Por Sebastián De Toma. En U-238 # 23 Septiembre – Octubre 2016
La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) junto a la Universidad de San Martín y cinco empresas nacionales llevan adelante un proyecto para impulsar en el país el desarrollo de la tecnología, el conocimiento y la legislación en sistemas fotovoltaicos distribuidos a la red eléctrica nacional. Qué lograron hasta ahora y cuál es el camino que queda por delante.
El objetivo es ambicioso, que cada uno pueda proveerse de su propia electricidad, o al menos de parte de ella, tan sólo con la instalación de un panel fotovoltaico en el techo de la terraza o en el jardín, y así contribuir de manera paulatina a la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. Esta es la idea detrás del Proyecto Iresud —a cargo de Julio Durán, director del Departamento de Energía Solar de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y profesor asociado de la Universidad Nacional de San Martín—: impulsar en el país la tecnología y el conocimiento local para promover en la Argentina el desarrollo de estos sistemas de energía distribuida y su paulatina incorporación a la red eléctrica pública, para complementar el resto de las fuentes de electricidad existentes en la Argentina.
Del Iresud participan, además de las organizaciones ya mencionadas, cinco empresas privadas: Aldar, proveedor de sistemas solares; Edenor, la distribuidora de energía eléctrica en el Norte de la ciudad de Buenos Aires y el Noroeste del conurbano bonaerense; Eurotec, proveedor de productos de nutrición animal; Qmax, proveedor de dispositivos electrónicos para realizar un uso más eficiente y sustentable de la energía eléctrica. y TE Conectivity, proveedor de conectividad tecnológica desde la automoción y aeroespacial para comunicaciones de banda ancha, los consumidores, la energía y aplicaciones industriales. El proyecto, que oficialmente finalizó en abril de este año, estuvo subsidiado parcialmente con Fondos Argentinos Sectoriales (FONARSEC) a través de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCyT).
Una de las complicaciones que tenía el proyecto a la hora de salir a buscar socios privados es la reglamentación que habilite este tipo de sistemas en el mercado. “No hay un beneficio claro para las empresas, el final no es algo que ellas van a poder vender y desde ahí recuperar lo que invirtieron en la ejecución del proyecto”, explica Durán en diálogo con U-238. Además, una vez que se reglamente, cualquiera va a poder participar del mercado que surgiría alrededor de este modo de hacerse de energía, y no sólo aquellos socios que hayan participado del proyecto. Las empresas, entonces, se sumaron de manera desigual, pero siempre con el Norte claro, “no buscando un negocio, sino que se desarrolle [las fuentes renovables fotovoltaicas] y que sea un mercado que quizá le dé un negocio, no de manera inmediata, pero sí a mediano plazo”, puntualiza el director del proyecto.
Pequeños grandes pasos
Dentro del marco del proyecto, se realizaron una serie de acciones, y la más exitosa, para aquellos que participaron en él, fue la firma de varios acuerdos de colaboración con universidades, secretarías de energía, entes provinciales y cooperativas. En total, se rubricaron entre 30 y 40 acuerdos de colaboración con distintos organismos de 16 provincias del país y, a través de estos acuerdos, se hicieron casi 50 instalaciones en localidad de todas esas provincias. Se trata de instalaciones de tipo domiciliaria que, sin embargo, no fueron hechas en viviendas, ya que el objetivo era la difusión y la capacitación de los participantes. Y, en el caso de la interacción con las distribuidoras, el propósito fue “tratar de convencerlas de promover en sus provincias la reglamentación correspondiente”, comenta Durán. “Ese fue uno de los logros más importantes.”
De hecho, en la provincia de Santa Fe, consiguieron impulsar la reglamentación. “Fue una decisión política. La Empresa Provincial de Energía sacó la reglamentación técnica que no preveía un estado diferencial y después la Subsecretaría de Energía Renovable decidió, con firma del Gobernador, autorizar el pago de una tarifa diferencial para fomentar la instalación de este tipo de sistemas”, desarrolla el director del Departamento de Energía Solar de la CNEA. Las otras provincias donde ya existe la reglamentación son Salta y Mendoza, y en ambos casos se promulgaron leyes que luego fueron reglamentadas por los respectivos Ejecutivos provinciales.
Además, trabajaron con legisladores y asesores intentando impulsar una ley a nivel nacional para conseguir apoyo e impulsar el desarrollo de las redes distribuidas de energía. Ya existen varios proyectos de ley en el Congreso, pero aún no hay ninguno que haya llegado al recinto.
