De todas la más querida

Por Gustavo Barbarán. En U-238 Mayo 2013

 

Luego de casi 30 años se terminará la construcción de la Central Nuclear Atucha II (CNA-II). Aportará al país el 4% de la electricidad requerida, permitiendo acceder a energía limpia, segura y barata. La demora en este proyecto es el botón de muestra de lo que ocasionaron las políticas neoliberales en Argentina y ejemplo del inconmensurable daño que produjeron. Además, pone en evidencia la capacidad de reconstrucción de un sector de alto impacto en la innovación tecnológica y el desarrollo productivo, pero que necesita tiempo y el apoyo permanente de un Estado para hacer ver los frutos de esa inversión.

 

La Central Nuclear Atucha II comenzó siendo la primera de cuatro centrales que se construirían para un ambicioso plan nuclear proyectado en 1977 por la última dictadura cívico-militar. Formó parte de un plan de un gobierno que, al mismo tiempo que impulsaba el desarrollo e industrialización de los usos pacíficos de la energía nuclear, destruía la base industrial del país y condenaba a la Argentina al endeudamiento más grande de su historia.

En 1979 se llamó a una licitación internacional por la tercera central nuclear del tipo HWR (reactor a agua pesada) a través de un contrato abierto, a diferencia de los contratos anteriores llave en mano. Los oferentes fueron dos: Siemens-KWU, que había construido la central Atucha I, y AECL que había construido la central Embalse.

La licitación la ganó Siemens-KWU en base a un fuerte énfasis en la transferencia de tecnología e ingeniería, contratos de diseño y tecnología de los combustibles, suministros y servicios y las garantías de la central. Para la realización del proyecto y del mencionado plan nuclear, se creó una empresa mixta —ENACE S.A., propiedad 75%, CNEA y 25%, Siemens-KWU— que actuaría como arquitecto-ingeniero.

Los contratos se firmaron en 1980 y en 1981 comenzó su construcción con el objetivo de que produzca electricidad en 1987. Sin embargo, para 1984 —en los comienzos del proceso democrático inaugurado un año antes— ya comenzaban a verse algunos efectos de las restricciones económicas sobre el financiamiento del proyecto. De hecho, en la memoria anual de la CNEA de ese año ya se hablaba de un retraso de 36 meses, lo que postergaba su finalización para 1990. Aunque nunca fue oficialmente “paralizada” ya para 1987 —cuando se calculaba que iba a entrar en operación recién en 1993— la construcción estaba detenida.

En 1994, cuando se reorganiza el sector nuclear con el Decreto 1540 —firmado por Menem y Cavallo— se constituye la empresa Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima incluyendo como condición que el comprador finalizara Atucha II en un plazo de seis años, con el objetivo de privatizar las actividades de generación nucleoeléctrica. Esto agregó un grado de incertidumbre aún mayor sobre su finalización, máxime teniendo en cuenta que la década del 90 la industria nuclear estaba en baja, en parte por lo sucedido en ThreeMile Island y Chernobyl, y porque sus competidores directos, los combustibles fósiles, tenían en ese momento precios muy bajos.

La central había quedado paralizada con un avance físico del 80% en forma global. Por un lado, el avance en la obra civil llegaba al 90% y la adquisición de suministros pasaba el 95%, mientras que en prefabricados de tuberías el avance era del 60% y el montaje electromecánico era menor al 20%.

Hacia finales de los 90 se presentó un plan un tanto exótico pero que, en medio de la desidia oficial, fue tomado en consideración: convertir a la parte convencional de Atucha II en una central a gas, para hacer caja y, con ese dinero, terminar la central convertida en un ciclo dual (gas natural– energía nuclear). Ese plan, de más está decirlo, no prosperó por incompatibilidades tecnológicas.

