El momento llegó

Por Gustavo Barbarán. En U-238 Nº 12 Julio 14

Finalmente, luego de varias décadas, la Argentina logró poner en funcionamiento la Central Nuclear Néstor Kirchner (ex Atucha II). Fue puesta en marcha el 3 de junio y comenzó a funcionar al 5% de su potencia para alcanzar, a fin de año, su funcionamiento pleno. La tercera central nuclear argentina aportará 745 megavatios al Sistema Interconectado Nacional (SIN), lo que representa el 4% de energía que consume el país.

El sector nuclear nunca había bajado los brazos, pero distintos gobiernos y coyunturas le habían dado la espalda, pensando que era un lujo del cual se podía prescindir o que la realidad imponía que un país periférico no se dedicase a nada que pudiera incomodar a las potencias. Por eso, cuando desde el gobierno se propuso seriamente finalizar la Central Nuclear Néstor Kirchner (CN-NK, ex Atucha II) se tuvo una inmediata respuesta: “Sí, queremos”.

No era fácil. Un sector nuclear desguazado, un promedio de edad muy alto de algunos referentes del sector, un proyecto parado durante más de 15 años y un proveedor que se había retirado del negocio eran algunos de los obstáculos.

Cualquiera hubiese bajado los brazos y, en el mejor de los casos, decidido comenzar de cero. Pero no hubiese sido lo mismo: las políticas se construyen con decisiones y con fundamentos, pero sobre todo con una visión de país. Y esa visión había sido arrasada por políticas neoliberales.

Si no se recuperaba lo perdido, hubiese sido como si los 90 nunca hubieran pasado. Durante ese tiempo, más de 40 mil toneladas de materiales y equipos estuvieron almacenados en 85 depósitos en diferentes modos de preservación; más de 126 mil documentos de ingeniería que se habían realizado estaban también en guarda, a la espera de una decisión.

Si bien el hito fundacional de esta etapa está fechado en agosto de 2006, con el anuncio de reactivación de la actividad nuclear por parte del ministro de Planificación Federal Julio de Vido, la saga comenzó poco después de que Néstor Kirchner asumiera la presidencia. En septiembre de 2003 ya había negociaciones con la empresa alemana Siemens para dar cumplimiento al contrato que todavía estaba vigente. A fines de 2004 se llevaron a cabo negociaciones formales entre el gobierno y la empresa francesa Framatome, a la cual Siemens le había traspasado toda su división nuclear y poseía el 34% de las acciones. En julio de 2006 se finalizó la negociación con Siemens por la rescisión de los contratos anteriores y el traspaso de la propiedad intelectual de la central. Esto liberó el campo y un mes después se anunció el plan de reactivación de la actividad nuclear, con la finalización de la central como estandarte.

Desde ese año a la fecha se trabajó intensamente. Se verificó el estado de los materiales almacenados, se decidió reemplazar la tecnología obsoleta, se adicionaron nuevos sistemas de control y seguridad a la central, de manera de quedar actualizada con los últimos requerimientos regulatorios. Un ejemplo de esto es el diseño e implementación del segundo sistema de parada rápida del reactor, a través de la inyección de boro, redundante e independiente del primero.

En la entrevista que U-238 realizó en mayo de 2013 a José Luis Antúnez, presidente de Nucleoeléctrica Argentina, el ingeniero mencionó algunos hitos del proyecto: “La utilización de alrededor de 30 mil metros cúbicos de hormigón, hemos tendido más de 3 mil kilómetros de cable eléctrico y montado 40 mil toneladas de materiales y equipos, que incluyen 4 mil toneladas de cañerías de alta especificación. Para realizar las cañerías, hemos ejecutado 700 mil soldaduras. El proyecto incluye, además, un millón de puntos de conexión eléctrica y de instrumentos. Todo esto nos ha insumido, hasta la fecha, alrededor de 43 millones de horas/hombre de trabajo, de las cuales el 98% es de origen nacional.”

