Por Pablo Domini. En U-238 #16 Marzo-Abril 2015.
Roberto Ornstein ha estado ligado a la energía nuclear durante 50 de sus 87 años de vida. Trabajó en la Armada Argentina y en la CNEA y desde el comienzo del siglo XXI es el editor responsable de la publicación semestral Revista de la CNEA, orientada a un público de científicos y entendidos del mundo nuclear, a la cual llegó de la mano de Aldo Ferrer. Entrevistado por U-238, Ornstein expuso su perspectiva optimista sobre la energía atómica en nuestro país, a la cual auguró un “futuro promisorio” para las próximas décadas, y su opinión respecto de la comunicación dentro y hacia afuera del sector, reconociendo que “no siempre los buenos profesionales son buenos comunicadores sociales”, razón por la cual “es clave capacitar en la divulgación en forma sencilla y al alcance de la mayoría”.
¿Cómo comenzó y luego evolucionó su relación con el mundo de la energía nuclear?
Fue en 1965. En esa fecha y hasta 1977 me desempeñaba en el Estado como Mayor General Naval a cargo de los temas de relaciones internacionales que interesaban a la Armada, tales como límites y jurisdicciones marítimas y fluviales, utilización de la energía nuclear como medio de propulsión de buques, etcétera. Actuaba como enlace y asesor entre la Armada y la Cancillería argentina y participaba de las Delegaciones argentinas que negociaban acuerdos internacionales en relación con esas áreas. Me tocó participar en el proceso de elaboración y negociación del “Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe”, más conocido como “Tratado de Tlatelolco”, firmado en 1968. Tuve participación en la elección, desde un punto de vista estratégico nacional, de la línea tecnológica de uranio natural y agua pesada para la generación de energía de origen nuclear. Me retiré de la Armada en 1977 y en 1979 tuve oportunidad de ingresar al cuadro permanente de personal de la CNEA y, desde entonces y hasta mi jubilación en 2013, estuve vinculado —como gerente o asesor— a la temática de las relaciones nucleares internacionales.
¿Desde cuándo realizan la Revista de la CNEA y con qué objetivos?
A principios de 2001, el entonces Presidente del Directorio de la CNEA, el doctor Aldo Ferrer, dispuso la publicación de una revista institucional que diera cabida a artículos elaborados por profesionales del sector nuclear, principalmente en el campo de la investigación y del desarrollo tecnológico nuclear o derivado de éste. Así nació la Revista de la CNEA, a cargo de cuyo Comité Editorial me desempeño hasta el presente.
¿Cuáles son los temas que suelen abordar en la revista y qué criterio tienen en cuenta para elegirlos?
La revista está dedicada principalmente —pero no excluyentemente— a temas vinculados con la investigación y el desarrollo tecnológico nuclear o derivado de éste que se lleva cabo en el país. También está abierta a trabajos sobre política nuclear nacional e internacional, historia institucional, derecho nuclear y comunicación social de la actividad nuclear. Su objetivo principal es la divulgación a nivel profesional, nacional e internacional, de los estudios y trabajos que se desarrollan en el área de la temática nuclear en el país y de los avances que se logran en la materia, teniendo en cuenta la difícil cabida que tienen los artículos referidos a la investigación y desarrollo tecnológico nuclear —a diferencia de lo que ocurre con los vinculados a las ciencias básicas— en las revistas científicas nacionales e internacionales. El criterio primordial para la elección de los trabajos para publicar es el interés del tema en general y la originalidad o novedad del contenido en particular.
¿Quiénes son los lectores de la revista?
La Revista de la CNEA tiene una tirada de 2.000 ejemplares por número y se distribuye a todos los profesionales de la CNEA que tengan interés en recibirla, a todos los organismos y empresas del sector nuclear argentino, a los organismos de investigación científico-tecnológico del país, al sector nuclear de la Cancillería argentina, a las universidades nacionales y privadas con las que la CNEA mantiene relaciones de cooperación, a todas las facultades nacionales y privadas donde se cursan carreras de las distintas ramas de la ingeniería y las ciencias exactas de interés en el campo nuclear, y a los organismos nucleares de los países con que la Argentina tiene vigentes instrumentos internacionales cooperación o mantiene —sin mediar acuerdos— relaciones de cooperación en materia de utilización con fines pacíficos de la energía nuclear.
¿Qué cambios fue sufriendo la Revista de la CNEA desde su comienzo?
El único cambio significativo sufrido desde el inicio de su publicación ha sido el de su periodicidad, que pasó de un número trimestral a uno semestral, aunque conservando su numeración como si siguiese siendo trimestral, es decir que cada tirada semestral abarca en realidad dos números.
¿Qué opina acerca del nivel de información que maneja la sociedad argentina sobre el tema nuclear? ¿Somos un país con gente informada sobre la energía atómica en comparación con otros de la región y del mundo?