A principios de 2001, la CNEA elaboró una propuesta para la recuperación del sector nuclear que había sido literalmente desguazado durante la década neoliberal, el cual incluía la finalización de la CNA-II como proyecto insignia. Sin embargo, las condiciones políticas y económicas no fueron las mejores y el proyecto, nuevamente, fue dejado de lado.

La discusión sobre el plan de finalización de Atucha II se retomó en 2004. Pero esta vez, a diferencia de las anteriores, la propuesta iba en serio. La reactivación del mercado interno, el desarrollo de nuevas políticas industriales y de aquellas que apuntaban a la autonomía científico-tecnológica, inauguradas por el kirchnerismo a partir de 2003, dieron lugar a que el proyecto de finalizar la Central Nuclear Atucha II comenzara a ser considerado como una posibilidad cierta, a 20 años de haber sido iniciado.

En términos económicos, las estimaciones iniciales, hechas en 2001 y actualizadas a 2004, eran de USD 700 millones para la finalización, con una inversión realizada de USD 3300 millones, en gran parte debido a la paralización y a los intereses caídos.

Pero tomar la decisión de reactivar la construcción de una central que ya tenía 23 años no era una tarea sencilla: la mayor parte de las personas que a lo largo de dos décadas habían participado del proyecto estaban realizando otras tareas o, sencillamente, se habían retirado. La empresa ENACE había sido disuelta y su continuación, Nucleoeléctrica Argentina S.A. había mantenido las instalaciones. Por otro lado, KWU, una empresa del grupo alemán Siemens —que posteriormente fue vendida a los franceses—, ya se había retirado del negocio nuclear.

 

La reactivación

A partir de 2004 comenzaron a delinearse las primeras ideas para ver de qué forma podía llevarse a cabo la finalización de la central. Más de 10 años de parate habían dejado varios contratos caídos o en litigio, que tuvieron que volver a discutirse. Para ello, fue necesario realizar consultas con la empresa alemana a cargo del diseño pero, al haberse retirado del sector nuclear, no tuvieron mayor interés en realizar aportes. Entonces, se realizaron consultas con los franceses, quienes habían adquirido la parte nuclear de Siemens, pero ellos estaban más interesados en vender nuevos reactores (con su flamante diseño EPR), que en ayudar en la finalización de Atucha II, lo que condicionó fuertemente el apoyo que se podría haber obtenido por parte de ellos. Finalmente, también se consultó a los canadienses, quienes habían estado a cargo del diseño de la central nuclear Embalse y con los que se mantiene una relación de larga data, pero al no conocer los detalles de esta central su aporte también fue limitado.

Por estas razones, fue Nucleoeléctrica quien tuvo que ponerse al hombro prácticamente la totalidad del proyecto. Por un lado, convocaron a los expertos retirados y convencieron a las nuevas generaciones de profesionales del sector nuclear, acerca de la viabilidad de este proyecto. Pero, en un país que había perdido más de una década de capacidad industrial, reiniciar actividades con las complejidades inherentes a la construcción de una central nuclear, no era tarea sencilla. Cuando quisieron retomar la producción, notaron que, por ejemplo, no había en el país soldadores calificados para realizar las tareas con la precisión requerida en esta la industria. Por ello, se decidió crear una escuela de soldadura para preparar a los soldadores de la central.

Sin embargo, una de las tareas menos conocidas y que resultó fundamental para la concreción de este proyecto fue el almacenamiento de materiales y componentes de altísima calidad en forma segura y bajo condiciones controladas (atmósferas inertes, temperatura y humedad) de más de cien mil piezas que quedaron una vez que se decidió el parate de los 90. Más del 80% de los materiales e instrumentos adquiridos no habían sido montados.

Este tipo de actividades, realizadas con muy poco personal y presupuesto, en un contexto político adverso, donde el Estado se desentendía completamente, son una muestra de la calidad y el compromiso con la que se maneja el sector nuclear en la Argentina.

