Luego del anuncio de que la quinta central nuclear argentina se emplazará en la provincia de Río Negro, surgieron muchos rumores y especulaciones sobre su localización y las variables que convierten a un territorio en apto para alojar una instalación de esta naturaleza.
La definición del emplazamiento no es una tarea sencilla. Lleva tiempo y se deben contemplar muchas variables, además de ceñirse a la batería de normas y requerimientos que tiene la industria nuclear, una de las más exigentes del mundo.
El ingeniero civil y ex consultor de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), Antonio Godoy, explica que el principio básico del sector nuclear, y puntualmente de la selección de un emplazamiento, es el factor seguridad.
En este sentido, existe un marco legal regulatorio con sus jerarquías. Una de las normas más importantes para la industria es la Convención Internacional sobre Seguridad Nuclear, a la que la Argentina suscribió en 1994.
A esta le siguen las recomendaciones y los acuerdos del OIEA, que establecen requerimientos que no son obligatorios, pero la inserción del país en la comunidad internacional hace que deba respetarlos.
Por último, se encuentran las regulaciones nacionales, operadas por la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), la cual instituye sus propios requerimientos específicos, y asesora y supervisa a toda la actividad del sector.
Así como el aspecto legal, los estudios de selección fueron evolucionando con el tiempo en función de lo que Godoy llama «madurez del proceso». A la evaluación de eventos externos (terremotos, tornados, huracanes, inundaciones, etc.), se suma ahora la simulación de eventos posibles y el cuidado del medioambiente.
Además de las eventualidades de la naturaleza, se evalúan otras variables como «la caída accidental de un avión, la explosión generada por una nube de gas que se pueda desprender de un gasoducto, u otra acción que provenga de actividades industriales pueden afectar y deben contemplarse», precisa Godoy.
Además, el experto comenta que una central nuclear no puede estar cerca de una población de más de 100.000 habitantes y debe estar a por lo menos 7,5 kilómetros de distancia de un aeropuerto, entre otros requisitos.
En este sentido, el ingeniero Godoy aclara que «las centrales nucleares modernas, como la quinta que se construirá en la Argentina, están diseñadas contra el impacto de un avión y ataques terroristas o malevolentes».
Respecto a la relación de la central con el ambiente, se analiza el impacto radiológico que se pueda producir en la atmósfera o hidrósfera. Es decir, las napas freáticas y el curso de agua del cual se tomará agua de refrigeración, que puede tratarse de un mar, río o lago.
Por otro lado, un informe de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) detalla que el análisis no se agota con los factores relacionados a la seguridad. También influyen variables económicas que impactan sobre los costos de operación de la central a erigir.
En relación a esto, se debe considerar la distancia a la red de distribución eléctrica, la cercanía a vías de transporte y cuestiones vinculadas al sistema de refrigeración elegido. La legislación vigente local y los recursos humanos disponibles en la zona también se deben ponderar.
La Autoridad Regulatoria Nuclear, por su parte, tiene la obligación de solicitar un estudio de impacto ambiental. Este análisis debe tener en cuenta la instancia de participación pública y considerar las intervenciones de la sociedad.