Y, como cereza del postre, está el equipamiento que se instaló en la CNEA: un laboratorio de ensayo de componentes y sistemas de uso domiciliario o pequeños comercios, que sirve para ensayar un sistema en su conjunto.
Fin de la primera etapa
La primera etapa del proyecto ya finalizó con un cierre a toda orquesta que tuvo lugar en la provincia de Tucumán los pasados 26 y 27 de mayo. Allí se realizó el “Primer encuentro nacional sobre generación eléctrica distribuida mediante energías renovables”, organizado por Iresud, la facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la Universidad Nacional de Tucumán y la secretaria de Estado Unidad Ejecutora Provincial.
De acuerdo al líder del proyecto Iresud, “el encuentro de Tucumán fue una especie de cierre de una primera etapa porque juntó a gran parte de la gente que habíamos contactado durante la ejecución del proyecto, se juntaron unas 300 personas”. Luego agrega: “Fue más exitoso de lo que habíamos previsto. Hubo gente de 15 o 16 provincias, especialistas de Uruguay, Chile y Brasil que dieron charlas, y había gente de España y de Alemania”.
El proyecto, para el MinCyT, terminó en abril de este año, así que hoy las actividades que lleva a cabo el grupo que reunió Julio Durán son ad-hoc, pero dentro del marco de los contactos y las colaboraciones que todavía están vigentes. Y, sin embargo, “en la práctica seguimos colaborando. Se ha armado una especie de red del tema”, cierra.
¿Cómo funciona un sistema de energía distribuida?
El desarrollo que busca impulsar el Proyecto Iresud se trata de un sistema interconectado que está compuesto, fundamentalmente, por paneles solares fotovoltaicos y un inversor que transforma la corriente continua en corriente alterna. El consumo normal de una vivienda habitada por una familia tipo puede ser satisfecho por una instalación de aproximadamente 2 kW de potencia pico nominal provista por 10 panales solares estándar de 200 W pico.
Este sistema fotovoltaico interconectado a la red genera suficiente electricidad para alimentar la casa mientras que la red funciona como reserva cuando la energía solar no alcanza. De esta manera, estos sistemas hacen innecesaria la acumulación en baterías que encarecerían el costo de la instalación, según se explica en la página web de la CNEA dedicada al proyecto.
Ventajas, muchas; dificultades, cero
Las ventajas son, según Julio Durán, por un lado, que la generación con renovables reemplaza a la generación con combustibles fósiles, que son caros y contaminantes. En efecto, si se amplía el segmento de las fuentes renovables, disminuye la emisión de gases de efecto invernadero —y la decisión del gobierno nacional de licitar para la producción de 1 000 megavatios de energías alternativas van en este sentido—. Por otro lado, la generación distribuida se realiza cerca del lugar donde se consume y esto lleva a disminuir pérdidas de electricidad en el circuito de la distribución. Y, además, como este tipo de sistema genera más energía cuando el sol está bien alto, el calor aprieta y se producen los picos de consumo ocasionados por el uso continuo de los aires acondicionados.
Por supuesto, si los usuarios generarán energía en su propio hogar, el monto de las facturas que reciben mes a mes se reduciría sensiblemente. “Este punto es importante”, menciona el especialista. “Ocurre que existen dos modelos que se usaron en distintas partes del mundo para promover la generación distribuida en áreas urbanas. Uno se llama ‘de medición neta’: se pone un medidor en la vivienda, en el comercio, y ese medidor mide la diferencia entre lo consumido y lo generado y a fin de mes o de bimestre uno paga la diferencia entre ambos. El otro sistema que implica una tarifa diferencial porque el Estado reconoce los beneficios de la generación con renovables y te paga por la energía generada con un sistema a base de renovables a un valor mayor por el kilovatio/hora entregado a la red que lo que el usuario paga por el kilovatio/hora consumido de la red.” Esta última opción es la idea para el mercado argentino, en el cual la electricidad está fuertemente subsidiada: si se subsidian las fósiles, deberían subsidiarse aún más las renovables, de acuerdo al director del proyecto Iresud.
“Dificultades no tiene ninguna, aunque hay que convencer a las distribuidoras y entes de regulación porque es una tecnología muy poco difundida en el país”, explica Durán. “Hoy sólo hay instalaciones piloto, y algunas que hicieron algunos de los proveedores fotovoltaicos en empresas privadas, dentro de edificios.”