Por otra parte, hubo que rediseñar algunos componentes y sistemas de la central para que se adecuen a los requerimientos actuales. Nuevos sistemas, como el de inyección de boro, que detiene el proceso de fisión nuclear en menos de tres segundos fue una de las mejoras que se realizaron.

Además de las tareas de finalización de la central, también se reactivó la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) en Arroyito, Neuquén, para producir las 600 toneladas de agua pesada requeridas por el proyecto. También, como el combustible se fabrica en forma local, tanto CONUAR y FAE como Dioxitek tuvieron que ampliar sus capacidades operativas y actualmente están en planes de expansión.

 

Que significa Atucha II

Cuando Atucha II entre en plena operación generará 5,4 millones de MWh por año. Será la máquina unitaria más grande del país, una sola turbina que genere a plena potencia 745 MW que, restados del consumo interno de la central (bombas, instrumentación, iluminación, etc.), representa nada menos que 692 MW netos. Tomando en cuenta la energía generada durante todo 2012, la energía que podrá generar Atucha II representa el 4,2% del total país.

En términos de generación, con la operación de Atucha II se podría cubrir toda la demanda de la provincia de Mendoza (5,7 millones de MWh) o bien la demanda de las provincias patagónicas de Río Negro, Chubut y Santa Cruz (1,8; 3,3 y 0,6 millones de MWh respectivamente). Si de industrias se trata, con la energía generada por Atucha II se podría hacer funcionar a las cinco principales industrias del país (Aluar, Acindar, Siderca, La Alumbrera y la Refinería de La Plata).

Durante 2012, se generaron 131,6 millones de MWh, de los cuales el 66,5% fueron de origen térmico fósil; el 28,3% de origen hidráulico; el 4,9%, de origen nuclear, a través de Atucha I y Embalse y el 0,3%, de origen eólico y solar. Claramente la generación predominante es la que proviene de la quema de los combustibles fósiles, y se origina a partir de la quema de gas natural, fueloil, gasoil y carbón. El combustible predominante en la generación eléctrica del país es el Gas Natural, el cual representa más del 70% del combustible utilizado.

Como reemplazo, se utiliza gasoil en ciclos combinados y en turbinas de gas, y el fueloil en turbinas de vapor. En el período mencionado, el consumo de fueloil representó el 16,8% y el de gasoil el 9,4%. Por último, el carbón representa el 3,1% y se utiliza en San Nicolás, porque allí se encuentra la única central operativa que lo usa como combustible.

Si bien Atucha II está pensada para abastecer el consumo creciente del país (en 2012 el crecimiento en la generación eléctrica respecto del año anterior fue del 5%), está claro que, de no haberse finalizado, esa energía se tendría que haber generado a través de otras fuentes, principalmente gas natural. Pensando que si esa generación eléctrica hubiese sido realizada a través de un ciclo combinado (el modo más eficiente de generar a través de la quema de combustibles fósiles), la cantidad de gas natural utilizado hubiese sido un poco más de mil millones de metros cúbicos en un año.

Mil millones es un número muy grande, tan grande que escapa a las escalas de apreciación, por eso es mejor comparar qué significa ese número en términos de consumo de gas. Si sumamos todo el consumo de los usuarios residenciales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires durante un año el resultado es 1200 millones de metros cúbicos, apenas un 20% más que el consumo hipotético de Atucha II. Y si por escasez de gas natural tuviésemos que hacer funcionar ese ciclo combinado imaginario con gasoil, su consumo sería el 75% de todo el gasoil que se consumió en la provincia de Córdoba durante 2012. Todo esto con 120 toneladas de uranio natural por año.

En comparación con los mil millones de metros cúbicos de gas natural o el millón de metros cúbicos de gasoil sería un cubo de 100 metros de lado. Son magnitudes físicas imposibles de comparar.

