Científicos estadounidenses y europeos anunciaron que lograron detectar las ondas gravitacionales que Albert Einstein había mencionado en su Teoría de la Relatividad hace 100 años. Esta nueva evidencia abre paso a una era en la observación astronómica.
Al respecto Gabriela González, la doctora argentina a cargo del observatorio estadounidense Laser Interferometer Gravitational-wave Observatory (LIGO), que hizo el hallazgo en conjunto con equipos europeos, aseguró que “esta detección es el comienzo de una nueva era. La era de la astronomía, de las ondas gravitacionales ya es una realidad”.
Las ondas gravitacionales son perturbaciones del espacio-tiempo que se producen por un hecho violento en forma de ondulaciones que se propagan, produciéndose así ondas similares a las que se observan en el agua calma cuando cae un objeto o una gota.
Estas ondas fueron descriptas en la Teoría de la Relatividad General de Einstein de 1915. Sin embargo, no pudieron ser percibidas por el ser humano ni tampoco por los instrumentos existentes hasta ahora.
En su teoría, el científico alemán afirmaba que el espacio tiempo es un tejido en cuatro dimensiones que puede ser movido, empujado o desplazado según los objetos se mueven a través de él. Estas perturbaciones producidas por los cuerpos celestes son la causa de la atracción que produce la gravedad en ellos.
Estas ondas se producen al moverse los cuerpos y modifican la distancia entre sí y entre otros, pero se requiere que haya mucha masa para que esas ondas lleguen a la Tierra y puedan percibirse con los instrumentos que se crearon en el LIGO.
De acuerdo con el físico teórico Andrés Aceña, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo, refirió que no pueden percibirse las ondas, pero sí la consecuencia de éstas que es el cambio en la distancia entre dos puntos (o dos cuerpos). “Es un sistema dinámico, la distancia entre puntos también va cambiando en función de cómo se mueva la materia”, señaló.
Para poder detectarlas se crearon dos brazos de 4 kilómetros de extensión con dos espejos en los extremos que son los que alteraron su posición al ser afectados por estas ondas. Pero ese cambio fue muy pequeño y en ello radica lo sorprendente del hallazgo.
Concretamente, el descubrimiento se logró cuando dos agujeros negros de mucha masa, 30 veces la del Sol, que giraban uno cerca del otro terminaron fusionándose. Giraban a alta velocidad, la mitad de la velocidad de la luz. En la etapa final de ese proceso es que liberaron intensas ondas gravitacionales que son las que pudieron detectarse.
Aunque la noticia se anunció recientemente, las ondas fueron detectadas en Estados Unidos el pasado 14 de septiembre. Por 50 años los físicos intentaron captarlas, algo que ni el propio Einstein creía que pudiera lograrse justamente por considerar que llegaban muy débiles a la Tierra.
Debido a la importancia del hallazgo, los científicos hablan de una nueva era en la observación astronómica, ya que gracias a estos nuevos instrumentos se podrá observar algo que con los telescopios existentes hasta ahora no se podía, entre ellos fenómenos en el espacio como los agujeros negros. Asimismo, permitirá conocer aspectos sobre el surgimiento del universo.
«Los detectores LIGO que se construyen ahora debería ser capaz de detectar muchos eventos por año», aseguró la doctora González. La científica estima que estas observaciones permitirán obtener datos en bruto sobre los agujeros negros: «Tendremos un nuevo tipo de telescopio para decirnos acerca de la vida y muerte de las estrellas».