A estos datos se agregan otros no menos impresionantes: 6000 puestos de trabajos con un pico de 7200 en agosto de 2010, más de 600 toneladas de agua pesada y combustibles fabricados íntegramente en el país. Todo esto insumió algo más de 3000 millones de dólares, de los cuales el 88% fue de componente local. En 2003, el sector nuclear contaba con aproximadamente 3000 puestos de trabajo, mientras que en la actualidad hay más de 8200. Este crecimiento se compone de 1780 científicos y expertos, 1100 profesionales adultos, 390 jóvenes profesionales, 620 nuevos técnicos para la operación de la CN-NK y de 1330 soldadores que tuvieron que ser entrenados y calificados.

En términos energéticos, la CN-NK representará poco más del 4% de la energía total generada en el país, el equivalente a la demanda completa de la provincia de Mendoza o la de toda la Patagonia. Esto significará enormes ahorros en el uso de combustibles fósiles que se utilizan en la actualidad para generar esa energía. En términos comparativos, se ahorrará casi tanto gas como el que consume toda la Ciudad de Buenos Aires durante un año, o el 10% del consumo final de gasoil del país. Estos números llaman más la atención cuando se toma en cuenta que la central utilizará 120 toneladas de uranio natural, con la posibilidad de bajar ese consumo de combustibles en un 20% si se realizan modificaciones similares a las que se realizaron en la Central Nuclear Juan Domingo Perón (CN-JDP, ex Atucha I).

Partícipes necesarios

Con un fuerte apoyo del gobierno, la empresa Nucleoeléctrica creó la Unidad de Gestión Central Nuclear Atucha II (UG CNA-II) con el objetivo de finalizar la central, formalizando una estructura especial, separada de la operación de las dos centrales existentes. Esto permitió operatividad y enfoque en un solo objetivo.

La forma de financiar el proyecto fue a través de dos fuentes; aportes del Tesoro Nacional y a través del mercado de capitales mediante la emisión de títulos de deuda, en el marco de un fideicomiso financiero de más dos mil millones de dólares, garantizados por el flujo de fondos provenientes de los contratos de venta de energía de las centrales ya operadas por Nucleoeléctrica (CN-JDP y Central Nuclear Embalse). El principal inversor de esos títulos fue el fondo de garantía de sustentabilidad de la ANSES, con más del 97% de la emisión total, cerrando el círculo virtuoso de crédito a baja tasa y largo plazo para inversiones seguras, rentables y transparentes para el desarrollo del país.

Para encarar el proyecto Nucleoeléctrica se contactó, en primer lugar, con los diseñadores de la central, las empresas Siemens y Framatome. Realizadas las consultas, estos no quisieron comprometerse con la finalización de Atucha II; sus planes de negocio contemplan la comercialización del EPR, un gigante de 1600 MW cuya primera unidad comenzó a construirse en 2005 en Finlandia —que se encuentra detenida en medio de una disputa legal y que según las últimas noticias estaría terminada entre 2018 y 2020—.

Otro de los socios históricos de Nucleoeléctrica, los canadienses de AECL, se comprometieron a participar en cuentagotas. Aunque su experiencia y su interés está claramente enfocado en la extensión de vida de la Central Nuclear Embalse y en la provisión de la cuarta central nuclear. Lo mismo ocurre con todos los grandes proveedores nucleares: su negocio es vender nuevas centrales, no hacerse cargo de finalizar centrales que estuvieron paradas, y que encima son de una tecnología prácticamente única en el mundo.

En ese contexto, Nucleoeléctrica debió dejar de pensarse como un mero operador de centrales nucleares y comenzar a pensarse como el sucesor de ENACE, el arquitecto industrial el proyecto. Tomó las riendas, asignando “paquetes de trabajo” a distintas empresas de acuerdo a sus capacidades y al manifiesto compromiso que tomaban algunas para calificar sus procedimientos y capacidades.