Considero que el nivel de información que maneja la sociedad argentina sobre el tema nuclear es, en general, bastante pobre, aunque posiblemente algo superior al de los otros países de la región y de la mayor parte de los países en desarrollo del mundo. Aún en muchos países desarrollados, dicho nivel también es bastante deficiente. Ello se debe principalmente a la inevitable vinculación del tema con su temido uso militar, a la extrema dificultad para transmitir al público general una temática técnica de tal complejidad y a la intencionada desinformación pública provocada por las campañas de ciertas organizaciones antinucleares por razones supuestamente ambientalistas.
Por otra parte, en el caso de nuestro país, durante las primeras casi cuatro décadas del desarrollo de actividades en el campo nuclear, las mismas gozaban —aún cuando en muchos casos no fueran claramente entendidas— de un marcado prestigio en buena parte de los niveles de la sociedad argentina, producto de la posición de liderazgo que gozaba el país entre los demás países en desarrollo y aún entre los desarrollados. Por ello, durante ese período no resultó necesario un esfuerzo importante en materia de divulgación, bastando con un buen uso de las relaciones públicas en forma convencional, cosa que la CNEA efectuó en forma satisfactoria. Pero, luego del accidente de Chernóbil y —a partir de mediados de la década del ochenta— la realización a nivel mundial de intensas campañas de desinformación propiciadas por organismos antinucleares alegando razones ambientalistas, que alcanzaron también a nuestro país, se ha vuelto francamente imprescindible encarar una intensa acción de divulgación de los beneficios de la energía nuclear en todos los campos de la actividad humana, cosa que considero que la CNEA en la actualidad ha encarado seriamente.
¿Considera que publicaciones como la que usted conduce sirven para derribar mitos sobre la actividad nuclear en el país?
En realidad, como ya dije, el objetivo principal de la Revista de la CNEA es la publicación y divulgación de trabajos de investigación y desarrollo de la tecnología nuclear en el país y, atento a ello, mantiene un nivel técnico especializado que no está dirigido al público general. No obstante, considero que, al nivel profesional que está dirigida, contribuye a derribar mitos y contrarrestar en cierta medida la desinformación existente aún en parte de esos niveles.
¿Cuáles piensa que son las claves para una comunicación eficiente sobre la energía nuclear?
Creo firmemente que la principal clave radica en la enseñanza obligatoria de la energía nuclear como un tema más en el marco de las materias relacionadas con ciencias exactas que se dicten en todos los niveles de la educación. Otra clave importante es capacitar a un número apropiado de comunicadores profesionales en la divulgación en forma sencilla y al alcance de la mayoría de la opinión pública de la temática nuclear, resaltando en particular las múltiples aplicaciones de esa tecnología en la medicina, la industria y el agro. Pienso que no siempre los buenos profesionales nucleares son necesariamente buenos comunicadores sociales.
¿Qué futuro ve para el desarrollo nuclear en la Argentina y en el mundo para las próximas décadas?
Desde principios del actual siglo las actividades nucleares en general, pero muy en particular la generación nucleoeléctrica, han sido objeto de un marcado renacer, debido entre otras causas a la inestabilidad en los precios y seguridad en el abastecimiento de hidrocarburos y al efecto altamente contaminante para el medio ambiente de su uso masivo, así como el del carbón para la generación de energía por su alta producción de gases de efecto invernadero, principales causantes del calentamiento global. La energía nuclear contrapuso la ausencia en la producción de esos gases, así como la eficiencia probada en el suministro seguro de energía de base y la capacidad de generación masiva que sólo tienen —además de los hidrocarburos y el carbón— las energías de origen nuclear e hidráulico.
Sin embargo, la ocurrencia en 2012 de los devastadores efectos producidos en la central nuclear de Fukushima por el maremoto habido en Japón, potenciados por una intensa campaña de intencionada desinformación antinuclear, sumada al brusco descenso circunstancial de los precios de los hidrocarburos (más de un 50% en menos de un año) debido a la explotación intensiva de yacimientos no convencionales de petróleo y gas, impusieron en ciertos países una brusca pausa al renacer nuclear, el cual, sin embargo, en la actualidad está dando claros signos de reversión. Todo ello me permite ser muy optimista en cuanto al futuro de la energía nuclear a nivel mundial en las próximas décadas.
En nuestro país, en el marco de ese contexto, el gobierno nacional encaró, a partir de 2006, un amplio y vigoroso programa de reactivación de la actividad nuclear, actualmente en pleno desarrollo, que abarca tanto la terminación de obras inconclusas (Central Nuclear Atucha II) cuanto el reciclado de instalaciones existentes (Central Nuclear Embalse y Planta de Producción de Uranio Enriquecido de Pilcaniyeu) y la construcción de nuevas centrales nucleares (CAREM y Atucha III y IV). Dada la importancia de las obras emprendidas, los compromisos contractuales adquiridos y los acuerdos internacionales actualmente vigentes, así como el carácter de política nacional que supo tener y actualmente ha vuelto a tener el desarrollo nuclear de nuestro país, aprecio que esa actividad tiene también un futuro muy promisor en las décadas venideras.