales. Incluye una muestra permanente que cuenta con tres salas, El Tiempo, La Información y El Azar, en las que los conceptos científicos relacionados con la física, la biología y la matemática son traducidos a través de juegos y actividades interactivas. “Esta propuesta busca promover la pregunta como forma de acercamiento a la ciencia y a la tecnología y como motor de desarrollo del conocimiento”, dice Brudny.
Que se sepa
Iniciativas como la del Centro Cultural de la Ciencia son muestra de un nuevo tiempo para la actividad científica. Ya no sólo se trata de investigar y producir conocimiento a partir de ese trabajo, sino que además la comunicación de la tarea científica se ha vuelto un objetivo principal tanto de los investigadores como de las agencias que financian y sostienen su actividad.
“Es muy importante comunicar la ciencia por varias razones. La primera de ellas es que la mayor parte de la investigación científica en el país se paga con dinero público, con impuestos que pagan los ciudadanos, que tienen derecho a saber en qué se invierte ese dinero, por qué se gasta de esa manera, pero también tiene derecho a saber por qué es importante hacer ciencia en la Argentina y hacer ciencia en general”, destaca Brudny. “Hay una primera motivación que es contarle a la ciudadanía qué es lo que está pasando en el país y qué es lo que está pasando en el mundo en materia de ciencia y tecnología y entender que la ciencia y la tecnología son parte de nuestra vida, de lo que nos pasa y que tiene que ver con problemas concretos que tenemos, ya sea problemas de salud, medioambientales, entre otros”.
Por otra parte, la difusión de la actividad científica tiene influencia directa en el modo en que las sociedades se relacionan con la ciencia y la tecnología y el lugar que le asignan en sus vidas. Al respecto, Brudny afirma que “el objetivo es buscar desarrollar en los jóvenes y en los chicos vocaciones científicas y tecnológicas, que se vea que la ciencia y la tecnología son carreras que los chicos pueden seguir, que no son imposibles, que no hace falta ser un genio, que se puede vivir y tener un sueldo y tener una familia siendo un científico. Una parte muy importante de nuestra tarea de comunicación de la ciencia tiene que ver con este objetivo de generar vocaciones científicas en los jóvenes”. Esta tarea es de vital importancia porque “cada vez más, los trabajos del futuro van a tener que ver con la ciencia y la tecnología. Cuando apostamos a un modelo de desarrollo que se basa en la incorporación de conocimiento a los procesos productivos, necesitamos cada vez más gente formada en ciencia y tecnología”.
Brudny cree, además, que en este contexto se produjeron también cambios en el modo en que el sistema científico consideraba a la divulgación o la comunicación, muchas veces relegada por “simplificadora”. “Particularmente las generaciones más jóvenes sienten la necesidad de contar lo que hacen”, reflexiona. “Hay también un giro de la actitud que tienen los científicos frente a la divulgación y a la comunicación de la ciencia; no se siente ya como una tarea menor, sino como una parte integral del quehacer científico. Ese es un cambio cultural dentro de la comunidad científica muy importante”.
Tiempo nuevo
La aparición de un espacio como la del Centro Cultural de la Ciencia responde, sin dudas, a una nueva etapa en el vínculo entre la ciencia y la sociedad, en la que los canales de comunicación entre ambos mundos se han hecho mucho más dinámicos y fluidos. “Creo que es un ida y vuelta”, dice Brudny. “La sociedad en su conjunto va tomando cada vez más conciencia de la importancia que tienen la ciencia y la tecnología en su vida cotidiana, pero también con cuestiones más macro, de largo plazo, y también eso genera una mayor avidez por tener conocimiento, que lo muestra en el éxito de los libros de Adrían Paenza, por ejemplo, o de Tecnópolis”.
Claro que si a ese clima general de interés no se le suman iniciativas por parte del estado, el círculo no cierra. Y el C3 como corolario de la construcción del Polo Tecnológico de Palermo es la muestra de que la apuesta al fomento de la ciencia y el desarrollo tecnológico tuvo, durante los últimos años, un impulso de consideración. “Me parece sumamente importante que se reconozca que el impulso y el cuidado de la ciencia y la tecnología sean una política de estado”, enfatiza Brudny. “La ciencia y la tecnología tienen que ser una política de estado y de muy largo plazo. Una de las cosas que caracteriza a la ciencia es que los resultados se ven con el tiempo. Cuando uno piensa en lo que cuesta, en términos de tiempos, la formación de recursos humanos, en lo que cuesta llevar adelante un proyecto de investigación, siempre son todos plazos muy largos. Por eso es muy importante que las políticas de apoyo a la ciencia y a la tecnología se mantengan a lo largo de los años. Creo que es muy valioso que eso se reconozca y que la sociedad lo perciba de esa manera”.
Moderno, amigable, arquitectónicamente bello e integrado a una inquietud general por la comunicación de la ciencia y la tecnología, el Centro Cultural de la Ciencia es la última joya de una política que se ha sostenido en el tiempo y que, parece, conservar su empuje para el futuro. “Es un espacio muy lindo, muy invitante, abierto a la gente”, concluye Brudny. Estamos constantemente planeando actividades adicionales, como espectáculos de stand up, por ejemplo, inspirados por el grupo español The Big Van Theory, con científicos locales a los que hemos formado en técnicas de stand up; hemos tenido propuestas de cocina molecular o de talleres para chicos y adultos. Vamos a tratar de ir aumentando nuestras propuestas culturales, que son muy convocantes”.