La empresa se dejó numerosos trabajos para sí misma, entre los que se destacan los no menos complicados de la ingeniería del reactor y la puesta en marcha de la central. Bajo este concepto, la empresa Electroingeniería participó como responsable técnico del montaje de cañerías y equipos para el sistema primario, el sistema del moderador y las líneas de vapor principales, además del proceso de revisión final y puesta en funcionamiento de dichos sistemas. Lo hizo también colaborando con la empresa alemana EHR, especialista a nivel mundial en sistemas de alta presión vapor-agua que se hizo cargo de todo el sistema primario y del moderador.

Techint estuvo a cargo de la terminación del edificio de instalaciones auxiliares, donde están la mayoría de los kilómetros de cables y toneladas de cañerías que mencionaron. Por otra parte, IECSA realizó los trabajos de montaje electromecánicos en las piletas de combustibles y Dycasa participó en la terminación de las obras civiles e hidráulicas. Siemens realizó los trabajos de finalización y montaje del edificio de turbinas. CNEA, por su parte, se encargó de tareas específicas como finalizar la ingeniería de los elementos combustibles y trabajos de instrumentación del núcleo del reactor.

Estos elementos combustibles fueron luego fabricados en CONUAR. Otro trabajo fundamental fue la obtención de las más de 600 toneladas de agua pesada realizadas en la Planta Industrial de Agua Pesada de Arroyito, de la empresa ENSI S.E., que también fue “recuperada” gracias a este plan nuclear.

Si bien las empresas tuvieron que mejorar algunos procedimientos y calificar procesos, no significó un gran problema para ellas porque son empresas muy grandes, con suficiente respaldo financiero para afrontar este tipo de procesos. Techint, por ejemplo, participó en uno de los dos consorcios que ganaron los contratos para la finalización de la central nuclear Angra 3 en Brasil por 830 millones de dólares. Son empresas de clase mundial, que pueden aportar mucho.

Al mismo tiempo, dichas empresas fueron desagregando sus trabajos en otras compañías, pequeñas y medianas, pero siempre bajo el paraguas de las firmas de mayor envergadura, para desarrollar trabajos a pedido. Existieron casos de emprendimientos locales para reemplazar importaciones realizados por PyMEs, como el caso de la empresa Kopsol que desarrolló las máquinas para soldar y cortar los tapones del manto del reactor. De acuerdo al Lic. Alberto Olivera, director de la empresa, estas máquinas generalmente se importan del mercado norteamericano, pero se diseñaron localmente por la empresa con materiales que se pueden conseguir en la plaza local. Además, esta compañía se encargó de desarrollar los soportes blindados para los detectores de actividad de la central, ya que originalmente no fueron contemplados y las dimensiones de los detectores actuales son muy diferentes a los de hace 30 años. Estos trabajos fueron entregados con sus correspondientes certificaciones y manuales de calidad que permiten tener una trazabilidad de los materiales utilizados, es decir, las condiciones más rigurosas en las que puede trabajar una industria.

Sin embargo, el objetivo de este equipo de trabajo era para todos lo mismo: terminar la central. Muchas capacidades habían sido destruidas en el ámbito nuclear e industrial y se hacía imperioso reconstruirlas, como el caso de la escuela de soldadores de Atucha II, o la reincorporación de los ingenieros jubilados y el plan de jóvenes profesionales de la empresa. La productividad de la mano de obra utilizada para calcular los costos de la finalización había sido tomada en base al último gran proyecto disponible, la finalización de la CNE. Demás está decir que no se llegó a esos niveles de productividad. Si a esa enorme carga, Nucleoeléctrica le debía sumar un plan de desarrollo de proveedores pequeños y medianos, los tiempos y costos seguramente hubiesen sido mucho mayores.

Lo que viene

El 30 de junio pasado, la central comenzó a entregar energía a la red. Forma parte de la última fase de puesta en marcha de la central. Luego de verificar los más de 500 sistemas de la central, se comenzó con el llenado del circuito primario con agua pesada. Siguieron las pruebas precríticas, la primera puesta a crítico y el funcionamiento al 5% de potencia. La progresión sigue al 30, 50, 75, hasta llegar al 100% de la potencia, que se calcula alcanzarán en noviembre de este año. En ese momento, el equipo de puesta en marcha entregará a los operadores el control de la central.