En términos monetarios, podría establecerse alguna relación que permitiera dar cuenta de la magnitud de dinero que está expresada tanto en gas natural como en uranio natural. El último arreglo que se hizo para estimular la producción de gas local arrojó un precio de 7,5 USD/MMBTU (el gas que se importa desde Bolivia y el GNL que viene en buques son más caros todavía). Por otro lado, el precio más alto del uranio durante todo 2012 fue de 52,2 USD/libra, con tendencia a la baja para fin de año. Si utilizamos estos precios para comparar cuánto saldría el abastecimiento del recurso, el resultado es de 13 millones de dólares para el uranio contra 250 millones de dólares de gas natural.

 

El costo

Cuando se estimaron los trabajos de finalización de CNAII, se calculó su costo en 700 millones de dólares, pero a comienzos de 2013 ya se llevaban gastados 13 mil millones de pesos. Aún así, Atucha II continúa siendo un buen negocio para el país. La mayoría de los incrementos de costos tienen su explicación en la presupuestación inicial de los trabajos. Los cálculos fueron hechos sobre la base de la productividad de los trabajadores de la central nuclear Embalse. Pero, cuando se retomó el proyecto, la productividad real era muy menor a la presupuestada y, de hecho, aún hoy no se llegó a la proyectada. Por otra parte, las nuevas modificaciones trajeron algunos cambios y demoras que se traducen en pesos.

Sin embargo, el “costo oculto”, aquel del que no se habla mucho, el que significó que la central tuviera un retraso de más de 25 años, es el del abandono, por parte del Estado, de una política nuclear coherente con las necesidades del país. El costo ocasionado por las políticas de ajuste llevadas adelante durante los 90 no tiene parangón con aquellos que pueden significar los retrasos por productividad de los trabajadores.

En aquella época, el sector nuclear fue dejado a la deriva, se impusieron retiros voluntarios, se desactivó la minería, se cancelaron todas las actividades de investigación y desarrollo relacionadas con el ciclo de combustible, y los científicos y técnicos que quedaron tuvieron que salir a ofrecer servicios para que sus departamentos no cerrasen. Se generó dispersión entre los objetivos de las instituciones, lo cual, a la hora de volver a retomar las actividades nucleares, significó una serie de reacomodamientos que no fueron fáciles. Científicos e ingenieros que habían sido dejados de lado por su país eran escépticos de este nuevo llamado.

A siete años de aquella convocatoria, el programa nuclear avanza. Un programa nuclear que mantiene las premisas básicas desde su inicio: usos pacíficos, autonomía tecnológica, industria argentina. Esta central es la punta de lanza de un plan más ambicioso, un plan que contempla nuevos reactores, la extensión de vida de Embalse, la central CAREM, minería y enriquecimiento de uranio. La finalización, puesta en marcha y operación de la central será un empujón importante para este plan que se sustenta en la conveniencia económica y tecnológica para el país.

Esta central representa todo el esfuerzo de un sector que nunca bajó los brazos, que fue prácticamente desmantelado y que cuando fue convocado nuevamente estuvo presente. Es por eso que podemos decir que es la central más querida del mundo.

3 COMENTARIOS

  1. Para los amigos de Argentina, una excelente noticia: La culminación de la construcción de la Central Nuclear Atucha II. Sin dudas un gran avance de Argentina hacia el cambio en la matriz energética nacional. Un aporte desde la ciencia, tecnología y la industria nacional. Un sentimiento desde el compromiso profesional de científicos y técnicos argentinos. Este artículo fue escrito por un compañero y amigo de cursada en el posgrado en gas en el IGPUBA el Ing. Gustavo Barbarán hoy Jefe en la Comisión Nacional de Energía Atómica. Vale leerlo para tener una mirada de largo aliento sobre la relación de la política con el apoyo de la ciencia y la tecnología. Sin dudas que se ha perdido tiempo, como lo muestra Gustavo, pero es el orgullo de verla nacer lo que da esperanzas al futuro energético y tecnológico de Argentina. Felicitaciones!!!

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