De esta forma, se cerrará un capítulo muy importante en el desarrollo nuclear argentino. El “Sí, podemos” está más claro que nunca. La operación de la CN-NK dará pie a que otros proyectos sigan a paso firme, como la extensión de vida de Embalse, la construcción del CAREM-25, y la cuarta central. Son muchos proyectos ambiciosos para un país que sabe que debe diversificar su matriz energética, que se encuentra en una de las regiones más dinámicas del mundo, que necesita energía y que si encuentra la forma de expandir regionalmente su desarrollo nuclear alcanzaría un logro muy importante.

Y lo que no se le puede pedir al proyecto Atucha II, sí, en cambio, se le puede reclamar a lo que viene: el crecimiento de la industria local como soporte del Plan Nuclear fue una de las premisas del desarrollo del sector en la Argentina. Los actuales decisores y actores que intervienen en este ámbito deben tener en cuenta que la sustentabilidad del sector nuclear no depende solamente del apoyo que pueda darle un gobierno al sector, sino que la sustentabilidad es el emergente de un ecosistema formado por empresas e instituciones que se entrelazan y retroalimentan creciendo y desarrollándose empujadas por proyectos aglutinadores.

El entramado industrial argentino fue roto hace más de dos décadas y para poder recuperar capacidades que permitan el crecimiento, la finalización épica de un proyecto no es suficiente. Se necesita un plan con una base firma, tal como la que está cimentando, ahora sí, la finalización de Atucha II.

Proveedores en la finalización de Atucha II

Cuando se tomó la decisión de finalizar la central nuclear Atucha II, la empresa Nucleoeléctrica realizó una convocatoria abierta para interesar a las empresas de montajes electromecánicos. Esta convocatoria logró convocar a más de 300 empresas locales. La dispersión que mostraban en cuanto a capacidad de trabajos fue resuelta en base a algunos criterios. Por el lado de Nucleoeléctrica, estaban los tipos de trabajo a realizar, para lo cual se separaron los trabajos de acuerdo a la complejidad e influencia sobre la seguridad y disponibilidad de la central, de acuerdo a cuatro niveles decrecientes. El primer nivel contemplaba el montaje del primario y moderador y los trabajos en el edificio del reactor. El segundo nivel incluía otros montajes de calidad nuclear, concentrados en el edificio auxiliar y en las piletas del combustible. El tercer nivel estaba considerado como de alta calificación aunque no de grado nuclear. En ese rubro se encontraban el edificio del turbogrupo, de maniobras, la planta desmineralizadora de agua, la casa de bombas, el edificio de turbinas y la playa de maniobras de 500 kV, entre otros. Por último, con una calificación estándar, estaban los montajes electromecánicos de menor requerimiento.

Las empresas convocadas fueron, a su vez, agrupadas de acuerdo a los trabajos que podían realizar considerando que debían cumplir, por lo menos, con un sistema de calidad de ingeniería y métodos operativos, la capacidad gerencial para operar eficientemente dicho sistema y un plantel de profesionales y técnicos en las tecnologías actuales de construcción y montaje. Otros requisitos deseables en las empresas fueron que contaran con profesionales que alguna vez hubiesen trabajado en el sector nuclear (no importaba cuándo ni dónde), capacidad empresarial y financiera en proyectos de gran porte y la elegibilidad como empresa nacional.

Mediante estas calificaciones se logró la participación de más de 130 empresas locales, de las cuales el 36% tenían experiencia en el campo nuclear, mientras que para el 64% restante era su primera experiencia en este campo. Así, la participación nacional en el proyecto de Atucha II llegó al 30% en componentes electromecánicos, al 80% en el rubro ingeniería y al 99% en la construcción y montaje. Esto representa un incremento respecto de los anteriores proyectos, aun considerando los años que pasaron desde que se comenzó la central.